Matrimonio Forzado

Matrimonio Forzado

Capítulo 1 - Los Mejores Amigos

Siete años antes

-¡Sebastián, baja de ahí antes de que te rompas el cuello!- gritó Valerie Grey desde abajo del árbol, con las manos en las caderas y una expresión de preocupación.

Sebastián Cross, de 16 años, se rió desde la rama más alta del árbol que estaba en los jardines de la mansión Grey. Su cabello negro estaba despeinado por el viento y tenía una sonrisa traviesa que Valerie conocía muy bien.

-¡Relájate, Val! He subido este árbol un millón de veces- le gritó de vuelta, balanceándose peligrosamente en la rama.

-¡Sebastián, si no bajas en este momento voy a decirle a tu madre que fuiste tú quien rompió su jarrón favorito la semana pasada!

Sebastián se detuvo inmediatamente. -Eso es chantaje sucio, Grey.

-Es una estrategia inteligente, Cross- respondió Valerie con una sonrisa victoriosa.

Sebastián comenzó a bajar, saltando de rama en rama hasta llegar al suelo. Sus ojos verdes brillaban con diversión mientras se sacudía las hojas de la ropa.

-Eres terrible- le dijo, revolviendo el cabello castaño de Valerie de manera cariñosa.

-Y tú eres un idiota- respondió ella, pero estaba sonriendo. -Elizabeth va a llegar pronto para estudiar. ¿Ya terminaste los ejercicios de matemáticas?

Sebastián hizo una mueca. -¿Desde cuándo tú te preocupas por mis tareas?

-Desde que prometí ayudarte a pasar el examen para que no te castiguen y puedas venir a mi fiesta de cumpleaños la próxima semana.

-Ah, cierto. La famosa fiesta de los 16- dijo Sebastián, sentándose en el césped y dándole palmaditas al suelo para que Valerie se sentara a su lado. -¿Ya decidiste qué quieres de regalo?

Valerie se sentó junto a él, acostándose en el tronco del árbol. -En realidad, ya tengo todo lo que quiero.

-¿En serio? ¿Qué es?

-A mi mejor amigo sano y salvo, sin huesos rotos por subirse a árboles como un mono- dijo con una sonrisa suave.

Sebastián se rió. -Qué cursi eres, Val.

-Y tú eres un sentimental que se está sonrojando ahora mismo- se burló ella, señalando las mejillas ligeramente rosadas de Sebastián.

-¡No me estoy sonrojando!- protestó él, pero ambos sabían que era mentira.

En ese momento, Elizabeth Reed apareció corriendo por el sendero, con sus libros en la mano y una sonrisa brillante. A los 14, ya mostraba signos de la belleza que tendría de mayor, con su cabello rubio brillante y ojos azules.

-¡Perdón por llegar tarde!- jadeó, dejándose caer junto a ellos. -Mi madre me tuvo ayudando con los preparativos del té de damas toda la mañana.

-No te preocupes- dijo Valerie. -Sebastián y yo estábamos discutiendo sobre sus habilidades de mono.

Elizabeth se rió, pero Sebastián notó que su risa sonaba un poco forzada cuando miraba en su dirección. Últimamente había notado que Elizabeth se comportaba un poco extraña cuando él estaba cerca, pero no le había dado mucha importancia.

-Bueno, ¿empezamos a estudiar?- preguntó Elizabeth, abriendo sus libros con más entusiasmo del necesario.

Los tres pasaron la tarde estudiando bajo el árbol, riéndose, discutiendo sobre problemas de matemáticas, y simplemente disfrutando de la comodidad de su amistad. Valerie y Sebastián tenían esa facilidad natural de dos personas que se habían conocido toda la vida, terminando las frases del otro y comunicándose con simples miradas.

Elizabeth los observaba con una mezcla de cariño y algo más profundo que ninguno de los otros dos notaba.

Cuando el sol comenzó a ponerse, Sebastián se estiró y suspiró. -Debería irme. Mis padres quieren hablar conmigo sobre algo "importante" esta noche.

-¿Tienes idea de qué es?- preguntó Valerie, comenzando a recoger los libros.

Sebastián se encogió de hombros. -Probablemente algo sobre mis "responsabilidades futuras" como heredero. Ya sabes cómo son.

Valerie asintió comprensivamente. Ambos venían de familias poderosas con expectativas altas, pero siempre habían encontrado consuelo en su amistad, lejos de toda esa presión.

-Nos vemos mañana- dijo Sebastián, despidiéndose con un abrazo casual que había dado mil veces antes.

-Nos vemos- respondió Valerie, sin saber que esa sería una de las últimas veces que Sebastián la abrazaría con esa calidez genuina y despreocupada.

Esa noche, tanto Sebastián como Valerie descubrirían algo que cambiaría su amistad para siempre.

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