Dos días después...
Noel estaba exhausto, nunca se dormía temprano, Pero aquí la vida comenzaba a las seis de la mañana y terminaba al rededor de las diez de la noche.
Se dejó caer en la cama, a medio vestir, le dolía la espalda, aunque de alguna manera agradecía estar tan cansado, así no pensaba demasiado en su vida en la ciudad.
Cerro los ojos, no pensaba terminar de vestirse, de todas maneras hacía calor. Escucho que tocaron la puerta, pero él no pensaba levantarse a abrir, y tampoco respondió.
La puerta se abrió y escucho pasos, él estaba boca abajo en la cama.
- ponte esto - Leonel dejó caer algo a un lado de la almohada
Usando un poco de la energía que esté aún tenía, lo tomó, eran parches para dolor de espalda.
-¿cómo esperas que me los ponga yo solo, genio? - le respondió a Leonel
Noel sintió el peso, cuando Leonel se sentó a la orilla de la cama, escuche como este rasgaba la envoltura del parche, y después lo sintió en su espalda.
Le sorprendió que él estuviera siendo amable, no lo había sido, ni una sola vez desde que llegó aquí, era más bien hostil, lo que era bueno para él, por qué lo encontraba realmente atractivo, y comenzar a tener sentimientos por este habría sido problemático para él.
-listo - dijo Leonel una vez que termino
-mmm... gracias... supongo - respondió Noel - aunque no sé por qué haces esto por mí, si es obvio que no te agrado -
-no necesito que me agrades, para hacerlo, además si estás todo adolorido no me sirves para nada - respondió el otro chico
-¡vaya! Que considerado eres con tus empleados - le contestó Noel, sentándose con cierta dificultad
-por supuesto que lo soy, no soy un mal jefe, aunque ciertamente me sorprende que sigas aquí, creí qué saldrías corriendo en menos de 24 horas -
-espero que no hayas hecho apuestas, de lo contrario ya perdiste - dijo Noel, mientras buscaba su camiseta, pues de repente se sintió un tanto intimidado por la presencia del otro joven
-estuve a punto de hacerlo, pero supongo que tuve un poco de fe en ti, eres tan flacucho que al principio creí que no podrías con este trabajo, pero supongo que tienes tu orgullo, como sea, ya duérmete, mañana será un largo día -
Noel se sentía confundido, sus sentimientos por este hombre eran muy confusos, por un lado, lo detestaba por la actitud que este tenía para con él, la gente no solía tener este tipo de actitud con el joven actor.
Pero por alguna razón le molesto ser llamado flacucho, pues desde que tenía uso de razón Noel fue obligado a cuidar de su peso, ya que también incursionó en el modelaje, era considerado atractivo para muchas personas, tanto hombres como mujeres, y de repente para el ser llamado así, fue una ofensa.
La mañana siguiente...
Leonel
Mientras Leonel se encontraba desayunando, después de recoger los huevos de las gallinas como todas las mañanas, el "flacucho" como comenzó a llamarlo él, bajo a desayunar.
- no creí que durarías tanto en este lugar, me sorprende que sigas levantándote cada mañana, creí que saldrías corriendo el primer día - dijo Leonel poniendo un huevo estrellado en su plato.
- si, Buenos días, para ti también - respondió el otro chico mal humorado, mientras tomaba una taza, y servía café
-¿cómo quiere tus huevos, revueltos o estrellados? - le pregunto Leonel a modo de ofrenda de paz.
- no gracias, así estoy bien -
- por eso estás tan delgado, entiendo que las personas en la ciudad encuentren atractivo eso, aquí no sirve de nada, y tampoco creo que sea muy saludable - Leonel apagó la estufa, puso la sartén en la lava trastes, y se sentó molesto a comer.
-si, ya te escuché, pero no soy un niño pequeño, puedo cuidarme solo - esa respuesta grosera, solo molesto más al chico mayor.
-¿cuántos años tienes? Por qué esa respuesta solo la daría un adolescente, debes tener unos 19 años.
-tengo 25, hace mucho deje de ser adolescente, así que sí, puedo cuidarme solo- esa respuesta provoco que el grandulón, casi se ahogara con la comida.
-eso me sorprende aún más, eres demasiado viejo para ser tan caprichoso -
La puerta de la cocina se abrió, y entró Carlota, la abuela del muchacho - Leonel, deja de molestar a las visitas, ya vete a trabajar, se hace tarde -
Leonel se comió el resto de su comida, se bebió su jugo, se puso de pie, y coloco ambos trastes en el fregadero.
-¿qué esperas? Muévete se hace tarde - Noel, se tomó su café, y dejó la taza sobre la mesa, para después ir tras él.
Mientras Leonel se ponía sus botas de trabajo, sentado en los escalones, el joven delgado saco un cigarro y lo encendió, para después darle una larga calada.
-¿ese es tu magnífico desayuno? Un café y un cigarro, vaya que quieres morir joven -
-no tengo planeado tener una larga vida - fue la respuesta que obtuvo, el fortachón, además el humo del cigarro casi en la cara.
- tienes una cara bonita, lástima que tu actitud, y tus hábitos sean una mierda - fue la respuesta de Leonel, quien tomó sus guantes de los escalones y comenzó a alejarse.
Hacía mucho tiempo que Noel no se sentía tan afectado por las palabras de alguien, así que sin ánimos de seguir fumando, el chico apago el cigarro, tomo sus guantes, y siguió al chico, del cual ya no se veía ni la espalda, pues sus piernas eran largas, al igual que sus pasos.
Este lugar era una granja que se dedicaba a la venta de quesos, y de conservas como mermelada de diferentes sabores, como la de durazno o naranja, así que desde el día uno que comenzó a trabajar.
Noel que en su vida había hecho otra cosa aparte de estar frente a las cámaras, había estado cortando duraznos, cosa que era bastante cansada para alguien que no estaba acostumbrado al trabajo físico extenuante, esto era una tortura, pero al menos estaba tan ocupado pensado en su cansancio que su mente no daba para nada más.
Cerca del medio día Noel, sentía el sudor escurrir por todas partes de su cuerpo, tenía un pañuelo atado al cuello, y lo usaba para limpiar también el sudor que caía por su frente, y le hacía escocer sus ojos.
Al bajarse de la pequeña escalera que usaban para alcanzar los más altos, el chico sintió un mareo, bueno después de todo no puedes sobrevivir solo de café.
Pero como era un joven demasiado orgulloso se negó a pedir ayuda, y siguió en lo suyo, pero de repente empezó a ver borroso, cuando se bajó para sentarse un piso mal, habría caído al piso, pero unos brazos fuertes y bronceados por el sol, lo sostuvieron.
-debiste haber desayunado cuando te lo ofrecí - le dijo Leonel, cerca del oido.
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