"Estás loca, definitivamente estás loca Tara". Fueron sus pensamientos mientras daba vueltas de un lugar a otro, inquieta y con su teléfono en manos. En la pantalla solo podía ver el mensaje de Abby donde le indicaba que ya iba de camino a su casa. ¿Por qué razón la había invitado?
En un principio pensó que era buena idea, estaba emocionada por la idea de tener una nueva amiga que no se había detenido a pensar mucho en si todo eso era un buen plan. ¿Qué tal si intentaba hacerle daño mientras estuvieran las dos a solas? ¿Qué tal si iba acompañada por un violador? ¿Qué tal si intentaba robarle alguna cosa? El sonido del timbre casi le provocó un infarto.
Demonios, ¿qué hacer? Podía ir y recibirla olvidándose de todas sus dudas o ignorarla y fingir que no estaba en casa. Eso haría, correría a su habitación y fingiría no estar allí. En medio de su huida su móvil comenzó a sonar con una llamada entrante de Abby. ¡Carajos no! Como si estuviera en una película de terror su cuerpo se paralizó a mitad de la sala y miró sobre su hombro con dirección a la puerta.
Dudaba que el sonido del móvil no se hubiera escuchado afuera, así que rendida se dirigió hacia la entrada. Buscó desesperadamente en su lista de contactos el número de Iván como último recurso y sintió que se echaría a llorar. ¿Lista de contactos? ¿En serio? Solo tenía registrada allí a Abby. Bien, inhala y exhala. Todo irá bien.
– ¡Tara! —chilló la castaña antes de abrazarla en cuanto la dejó entrar—. Pensé que no abrirías nunca.
– Lo siento, estaba... algo ocupada —se excusó cerrando la puerta detrás de ella y conduciéndola finalmente al sofá.
– Que linda casa.
– Gracias, era de mis padres.
Varios diálogos más tarde y terminaron sentadas frente al televisor mirando una película de romance. Sentada junto a ella, Tara no pudo evitar pensar que sus suposiciones habían estado fuera de lugar desde un principio. Abby era la inocencia hecha persona.
– Aguarda aquí, iré por un poco de jugo.
Se dirigió hacia la cocina y rebuscó entre la despensa dos vasos, los cuales dejó sobre la encimera y abrió el refrigerador. Recordaba haber visto un cartón de jugo de naranja la noche anterior mientras buscaba cena. No tardó casi nada en encontrarlo y servir un poco en los vasos.
– ¿Visitas tan temprano en casa?
Tara palideció al escuchar una profunda voz en la sala y miró el reloj de pared de la cocina, 12:32 pm. Demonios, Iván ya estaba en casa, tenía que apresurarse y salir antes de que ocurriera un malentendido. En cuanto cruzó el umbral que daba paso a la sala de estar tuvo el par de ojos de Abby sobre ella.
– No me dijiste que compartías casa Tara.
– No te sientas mal, a mi tampoco me dijo que invitaría a una amiga tan guapa.
Un guiño le siguió a la frase y creyó ver a Abby sonrojarse. No tenía tiempo de ver a Iván en plan ligón.
– Muy gracioso Iván, Abby, él es... bueno es Iván —le tendió el vaso con el jugo—. Ella es mi amiga Abby de la universidad.
Estrecharon sus manos y luego de un intercambio breve de palabras, pudo observar a Iván perderse escaleras arriba. Los ojos de su amiga no tardaron en observarla con atención y emoción.
– ¿Por qué no me dijiste que vivías con un hombre esculpido por los mismos ángeles? ¿Quién es él? ¿Como lo conociste?
– No creo que fuera algo de relativa importancia, es sólo un... conocido de mi padre. Se encargó de cuidar de la casa mientras vivía en el orfanato.
No estaba siendo totalmente honesta con ella pero no era del todo mentira así que eso debía de bastar por el momento. Aunque muy a su pesar no sirvió para mitigar la intriga que sentía Abby.
– ¿Tiene novia?
– ¿Como voy a saber eso?
– ¿Por qué no habrías de saberlo? Vives con él, pasas gran parte del tiempo con él.
Tara alzó los ojos al cielo expresando el desagrado que le provocaban esas palabras. La vida de Iván nunca había sido un detonante para la curiosidad de Tara, y no iba a serlo en ese momento.
– Es alguien ocupado, casi no nos dirigimos la palabra, y tenemos un carácter muy distinto.
Abby mostró su descontento con un mohín mientras se cruzaba de brazos, aunque no tardó en sonreír ampliamente.
– Me ofrezco de voluntaria para saber más sobre él.
– Olvídalo Abby, es lo mejor.
Era más que obvio la diferencia de opiniones entre las dos jóvenes cuando se trataba de Iván, por lo que guardaron silencio y continuaron viendo la película. Cuarenta minutos más tarde estaban sobre el sofá limpiando con intensidad sus lágrimas.
– Eso fue hermoso.
– Lo fue —concordó Abby pasando un pañuelo por el rabillo de su ojo. Miró su teléfono y pegó un chillido que a Tara le pareció muy molesto— Dios, me olvidaba que mi primo pasaría a recogerme, no puede ser, tiene que estar llegando.
– Tranquila vamos, te acompaño.
En cuanto salieron de la casa pasaron pocos minutos antes de que vieran las luces de un carro acercarse por el sendero de piedra que había entre el medio del bosque. Sin darle tiempo a ser alcanzadas, Abby se apresuró a darle un cálido y amistoso abrazo de despedida a Tara para salir corriendo al encuentro de su primo. Tara la despidió agitando el brazo de un lado a otro y se encerró devuelta en la casa. A su espalda estaba Iván con unos pantalones de chándal, una playera y una pose casual mientras frotaba una toalla de mano contra su húmedo cabello.
– ¿Ya acabó la visita? Me habría gustado compartir un poco con ambas.
Ella se negó a quedarse estupefacta observándolo así qué pasó de largo mientras llevaba en sus manos los utensilios que había usado junto a Abby.
– Yo me alegro que haya acabado.
– ¿Ya te he dicho lo cruel que eres? Sé que tú deleite no es precisamente pasar tiempo conmigo pero es obvio que le caí bien a tu amiga.
– Si lo pones de esa forma haces creer que te odio.
– ¿Y no lo haces?
Aquellas cuatro palabras fueron suficientes para que Tara dejara de lado lo que estaba haciendo y se girara en dirección a Iván con una expresión de indignación.
– Admito que no eres mi persona favorita, pero no por ello te odio. ¡Vamos! Ni siquiera te conozco lo suficiente.
– ¿Y a ella sí la conoces?
A lo mejor era su imaginación pero sentía que la sangre comenzaba a subirle por el rostro. ¿Se comportaba de esa forma para atacarla? Porque lo estaba logrando. Por su parte, Iván miraba el rostro de Tara sin inmutarse, su mente y su corazón estaban muy alejados de tener intenciones de herirla, pero su boca era más rápida que él y por primera vez quería hacerle probar una cucharada de su propia medicina.
– ¿Qué es lo que quieres dejar dicho Iván?
– ¿Tú amiga de la universidad? —comentó con incredulidad pensando en el momento en que Tara los presentó— Vamos, entiendo que hayas podido comprar un móvil, quizás reuniste un poco de dinero estando en el orfanato, ¿pero cómo piensas pagar una universidad?
De repente, y cómo si de algún tipo de revelación se tratara, la mente de Tara se iluminó ante las palabras de Iván. Así que esas eran sus intenciones detrás de aquel repentino ataque de preguntas. No le importaba en absoluto la idea de que Abby fuera su amiga, quería saber más acerca de la universidad. Y aunque ella no le debía ningún tipo de explicación, sentía que si no hablaba en ese momento iba a estallar.
– No tuve que reunir ningún dinero —se puso a la defensiva— Me fue entregado junto a los papeles de la casa el detalle de una cuenta bancaria a nombre de mi madre junto a un poder que me permite utilizar los recursos como mejor me parezca.
Sus ojos se mantenían fijos en Iván mientras tenía el ceño fruncido. ¿Con que derecho se atrevía a cuestionarla?
– Y sí, tal vez no sea suficiente para pagar toda mi carrera, pero al menos me sacará de un apuro mientras consigo un trabajo. Pero de todas formas, ¿quién eres tú para cuestionar mis decisiones?
Estaba furiosa, sentía que podría pegarle una cachetada en cualquier momento, así que prefirió zanjar el tema allí e irse a su habitación. No contaba con que a mitad de su huida la cálida mano de Iván se iba a cerrar sobre su muñeca, impidiéndole marcharse.
– No es como crees. Me preocupo por ti Tara.
– ¿Y a ti qué más te da? Si robo para poder estudiar una carrera no debería importarte.
– Lo sé, sé que es así. Pero no puedo evitar que me importe, ¿por qué no me dijiste sobre eso? Podría haberte ayudado.
Aquellas palabras fueron suficientes para bajar la guardia de Tara. No le haría daño no estar a la defensiva frente a Iván, al menos por esta vez.
– Y lo agradezco, pero ya soy adulta, quiero pensar que mi madre sabía lo que hacía cuando tomó sus decisiones, y quiero honrarla siendo lo más responsable que pueda. Debo lanzarme al mundo yo sola y descubrir lo que tiene para mí, y cuando necesite ayuda, espero que sigas estando ahí.
Durante pocos segundos se hizo un silencio, no era incómodo, era más bien de comprensión absoluta. Sus ojos se observaban fijamente como si quisieran encontrar algún sentimiento oculto, la mano de Iván seguía cerrada con delicadeza sobre la pequeña muñeca de Tara y el contacto era electrizante.
– Eres fuerte y decidida, me gusta. Pero el mundo es peligroso para que lo enfrentes tú sola. Aunque no necesites de mi, solo dime lo que piensas, lo que quieres hacer. Así sabré cómo puedo velar por ti.
Un instante más de silencio fue suficiente para que ella se percatara de la cercanía de ambos y tomara una distancia prudente. Desvió la mirada mientras pasaba un mechón de su pelo por detrás de su oreja.
– Yo.. pediré algo para almorzar.
– Buena idea.
Se dedicaron una última mirada antes de dispersarse en diferentes direcciones. En la tranquilidad de su habitación y con el corazón desbocado, Tara se dejó caer sobre el suelo convencida de que aquello no significaba nada especial pero había sido extraño y de cierta manera intenso.
Por primera vez sentía que podía confiar plenamente en Iván. Su corazón le dictaba que ya no estaba tan sola como su mente quería hacerle creer y por algún motivo ese razonamiento le permitió sentir tranquilidad. No planeaba tratarlo como un amigo del alma tan de inmediato pero al menos podría dejar de verlo como algún tipo de amenaza.
Después de lo que le parecieron pocos minutos, unos toques en la puerta la alertaron y se apresuró a abrir para toparse de cara a cara con Iván.
– Ya ha llegado el almuerzo.
– Claro, voy.
Volvió a su cama rápidamente para tomar su móvil y salió disparada por el pasillo bajando de dos en dos las escaleras. Con tantos pensamientos revoloteando por su cabeza su estómago había comenzado a gruñir del hambre. Se acercó a la encimera para toparse con una bolsa de lo que creyó era comida china.
Tomó los cubiertos en silencio y probó un bocado de la comida, sintió el paraíso en su boca.
– Oh vaya, esto está delicioso, ¿que es?
– Cerdo teriyaki, me alegra que te guste.
– ¿Gustarme? Me podría casar con él hoy mismo. Buena elección.
Iván la observó en silencio mientras comía, estaban llevando una conversación tan normal que era casi como sentirse fuera de lugar. Ella parecía una chiquilla tarareando en silencio una melodía mientras movía un poco la cabeza de lado a lado y dejaba ver su gesto de felicidad.
El resto del almuerzo transcurrió en silencio y ambos no volvieron a dedicarse ni una sola mirada. Al final de la tarde Tara se ocupó de poner en orden la cocina mientras Iván descansaba en su habitación. Cayó exhausta en el sofá y con su teléfono en mano intercambió un par de mensajes de texto antes de dejarlo de lado.
Quería poder relajarse y descansar viendo alguna película o documental, quizás con un poco de golosinas o papitas, pero de esas no tenia y meditó en que debía pasar por la tienda a comprar al día siguiente. Necesitaba ese tiempo de calidad a solas, ya había tenido su buena dosis de Abby e Iván durante el día, así que en el fondo de su corazón agradecía que los dos tuvieran cosas personales por hacer.
Con la mente en blanco se dejó llevar de lo que estaba viendo en la pantalla, mañana sería otro día. Vendrían cosas nuevas, tendría que toparse nuevamente con Iván, pero con cada cosa por pasar estaba más segura de algo, sus resultados de la universidad llegarían a final de semana y anhelaba conocer cuál sería la respuesta.
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