CAPÍTULO 3

...𝐈𝐓𝐀𝐋𝐈𝐀, 𝐌𝐈𝐋𝐀́𝐍, 𝟗:𝟑𝟐 𝐏. 𝐌....

Salvatore estaba a mi lado permanecía en silencio, su presencia llenaba el auto como la de una sombra. Me miraba con sus fríos ojos grises como durante la ceremonia, aunque no decía nada, podía sentir su mirada en mí. No hablamos en todo el trayecto del viaje ¿Cómo para qué? ¿Qué podría decirle? ¿Qué lo odiaba por estar involucrado en todo esto? ¿Por qué me había comprado? o mejor ¿Qué los rumores sobre él me aterraban y que tan solo pensar en eso no pude dormir en toda la noche? No, no lo haría. Pero el enojo que sentía no me dejaba tranquila, había soportado a esa familia durante toda mi vida..Soportando las humillaciones de Valeria y su madre y, ahora por si fuera poco mi propio padre me había vendido...Por no decirlo de otra manera, y ahora este hombre se había convertido en mi comprador.. Literalmente me habían enviado directamente a la guillotina.

Mis pensamientos se vieron interrumpidos, cuando el auto se detuvo frente a una mansión que parecía de un sueño. Torres de cristal y piedras negras que se alzaban bajo el cielo, iluminadas por los faros que hacían brillar la lluvia como diamantes rotos. Era hermoso, pero frío, como él. Antes de que uno de sus hombres pudiera abrir la puerta, él salió y rodeó el auto, pidiéndole que se retirara. Creí que me daría la mano como en la ceremonia, pero en vez de eso me tomó por la cintura y me levanto sobre su hombro como si fuera un simple costal de papas.

¿Qué acaso estoy coja? O ¿Tengo pies y no lo sé?

  —¡¿Q-qué demonios crees que haces?! —grité, enojada, mientras golpeaba su espalda con los puños. Pero era como golpear una pared de acero, este hombre no sentía nada....¿O era yo muy débil?

  ...Que importa eso ahora..

  — ¡Bájame, animal! ¡¿No sabes cómo tratar a una dama?!

  Salvatore no se inmutó y caminó con firmeza cruzando el umbral de la mansión. Su risa sarcástica resonó en mi cuerpo.

—Ahora mismo, más que una dama, pareces una pequeña gorila —dijo con un tono que intentaba ser humorístico.

  —¡Bájame! —rugí, retorciéndome con más fuerza. Sabía que debía parecer una loca en ese momento, con el vestido de novia arrugado y el cabello desordenado, pero no me importaba. No iba a permitir que me tratara como a una cosa. Mis uñas se clavaron en su chaqueta tratando de hacerle daño, pero él solo apretó su agarre firme en mis caderas.

  —Sigue así, Aurora, y te llevaré así toda la noche —dijo con un tono más serio que me hizo temblar. Luego, subió las escaleras de mármol ignorando mis gritos y entró en una suite que era más grande que cualquier casa donde hubiera vivido. Solo entonces me bajó y me dejó caer sobre la cama.

  Tan pronto como lo hizo, me levanté de un salto —¡No vuelvas a tocarme así! —le grité, señalándolo con el dedo —¡¿Crees que soy tu costal de papas?!

  Él no dijo nada, sus ojos me estudiaban con una intensidad que me puso nerviosa. ¿Cómo podía ser tan atractivo y a la vez tan intimidante? es lo único en lo que puedo pensar en este momento. Dio un paso hacia mí, luego otro, y la distancia entre nosotros desapareció. Mi corazón latía rápido y, de forma instintiva, retrocedí y me choqué contra la ventana fría. Su aroma me envolvió y, por un momento, no supe pensar.

  —El que me hayas comprado no te da derecho a tratarme así —dije, con firmeza, aunque no pude sostener su mirada durante mucho tiempo así que miré al suelo. Él se detuvo justo frente a mí, inclinando la cabeza como si mis palabras fueran un reto.

  —No te compré, Aurora —respondió en voz baja, casi en un susurro, pero con una autoridad que me erizó la piel. Solté una risa irónica, obligándome a mirarlo a los ojos. Esos ojos grises eran como un torbellino de hielo y fuego, pero no iba a retroceder.

  —Si pagaste por una novia, entonces ¿Qué es eso sino comprar? —dije, con tono desafiante. El silencio se hizo total, solo interrumpido por la lluvia. Luego, una sonrisa lenta y peligrosa se asomó en su rostro.

  —Salde una deuda... Además, prácticamente te salvé de ese lugar. Si no te hubieran entregado a mí, lo habrían hecho con otra persona —dijo, y sí que tenía razón porque conociendo a papá hubiera hecho cualquier cosa con tal de ganar dinero— Lo que eres para mí... eso lo decides tú —añadió, inclinándose hacia mí y apoyando una mano en la ventana y otra en mi mentón. Pero cuando parecía que iba a besarme, simplemente se alejó y salió de la habitación, dejándome allí.

No habían pasado ni diez minutos desde que Salvatore salió de la habitación y mi cabeza estaba hecha un lío. Me apoyé contra el ventanal, sintiendo el frio del cristal en mi espalda, y miraba las luces borrosas mientras trataba de entenderlo. ¿Quién era ese hombre? Frío, intimidante, con una sonrisa peligrosa que me ponía nerviosa, pero también con una chispa en sus ojos grises que me confundía. ¿Por qué me miraba como si yo fuera algo que había estado esperando mucho tiempo? ¿Y qué quería decir con eso de “lo que eres para mí lo decides tú”? Su comportamiento era un misterio y yo estaba atrapada en él.

Un suave toque en la puerta me sacó de mis pensamientos. Era una voz femenina, delicada, que contrastaba con el silencio pesado de la suite.

—Adelante —dije, enderezándome, aunque mi voz sonó más insegura de lo que quería.

La puerta se abrió y entró una señora mayor, con cabello gris recogido en un moño y ojos amables que parecían fuera de lugar en este frío palacio. Traía una bandeja con comida: un plato de pasta caliente, una ensalada fresca y un vaso de jugo de naranja. Con una sonrisa cálida, dejó la bandeja en la mesita de noche.

—Buenas noches, joven señora —dijo.

Le sonreí de vuelta, aunque aún me sentía confundida y algo furiosa. —Es un gusto, señora… —Hice una pausa, esperando que se presentara.

—Amanda, señorita. Mi nombre es Amanda —respondió, inclinando ligeramente la cabeza—El señor me pidió que me encargara de todo lo que necesite, joven señora. A partir de ahora, estaré aquí para usted.

—Es un gusto, Amanda —dije—Pero por favor, nada de “señora” o “joven señora”. Eso suena raro para mí. Puedes llamarme solo Aurora. Me sentiría más cómoda así.

Amanda sonrió de nuevo, y sus ojos reflejaron comprensión.

—Está bien, Aurora. Será como desees —dijo. Luego miró la bandeja— Espero que la cena sea de tu agrado. El señor insistió en que comieras algo esta noche.

Miré la comida, y mi estómago gruñó. Pero antes de que pudiera decir algo, Amanda se movió hacia otra puerta.

—Déjame mostrarte dónde están tus cosas —dijo, con un tono ligero.

La miré, confundida. —¿Mis cosas? Pero no traje nada. ¿Cómo…?

Ella volvió a sonreír, esta vez de manera misteriosa, e hizo un gesto para que la siguiera. —El señor se encargó de todo. Vamos, por favor.

La seguí por un pasillo que llevaba a una puerta de madera tallada. Amanda la abrió y reveló un armario enorme, más grande que mi antigua habitación, lleno de ropa: vestidos, blusas, pantalones, todos colgados ordenadamente. Me quedé asombrada, acercándome a tocar un vestido de seda azul, suave y liso. Era justo el tipo de tela que siempre había amado. El vestido parecía estar hecho para mí, sencillo pero elegante.

—¿T-todo esto? —pregunté, mirando a Amanda con incredulidad—¿Él compró todo esto para mí?

Ella asintió, sonriendo aún más. —En realidad, todo está hecho a tu medida, Aurora. El señor se aseguró de que diseñaran cada pieza. Quería que todo fuera perfecto para tu llegada.

Toqué otro vestido, de un verde esmeralda que brillaba bajo la luz. —¿Cómo lo sabe? —murmuré, más para mí misma que para ella.

—Bueno, la dejaré para que se duche —dice con voz suave, señalando un cajón a la izquierda—En ese cajón están sus pijamas y otras cosas que va a necesitar. Allí está el baño. —Indica una puerta de madera al fondo— Bueno, yo me voy. Si necesita algo, llámame y vendré enseguida.

Asiento y le sonrío un poco. —Gracias, Amanda —le digo, y mi voz suena más tranquila de lo que pensaba. Hay algo en ella que me hace querer confiar, aunque aún no estoy lista para abrirme completamente.

Ella me devuelve el gesto con una sonrisa y se va hacia la puerta. —Descanse. Ha sido un día largo. —Con una última mirada, sale y deja la puerta entreabierta, como si supiera que necesito espacio pero no estar completamente sola.

Me quedo sola, mirando el cajón que me indicó. La curiosidad me lleva a abrirlo y encuentro pijamas de seda, suaves y ligeros, en tonos azul oscuro y gris, los colores que me hacen sentir cómoda. También hay productos de baño: un gel con aroma a lavanda, una crema hidratante e incluso un cepillo que parece igual al que usaba en casa de los Conti. Mi corazón se acelera. ¿Cómo lo sabe? ¿Cómo sabe Salvatore todos mis gustos? Esto no es solo organización; parece que me ha estado observando.

Tomo una pijama y me dirijo al baño, que es tan grande como mi antigua habitación. El mármol blanco brilla con las luces, y hay una gran ducha en una esquina, con paredes de vidrio que reflejan mi rostro cansado. Me quito el vestido de novia, que cae al suelo como un peso, y entro en la ducha. El agua caliente me envuelve y alivia mi cansancio, aunque no aclara mi confusión. Mientras el vapor se eleva, pienso en Salvatore. En cómo me carga como si fuera suya, en su risa sarcástica cuando me llamó “pequeña gorila”, en cómo se acercó a mí, haciéndome sentir que el mundo se encogía. Y ahora, este armario, estas cosas… ¿Por qué se preocupa tanto?

Salgo de la ducha y me pongo la pijama. Vuelvo a la habitación, donde hay una bandeja de comida esperándome. Me siento en la cama y empiezo a comer la pasta.

Tome un trozo de comida con el tenedor; su textura era suave y cálida, deslizándose en mi boca. Mastiqué despacio, dejando que el sabor me distrajera de lo pesado que había sido este día interminable. La habitación estaba en silencio, roto solo por el sonido de la lluvia golpeando el ventanal. Terminé la pasta, dejando el plato limpio, y tomé un sorbo de jugo de naranja, sintiendo su frescura. Me levanté, llevé la bandeja a la mesita de noche y fui al baño de nuevo.

Abrí el cajón que Amanda me había mostrado y encontré un cepillo de dientes nuevo y pasta de menta. Me lavé los dientes, y al terminar, volví a la habitación, me acerqué a la cama y apagué la lámpara. Me metí bajo las sábanas y cerré los ojos, esperando no dormir, pero para mi sorpresa, me quedé profundamente dormida, envuelta en la calma de la mansión.

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Comments

Isis Sisa

Isis Sisa

O sea cómo??🤔🤔
Sospechoso, muy sospechoso...
Porque, o sea cómo sabe todo ella, será que se conocen y ella no lo ubica o no lo recuerda?? O será que él desde las sombras ya la amaba??Ay que nerviosidad

2025-06-30

2

Elda Marquez

Elda Marquez

ok, sabe todos tus gustos?... te dejó descansar y dormir sóla!!!... debes sentirte mejor que con tu familia!!!...y que "familia"

2025-07-25

0

María del Rosario Rincón Basto

María del Rosario Rincón Basto

eso la investigó y sabe todo de ella, inocente, pura y muy hermosa!!!!

2025-09-04

0

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