Capítulo 4

– Espero que estés preparado para ir a juicio y enfrentarte contra mí Iván, tú cliente no tiene las suficientes pruebas para tener el caso asegurado, mi cliente sin embargo tiene todo para ganar, sabes lo complicados que son estos casos de demanda por discriminación y despido injustificado.

– ¿Para eso me llamas Benjamin? Sabes perfectamente que la deposición está para mañana, no seas ansioso y esperemos, ya deberías saber que no me gusta alardear mis victorias.

– Para una persona que asegura no alardear eres muy fanfarrón Iván, no puedes negar que...

Un ruido en el pasillo distrajo a Iván que terminó por dejar de lado la portátil en la que estaba llevando la videollamada hace unos instantes. Abrió la puerta para toparse de cara a cara con la pequeña figura de Tara. ¿Había estado escuchando detrás de la puerta?

– Tara, ya estás aquí. ¿Has almorzado? ¿Quieres que comamos algo juntos?

Al parecer la había tomado desprevenida y no sabía que hacer o decir, de fondo solo se podía escuchar la voz de Benjamin riñéndole a Iván en la espalda.

– Yo... lo siento... solo quería saber si estabas en casa, salí temprano y no me topé contigo.

– Lo sé, tenía reunión a las 05:30 en la oficina, ¿pasa algo?

– Oh.. no, no, claro que no. Sólo... me preguntaba si serías tan amable de indicarme alguna tienda en la que pueda conseguir un móvil, nada exuberante.

Al final de cuentas había llegado de la universidad decidida a conseguir un medio de comunicación para seguir en contacto con Abby y por más que juró no acercase a Iván para solicitar su ayuda, terminó siendo descubierta cuando escuchaba a escondidas la conversación que estaba llevando Iván sobre su trabajo, la única excusa que se le ocurrió fue pedir su ayuda, esperaba no arrepentirse.

– Claro, espera a que me cambie y te acompaño.

– Pero yo no... — fue interrumpida por el portazo.

"Necesito que me acompañes" terminó la frase en su mente dándose la vuelta y caminando hasta la sala. Los nervios la traicionaron tanto que no se había percatado de que Iván llevaba un elegante traje a su medida que lo hacía lucir como un profesional. Iván con traje... no se comparaba en nada a Iván en toalla, todavía tenía aquella imagen grabada en su mente. Qué barbaridad.

Se dejó caer en el sofá mientras cerraba los ojos, esperaba toparse con él en horas de la noche, así que, ¿por qué había regresado tan temprano? ¿Era tan flexible su horario de trabajo? ¿Tendría que soportarlo en todo momento y a todas horas? Deseaba de todo corazón ingresar a la universidad, eso la ayudaría a despejarse. Minutos después le vio bajar con unos pantalones negros de chándal, una camiseta blanca y unos calcetines con sandalias.

– Podemos irnos Tara.

Con las llaves en mano salió a paso decidido y caminó hasta el pórtico donde abrió la cochera y dejó ver un hermoso BMW color gris de último modelo. Tara no sabía mucho acerca de coches, pero no era tan tonta como para no comprender que ese carro debía valer un billete, al parecer, después de todo quizás sí era un buen abogado como juraba pregonar Iván. Con un movimiento de manos la invitó a acercarse al auto y subir en él. Al principio intentó abordar uno de los asientos traseros pero fue detenida.

– Vamos Tara, ¿me tomas por alguna clase de chofer personal? Sube acá adelante.

– Estará bien si me dejas subir aquí —intentó refutar tratando de abrir la puerta. Iván la había asegurado.

No tuvo más remedio que subir al asiento delantero y abrochar su cinturón. En cuanto salieron el motor rugió con fuerza e Iván no tardó en pisar el acelerador y sonreír con confianza tras el volante. Tara por su parte tenía sus uñas clavadas en el asiento y los ojos cerrados con fuerza, sus labios se movían en silencio diciendo unas plegarias y arrepintiéndose por cualquier pecado que haya cometido a lo largo de su corta vida.

– Tara, estoy aquí, contigo, no tienes que tener miedo.

– Tenerte a ti detrás del volante es justamente lo que me provoca miedo.

Una carcajada salió de los labios de Iván y ella no pudo evitar sonreír de lado pensando que tenía bonita risa. Abrió los ojos dejándose llevar por el ritmo que había adoptado Iván al conducir y se relajó mirando a través de la ventanilla. Recorrieron todo el camino en silencio hasta que el auto se detuvo en una plaza comercial.

– Vamos, acá encontrarás lo que buscas.

Estacionaron el auto y salieron para encontrarse de lleno con el abrazador sol de las 01:00 pm. Muchas personas iban y venían en todas direcciones obligando a Tara a permanecer cerca de Iván, de hecho, abrió los ojos sorprendida al percatarse de que había agarrado entre sus dedos la camiseta de Iván. La soltó en silencio mientras seguían caminando.

En su interior la plaza estaba llena de tiendas que ella se detuvo a observar embobada. Por su parte, los ojos de Iván no habían dejado ni por un minuto de mirar a la chica a su lado, sabía que había crecido en un orfanato y que tenía 6 años menos que él, pero solo podía pensar que estaba junto a una chiquilla, de esas que se emocionan por nada y se enojan por todo. La idea no le disgustó del todo.

– Iván, que placer verte por acá.

Una chica de pronunciado escote y traje ajustado se apoyó sobre un mostrador para darles la bienvenida. ¿Le había pedido ayuda para buscar un teléfono o para encontrar un burdel? Habían llegado y ya deseaba marcharse.

– Lilia, no sabía que estarías por estos lados, sí que has crecido.

"No es lo único que ha crecido" pensó Tara despectivamente mirando con disimulo el pecho de la chica. Se mantuvo de brazos cruzados en espera de al menos una presentación que tardó en llegar.

– ¿Cómo puedo ayudarte?

– La verdad es que vengo a por Harvey, ¿no está disponible?

– Tú siempre tan honesto, pues no, ahora lo estoy cubriendo yo.

– Eres una buena chica —le sonrió revolviéndole el cabello a lo que Tara expresó su fastidio con una mueca, estaba siendo completamente ignorada.

– No me trates como niña Iván, tú lo dijiste, ya he crecido.

– Cierto —en medio de una carcajada sus ojos se desviaron hasta la delgada figura de Tara que había permanecido en completo silencio desde que habían llegado y se sintió repentinamente avergonzado— No puede ser, qué modales los míos. Lilia, ella es Tara. Hemos venido realmente a buscar un móvil para ella.

La mirada de Lilia se dirigió por primera vez a la figura de Tara, una pequeña mueca se formó en los labios de la chica.

– ¿Tú novia?

Dudaba que lo fuera pero aquella astuta chica quería asegurarse de la presencia de esta extraña al lado del hombre que siempre le había llamado la atención. Iván por su parte casi se ahoga con su propia saliva y tuvo que golpear su pecho para aliviar el repentino malestar que le había acarreado. ¿Cómo se supone que debía contestar a eso? No podía decirle que era la dueña de la casa de la que él se había apoderado un tanto corruptamente.

– Sí, lo soy —la voz de Tara rompió el silencio que reinaba en el lugar, sorprendiendo a ambos individuos— ¿Podemos darnos prisa? Muero por llegar a casa —sus brazos se enrollaron en uno de los fuertes antebrazos de Iván mientras apoyada su cabeza en el hombro de él.

Liberó uno de sus brazos con disimulo para apoyarlo en la espalda de Iván y darle una especie de señal. Si debía fingir ser su novia para lograr salir de aquella infernal tienda, lo haría, pero más le valía no echar a perder su actuación.

– Lilia, ya conoces a mi hermosa novia, Tara —un beso en la frente fue más que suficiente para hacer lucir la escena más realista.

De acuerdo, ya se estaba pasando. El semblante de Lilia había cambiado drásticamente, había pasado de tener una expresión coqueta y relajada, a tener un ceño fruncido y un aspecto de extrema seriedad.

– Y bien, ¿qué móvil están buscando?

Largos minutos de charlas y especificaciones fueron suficientes para tener a Tara de camino al auto con un nuevo móvil en mano. Iván mientras tanto iba detrás de ella observándola en silencio.

– ¿Un beso en la frente? ¿Es en serio? —exclamó Tara en el momento en el que cerró la puerta del auto.

– ¿Qué quieres que te diga? Me tomaste desprevenido con todo el asunto de la novia.

– Si te hubieras concentrado en lo que vinimos hacer desde un principio ninguna de esas incómodas situaciones se hubiera presentado —seguía quejándose mientras sacaba el móvil de la caja sin percatarse que estaba arrugando el ceño— De hecho, ni siquiera sé por qué estás acá, solo quería una indicación, no tú compañía.

Silencio. Fue la única respuesta que obtuvo de Iván, sus ojos se desviaron con disimulo para observarle y le halló concentrado detrás del volante con la mirada fija en el frente y la mandíbula ligeramente apretada. Bien, a lo mejor esta vez sí que se había pasado un poco con sus palabras, nada le costaba ser un poco amable con él, al final de cuentas desde que la conoció la había tratado con mucha amabilidad.

El resto del camino lo pasó en una encrucijada, ¿debía o no pedirle disculpas? Su dilema se hizo aún mayor al percatarse que ya estaban a pocos minutos de la casa. Dejó escapar un suspiro cuando el auto estacionó en la cochera.

– Iván yo... lo siento, no quise decir esas cosas —murmuró en cuanto salió del vehículo.

– Lo sé —una sonrisa cansada acompañó sus palabras.

El resto del día no hubo interacción alguna. Con el móvil en mano y descubriendo cada una de sus funciones y herramientas, la noción del tiempo se había perdido por completo en las paredes de la habitación de Tara, cuando quiso ver el reloj la hora marcaba 08:43 pm. No pudo hacer menos que sorprenderse, se había pasado la tarde completa intercambiando mensajes con Abby. De hecho, habían quedado para reunirse mañana cuando Iván se retirara a trabajar.

Salió de la habitación y se apresuró a bajar de dos en dos las escaleras con cuidado de no resbalar. Caminó hasta la cocina pero se detuvo a mitad de la sala al percatarse de la presencia de Iván allí sentado.

– Si no salías de tu habitación en los próximos cuarenta minutos me iba a ver obligado a llamar a emergencias.

Con una sonrisa ladeada acompañó la pequeña broma antes de dirigir su mirada nuevamente al programa de televisión que estaba viendo.

– Es increíble lo rápido que pasa el tiempo cuando tienes un aparato de estos —agitó el teléfono en el aire para hacer énfasis.

Tomó un vaso de agua mientras apoyaba su cadera en la encimera de la cocina y fijaba su mirada brevemente en Iván, al parecer llevaba rato allí sentado, tenía sobre la mesita unas cajas que parecían ser de comida china, unos vasos alrededor y su usual pantalón de dormir a cuadros junto a su playera blanca.

Dejó de prestarle atención para mirar el refrigerador y buscar algo de comer, solo encontró un bowl con ensalada. Ni modo, si no quería dormir esta noche sin cenar debía comer aquello. Tomó asiento en uno de los taburetes de la encimera mientras comía desganada las verduras. Se apresuró a limpiar el utensilio que había usado una vez que hubo terminado y caminó en dirección a la sala de estar con la intención de hacerle compañía a Iván. Una forma de disculparse realmente por el malentendido de la tarde.

Se quedó perpleja parada debajo del marco que daba paso a la sala de estar, al comprobar una y otra vez con la mirada que Iván no se hallaba. Sintió una especie de punzada en el estómago, ¿cuándo se había ido? Procuró ser tan sigiloso que Tara no se percató en ningún momento de que se había marchado. ¿Le había molestado su presencia junto a él? Eso no podía ser, había bromeado con ella cuando le vio llegar. ¿Estaba  realmente enojado?

Mientras más lo pensaba menos entendía. Pues ni al caso, si estaba enojado no era más que problema suyo. Ella comenzaba a tranquilizarse a sí misma pensando en que lo que le había dicho no era menos que la pura verdad. Y de repente se sintió irritada. Qué complicado era vivir con un extraño como Iván, no tenía razones para ser amable, esa era su casa, él interfería con su vida.

Con el mal genio borboteando por sus poros, se dirigió a su habitación con paso firme y fuerte, cerrando la puerta de un portazo. ¡Ojalá le interrumpiera el sueño! Se dejó caer en la cama y se cubrió de pies a cabeza dando vueltas de un sitio al otro. Su día que había terminado de forma decente ya se hallaba completamente arruinado.

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