CONSTANTINE

Constantine estaba recostado en su cama, mirando el techo adornado con una póster gigante del Universo. No podía creer que deseó por un momento besar esa boca, ¿qué le estaba pasando? Un Lamprou o un Dunne, jamás dudaría de su heterosexualidad. Debía alejarse de ese chico, lo evitaría el resto de fin de semana.

En su habitación, Irika daba vueltas en su cama, la cercanía con Constantine, la había dejado noqueada.

- ¿Me iba a besar, verdad? - se dijo a sí misma en voz baja.

Debía colocarse un vestido, si quería evidenciar que realmente era una chica y así... sacudió su cabeza ante el pensamiento de que él tal vez se fije en ella.

Había tenido dos novios en Belén de Para, Marco y Fernandinho, pero ninguno había despertado tanto en ella, y eso que se creyó perdidamente enamorada de este último, a tal punto que se entregó a él. Claro, luego vino la desilusión, pues este solo quería probar que se podía llevar a la cama a la chica ''asexual'', que fue como la llamó delante de todos en la escuela. Desde entonces nunca más volvió a mezclarse con nadie, porque muchos solían burlarse de ella por su gran estatura y ser tan delgada que casi no tenía curvas.

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- Doña Amanda, me gustaría saber dónde está Rika. - preguntaba Fernando Souza, ex de Irika.

- Fernandinho, mi hija no está en el país. - le dijo la mujer con rostro severo, había sabido de la bajeza que cometió el idiota frente a ella en contra de su hija.

- Por favor, necesito saberlo, todos estos años que mis padres me enviaron al extranjero, me sirvieron para darme cuenta que era con Rika, con quien quería hacer una vida. - suplicaba el moreno frente a la puerta de su humilde casa.

- Si serás un descarado, ¿crees que no sé lo que le hiciste a mi bebé? Deberías tener vergüenza y no volver aquí. - lo amonestó la mujer.

Fernando Souza había sido enviado a otro país, luego del escándalo que provocó, exponiendo de la peor manera a Irika. Todos en la escuela comenzaron a burlarse de ella, a tratarla como a una cualquiera, todo a causa de la apuesta de un muchacho ególatra y egoísta, con aires de Don Juan.

Tarde se dio cuenta que se había enamorado de la morena de bellos ojos negros. Creyó que al volver a Belén de Para, ella aún estaría para él e iba a perdonar la canallada que cometió contra ella.

Debía buscarla, ella era el amor de su vida, no importaba dónde tendría que ir a buscarla, pero ella volvería con él, o al menos eso se decía a sí mismo.

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- ¿CÓMO QUE LA GAROTA NO VIVE CON ESE MALDITO CERDO? - gritó con el rostro descompuesto por el enojo, Zezé.

- Lo siento jefe, el conserje del edificio que el portero le informó que el chico que había venido con el policía, había sacado casi en la madrugada y desde entonces no ha regresado. - le comenta todo lo que había averiguado el Simio.

- Ese maldito aprovechó que no estuvimos vigilando, ¿estás seguro que ella es el supuesto chico que estaba esa noche en que matamos a la novia de ese imbécil? - pregunta.

Recién se había enterado que esa noche era Irika, la cuarta persona. Lo que lo hacía llegar a la conclusión de que si estaba con Lamprou, es porque ella era una testigo.

A él no le importaba, la iba a tener con él y la iba a domesticar tanto, que ella iba a preferir morir que alejarse de él.

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Mientras tanto, en la granja Dunne, Irika había tomado la decisión esa mañana de hacerle saber a Constantine que ella en verdad era una mujer.

Se había levantado muy temprano, buscó entre la ropa que le regaló Candace. Encontró un vestido largo a cuadros, color naranja, que le sentaba de maravilla con su piel bronceada. Se miró al espejo y le gustó el resultado, se veía bastante femenina, pese a rapado cabello.

Tomó una bocanada de aire justo antes de salir, secó sus manos sudorosas en la falda del vestido y salió de la habitación, caminó por el pasillo, antes de salir de este, escuchó risas y voces provenientes de la cocina.

Cuando llegó al lugar, un silencio invadió el lugar, cada uno de los espectadores tenían diferentes percepciones.

Para Candace era una mujer muy hermosa la que estaba debajo del umbral de la cocina.

Edson quedó satisfecho con poder observar a la hermosa mujer que se oculta tras esas ropas anchas masculinas.

Los primos Dunne en cambio, se lograron escandalizar interiormente.

Constantine, estaba anonadado de ver a Paulo vestido de mujer, luciendo aún más hermoso de lo que es.

Para Luke en cambio, la sorpresa de ver a quien creía un amanerado con vestido de mujer, fue un cubo de agua fría.

- Pero, ¿qué mierda es esto? - pregunta el pelirrojo con mirada molesta.

La morena dio un respingo ante el tono de voz empleado por el hombre, arrepintiéndose de inmediato de haber osado colocarse aquella ropa.

- ¿Paulo? - fue todo lo que logró decir el griego.

- Mi nombre realmente es Irika Bilbao. - dice la chica con voz tímida.

- ¿Tú te prestaste para que este marica ahora se vista de mujer? - preguntó Luke con enojo y siendo despectivo.

Los ojos de Irika se nublaron por las lágrimas que amenazaban con salir. En un impulso desesperado, salió corriendo fuera de la casa a toda prisa, sin detenerse, queriendo escapar de esa situación tan bochornosa.

- Te superaste, genio. - le dice un serio, Edson.

- A veces creo que te le caiste de la cama a tu mamá, si que eres tonto. - dice Candace, posando su mano en la frente.

Constantine aún no salía de su letargo, consternado por lo que acaba de ver. Entonces nunca tuvo inclinaciones sexuales por otro hombre, muy en el fondo sabía que ella era una mujer...

¡y que mujer!

- ¿Me dirán que eso que acaba de salir por ahí era una mujer? Lo que... - no alcanzó a terminar cuando sintió un golpe que lo dejó aturdido.

- Si algo le sucede, te juro que te voy a partir la cara. - grita Constantine antes de correr en la dirección por donde salió corriendo hace un momento su custodiada.

Buscó primero por los alrededores, pero no la encontró, eso lo preocupó mucho, ella no conocía ese lugar y podía perderse.

- De verdad te merecías ese golpe, Irika es mujer, una mujer real. - le regañó su abuela.

- ¿Cómo podía saberlo? Usa esos atuendos y encima, su cabeza rapada no ayuda mucho. - responde apenado, sosteniendo un trozo de bistec en donde recibió el golpe de su primo.

- Levanta tu pálido trasero de esa silla y vamos a buscar a esa hermosa chica. - le dice Edson.