*⚠️Advertencia de contenido⚠️*:
Este capítulo contiene temáticas sensibles que pueden resultar incómodas para algunos lectores, incluyendo escenas subidas de tono, lenguaje obsceno, salud mental, autolesiones y violencia. Se recomienda discreción. 🔞
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Camila
Maldita sea. Hoy no puedo llegar tarde. No otra vez.
Corro por la acera mientras maldigo los tacones, el tráfico, mi falta de café y la ley de Murphy, porque claramente ese idiota me tiene en su lista negra.
NOVA queda a solo tres cuadras, pero cuando uno va corriendo con una laptop al hombro, el bolso a reventar y una dona en la boca (porque sí, también estoy desayunando), se siente como si fueran diez.
—¡Apártese! —le grito a un tipo que va demasiado lento delante de mí. Él solo me lanza una mirada de “¿y esta loca?”, pero no me detengo. No puedo.
Llego al edificio justo cuando el reloj marca las 8:59 AM Una victoria pequeña, pero necesaria.
El guardia me saluda con su habitual tono y yo solo le dedico una sonrisa de dientes apretados mientras entro al elevador.
Respiro profundo. Recojo el cabello. Me ajusto el blazer.
Listo, Camila. En modo ejecutiva.
Subo al piso 14. Dirección Creativa. Las puertas del ascensor se abren y lo primero que escucho es el clic de los tacones de Lucy.
—Llegaste a tiempo por los pelos —dice sin mirarme, enfocada en su tablet—. El moño mal hecho dice mucho.
—¿Alguna vez te han dicho que eres como un espresso doble? —le respondo mientras camino a su lado—. Amarga, pero útil.
—Todos los días —responde con una sonrisa de medio lado.
Lucy Andrade, mi mejor amiga, mi compañera de batallas, y la única persona que me soporta sin anestesia. También es la Directora de Arte de NOVA, y, como yo, vive por las ideas brillantes y los caprichos.
Más tarde vimos como Sophie nuestra jefa entra con un hombre a su oficina. Segundos después nos dirigimos cerca a la oficina de Sophie, para chismear.
—¿Ese es el nuevo? —preguntó Lucy en voz baja, mientras ambas espiábamos desde detrás de la puerta de cristal de la oficina.
El nuevo estaba ahí, recostado como si la empresa fuera suya.
Piernas cruzadas, camisa blanca arremangada hasta los codos, reloj de diseñador y una sonrisa que gritaba sé exactamente lo que hago.
Perfecto. Otro narcisista con complejo de galán.
—Parece más un modelo que un publicista —dije, sin poder evitar el tono mordaz.
—¿Y si es ambas? —Lucy arqueó una ceja con malicia.
—No empieces —le advertí.
Trabajo en NOVA, una de las agencias publicitarias más reconocidas de la ciudad, soy una de las mejores en mi área, palabras de mi jefa y, según algunos, demasiado perfeccionista.
Según yo, simplemente competente.
Desde hace cinco años me rompo la espalda —y los tacones— para levantar campañas que brillen, que sean exitosas y que hagan llorar a los clientes por lo excelentemente vendida que está su marca.
Y justo cuando estaba a punto de obtener lo que tanto merezco —La dirección de Proyectos Internacionales de NOVA—, aparece este tipo con su bronceado, su arrogancia y su estúpida sonrisa encantadora.
Sophie, nuestra jefa, nos hizo pasar a todos, minutos después a la sala de juntas. Había tensión. El tipo estaba sentado a la cabecera de la mesa.
No era una presentación común.
—Equipo —comenzó Sophie, con su tono de les tengo noticias explosivas y más les vale disimular—, quiero que conozcan a Gael Moretti.
—Viene de la agencia Golden Impact Media, donde lideró campañas multipremiadas. Desde hoy se integra al equipo creativo de NOVA.
Gael se levantó con una naturalidad que me molestó más de lo que debería.
Traje impecable, barba de tres días, mirada directa. Ese tipo de hombre que entra a una sala y se adueña del oxígeno.
Sí, ese mismo.
—Un gusto estar aquí. Me han hablado mucho de ustedes y de usted —agregó, mirándome con descaro.
El aire se congeló un segundo.
¿Lo había dicho con doble intención?
¿O solo estaba intentando marcar territorio desde el primer minuto?
Sea como sea, no me iba a quedar callada.
—Camila Duval —dije, acercándome y estrechándole la mano con fuerza—. Soy la que ha sostenido esta agencia durante los últimos tres años.
—Gael Moretti —respondió él, devolviéndome el apretón como si esto fuera un duelo—. Vengo a sumar.
Mentira.
Viene a competir.
Viene a entrometerse.
Y lo peor es que me está mirando como si ya supiera que va a ganarme.
Horas más tarde, la oficina estaba en silencio, salvo por el golpeteo suave de teclas y el zumbido constante del aire acondicionado.
Yo estaba sola en la sala de presentaciones, preparando el pitch de la nueva campaña de Spark Energy. Presentación abierta, café tibio, y toda mi atención en no dejar ningún detalle al azar.
Hasta que lo sentí.
No lo escuché entrar, pero su presencia llenó la sala.
—¿Tú también trabajas hasta tarde? —preguntó una voz profunda, casi divertida.
Lo miré por encima del portátil. Estaba apoyado en el marco de la puerta, con una taza en la mano y esa estúpida sonrisa.
—Alguien tiene que hacerlo bien —respondí sin rodeos.
Gael entró con paso relajado y se sentó en la silla más cercana. Sin pedir permiso.
A perturbarme la paz, me imagino.
—Relájate, Duval. No vine a quitarte el trono.
—¿De verdad? Porque estás haciendo un excelente trabajo imitando a un conquistador.
Él se rió, de forma genuina.
Y lo odié un poco más por eso.
—Lo que ves es lo que hay —dijo, apoyando los codos en la mesa y mirándome con descaro y algo de interés—. Aunque me sorprende que creas que el trono es tuyo.
—Lo es. He trabajado más horas que nadie en esta oficina. Tengo los mejores números, los clientes me adoran y no necesito venderme con una sonrisa y una historia bonita.
Me crucé de brazos. No era solo orgullo, era una promesa interna. Yo no iba a dejar que un hombre, por muy carismático que fuera, me arrebatara lo que merecía.
Gael me observó con una calma peligrosa. Luego inclinó la cabeza y dijo:
—Eres intensa. Me gusta.
—Y tú eres irritante. No me gusta.
Nos miramos unos segundos. Ese tipo de silencio que no es incómodo, pero sí eléctrico.
Entonces, él se inclinó ligeramente, como si pudiera leerme mejor desde más cerca.
—¿Estás segura? Porque no me has quitado los ojos de encima desde que entré.
El descaro.
—Estaba pensando en las mil maneras en que te haría desaparecer sin dejar rastro.
—Apasionada y con imaginación —murmuró, sonriendo—. Qué combinación tan interesante.
La conversación se interrumpió con el sonido del celular de ambos al mismo tiempo. Notificación de correo. Un mensaje de Sofía.
Asunto: Oportunidad Spark Energy.
Contenido: Ambos prepararán una propuesta individual. El cliente elegirá una. Esto definirá quién liderará la campaña... y el próximo ascenso.
Silencio.
Nos miramos. Y en ese segundo, todo cambió.
Ya no era solo una conversación incómodamente divertida.
Era guerra declarada.
El era mi rival.
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