Estos niños son una preciosura.

A pesar de que el Duque Carter había solicitado a sus hijos que se mantuvieran alejados de la fiesta de té organizada por Adelaida, los pequeños se acercaron para observar a una invitada en particular.

— Mírala, ¿acaso no es hermosa? Cuando crezca, seré como ella —exclamó una niña de cabello azabache y ojos azules resplandecientes.

— Alcanzar tal nivel es casi imposible; ella es hija del Duque Vitaly y de la marquesa Vivían Marcellus. Su hermana es la archiduquesa, quien fue la flor de la sociedad en su juventud y, además, ella es considerada la flor de la sociedad desde que debutó. Su familia más cercana pertenece a la realeza; no puedes aspirar a tanto —respondió con resignación un niño de cabello azabache, cuyos ojos compartían el mismo color que los de su hermana, aunque carecían de su brillo.

Su educación había sido tan rigurosa que no percibían el mundo como infantes, sino como adultos. Esta práctica era tan común en las casas nobles que no era extraño ante la sociedad.

En la sociedad, cada infante tenía su rol predestinado. Los niños que nacían siendo plebeyos, con manos laboriosas, se esforzaban trabajando día a día por asegurar el sustento diario de sus familiares, mientras que los niños burgueses se lanzaban en una carrera por alcanzar el mayor estatus social posible. Aquellos infantes que nacían en el seno de la nobleza eran instruidos en el arte sutil de las relaciones, aprendiendo a navegar en un entorno donde las oportunidades son un juego para los más astutos y donde los tropiezos y defectos se castigan con severidad.

— También somos hijos de un duque —replicó la pequeña, visiblemente molesta.

— Podemos ser hijos de un duque, pero nos encontramos en una situación desfavorable al carecer de la presencia de nuestra madre; ser descendientes de un duque no nos proporciona ningún beneficio. Si nuestro padre decidiera contraer nuevamente nupcias, nosotros quedaríamos relegados a un segundo plano, convirtiéndonos en parias en comparación con sus nuevos hijos, lo que resultaría en la pérdida de nuestra posición social —expresó el niño con descontento. Para él, no existía distinción alguna, ya que ser noble era una condena equivalente a la de ser plebeyo.

— Verás, si logro captar su atención, podría tenerla como madrina; con su orientación, me transformaría en la flor de la sociedad. Necesitamos buenas conexiones que reafirmen nuestra posición por si nuestro padre se vuelve a casar —respondió la niña con inquietud.

— No debemos acercarnos; padre está haciendo negocios. No podemos ser un estorbo. Escuché que la anfitriona quiere casarse con nuestro padre y eso sería perjudicial para nosotros. Además, no es tan fácil que ella sea tu madrina; si tiene hijos, ellos irán primero —le dijo el niño con serenidad. Su hermana solía ser muy optimista.

— Y si ella se casa con nuestro padre, sería mejor tenerla a ella de madrastra que a Lady Lee; sus ojos negros se parecen a la oscuridad, es horrible —comentó la niña con desagrado.

— Aunque nuestro padre es un duque, su familia preferiría un hombre que no haya tenido descendencia —respondió el niño con seguridad.

— Vamos a acercarnos, no pasará nada malo —la niña terminó convenciendo a su hermano.

Ambos niños se dirigieron a la mesa de té donde estaban varias señoritas y damas nobles.

— Damas —los niños hicieron una ligera reverencia, captando su atención hacia Madeleine.

— Catherine Carter presenta sus respetos ante la segunda joven dama de la casa Vitaly —la niña hizo una profunda reverencia muy bien ejecutada.

El corazón de Madeleine golpeaba su pecho con fuerza; sus niños estaban frente a ella, aguantó las lágrimas que amenazaban con salir de sus ojos lo mejor que pudo y les sonrió con amabilidad.

— Niños, no...

Madeleine hizo un gesto con su mano, silenciando a la joven en cuestión de segundos.

— Qué adorable señorita, tu educación ha sido privilegiada; tus modales y posturas son excelentes —halagó Madeleine a la niña con ternura.

— Disculpe mi atrevimiento por interrumpir su reunión, pero quería conocerla más de cerca; si tuviera la edad, la invitaría a una reunión de té —dijo la jovencita con osadía. Su corazoncito estaba revoloteando de alegría al escuchar las palabras de Madeleine.

— No te preocupes por esas pequeñeces, pequeña señorita; me sentiría honrada de acompañarla a una fiesta de té —Madeleine se desvivía mirando a sus pequeños; su emoción era tan genuina que sus ojos brillaban con intensidad.

— ¿Cómo se llamas, joven caballero? —preguntó Madeleine, dirigiendo su atención al niño. Quería correr y abrazarlos, pero las normas sociales se lo impedían.

— Mis disculpas, my lady; George Carter presenta sus respetos ante la joven dama de la casa Vitaly. —Todos, excepto Antonieta Lee, miraban la escena impresionados.

— Estos niños son una preciosura. ¿Tú también quieres que te acompañe a una reunión de té? —La pregunta de Madeleine sorprendió al niño, quien estaba pasmado por el recibimiento tan afectuoso; eso era algo a lo que no estaba acostumbrado. Al ver la cara de ilusión de su hermana, se resignó y asintió con elegancia.

— Me sentiría complacida de asistir a su palacio —respondió madeleine, conteniendo su emoción.

— Enviaré la invitación formal cuanto antes —respondió la niña emocionada.

— Damas, señoritas, disculpen la interrupción de mis hijos —dijo el duque, mirando con curiosidad a Madeleine.

— No se preocupe, su gracia, tiene unos hijos maravillosos —Madeleine sostuvo la mirada del duque por un fugaz instante, un momento tan breve, sin embargo, logró evocar un recuerdo que la dejó completamente atónita.

— ¿Se encuentra bien, Lady Vitaly? —preguntó el duque por cortesía.

— Sí, solo recordé las historias que cuentan de mi padre, un hombre que cuidó de mi hermana con devoción sin necesidad de tener una duquesa a su lado —Madeleine estaba segura de que en ese momento se convirtió en una mentirosa de primera categoría; no pensaba decir en voz alta lo que en realidad recordó.

Antonieta se sentía algo perturbada por la interacción entre el duque y Madeleine; sin embargo, interrumpir dicha conversación podría ser malinterpretado. A pesar de la inquietud que la invadía, tenía la firme convicción de que el duque no tendría ningún interés en la joven.

— Aprecio la comparación, aunque considero que no me acerco ni a la mitad de lo que representa el duque Vitaly —expresó el duque Carter con admiración.

— En este aspecto, tiene razón; no existen dos individuos como mi padre —respondió Madeleine con orgullo.

El duque alzó una ceja en respuesta a la contestación de la joven, quien en ningún momento lo miró por más de tres segundos.

—Hasta luego, aguardo con gran expectativa su invitación —manifestó Madeleine a los niños, quienes asintieron ante la mirada atónita de su padre, que se despidió con una leve inclinación.

—Lady Vitaly posee un talento innato para relacionarse con los niños —manifestó la anciana condesa.

—Son niños encantadores —respondió Madeleine con entusiasmo.

—Sin embargo, a mí no me parecieron lo suficientemente educados, ya que no mostraron el debido respeto hacia las demás damas —expresó Antonieta Lee, con desagrado.

— Los niños se mostraban entusiasmados por conocerme; cuando su atención se centra en un objetivo, resulta complicado que desvíen su mirada— Las palabras de Madeleine hicieron que Antonieta recordara su posición dentro de la nobleza.

—Lady Vitaly será una madre excepcional — elogió nuevamente la condesa.

—He tenido una madre amorosa, cuya educación y cuidado han sido fundamentales en mi vida. Lady Lee, si se materializa un matrimonio entre usted y el duque Carter, usted se convertiría en la madre de esos pequeños —. El primer paso de Madeleine comenzaría a partir de este momento; la cauda de la reputación de Antonieta Lee sería el comienzo.

—Ciertamente, lo primero que haría sería enviar a esos niños a una academia más allá de las fronteras del imperio, donde pudieran recibir una educación más completa. Sus modales son, francamente, inadecuados para ser los vástagos de un duque. La ausencia materna ha dejado una huella en su comportamiento, pero no se preocupen, me encargaré de corregir esa situación —respondió Antonieta, esforzándose por mostrar una preocupación genuina.

Las damas quedaron atónitas ante las palabras desconcertantes de la mujer.

—Estoy convencida de que no tiene posibilidades con el duque Carter; su expresión al salir de la reunión con su padre no fue en absoluto alentadora. Le deseo suerte en su intento de atraer a un hombre de gran prestigio. A partir de hoy, no participaré en sus reuniones de té; ¿cómo podría sentarme a la misma mesa que una mujer carente de principios? Una mujer capaz de enviar a dos niños lejos de su hogar por mero capricho. Esos niños poseen una educación superior a la suya; mis valores me impiden asociarme con una dama que sostiene tales ideales.

Madeleine se encontraba furiosa, aunque logró mantener la compostura. ¿Cómo se atrevió esa mujer a menospreciar a sus adorables niños? Ella se encargaría de protegerlos; nadie se atrevería a hablar de ellos, y mucho menos insinuar que debían ser enviados fuera del imperio.

Duque carter

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Comments

Yoba OG

Yoba OG

donde va la fila??? 😍😍😍

2025-05-27

4

Yoba OG

Yoba OG

no mija, ya valiste!!! dejaste ver rapidito tus colores de serpiente, mira que querer deshacerte de dos angelitos

2025-05-27

3

Estef.G 😍😍

Estef.G 😍😍

cuantos años tienen esos niños que hablan como un par de adultos recorridos

2025-06-19

1

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