El Plan del Auto capitulo 2

Por la mañana, en su habitación, Joel encontró una nota pegada en la pared: Todo el mundo tiene miedo, pero papá quedó a cargo del pueblo y él los va a cuidar a todos. Estaremos bien. Un ruido lo sacó de sus pensamientos. Descalzo, pisando los tablones que crujían, siguió el sonido hasta el ático. Subió las escaleras con cuidado, solo para descubrir una rata mordiendo un pedazo de cartón. A su lado, había una mochila vieja y ropa usable. Se cambió y bajó, listo para partir con Ana y León. Solo faltaba decidir cómo llegar a Silverpine, tan lejos.

Entonces Joel recordó algo.

-Al salir del bosque, vi un auto que todavía estaba encendido -dijo.

Ana lo miró, interesada.

-¿Qué tan lejos está?

-Donde me salvaste la vida -respondió Joel.

Decidieron ir por el auto. León, molesto por quedarse atrás, se encerró en el cuarto. Ana y Joel caminaron hasta el lugar, pero el auto no estaba. Antes de que pudieran reaccionar, Un hombre corre rápidamente con una pala en la mano y golpea a joel en la parte trasera de la cabeza dejándolo fuera de combate. Mientras tanto, otro individuo sorprende a Ana por detrás y la golpea. Ambos son llevados a una casa

Joel despertó atado a una silla, con olor a sangre en el aire. Por la ventana, vio el auto que habían ido a buscar. Una figura golpeó una mesa frente a él con una pala.

-¿Qué quiere tu jefe? -preguntó un hombre con una barba grande y desarreglada.

Joel, confundido, respondió:

-¿Qué jefe?

El hombre gritó:

-¡El Capitán!

-No sé quién es el Capitán, no trabajo para él. ¿Dónde está Ana, mi amiga?

El hombre se relajó un poco.

-Me llamo Mark perdón por atacar con la pala. Yo Estaba con el Capitán, pero ya no. ¿Qué hacés caminando por la calle como si nada? ¿Sos estúpido o qué? Yo y mi hijo íbamos a Silverpine.

Joel frunció el ceño.

-¿Ustedes también van a Silverpine? Ese auto que vinimos a buscar, ¿funciona?

Mark negó con la cabeza.

-Era mecánico. Ese auto no sirve más.

-¿Dónde está mi amiga? -insistió Joel.

-Arriba, con mi hijo Robb. Si querés ir a Silverpine, podés ayudarme. El Capitán tiene una casa rodante guardada, no muy lejos. Podemos robarla.

Joel asintió. Pero no me pegues de vuelta con la pala

-De acuerdo, Mark. Por la noche, vamos.

Estaban en un taller mecánico con poca vigilancia, unos cinco o seis soldados.

-Tú, yo, tu amiga y mi hijo podemos hacerlo -dijo Mark-. Nos llevamos la casa rodante, aunque haya que matarlos.

Joel lo miró con firmeza.

-Yo no mato gente.

Mark cortó las cuerdas que ataban a Joel. en este mundo tendrás que hacerlo si no quieres morír, ahora

-Ve a ver a tu amiga y prepárate. Salimos esta noche.

Arriba, Joel encontró a Ana hablando con el hijo de mark yo tengo un hermano como vos dice ana,Robb sonrió tímidamente, apartando la mirada un chico joven. Les explicó el plan. Ana estaba preocupada: León estaba solo en la casa. Joel la tranquilizó.

-Estará bien. -Luego, curioso, preguntó-: No sos de este pueblo, ¿verdad? Dijiste que venías de una granja. ¿No tenías más familia? ¿Por qué te fuiste?

Ana bajó la mirada.

-Mi padre era un hombre increíble. Me enseñó a cazar, cocinar, sobrevivir. Pero ya no está. Nos fuimos de la granja porque se acabaron las provisiones. La gente empezó a pelear, y todo se volvió un caos. Decidí irme con León a Silverpine.

Joel puso una mano en su hombro.

-Lamento lo que pasaste. Esta noche, vos vas por tu hermano, ¿sí?

Ana asintió, agradecida.

Nota 2

Nombre: Mark

Edad: 37

Ojos: Marrón

Pelo: Marrón

Historia: Antes de que todo se fuera al infierno, era mecánico. Parece buena persona y nos va a ayudar a llegar a Silverpine.

León está solo en la casa el silencio de la noche envolviéndolo como un manto pesado. Se sienta junto a una ventana rota, mirando la oscuridad afuera, el corazón apretado por la ansiedad. Ya es de noche y Ana todavía no viene, murmura para sí mismo, la voz temblorosa. Decido esperar hasta la mañana, añade, apretando los puños sobre las rodillas, decidido a no abandonarla. La incertidumbre sobre su hermana lo carcome, y el eco lejano de las calles resuena en su mente.

Cerrando los ojos, los recuerdos lo arrastran al pasado, a la granja donde crecieron. Ve a Ana, joven y sonriente, sosteniendo un arco con paciencia, intentando enseñarle cómo disparar. Su voz risueña diciendo: Vamos, León, apunta derecho, mientras él torpemente fallaba una y otra vez. Pero nunca aprendí, susurra, una lágrima escapando por su mejilla. Ojalá las cosas fueran como antes, añora, imaginando días de paz bajo el sol, antes de los caminantes El peso de esos recuerdos lo envuelve, mezclándose con la esperanza de volver a ver a Ana.

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