Capítulo 2

POV Alexandra

Luego de ese sueño tan extraño que tuve, desperté en medio de la noche y me levanté de la cama, aún sin abrir bien los ojos. No alcancé a dar dos pasos cuando choqué contra un mueble de madera. El dolor en mi pie me obligó a retroceder y volver a sentarme en la cama.

—Carajo... —murmuré, mientras comenzaba a masajearme el pie. Al abrir un poco más los ojos, noté que la habitación en la que me encontraba no se parecía en nada a la mía—. ¿Dónde diablos estoy?

Por instinto, me acerqué a la ventana más próxima y salí al balcón. Fue entonces cuando lo vi: estaba en una especie de castillo.

—¿Qué carajos es esto? ¿Dónde diablos estoy?

Una explosión repentina hizo que mi cuerpo se pusiera en alerta. Al dirigir la mirada hacia lo que parecía ser la entrada, vi cómo varios hombres vestidos de negro derribaban las grandes rejas del castillo.

No pasó mucho tiempo antes de que las puertas de la habitación se abrieran de golpe. Un hombre algo mayor ingresó junto a varios soldados… y un niño.

—¡Neftalí! —exclamó, buscando a alguien con la mirada. Al verme en el balcón, se acercó de inmediato—. ¿Qué haces ahí? ¡Ven, debemos irnos!

No me dio tiempo a contestar. Tomó mi brazo y comenzó a arrastrarme por los pasillos, junto al niño, que parecía muy asustado.

—¿Padre, qué sucede? ¿Qué está pasando? —preguntó el pequeño.

—No hay tiempo para explicar. Primero debo ponerlos a salvo.

Los ruidos de la batalla se escuchaban cada vez más cerca. Al mirar hacia atrás, vi cómo varios de los soldados que nos acompañaban se quedaban luchando para darnos tiempo. El hombre que nos guiaba se detuvo, nos miró y dijo con gravedad:

—Deben irse. Intentaré darles el mayor tiempo posible.

—¡Padre! —chilló el niño con lágrimas en los ojos. El hombre nos abrazó con fuerza y dijo:

—Huyan lo más lejos que puedan. Y no regresen. Neftalí, cuida bien de tu hermano. Ahora él es tu responsabilidad.

Sin decir más, sacó una daga de entre sus ropas y me la entregó. Luego, dio media vuelta y corrió hacia la batalla.

Vi cómo el niño intentaba seguirlo. Lo tomé del cuello de sus ropas y lo detuve.

—Debemos irnos...

—¡No! ¡Espera! ¡No podemos dejarlo!

Intentó zafarse de mi agarre, pero no lo dejé.

**Narrador omnisciente**

—¿Quieres morir? Porque eso es lo que sucederá si lo sigues...

Mientras avanzaban por los pasillos, Alexandra empezó a tener recuerdos. No eran suyos, sino de la huésped original de ese cuerpo: Neftalí, la princesa del reino de Bórico. Una joven odiada por la reina desde su nacimiento, pues era hija de la concubina favorita del rey. Su madre murió al darla a luz, dejándola indefensa ante los abusos de la reina.

El rey, ajeno a todo, no supo del sufrimiento de su hija hasta muchos años después, cuando la reina, tras finalmente darle un heredero, vio que el monarca seguía queriendo más a Neftalí que a su propio hijo. Celosa, trató de deshacerse de ella pactando un matrimonio con el archiduque Leguen, hermano del emperador del Imperio de Jade. Un hombre ruin, cruel y mucho mayor que ella.

Al enterarse, el rey enfrentó a la reina. Al descubrir su verdadero rostro, la desterró y la condenó a vivir lejos de él y del príncipe heredero. Pero era tarde. El archiduque, ofendido por la ruptura del compromiso, declaró la guerra al reino. El emperador, sin conocer del todo la verdad, apoyó a su hermano.

Tras días de conflicto, las tropas enemigas traspasaron las murallas y llegaron al palacio. El rey, desesperado, corrió hacia las habitaciones de sus hijos para salvarlos, pero fue interceptado por los soldados. Murió intentando protegerlos.

Alexandra, cada vez más convencida de que nada de esto era casualidad, recordaba todo como si ya lo hubiera vivido… o leído.

Vio cómo el niño intentaba ir tras su padre y lo detuvo. Él insistió, pero ella se mantuvo firme. Cuando le hizo esa pregunta, él respondió con voz temblorosa:

—Pero...

—Vive hoy para pelear luego. Si vas, estoy segura de que ambos moriremos.

Ella no mentía. Si su memoria no fallaba, ese niño era la clave de su supervivencia. Debían mantenerse juntos. Al ver que él no se movía, bajó su mano hasta su brazo y comenzó a arrastrarlo por los pasillos hasta dar con una salida. Sin saber a dónde ir, lo miró.

—¿Dónde están los caballos?

El príncipe, aún receloso, señaló una dirección. Alexandra le indicó:

—Sígueme. En silencio. No hagas ruido y haz lo que yo haga.

Ambos se escabulleron entre los pasillos hasta llegar a los establos. Allí, varios soldados alistaban sus caballos para ir a la batalla. Esperaron escondidos hasta que no quedó nadie.

—Ven, debemos irnos...

—No, no iré a ningún lado. Debemos esperar a padre.

—Escúchame, niño. No tengo tiempo para esto. Tienes dos opciones: vienes conmigo y vives para vengarte de lo que estos bastardos hicieron, o te quedas y mueres con todos los demás. Tú decides, pero rápido, porque no te esperaré.

Montó un caballo y se acercó a él. El niño, al ver que su hermana estaba dispuesta a dejarlo, tomó su mano y se subió detrás de ella. Alexandra no dijo nada más. Comenzó a cabalgar y, cuidando de no ser vistos, salieron del reino rumbo al bosque.

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Comments

Ale

Ale

valla que es bastante interesante me encanta ❤️❤️

2025-05-07

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