Llego el momento más anhelado, el Sr. Adam fue a buscarme al orfanato, es difícil explicar cómo me sentía en ese momento, era como una mezcla de entusiasmo y melancolía, pues desde que tenía memoria estaba en ese lugar, pero el deseo de ver y estar junto a Helen me daba mucho aliento y esperanza del porvenir en mi vida.
Me despedí de todos, todavía recuerdo las palabras de la Directora que con un beso y un abraso me dijo: "Pórtate bien Davis, Dios te bendiga". Salimos del orfanato con rumbo a mi nuevo hogar.
En el camino hacia mi nueva vida, no podía decir nada, solo quería observar las calles, las autopistas, la gente y más. Pero el Sr. Adam tuvo para mis unas palabras:"Te va a gustar donde vivimos, es un lugar tranquilo, pero muy cálido y tenemos TV por cable" y cerró con una sonrisa.
Lo vi a los ojos y no supe que responder, pero por alguna razón me sentí más relajado.
Llegan do a la casa de los Smaiker, que de fascinado con lo bonito que era ese nuevo lugar, parecía un jardín, el auto se estacionó en una casa muy alta y linda, nunca había visto nada parecido, aún no salía de mi asombro cuando entramos a la casa, donde me recibiría la Sra. Lina con Helen y algunos amigos de la familia.
Helen corrió hacia mí y me abrazo y una lágrima corrió de felicidad por su mejilla, los dos saltamos de alegría por volver estar juntos de nuevo.
—Bienvenido a casa Davis, desde hoy y para siempre seremos una familia, ¿te gustaría comer algo?—Dijo la Sra. Lina
Con voz tímida, respondí sí.
Habían preparado bocadillos y un pastel para recibirme, todo aquello me parecía un banquete, pues la comida en el orfanato era racionada, la Sra. Lina tomo mi mano y me dijo: “Ven Davis te voy a mostrar la casa”.
Todo me parecía muy ordenado y elegante, que pensaba que estaba en un sueño, por último, llegamos a la que sería mi habitación, tenía mi propio baño y una cama tan cómoda, que provocaba dormir todo un día.
El tiempo fue pasando, entonces comencé a querer a la Sra. Lina como mi verdadera madre, siempre fue atenta y amable conmigo, además su personalidad era muy agradable y tierna, por lo que a partir de este punto me dirigí a ellos como papá y mamá.
Solíamos ser invitados a muchos cumpleaños de vecinos y de primos por parte de papá y mamá, y en muchos casos no era muy agradable, sufríamos burla y rechazo por ser adoptados, un día un niño hizo llorar a Helen, me molesté tanto que lo mordí, por lo que me ganó el apodo del niño con rabia o Dogboy.
Luego de esa fiesta de cumpleaños, nos volvimos un poco caseros, es decir pocas veces salíamos a compartir con los otros niños, en ocasiones papá nos llevaba a comer pizza y helado y nos daba mucha alegría.
La mayoría del tiempo nuestros padres adoptivos no se encontraban en casa debido a sus trabajos, pero no nos quedamos solos, teníamos una niñera, a la que también le tengo mucho aprecio.
Así transcurrió nuestra infancia entre juegos y risas, la Sra. Lina y el Sr. Adam fueron los mejores padres, nos dieron todo lo que un niño pudiera desear; amor, atención, disciplina.
Tenía todo lo que hubiera deseado, unos buenos padres, una casa cómoda, comida en abundancia siempre en mi mesa, juguetes por doquier y estaba junto a Helen, era lo más parecido a la felicidad.
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