Me di la vuelta, la espalda rígida, y me dirigí a mi habitación, dejando a la Abuela Alia en la entrada. El aire seguía denso, cargado con el eco de los lamentos de los fantasmas. Cerré la puerta detrás de mí, deseando poder cerrar también la puerta a todo lo que mis ojos veían.
Me dejé caer en la cama, la luz de la luna filtrándose por la ventana e iluminando el pergamino perfecto que aún yacía en el suelo. Un triunfo tan insignificante ahora. La voz resonando en mi cabeza: "Un pergamino perfecto... Es un comienzo. Pero no es el final." Y luego, la advertencia de mi abuela.
Un chico que veía muertos, que lidiaba con el acoso espectral y que ahora tiene que evitar a la parca. La idea de que algo aún peor, estuviera tras de mí... era demasiado. Quería gritar, quería correr, pero no había dónde ir.
Sus risas. Un coro incesante, siseante, que se clavaba en mi cerebro y se retorcía en mis entrañas. Cada día, un eco de ese tormento. Era el infierno, y yo lo vivía despierto.
Cerré los ojos, pero el sueño no llegó. En su lugar, las imágenes se arremolinaban: los fantasmas gritando, el rostro aterrado de mi padre, y la mirada fría de la Abuela Alia. A pesar que estaba en un templo protegido me sentía observado.
El chillido infernal de la alarma perforó la oscuridad. Otro día. Otra noche en vela, mi mente una autopista de recuerdos aterradores. Solté un suspiro tan profundo que sentí cómo el aire viciado de mi cuarto se renovaba. Me levanté, me di una cachetada que me hizo ver estrellas, y con una voz que intentaba ser firme, declaré al espejo:
Ren Hikari
¡Yo soy Ren Hikari! ¡Ningún fantasma, ningún demonio de mierda, me hará la vida imposible! ¡Los mataré! ¡Los destruiré! ¡Váyanse a la mierda, sí!"
Terminé con una pose épica, bíceps tensos y la barbilla en alto, mirándome al espejo. A pesar de las ojeras de mapache que delataban mi noche de terror, me sentía... guapo. ¡Incluso les guiñé un ojo! Una sonrisa triunfante se dibujó en mi rostro. La locura era un buen look para mí.
Con mi "actitud de estrella de rock que ahuyenta fantasmas" lista, salí de mi habitación. El desayuno fue un borrón de cereal y la Abuela Alia mirándome fijamente con una sonrisa chistosa.
Alia hikari
"Mi nieto es un poco... peculiar a veces," suspiró la Abuela Alia, pero una sonrisa cálida se dibujó en sus labios. "Pero eso es lo que lo hace único."
Ren Hikari
¡Abuela!", exclamé, mi voz subiendo un par de octavas por la vergüenza. Mis mejillas debieron estar más rojas que un tomate maduro.
Alia hikari
¡Que le diré a tu novia cuando gritas solo en tu cuarto, incluso posando en ropa interior!" La Abuela Alia me lanzó una mirada picarona, y juré que vi un destello de malicia en sus ojos.
Ren Hikari
chasquee la lengua con una mirada fija no espies a un persona durmiendo es ilegal! Agarre mi bolso y salí de casa con un. Sonrojo de vergüenza
Llegué a la universidad, el campus bullía con la energía usual de los estudiantes. Risas, charlas, el aroma a café barato. Gente normal. Personas que no veían a los fantasmas que se deslizaban entre la multitud, susurrando, ignorados por todos excepto por mí. Era mi rutina. Mi "normalidad".
Me dirigí a mi primera clase, Lógica y Filosofía. Genial. Justo lo que necesitaba para aclarar mi mente después de una noche de terrores existenciales. Me senté en mi asiento habitual, en la parte de atrás, y saqué mis cuadernos.
Entonces lo vi. Un chico nuevo. Nunca lo había visto antes en esta clase. Tenía el pelo oscuro, despeinado, y sus ojos... eran extrañamente intensos. Estaba solo, sentado en la primera fila, con una aura de quietud que lo separaba del bullicio de los demás. No era un fantasma, no como los que ya conocía. Podía sentir su presencia, pero era diferente. Algo... casi imperceptible, un susurro en el aire que solo yo podía captar.
Ren Hikari
Una sensación extraña, una mezcla de curiosidad y un leve escalofrío, me recorrió. ¿Quién era este chico?
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