Su sonrisa.

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PEDRI:
Recogía cosas con prisa porque era uno de los últimos del vestuario, Ferrán se había ido con Ansu a comer y yo me tenía que volver solo a casa.
Volteé mi mirada cuando vi una sombra a moverse detrás de mí.
Gavi estaba de espadas recogiendo sus cosas delante de su casillero número 14.
La verdad es que era un chico bastante simpático, habíamos hablado de varias cosas durante el entrenamiento y me había caído bastante bien.
Pedri.
Pedri.
Eh Gavi.
Lo llamé.
El debían un giró su cabeza y conectó su mirada con la mía.
Pedri.
Pedri.
¿Te gusta el sushi?
El chico me miró confuso pero asintió con la cabeza despacio.
Gavi.
Gavi.
¿Por?
Dijo algo confundido colgándose su mochila al hombro.
Pedri.
Pedri.
¿Tienes algo que hacer?
Volví a preguntar.
El negó tímidamente.
Pedri.
Pedri.
Entonces sígueme.
Dije saliendo del vestuario.
Cómo vi que no salía detrás de mí me asomé a la puerta y le hice un gesto con la mano.
Pedri.
Pedri.
¡Vamos!
Él salió del trance en el que estaba y me siguió cerrando la puerta del vestuario.
Llegamos al parking de la Ciutat Esportiva y nos montamos en mi coche.
Decidí que iríamos a mi casa, estaba en una organización a las afueras de la ciudad, pero era mejor opción que ir a un restaurante en el que alguien me pudiese reconocer.
Después del trayecto rutinario de unos treinta minutos que ya me sabía de memoria llegamos a mi casa.
Pedri.
Pedri.
Hemos llegado.
Dije avisando a Gavi que contemplaba la entrada de mi casa a través de la ventanilla.
Ambos bajamos del coche con nuestras cosas y entramos a mi casa.
Gavi.
Gavi.
¿Vives solo? Esto es enorme.
Sonreí ante su pregunta y niegue con la cabeza mientras abria la puerta.
Pedri.
Pedri.
Qué va, vivo aquí con mi hermano, pero esta semana no está porque se ha ido a Canarias a visitar a mis padres.
Él asintió mirando toda la entrada de mi casa.
Pedri.
Pedri.
Puedes dejar la mochila aquí.
Dije señalándole un percherón donde yo había colocado la mía.
Gavi la dejó en el mismo lugar que la mía y se adentró en la casa detrás de mí.
Llegamos al salón y yo me senté en el sofá.
Pedri.
Pedri.
Ponte cómodo, como si fuera tu casa.
Gavi.
Gavi.
¿Este es tu hermano?
Yo asentí con la cabeza.
Pedri.
Pedri.
No nos parecemos, ¿verdad?
Gavi.
Gavi.
Qué no dice, sois dos gotas de agua.
Pedri.
Pedri.
Pero yo soy más guapo.
Ahora fue él quien rió y después de eso se sentó a mi lado para empezar a comer el sushi que me había preparado mi hermano antes de irse.
No sé por qué razón pero me gustaba su sonrisa, era bonita y contagiosa, lo que no sabías que se volvería mi parte favorita de su cuerpo.
Después de comer pasamos toda la tarde jugando al FIFA.
Gavi era bastante bueno, pero siempre acababa ganándole en penaltis porque él no sabía tirarlos.
Gavi.
Gavi.
¡No es justo!
Gritaba enfadado como un niño pequeño.
Gavi.
Gavi.
Siempre ganas tú porque yo no sé tirar los penaltis.
Pedri.
Pedri.
A ver enano déjame que te enseñe.
Me acerqué más a él y rodeé sus manos con las mías para poder controlar el mando con sus dedos.
En el momento en el que nuestras pieles se rozaron sintió una pequeña descarga eléctrica que no supe descifrar que es pero a la que no le dé importancia.
Pedri.
Pedri.
Tienes que hacerlo así.
Moví sus dedos debajo de los míos para enseñarle cómo hacerlo y conseguí marcar el penalti a su favor.
Gavi.
Gavi.
Vale y ahora, ¿como los paro?
Volví a enganchar mis manos entre las suyas encima del mando y mientras movía los botones para enseñarle cómo hacerlo noté cómo me dio una leve acaricia en la parte superior de mi pulgar, un simple roce que por alguna razón que desconocía hizo que mi piel se erizase al completo.
Cuando terminé de mostrárselo solté sus manos con delicadeza.
Gavi.
Gavi.
Ahora sí que voy a poder ganarte.
Dijo riendo haciendo que yo también lo hiciera.
Entre tanto partido la ahora nos pasó desapercibida para ambos y cuando Gavi abrió su teléfono habló.
Gavi.
Gavi.
¡Mierda!
Pedri.
Pedri.
¿Qué pasa?
Pregunté preocupado.
Gavi.
Gavi.
Pues que es tardísimo y yo no me dejan entrar en La Masía.
Pedri.
Pedri.
No jodas, ¿qué hora es?
Gavi.
Gavi.
Las diez y media y cerraban a las diez en punto. Joder.
Dijo sentándose de nuevo en el sofá y agarrando su cara entre sus manos con frustración.
Pedri.
Pedri.
Eh, no te preocupes, puedes quedarte aquí hoy.
Gavi.
Gavi.
¿Qué? No, ya has hecho suficiente dándome de comer, no quiero ser un estorbo.
Pedri.
Pedri.
Gavi, te lo estoy ofreciendo yo, eres un estorbo de verdad, me gusta tenerte aquí, si no no te lo ofrecería.
Él sonrió tímidamente.
Gavi.
Gavi.
Gracias, de verdad.
Pedri.
Pedri.
No hay de qué Bro, puedes quedarte en la habitación de mi hermano.
Gavi.
Gavi.
¿Qué? No no, con el sofá me conforme de verdad, no quiero molestar.
Pedri.
Pedri.
Gavi, de verdad que no molestas, lo voy a dejar que duermas en el sofá.
Gavi.
Gavi.
Que sí hombre que no pasa nada.
Pedri.
Pedri.
Mira que eres cabezón niño, que te he dicho que no, tira para arriba.
Dije haciendo que Riera y dándole una palmadita en la espalda para que empezara a subir las escaleras.
Después de darle un pijama mío y de prepararle la cama me metí en mi habitación y me acosté.
En menos de diez minutos caí profundamente dormidos sabiendo que Gavi era mi nueva amistad favorita.
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