Matrimonio de conveniencia: Engañarme durante tres meses
Aitana Reyes creyó que el amor de su vida sería su refugio, pero terminó siendo su tormenta. Casada con Ezra Montiel, un empresario millonario y emocionalmente ausente, su matrimonio no fue más que un contrato frío, sellado por intereses familiares y promesas rotas. Durante tres largos meses, Aitana vivió entre desprecios, infidelidades y silencios que gritaban más que cualquier palabra.
Ahora, el juego ha cambiado. Aitana no está dispuesta a seguir siendo la víctima. Con un vestido rojo, una mirada desafiante y una nueva fuerza en el corazón, se enfrenta a su esposo, a su amante, y a todo aquel que se atreva a subestimarla. Entre la humillación, el deseo, la venganza y un pasado que regresa con nombre propio —Elías—, comienza una guerra emocional donde cada movimiento puede destruir... o liberar.
NovelToon tiene autorización de Santiago López P para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Capítulo 1: El precio del apellido Montiel
Capítulo 1: El precio del apellido Montiel
Ezra Montiel, heredero del emporio de construcción Montiel, no era un hombre fácil de controlar. A sus 29 años, era conocido por su ambición desmedida, su imponente presencia y una debilidad pública: las mujeres rubias de cuerpo escultural. Para la prensa era un soltero codiciado, para su círculo empresarial era un tiburón, pero para su padre, Don Armando Montiel, era simplemente un desastre sentimental.
Don Armando llevaba años esperando que su único hijo sentara cabeza. El apellido Montiel no era solo una firma en contratos millonarios, era un símbolo de linaje, de poder y de tradición. Y Ezra, con sus constantes escándalos amorosos y su vida libertina, lo estaba echando todo a perder.
Cuando Aitana Reyes entró a sus oficinas buscando una alianza para un proyecto social, Don Armando no pudo evitar notar su dulzura, su educación y su elegancia natural. Aitana era diferente. No encajaba en el estereotipo de las mujeres que solían rodear a Ezra. Era curvy, sí, pero con una belleza genuina, una mirada cálida, y un aire de dignidad que la hacía inolvidable.
Don Armando no tardó en decidir: ella sería la esposa de su hijo.
Lo que en otro mundo podría haber sido una historia de amor sencilla, se convirtió en un juego de poder. Ezra, por supuesto, se opuso. Alegó que no estaba listo para casarse, que no amaba a Aitana, y que ese matrimonio sería una cárcel. Pero Don Armando no pedía, ordenaba. Su voz firme se impuso como un dictamen:
—O te casas con Aitana Reyes y limpias el apellido Montiel... o te olvidas de tu puesto en la empresa y de todo lo que representa.
Ezra aceptó, no por amor, sino por cálculo. Sabía que perder el imperio sería peor que aceptar una esposa que no deseaba. Y así, se celebró una boda fría, donde los flashes de las cámaras eran más cálidos que el propio novio.
Para Aitana, en cambio, todo fue un sueño hecho realidad. Desde el primer momento que vio a Ezra, su corazón se aceleró. Alto, de cabello oscuro, mirada penetrante y sonrisa de villano encantador, parecía salido de sus fantasías más románticas. Aunque había notado su actitud distante, se aferró a la idea de que con amor y paciencia él aprendería a quererla.
Lo que ella no sabía es que Ezra jamás había dejado de ver a Lara, su amante pasional de años. Una mujer dominante, intensa, que lo hacía sentir vivo, deseado y libre. Ezra no creía en el amor, pero sí en el placer. Y Lara era su válvula de escape, su pecado favorito.
La noche de bodas fue el primer golpe a las ilusiones de Aitana. Lo que esperaba como un momento de entrega y ternura, se convirtió en una experiencia cruel, carente de afecto. Ezra la tomó como a una obligación. Sin mirarla, sin besarla, sin una palabra amable.
Para ella, que había llegado virgen al matrimonio, fue un trauma del que tardaría en reponerse.
Pero aun así, Aitana no se rindió. Con una dulzura casi ingenua, comenzó a construir su mundo alrededor de Ezra. Cada mañana le preparaba el desayuno, le dejaba notas de cariño en la mesa, y cada noche lo esperaba con esperanza. Su amor era auténtico, limpio y valiente.
Él, por su parte, la ignoraba con frialdad. Aitana era “la esposa impuesta”, un accesorio en su vida que solo servía para mantener contento a su padre. Ezra vivía en su mundo, rodeado de negocios, de fiestas, y de Lara, que lo exigía en cuerpo y alma.
Aitana se volvió invisible.
Y aún así, cada día ella se miraba al espejo con una sonrisa triste, repitiéndose que todo cambiaría. Que si era lo suficientemente buena, lo suficientemente paciente, lo suficientemente amorosa… Ezra se enamoraría.
No sabía que su lucha era contra un muro. Y que el amor no se mendiga.