Nota mental: "No hablar de temas que impliquen responsabilidad". Fue lo que pensó Iván mientras continuaba escuchando en silencio a Tara y asintiendo de vez en cuando. Deseaba volver a ese momento de unas horas antes durante el almuerzo en el que no se dirigieron la palabra, y mucho menos hicieron el esfuerzo de mirarse.
Mientras se ejercitaba en su habitación Iván había tenido la brillante idea de ir a tocar a la puerta de Tara para hablar acerca de cómo se repartirían las actividades de la casa ahora que convivían juntos. Usualmente él se encargaba de contratar a alguien que hiciera los quehaceres domésticos, pero quería hacer sentir a Tara que sin importar su presencia, ella seguía siendo la dueña de todo aquello, y lo que ella quisiera eso se haría. Siempre y cuando no lo comprometiera a él demasiado.
– Entonces tú puedes encargarte de la aspiración —siguió parloteando Tara pero guardó silencio por unos breves segundos— No, ¿sabes qué? Yo me encargaré de eso. Tú solo desempolva, lava los baños y los utensilios de comida. Nos turnaremos para cocinar.
Después de haberlo pensado con más calma, Tara no tenía deseos de permitir que Iván irrumpiera en su habitación ni siquiera a hacer la limpieza, prefería ser ella quien invadiera el espacio personal de él.
– Bien, creo que eso es todo.
– Perfecto, ¿qué quieres para cenar?
Los ojos de ella se detuvieron en el rostro de él ante la pregunta formulada. Dos días viviendo juntos y Tara ya sentía que Iván quería hacer parecer como si tuvieran una amistad de años. Si no lo detenía ahora, luego sería muy tarde.
– Provecho para ti, yo me retiro a mi habitación en este momento.
Le dedicó una sonrisa cálida para evitar que cuestionara su decisión de irse y a paso rápido llegó hasta las escaleras, perdiéndose en ellas. En la privacidad de su habitación se dejó caer en su cama y cerró los ojos. Él estómago le gruñía por el hambre pero se rehusaba a mover tan siquiera un hueso de su cuerpo.
Mañana se levantaría temprano, se arreglaría, saldría y se compraría un rico desayuno en algún puesto que estuviera en la calle. Después de todo por fin era Lunes, imaginaba que Iván tendría que ir a trabajar y ella quería resolver un tema mientras aún estuviera a tiempo. Con ese pensamiento en mente cerró los ojos y cuando quiso volver a abrirlos el reloj en su mesita de noche marcaba las 06:50 am.
Lo más difícil para ella era tener que madrugar. Había logrado despertar al menos un día temprano durante el fin de semana por la angustia que le provocaba saber que tendría que compartir su casa con un desconocido como lo era Iván. Pero 48 horas fueron suficientes para que ella terminara asimilando la información. El día de hoy era una historia totalmente diferente.
La temperatura era agradablemente fresca considerando que todavía estaban en agosto y eso hacía que sus ganas de quedarse en cama disfrutando la calidez de sus sabanas fuera excesivamente irresistible. Pero eso no sucedería, al menos no esa mañana. Hoy era el día en el que por fin iría a la Universidad para inscribirse y estudiar su carrera deseada. Publicidad.
Aunque había crecido en el orfanato llegó a tener maestros que le daban clases particulares, las monjas le explicaron que era un arreglo estipulado por sus padres antes de fallecer. Aunque con lo que había descubierto por parte de Iván hacía menos de tres días, quiso creer que su madre fue la encargada de pensar en su educación, aunque seguía sin entender el por qué.
¿Por qué si su padre no murió ella terminó en un orfanato? ¿Seguía vivo aquel hombre? ¿Sabía su madre que su padre cometería tal acto? Conforme las preguntas se iban formulando en su cabeza, otras más llegaban para atosigarla y nublarle el juicio.
¡Ya basta! No tenía el tiempo para pensar en eso, ¿por qué no se había preocupado en ello durante el fin de semana? ¿Por qué justo ahora cuando planeaba ser entrevistada en la universidad? Aunque quiso evitarlo sus pensamientos la traicionaban en ocasiones y terminaba pensando en el tema, no fue hasta que salió de la casa y respiró el aire puro producido por los árboles que sintió calma.
El bosque por el que había llegado y que rodeaba toda la casa no era tan profundo, por lo que no le tomó más de 10 minutos salir de él. Debía recalcar que la sombra y la tranquilidad de todo el lugar era agradable. Al final del camino se encontró con la calle que daba a la avenida principal y tal como pensó antes de ir a dormir, habían muchos puestos de comida para desayunar.
Se detuvo a comprar un sándwich con una batida de mango y continuó caminando en dirección a la universidad. Muchas personas iban y venían en todas las direcciones haciéndola sentir algo desubicada pero trató de no dejarse afectar. No fue hasta que estuvo frente a las puertas de aquella enorme institución que sus piernas le fallaron. No podía hacerlo, debía marcharse.
– ¿Chica nueva? Vamos, no hay nada qué temer.
Con un rápido movimiento Tara se giró para observar a quien le había hablado. Era una chica de pelo largo, rubio y de rasgos delicados y juveniles parada a su lado derecho. Le estaba dedicando una cálida sonrisa que Tara no pudo evitar comparar a la de una ardilla. Su plan de retirada había fracasado antes de comenzar.
– No soy nueva —objetó Tara a la defensiva— Bueno, técnicamente sí lo soy pero aún no estoy inscrita así que no soy estudiante y bueno... perdón, hablo muchas cosas sin sentido cuando estoy nerviosa.
– Descuida —aquella alegre sonrisa no desaparecía— Yo igual vengo a hacer el proceso de inscripción, vamos juntas, tengo un primo que estudia acá. Conozco el lugar como si fuera mi casa.
Un segundo fue suficiente para aceptar aquella invitación. De todos modos si había tenido la confianza de aceptar pasar un rato a solas con Iván en la privacidad de su casa, ¿por qué no aceptar la amabilidad de esta chica? De todas formas se hallaban en un lugar público, no habían muchas cosas que pudieran salir mal.
– Mi nombre es Abby — se presentó la chica.
– Yo soy Tara, mucho gusto.
Mientras caminaban las cejas de Abby se movían de un lado a otro como si estuviera pensando en algo.
– Tara... toro... bonito juego de palabras.
Una carcajada se hizo escuchar entre las dos. Carcajada que obviamente no pertenecía a Tara.
– No vayas a enojarte, no es para ofenderte, es algo que suelo hacer con los nombres.
– Descuida, si bien es la primera vez que escucho algo parecido, no me molesta.
Estuvieron caminando en silencio por un tiempo más hasta que Abby se detuvo frente a una oficina que citaba "Administrativa".
– Hora de la ejecución, ¿te sientes preparada?
Los ojos de Tara expresaban lo dubitativa que se hallaba en ese momento y el repentino pánico que se había apoderado de ella.
– Creía que sí, ahora ya me hiciste dudar.
– Descuida, vamos juntas.
Sostuvo su brazo como si se conocieran de años y con una brillante sonrisa se adentró a la oficina obligando a Tara a seguirla. Allí fueron recibidas por una mujer de lentes puntiagudos y peinado de los 50's.
– Que tenemos por aquí —comentó con un falso entusiasmo— Un par de buenas amigas. Tomen asiento gemelitas y esperen su turno.
Tenía una voz que a Tara le recordaba a cierto personaje con tentáculos de una caricatura y casi se echa a reír ante tal pensamiento. Ambas tomaron asiento y estuvieron allí un buen rato mirando minuciosamente la oficina en la que se encontraban hasta que Abby fue llamada a otra puerta que se hallaba más en el interior de la oficina.
Los segundos le parecían minutos y los minutos horas mientras esperaba su turno. Lo que le pareció media hora más tarde pudo ver la delgada silueta de Abby salir y pasar por su lado. Un segundo más tarde escuchó su nombre ser pronunciado. En el marco de la puerta una chica casi de la misma edad que ella la esperaba con una expresión de amabilidad.
– Por aquí por favor— le indicó a Tara por dónde dirigirse— Mi nombre es Dania y soy la secretaria del rector Charles, él es quien se encarga de los procesos de inscripción.
– Mucho gusto, yo soy...
– Tara Wilson, lo sé, es mi deber conocer los nombres de los que vienen a este proceso.
Mientras seguían caminando Tara no pudo evitar sentir como si estuviera en algún tipo de recorrido guiado por aquella talentosa chica. Segundos más tarde se detuvieron en una puerta que citaba: "Rector".
– Mucha suerte, el proceso de confirmación está en mis manos, así que yo me ocuparé de notificarte después de tres días si has sido aceptada. Tú solo haz tu mejor esfuerzo.
Le dedicó una palmadita amistosa y se retiró dejando a Tara con la incertidumbre de si debía entrar o retirarse como que nada estaba pasando allí. Al final se armó de valor y tocó la puerta, no quería parecer alguien irresponsable en su primera impresión. Después de todo, ella era alguien que se consideraba a sí misma una persona con mucha seguridad.
En el interior del cuarto se escuchó un "adelante" permitiéndole el paso y tras la puerta Tara vio a un señor de al menos unos 50 años. Era de tez oscura y una expresión seria. Con una mano le indicó que tomara asiento en uno de los sofás que estaban frente a él.
– Así que... Tara Wilson —comentó aquel hombre de gruesa voz con un tono de lejanía mientras observaba un foulder en sus manos— No hay mucha información sobre usted señorita Wilson —se acomodó los lentes sobre su nariz para observarla fijamente— Aparte claro, del hecho de que creció en un orfanato.
El tono con el que había expresado aquella ultima frase no hacía menos que indicarle a Tara que aquel señor frente a ella esperaba más respuestas por parte de ella. Reunió toda la tranquilidad de la que podía disponer en esos momentos y se preparó para hablar.
– Ciertamente, crecí en un orfanato y cómo podrá notar en mi expediente tengo 21 años. Mi objetivo para aplicar a esta universidad es el excelente programa que tiene la carrera de publicidad.
– ¿Y qué le hace pensar señorita Wilson que usted tiene lo requerido para ingresar en esta institución? ¿Qué tipo de experiencia tiene en estudios primarios y secundarios?
Ante tales preguntas la respuesta de Tara fue entregarle un sobre que contenía unos papeles. Permitió que el rector Charles los hojeara unos minutos antes de proceder a explicarle.
– En el orfanato durante todos mis años que permanecí en él recibí clases particulares, desde lo básico hasta lo secundario. Recibí mis certificados aprobados que aseguran su validez.
Se produjo un silencio que a Tara le pareció de lo más incómodo que pudiera experimentar. Los ojos del hombre se mantenían fijos en los papeles que Tara le había suministrado observándolos de lado a lado, hasta que cerró el expediente para mirarla de una forma que ella no supo identificar.
– ¿Quién fue tu tutor?
La pregunta logró desubicar a Tara por unos segundos, obligándola a fruncir el ceño. Estaba segura de que esa información estaba explícitamente detalla en los papeles que le había entregado, pero aún así lo estaba preguntando.
– Peyton Meyers
Otro silencio incómodo. Tara comenzaba a sentirse paranoica, ¿qué tal si lo estaba haciendo mal? Tal vez eso no sería suficiente para que ella ingresara a la universidad. ¿Por qué no había pensado en eso? La seguridad que había reunido para presentarse ante este hombre comenzaba a escapársele por los poros.
– Dania, trae los papeles por favor.
La voz profunda del señor Charles hizo eco, sacándola de su agonía. Un segundo más tarde la silueta de Dania ingresó a la oficina con un par de papeles en sus manos, los cuales dejó sobre el escritorio.
– Llénalos.
Tara no supo lo nerviosa que se hallaba hasta que sus dedos temblorosos tomaron los papeles y leyó el contenido. "Examen de admisión Lengua y Literatura y Matemáticas". Cuando dejó los exámenes sobre el escritorio del señor Charles, sintió que por fin podía respirar y con educación salió de la oficina. Tenía que haber durado al menos una hora allí dentro por lo que no pudo evitar sorprenderse al ver a Abby esperándola en el pasillo.
– ¡Tara! —chilló de felicidad antes de abrazarla— ¿Qué tal te fue?
Ella correspondió a su abrazo mientras la obligaba a caminar y alejarse de la oficina de una vez por todas.
– Pienso que todo ha ido genial, en tres días sabré los resultados de los exámenes.
– Yo igual, ya no puedo esperar. ¿Tú qué carrera piensas cursar?
– Publicidad —murmuró Tara perdiéndose en sus pensamientos.
– Es una lástima, me gustaría haber estado en las mismas clases contigo, yo cursaré fotografía.
Se mantuvieron riendo y conversando como si se conocieran de años mientras caminaban hasta la salida del campus, y por más extraño que pudiera parecer las dos se sentían cómodas una con la otra.
– Te dejo acá, mantengámonos en contacto para saber qué tal fueron los resultados, yo debo marcharme ya para poder ubicar al primo que te conté estudia acá. ¿Me das tú número?
Tara buscó rápidamente un pedazo de papel y un bolígrafo para pasárselo a Abby ya que ella no tenía número, ni siquiera tenía un móvil, ¿cómo iba a poder escribirle?
– Dame tú número, así es mejor. Es que yo no traigo el mío en estos instantes.
Con una sonrisa Abby le dio el papel de vuelta para despedirse moviendo de lado a lado la mano con emoción. Aunque apenas era medio día, Tara sentía que su día había acabado, pero cambió de pensamiento rápidamente al recordar que debía enfrentarse a Iván una vez que llegara a casa.
Genial, otro día más para convivir con ese intruso.
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