NovelToon NovelToon
JUEGO DE BRUJAS

JUEGO DE BRUJAS

Status: Terminada
Genre:Brujas / Magia / Mundo de fantasía / Fantasía épica / Completas
Popularitas:4.1k
Nilai: 5
nombre de autor: lili saon

Cathanna creció creyendo que su destino residía únicamente en convertirse en la esposa perfecta y una madre ejemplar para los hijos que tendría con aquel hombre dispuesto a pagar una gran fortuna de oro por ella. Y, sobre todo, jamás ser como las brujas: mujeres rebeldes, descaradas e indomables, que gozaban desatarse en la impudencia dentro de una sociedad atrancada en sus pensamientos machistas, cuya única ambición era poder controlarlas y, así evitar la imperfección entre su gente.
Pero todo eso cambió cuando esas mujeres marginadas por la sociedad aparecieron delante de ella: brujas que la reclamaron como una de las suyas. Porque Cathanna D'Allessandre no era solo la hija de un importante miembro del consejo del emperador de Valtheria, también era la clave para un retorno que el imperio siempre creyó una simple leyenda.

NovelToon tiene autorización de lili saon para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

CAPÍTULO DIEZ

055 del Mes de Maerythys, Diosa del Agua

Día del Olvido, Ciclo III

Año del Fénix Dorado 113 del Imperio de Valtheria

Antes de que Cathanna pudiera reaccionar, soltando un grito de terror, y antes de que la mujer diera un solo paso más dentro de la habitación que había quedado envuelta en una completa oscuridad, sintió una mano en su cintura y el mundo se disolvió en un torbellino de sombras en cuestión de segundos, obligándola a cerrar los ojos con fuerza. Para cuando los volvió a abrir, ya no se encontraban en el castillo, sino que, en medio de una turbulenta tempestad, dentro de un río que parecía querer arrastrarlos hasta lo más profundo de su ser.

—¿¡Qué carajos te sucede!? —vociferó, forcejeando contra el agua que le dificultaba cada movimiento. El vestido ahora le pesaba como si llevara cadenas en lugar de hilo, y los tacones se hundían en la tierra blanda, haciéndola tropezar y caer al agua una y otra vez—. ¡Llévame a casa ahora mismo, desgraciado, sinvergüenza!

Zareth soltó una risa escandalosa antes de tomarla en brazos con facilidad, como si su cuerpo solo fuera una pluma que hasta una simple hormiga podría levantar sin problema. Cathanna intentó resistirse al principio, pataleando con torpeza porque su vestido no le permitía moverse como lo hacía el hombre que la sacaba del agua.

—¡No puedes estar tocando a las mujeres de esa manera! —dijo Cathanna, cuándo sus pies tocaron la tierra blanda que dejaba la intensa lluvia—. Quiero volver a mi casa, rápido. —Chasqueó los dedos, como si estuviera mandando a uno de sus sirvientes—. No necesito perder mi tiempo en personas como tú que se creen con el derecho de secuestrar a las mujeres. Estás demente, cazador.

—No es momento para comportarte como una niña pequeña, D’Allessandre —regañó Zareth, frustrado por su comportamiento—. ¿Acaso no te das cuenta de la magnitud de esta situación? —Se retiró del rostro el pañuelo empapado de agua con un movimiento brusco—. Tus padres necesitan protegerte. Todos necesitamos que estés a salvo. ¡Las brujas no pueden dar contigo jamás!

—¿Por qué mi sangre es tan necesaria por las brujas? Pueden encontrar sangre en cualquier persona de Valtheria. ¿Por qué justamente tengo que ser yo? —tartamudeó, sintiéndose débil, aunque no sabía reconocer si era por el frío o por todo lo que estaba pasando—. Que yo sea una Doreal no significa nada. Tengo muchas primas.

—Puede haber miles de mujeres nacidas con ese apellido, pero tú eres la última descendiente de Verlah —respondió, con la paciencia casi agotada—. ¿Es que acaso no lo comprendes?

—Sigue sin significar nada para mí —replicó Cathanna, cruzándose de brazos—. ¿Quién me asegura que no me estás mintiendo? ¿Y si eres un lunático con complejo de secuestrador que planeó toda esta locura desde el principio, solo porque quieres tenerme contigo? —continuó entre dientes, con las cejas juntas y los ojos entrecerrados—. Eres un desgraciado abusador. ¡Degenerado!

—¿De qué mierda me estás hablando, D’Allessandre? — preguntó Zareth, con la mirada endurecida.

—Aunque bueno... —añadió ella, ignorándolo por completo—, carecería de sentido todo lo que dije, ya que desde niña llevo soñando con esa bruja... Pero ¿y si tú fuiste quien puso todos esos sueños en mi cabeza? —Lo señaló con un dedo, como si hubiera descubierto la verdad—. ¿Y si manipulaste mi mente para crear esta historia absurda y convencerme de ir contigo porque, no sé... te enamoraste locamente de mí? —Volvió a entrecerrar los ojos—. Entonces... eso significa que nada de lo que soñé es real. Que todo esto lo inventaste tú, que usaste tus poderes para distorsionar mi mente. Claro. Clarísimo. No hay explicación más lógica y racional para todo esto, ¿no?

Cathanna reconocía que lo que había dicho era un disparate total, más ilógico que la realidad que tenía delante. Pero aferrarse a una teoría absurda era menos aterrador que aceptar que su linaje estaba enredado con brujas, visiones, y maldiciones que venían a cobrárselas, a pesar de que ella no tenía culpa de lo que hubiera pasado hace muchísimos años con aquella mala mujer.

—¿De qué manicomio fue que te sacaron, D’Allessandre, o es que acaso tienes aire en la cabeza? —cuestionó, pasando ambas manos por la cabeza, con una notable irritación, mientras retrocedía—. ¿De verdad crees que tengo el tiempo y la paciencia para orquestar algo así? ¡Por los dioses! Si fuera cierto, ¿por qué esperar tantos años? ¿Por qué no haberte tomado cuando eras una niña indefensa en lugar de ahora, cuando puedes cuestionarlo todo y salir con estupideces?

—No sé... Tal vez disfrutas del dramatismo. —Miró hacia el otro lado, tratando de que la vergüenza no la dominara completamente—. Vi en un libro que todas las mentes funcionan de manera diferente. Tal vez la tuya funciona así; con dramatismo. No tiene nada de malo. Supongo yo —finalizó, encogiéndose de hombros.

—Escúchame, D’Allessandre. —Metió aire a sus pulmones, obligándose a mantener la calma—. Puedes negar todo lo que quieras, buscar explicaciones más “razonables” para no aceptarlo, pero en el fondo lo sabes. Porque ella es parte de ti, de tu maldita sangre, quieras o no. —Le presionó la frente con un dedo, obligándola a retroceder—. Esto no cambiará solo porque tienes miedo. ¿Por qué crees que las brujas te estaban siguiendo hace unos días? No era para saludar a la gran hija del consejero Vermon.

Cathanna no dijo ni una sola palabra más, pues el enojo y la confusión le cubrían el rostro como si tuviera una máscara puesta. Se giró de golpe, pero sus tacones traicionaron su dignidad, haciéndola tropezar con unas piedras, casi terminando de cara contra el suelo.

Antes de que pudiera soltar un quejido por el dolor, Zareth ya estaba alzándola sobre sus hombros, como si ella solo fuera un simple costal de papas, y empezó a caminar en dirección contraria. Cathanna tardó unos segundos en procesarlo todo hasta que reaccionó y empezó a golpearle la espalda con toda la fuerza que poseía.

—¡Suéltame ahora mismo, pedazo de bestia humana! —Se retorció como un pez fuera del agua, intentando sin éxito zafarse de su agarre—. ¡Ya mismo, cavernícola sin cerebro!

—¿Te resulta tan difícil mantener esa linda boquita cerrada? —dijo, exasperado—. No comprendo cómo tus padres te soportan.

—¡Estás completamente demente, cazador! —lanzó Cathanna, golpeándole la espalda con los puños—. ¡Déjame ya mismo! ¡No es propio de caballeros tomar a las mujeres de esta forma!

—Estoy loco porque te calles —dijo, con ironía—. ¿Siempre hablas tanto o es un talento especial solo para molestarme? Luces muy infantil haciendo pataletas, D’Allessandre.

—¡Infantiles mis pelotas! —contestó, sin dejar de golpearlo—. ¡Bájame ya mismo! ¿Tu pequeña cabeza no lo entiende?

—No sabía que tenías pelotas. —Ladeó una sonrisa, viéndola así en su cabeza—. Eso explica demasiado tu comportamiento.

—¡Bájame o grito!

—¿Cuál sería la diferencia con lo que haces ahora?

—Pues que pediré ayuda y cualquier persona decente que esté cerca de aquí vendrá a mi rescate.

—Inténtalo, brujilla. —Su voz se volvió relajada, casi perezosa—. Estamos en las montañas de Rivernum, lejos de tu ciudad y lejos de cualquier otra. No hay nadie aquí que no sea un cazador. Y déjame decirte algo: ninguno se va a dar el lujo de cuestionar mis órdenes. Sigue gritando si quieres. No servirá de nada.

—Así que... —comenzó con una voz suave, dándose por rendida de su intento de escapar de ese agarre—. ¿Me trajiste aquí para qué? ¿Para mantenerme prisionera? ¿O es algo muchísimo peor? ¿Usarme de tu esclava? Porque de una vez te aviso: no sirvo para cocinar, no lavo, no plancho, no barro nada. —Forzó un tono burlón—. No te serviría de mucho si tienes eso planeado en tu mente.

—Te traje aquí para mantenerte con vida. No me interesa que hagas nada por mí, Cathanna. Ni que fueras mi madre. Solo quiero tu colaboración para que todo sea más sencillo. Es tu vida la que corre peligro. Y la vida de muchas otras personas inocentes. —Suavizó su agarre—. ¿De verdad vas a permitir que tu tierra se hunda en un capítulo oscuro solo porque crees que esto es una broma?

Cathanna arrugó el rostro, visiblemente molesta. Quería seguir creyendo que todo era una broma pesada de su hermano, junto a ese hombre, porque aceptar que ya no estaba en el castillo —que en realidad estaba sobre los hombros de un cazador, rumbo a saber dónde— era algo que su cabeza simplemente se negaba a procesar.

Así mismo, Calen alzó la mirada hacia la escalera, justo donde Azlieh lo observaba en silencio, con los ojos entrecerrados y un enojo que trataba de disimular. Cuando sus miradas se encontraron, ella giró sobre sus talones y se echó a correr con una rapidez que lo hizo estremecerse, pero no tardó en ir tras de ella. Sin embargo, cuando estuvo por tocarla, Azlieh desapareció en un remolino oscuro, dejando tras de sí solo una neblina del mismo color. Calen se detuvo en seco, sin entender que había provocado esa reacción por parte de la mujer.

Observó el humo oscuro disiparse lentamente, y su mente empezó a conectar piezas que no quería admitir. Cuando finalmente lo comprendió, soltó una maldición en voz baja y se echó a correr para buscar a sus padres, al tiempo que Azlieh aparecía en un pantano fangoso lleno de hojas y ramas puntiagudas, donde había una entrada hecha de ramas entrelazadas.

Azlieh se agachó para atravesarla, sintiendo cómo el lodo manchaba su vestido blanco. Pronto, el paisaje cambió, encontrándose casas de madera dispersas por todas partes y una fogata en el medio, donde estaban reunidas varias mujeres cantando y bailando de forma frenética. Ella corrió hasta una casa y entró.

—Querida madre, he regresado a casa —susurró, juntando las manos y haciendo una reverencia frente a la mujer que estaba sentada en el sofá junto a la ventana abierta—. Te he extrañado demasiado.

—Las brujas lograron entrar en el castillo. —Se levantó de su asiento con una expresión tan seria que logró poner nerviosa a su hija—. Muchas no tuvieron suerte; fueron asesinadas por esos hombres. Las pocas que sobrevivieron trajeron los cuerpos sin vida de sus compañeras. Esperaremos a que puedan regenerarse.

—Espero que sí, madre —dijo Azlieh, apretando los dientes.

—Dicen que la chica desapareció.

—Lo que escuché fue que un cazador se la llevó, madre, pero no sé a dónde. Todo pasó demasiado rápido. —Tragó saliva, nerviosa, tratando de no desviar la mirada de los ojos serios de su madre—. Ya no puedo regresar a ese castillo. Su hermano ya sabe que soy una bruja.

—¿Un cazador se la llevó? —repitió su madre, entrecerrando los ojos—. ¿Estabas esperando una invitación para intervenir o solo decidiste ser un maldito adorno? —Pasó una mano por su cabellera larga, con frustración—. Y encima vienes a decirme que el hermano sospecha que eres una bruja. Si él lo sabe y tú no haces nada para cambiar eso, no esperes que ellos te maten primero, porque yo te voy a arrancar la lengua antes de que pongas en peligro todo esto, Azlieh.

—No te preocupes, madre —dijo Azlieh, respirando con dificultad—. Voy a solucionar esto antes de que logre salirse de nuestras manos. Lo prometo. —Hizo otra reverencia.

—Mandaremos a Fleur, Ariago, Hamz y Violet para que la encuentren lo antes posible siguiendo el olor de su sangre. Tú ve con Agatha. Creo que debe estar en la colina. Pero primero, un baño. Y rápido. Hueles a tierra mojada. —Se giró nuevamente hacia el sofá—. Tu ayuda fue fundamental para nosotras. Bien hecho, Azlieh. Recuerda solucionar tu error antes de que se descontrole.

—Tengo una pregunta antes de irme... —Relamió sus labios—. Si no logramos encontrarla, madre... ¿Qué haremos? Sin ella, todo está perdido. Y yo no quiero que Valtheria siga reinando mas tiempo.

—La encontraremos. No te preocupes por eso.

Azlieh asintió, a pesar de que su madre ya no la observaba. Subió a toda prisa hasta su habitación en el tercer piso y, al cerrar la puerta, dejó escapar un suspiro tembloroso, sonriendo. Sin embargo, no era una sonrisa de felicidad, sino una de molestia. Habían estado tan cerca de lograr su objetivo, pero como siempre, algo malo debía suceder. Se despojó del vestido de lino manchado de tierra y levantó la mirada al pequeño espejo junto a la ventana ovalada. Con una profunda exhalación, la máscara que cubría su rostro se desvaneció.

Su cabello se volvió igual de blanco que las nubes en el cielo, y sus ojos dejaron de ser oscuros para tornarse violetas. Eran lo primero que las personas notaban al verla siendo ella misma y lo último que podían olvidar. No por su belleza —que indudablemente ostentaba—, sino por la forma en que esos ojos parecían buscar en silencio la fecha de muerte de una persona. No por nada era una bruja del Velo.

Minutos más tarde, Azlieh salió de la casa envuelta en un vestido negro rumbo a la colina donde, según su madre, debía encontrarse su hermana Agatha. Dar con ella a veces se volvía una tarea difícil, pues era una bruja de sombra y podía estar en cualquier lugar, incluso imitando la sombra de alguna otra persona. Pero, para su suerte, la halló sentada bajo un árbol, escribiendo en su pequeño cuaderno. Era una muy buena escritora, eso no podía negarse, aunque su estilo tan profundo y macabro lograba poner la piel de gallina.

—¿Qué escribes, Agui? —indagó Azlieh, sentándose a su lado.

—Los relatos de las brujas, Azlieh —respondió Agatha, sin levantar la mirada—. Estuve en Aureum hace poco y me encontré con varias brujas que me dieron ideas de lo que escribir. Creo que le pondré a este escrito Luna de sangre Roja. Son pequeñas frases motivadoras para nosotras las brujas.

—Nuestra madre no cree que necesitemos frases motivadoras para lo que está por venir. —Intentó mirar el cuaderno, riendo.

—Nunca está de más motivar a los guerreros antes de que se sumerjan en el mundo de la guerra. Mejor dime por qué estás aquí —preguntó, dirigiéndole la mirada—. Pensé que estarías en ese castillo, sirviéndole a esa familia como si fueras una de sus sirvientas. Ya que no lograron traer a esa mujer, supuse que el plan continuaría.

—Cathanna pudo escapar… y su hermano ya sabe que soy una bruja —dijo, exhalando con resignación—. Quedarme en el castillo no tiene sentido ahora. Sería como firmar mi sentencia de muerte.

—¿Ya lo sabe, en serio? —cuchicheó, negando con la cabeza—. Qué torpe, Azlieh. Aunque no sé por qué me sorprendo. —Se incorporó lentamente, sacudiéndose la falda con calma—. Supongo que estás en muchos problemas, y por eso viniste a mí.

—También quería ver a mi hermana menor. —Sonrió, rodando los ojos—. Y sí, también necesito tu ayuda para alterar la mente de Calen. Solo un poco. Bueno, mejor dicho, de toda esa familia.

—¿Para qué quieres eso? —Contrajo la frente—. Se supone que ya no irás al castillo. Y tampoco es que él tenga toda tu información personal. Sería solo una pérdida de tiempo y energía, Azlieh.

—Es mejor prevenir cualquier cosa, por si llega a hacer falta más adelante. Igualmente, si él le dice algo a Cathanna, será imposible que ella confíe en mí cuando intente acercármele.

—¿Y qué vas a darme a cambio si decido darte mi ayuda? —preguntó con malicia, caminando junto a Azlieh.

—Que te folles a mi novio.

—¿Y si ya lo hice?

Agatha sonrió, mostrando sus dientes armoniosos. Daneloc, el bello novio de su hermana no valía absolutamente nada para ella, pues lo consideraba un hombre incapaz de respetar a su propia mujer, pero había algo exquisito en la forma que la tocaba cada que se veían.

—Pues considéralo un segundo turno... —Se encogió de hombros—, pero esta vez, hazlo bien para que no vuelva a buscarme.

—Trato hecho, hermanita. —Entrelazó sus brazos.

—Entonces hagámoslo ya.

Los minutos fueron pasando de una manera extremadamente lenta, mientras Zareth y Cathanna caminaban bajo la tormenta hasta detenerse frente a una vieja casa de madera de cuatro pisos, cuyas antorchas seguían ardiendo con intensidad a pesar del fuerte aguacero que amenazaba con destruirlo todo.

Zareth se acercó a la puerta y tocó el picaporte tres veces, dejando en claro que no era la primera vez que iba a ese lugar. Luego retrocedió un par de pasos y la puerta se abrió, permitiendo ver al otro lado a una persona sin rostro, sosteniendo un bastón con un zafiro incrustado en su centro, que brillaba levemente.

—Zareth, ¿qué haces aquí a estas horas de la noche? —dijo aquella presencia, con una cálida voz que contrastaba con el sombrío ambiente. Dio unos lentos pasos hacia delante, permitiendo que la lluvia lo abrazara—. Pensé que estarías en Rivernum, muchacho.

—Estoy aquí porque necesito que me ayudes en algo importante —habló con cierta duda, como si su voz supiera lo que su cabeza no quería aceptar: no era una buena idea lo que estaba por hacer—. Cathanna... —Miró de reojo a la mujer, que tenía la vista baja—. Ella requiere de tu magia ya mismo, Fallo.

—Tú nunca traes gente a mí. Tú eliminas amenazas. Siempre ha sido así. ¿Por qué esta vez es diferente? —Se acercó a Cathanna, hasta quedar frente a ella—. Dime, muchacha, ¿qué traes contigo?

Cathanna desvió la mirada, asustada.

—Yo no... no sé —tartamudeó ella—. No sé qué tengo.

Fallo dudó por varios segundos, mientras leía en lo más profundo de su mente, intentando buscar esos temores que la mantenían prisionera del miedo. Luego se dio la vuelta y caminó hacia el interior de la casa, siendo seguido por Zareth, quien ni siquiera la observó para indicarle lo que debía hacer.

Cathanna tragó duro, caminando también a la casa, pero se quedó estática en el umbral, con la respiración agitada y un nudo en el estómago. Todo en su cabeza le gritaba que no entrara en ese lugar, donde estaría a solas con dos personas completamente desconocidas. Llevó aire a sus pulmones, obligándose a dar un paso hacia delante, encontrándose con un lugar cálido y muy acogedor. Su mirada terminó en el gato blanco que dormía a gusto en el sofá hecho un ovillo.

—¿Qué fue lo que sucedió? —examinó Fallo, dejándose caer en una silla con cuidado—. Debió ser muy malo para terminar caminando bajo la lluvia, sin temor a enfermarse.

—La familia de esta chica acabó muerta —dijo Zareth, tirándose al sofá sin preocuparse por la mentira tan cruel que decía—. Tenían información jugosa para atrapar a un delincuente, y pues... los encontraron y los borraron del mapa. Ella fue la única que salió bien librada. Pero bueno, quién sabe cuánto le dure la dichosa suerte.

Cathanna sintió un nudo formarse en su estómago cuando esas palabras terminaron de acomodarse en su cabeza. Parpadeó varias veces, queriendo despertar de esa terrible pesadilla. Su familia era demasiado horrible, no podía negarlo, pero a pesar de los insultos, humillaciones, abusos, y ese odio tan especial que sentía por ellos, desgraciadamente, seguían siendo su familia, y en su cabeza no había poder que pudiera cambiar eso.

—¿Y cómo piensas impedir que lleguen a ella?

Zareth cerró los ojos con fuerza por varios segundos. No tenía muy en claro como soltar esa idea sin que sonara demasiado apresurada, incluso absurda.

—¿Y bien, Zareth? —insistió Fallo.

—Necesita una nueva identidad —respondió despacio, bajando la mirada a sus manos entrelazadas—. Algo que la vuelva invisible para todos los que ya saben quién es. Y tú puedes ayudarnos con eso. —Soltó un suspiro pesado, levantando la mirada hacia Cathanna—. Tal vez como aspirante a cazador... así podría llevarla a Rivernum sin levantar sospechas. Ningún criminal puede atravesar las barreras mágicas del castillo.

Fallo guardó silencio, tanto que se sintió como una eternidad. Desvió la cabeza de él a ella, y luego al gato, que abrió un ojo como si también juzgara la mentira improvisada del hombre.

1
Rubí Jane
aqui hay amooie😫
Rubí Jane
vea a este animal 🦍
Rubí Jane
pero cathanna
Rubí Jane
no es tú culpa
Rubí Jane
perro desgraciado
Rubí Jane
no lo eres. nunca 😭
Rubí Jane
hijo de tú madre 😫
Rubí Jane
😫😫😫😫 te entiendo mana
Rubí Jane
las mujeres no nacimos para parir 😭
Rubí Jane
eso mami, calla a esas mujeres
Rubí Jane
anne cállate mil años
Rubí Jane
exactamente reina👏
Rubí Jane
me encantan las protagonistas altas 🤭
Rubí Jane
amooi
Rubí Jane
ojala te caiga fuego en la cabeza, desgraciada
Sandra Ocampo
quiero el final
Sandra Ocampo
q paso sé supone q está completa ,tan buena q está
Erika García
Es interesante /Proud/
NovelToon
Step Into A Different WORLD!
Download MangaToon APP on App Store and Google Play