El Juicio capitulo 4

El centro del pueblo se ha transformado en una fortaleza impenetrable. Una muralla improvisada de autos apilados, madera astillada y chapas oxidadas sella el perímetro, levantándose como una barrera caótica pero efectiva. Guardias armados patrullan encima, sus siluetas recortadas contra el cielo gris, rifles y machetes en mano, vigilando cada movimiento. En las torres improvisadas, la bandera del cuervo ondea con orgullo, su diseño negro y desgastado simbolizando el dominio del Capitán.

Alrededor del muro, los techos de las casas circundantes están equipados con jaulas de metal, algunas abiertas y otras cerradas, donde se escuchan los gruñidos ahogados de prisioneros, El aire está cargado de tensión, el sonido de las pisadas de los guardias y el crujir de las jaulas rompiendo el silencio. El pueblo, ahora una trampa mortal, espera a quienes intenten desafiar al Capitán desde dentro o fuera.

Joel despertó siendo arrastrado hacia la plaza del pueblo. Los soldados lo tiraron al suelo. Frente a él, Ana y León estaban arrodillados a la izquierda; Mark y Robb, a la derecha. El Capitán, con un hacha en la mano, los miraba desde el centro.

—¿Dónde estamos? —preguntó Joel, con la voz rota.

—En la plaza del pueblo, hogar de mi gente —respondió el Capitán.

Mark gritó:

—¡Vas a terminar lo que empezaste hace tiempo!

El Capitán sonrió, burlón.

—Ah, Mark, siempre tan impaciente. Pero lo nuestro queda para después.

Con un gesto, ordenó que llevaran a Mark y Robb a la cárcel del pueblo. Luego se acercó a Ana.

—¿Y qué hacemos con usted, señorita? —dijo, clavándole una mirada fría.

Ana tragó saliva, el pánico en sus ojos. El Capitán gruñó:

—Llévenla a la casa principal.

Dos soldados la agarraron por los brazos, separándola de León y Joel. Joel se lanzó contra el soldado que lo sujetaba, derribándolo de un puñetazo. El Capitán, divertido, le propuso:

—Para perdonarte por robar la casa rodante, corta el brazo de León, el hermano de Ana.

León temblaba, los ojos abiertos de terror. Joel se quedó paralizado, las manos temblando. El Capitán sonrió, siniestro.

—Hazlo o ambos pagarán.

Joel apretó los puños, la rabia y el miedo chocando en su interior.

—No soy tu marioneta —dijo, dando un paso adelante.

El Capitán frunció el ceño, su sonrisa desvaneciéndose.

—Valiente, pero estúpido.

Sacó una daga oxidada y la arrojó a los pies de Joel.

—Última oportunidad. Corta o todos sangran.

Joel, con el corazón desbocado, pateó la daga lejos. El metal resonó contra el suelo.

—¡No jugaré tu juego! —gritó, lanzándose hacia el Capitán.

Los soldados se tensaron, armas en alto. En ese momento, una explosión iluminó el cielo nocturno, sacudiendo el pueblo. El Capitán, distraído, miró hacia el horizonte. Joel aprovechó el caos, liberó a León y lo empujó hacia un pasillo.

—¡Corre! —gritó.

Agarró el hacha del suelo y la blandió contra los guardias que se acercaban. León corrió por el pasillo, el pánico acelerando sus pasos. Al final, el corredor se bifurcaba. Giró a la izquierda, el sonido de botas resonando tras él. Justo cuando pensó que lo atraparían, una mano lo jaló hacia las sombras.

—Seguidme, no hagas ruido —susurró una mujer.

León asintió, aturdido, y corrieron hacia el borde del pueblo.

Nota 4

Nombre: León

Edad: 17

Ojos: Negros

Pelo: Negro

Historia: El hermano de Ana. Es muy chico, entiendo que ella lo proteja tanto. Por lo menos, parece haber encontrado un amigo de su edad, Robb.

Dentro de la celda húmeda y sombría, Robb se sienta contra la pared, los ojos enrojecidos por la falta de sueño. Mira a su padre, que está recostado en un rincón, y rompe el silencio con voz temblorosa: ¿Por qué el Capitán nos odia? No puedo dormir... Sus palabras cuelgan en el aire, cargadas de confusión y miedo. Luego, con un dejo de duda, añade en un susurro: ¿Y tú, ¿qué pasa con él? Pero no termina la frase, como si temiera la respuesta.

Mark, con el rostro endurecido y los ojos fijos en el techo, no se gira. Guarda energía, Robb, dice con voz grave y cortante, evitando el tema.

Robb, frustrado, se levanta de un salto, las cadenas tintineando. ¡No confío en mí! grita, la voz quebrándose. ¡Es como lo de mamá! Sus palabras resuenan, pero se detiene abruptamente, como si hubiera cruzado una línea invisible.

Mark no responde. Permanece en silencio, girándose de lado para acostarse, la espalda hacia Robb, como si quisiera borrar la mención de su madre. El peso del mutismo llena la celda, y Robb, impotente, se deja caer de nuevo, las lágrimas contenidas quemándole los ojos. No puede hacer nada más que quedarse allí, atrapado en sus pensamientos mientras la noche se cierne sobre

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Comments

Glenda

Glenda

Me has dejado en suspenso, necesito saber lo que va a pasar, ¡actualiza pronto por favor!

2025-09-20

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