Hoy me siento distinta. Con energías renovadas, como si una chispa peligrosa me hubiera despertado de la tumba emocional en la que me encontraba. Pasé todo el fin de semana frente a la computadora, con el celular en la mano, investigando, indagando, observando cada publicación de la que pronto será la esposa de Stefan. Tan ingenua y presumida, que sin darse cuenta me entregó la pista más valiosa de todas: el adorado gym al que suele ir ella y el que casualmente ha comenzado a frecuentar su suegro.
En más de cinco fotos, he visto al padre de Stefan, justo en el fondo de las imágenes. Siempre a la misma hora, siempre en el mismo lugar. Un hombre que parece no pertenecer a este mundo de luces y redes sociales, alguien serio, poderoso, reservado. Casi un misterio.
Y yo ya encontré la forma de acercarme a él.
La membresía costó la mitad de mis ahorros. Una locura, sí, pero nada es demasiado caro cuando se trata de venganza, además, mientras más rápido logre atraparlo, antes podré cancelar la membresía y recuperar algo de lo pagado.
Ahora mismo estoy en el baño del gimnasio, frente al espejo iluminado con luces demasiado blancas. Me retoco el labial con cuidado, un rosa discreto y brillante con sabor a cereza, suficiente para darle fuerza a mi sonrisa sin que parezca vulgar a estas horas de la mañana. Retoco el delineado de mis ojos y suelto un poco el cabello, dejando que caiga con naturalidad sobre mis hombros. Quiero parecer despreocupada, fresca, y que no se note que detrás de esta imagen hay un plan calculado hasta el último detalle.
Lo sé con certeza: solo con mi cuerpo no voy a atraparlo. Él debe estar rodeado de mujeres hermosas, bellezas exuberantes que probablemente le ofrecen todo sin pedir nada. Si quiero que me mire, debo darle más. Debo intrigarlo, hacerlo reír, hacerlo pensar en mí cuando no esté cerca.
Me inclino hacia el espejo y me dedico una última sonrisa. No es la de la Emma rota que lloraba hasta quedarse dormida. No. Es la sonrisa de una mujer que está a punto de mover su primera ficha en un juego peligroso.
Respiro hondo, acomodo la toalla sobre mi hombro y salgo del baño. El gimnasio está lleno, el sonido de las máquinas y la música pop lo envuelven todo. Mis ojos se mueven rápido, buscando entre los cuerpos sudorosos, entre las pesas que suben y bajan.
Y entonces lo veo.
Allí está. Alto, imponente, completamente enfocado en su rutina como si el mundo a su alrededor no existiera. Su sola presencia impone, desprende un magnetismo que me eriza la piel.
Sonrío para mí misma. Ahora empieza el juego.
El gimnasio huele a esfuerzo, a sudor y a perfume caro. El ruido metálico de las máquinas se mezcla con la música de fondo, demasiado alta para mi gusto. Me muevo con calma, fingiendo que estoy aquí solo para entrenar.
Lo veo de reojo. Está en su mundo, concentrado en su rutina, como si nada ni nadie pudiera distraerlo. A simple vista luce tan distinto a Stefan… no pierde el tiempo exhibiéndose, simplemente se mueve con precisión, con la fuerza de alguien que sabe lo que hace.
Decido que es el momento. Camino hacia el estante de pesas, justo al lado de él. Mi corazón late fuerte, pero mi expresión es fría, casi aburrida. Extiendo la mano y elijo una mancuerna. Tiro y finjo que no puedo moverla. Hago un segundo intento, exagerando un poco, como si realmente me costara. Nada.
Siento entonces su presencia detrás de mí. Una sombra que me cubre y una voz grave que me roza la piel.
—¿Necesitas ayuda?
Me giro apenas, lo suficiente para lanzarle una mirada rápida. Su rostro es sereno, sus ojos azules me observan con calma, sin el menor esfuerzo por parecer simpático.
—No es necesario, gracias— Respondo con un dejo de desinterés, le regalo una sonrisa cortés, nada más, volviendo la vista al estante.
Hago un último tirón y la mancuerna se libera con un golpe seco. La tomo en la mano con naturalidad, como si siempre hubiera sabido que podría hacerlo. Él no dice nada, simplemente regresa a su entrenamiento.
Yo, con toda la calma del mundo, ocupo un espacio cercano. Lo bastante lejos para que parezca casual, pero lo bastante cerca para que me vea. Empiezo a ejercitarme, pero no tengo idea real de lo que estoy haciendo. Justo en ese momento, un instructor se acerca.
—¿Primera vez aquí?— Me pregunta con una sonrisa amable.
Asiento con un gesto y lo dejo guiarme. Me coloca las manos, me indica la postura y cuenta las repeticiones. Finjo concentración, aunque cada tanto desvío la mirada hacia él, hacia mi objetivo. Y me doy cuenta de algo: me está observando.
El instructor me hace una corrección y yo, aprovechando el momento, suelto un comentario gracioso, uno de esos que suenan espontáneos. El entrenador se ríe, sacudiendo la cabeza, y yo sonrío satisfecha al ver que mi objetivo no nos pierde de vista.
De pronto, el entrenador me deja sola.
—Sigue así, ya vuelvo— Me dice antes de alejarse.
Lo veo marcharse y quiero gritarle que no, que me pegue con algo en la cabeza que me haga recobrar los sentidos y desistir de la idea de querer seducir a un hombre que casi me dobla la edad.
Respiro hondo, tomo la pesa y sigo el ejercicio como puedo.
Entonces escucho esa voz grave otra vez.
—La espalda— Dice él, sin mirarme directamente. —Debe estar más recta al bajar.
Finjo no haber escuchado. Bajo otra vez con torpeza, como si estuviera absorta en el esfuerzo.
Él se levanta. Lo siento acercarse, tan cerca que su sombra vuelve a cubrirme.
—Más recta o vas a lastimarte— Repite con calma. Me muestra cómo hacerlo, bajando un poco y marcando el movimiento con su propio cuerpo.
Aprovecho el momento. Enderezo la espalda, giro la cabeza hacia él y sonrío con picardía.
—¿Así está bien, profesor?— Pregunto con un tono ligero, casi burlón.
Él ladea apenas los labios, una sombra de sonrisa que no llega a ser completa, pero que en él resulta poderosa.
—Mejor— Responde con simplicidad.
Decido subir un poco la apuesta. Entre repeticiones, dejo escapar un suspiro fingido.
—No sabía que venir al gimnasio incluía tortura física y psicológica…— Murmuro con teatralidad, mirándolo de reojo.
Él me mira, y por primera vez noto un cambio. Su atención se desliza hacia mis labios, apenas un instante, fugaz, pero suficiente para electrizarme. Vuelve a mis ojos rápido, como si nada hubiera pasado, pero yo ya lo vi.
Él se inclina un poco hacia mí.
—Nadie te obligó a venir— Replica, con voz tranquila.
—¿Y si te digo que sí?— Lanzo, arqueando una ceja, mientras observo las gotas de sudor deslizarse por su pecho.
Demonios, ¿como puede lucir así a su edad?
—¿Quién?— Pregunta curioso.
—No lo sé… quizá un tipo muy serio que parece más entrenador de la KGB que un compañero de gimnasio.
Él suelta una risa breve, inesperada. Es profunda y completamente inocente de que en mi comentario hay algo de verdad.
—Yo no soy entrenador.
—Ah, qué decepción— Respondo con falsa pena. —Entonces tendré que seguir arriesgando mi vida sola con estas pesas.
Él me mira, y por primera vez noto un cambio. Su atención se desliza hacia mis labios, apenas un instante, fugaz, pero suficiente para electrizarme. Vuelve a mis ojos rápido, como si nada hubiera pasado, pero yo ya lo vi.
Dejo caer la mancuerna suavemente, me paso la mano por el cuello y ladeo la cabeza, estirando el cuerpo con naturalidad. No necesito mirarlo para saber que me observa.
—No pareces de aquí— Me suelta él, directo.
—¿Y qué se supone que parezco? ¿Turista perdida?— Le respondo, arqueando una ceja.
—Más bien alguien que no viene al gimnasio a entrenar— Dice con tono neutro, pero hay un brillo en su mirada.
—Oh, claro. ¿Y a qué vengo entonces?— Pregunto, sonriendo divertida.
—Eso… todavía no lo sé.
Estoy a punto de reír, de dejar que esa chispa crezca, cuando mi reloj virtual vibra en mi muñeca. Es la excusa perfecta. Finjo sorpresa, como si hubiera recordado algo importante.
—Dios… tengo que irme— Digo con voz apresurada.
Recojo mis cosas con calma estudiada y me vuelvo hacia él, regalándole una última sonrisa.
—Gracias por la clase improvisada, profesor. Nos vemos.
Él abre la boca, como si fuera a decir algo más, pero no le doy la oportunidad. Me giro y camino hacia la salida, dejándolo con la palabra en la boca.
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Updated 31 Episodes
Comments
Griselda Enrique
jajajajaj cuando queremos SOMOS BIEN YEGUAS para atraer un tipo
2025-09-01
1
Liliana Barros
Yo estoy más nerviosa que Emma. No se si me atrevería a hacer algo así 😱. Creo que ésta será la relación de su vida 🥰🥰
2025-09-02
1
😍❤️кαяєи🍀🇻🇪
ya le dejo la espinita del interés. jajajaja 🤭🤭😊
2025-09-01
1