Diseños exclusivos

Linda estaba en su nuevo puesto, aunque solo era por una semana no estaba conforme.

Laura no la dejaba descansar, había muchas carpetas por archivar.

En cuanto termines aquí, sigues con esas de allá.

Linda volteó a ver donde le señalaba Laura...

Son muchas, y tú, ¿qué vas a hacer?

Tú a mí no me preguntas nada, yo soy la que manda. No te distraigas ese trabajo tiene que salir hoy mismo.

Laura la dejó ahí, mientras linda se quedaba sumamente enojada.

Tomó la carpeta más nueva y la revisó, en ella había fotos de las modelos con los vestidos más hermosos que había visto en su vida. Esos ya estaban vendidos, se iban a entregar al día siguiente.

Entonces, una idea se le cruzó por la cabeza. Fue a la bodega donde estaban los vestidos exclusivos; tomó uno y, con unas tijeras que sabe Dios dónde las encontró, lo destrozó, hizo lo mismo con los demás vestidos.

Al final solo quedaban puros pedazos de tela.

Orgullosa de su proceder se fue a su nuevo lugar de trabajo, y siguió archivando las carpetas.

Al final del día cada quien se fue a su casa.

Como era su costumbre, Jimena no se iba sin antes revisar que todo marchara bien.

Uno a uno fue checando los departamentos. Al parecer, no había nada que temer. De pronto algo llamó su atención; la puerta de la bodega, la que debería estar cerrada, estaba abierta.

Ella se acercó, temerosa, preguntándose quién había entrado ahí.

Al entrar se llevó una terrible sorpresa: Los diseños que se entregarían al día siguiente, estaban completamente destruidos.

¡Dios mío! Esto no puede estar pasando, mis vestidos exclusivos. Mañana tengo que entregarlos.

Y sin poder evitarlo, gruesas lágrimas rodaron por sus ojos.

Se dejó caer en un sillón, se tapó la cara con ambas manos. Lloraba copiosamente, estaba perdida. ¿Cómo iba a resolver el problema? Ella que por eso era la gerente, porque siempre resolvía todos los problemas que se presentaban. Ahora se sentía como en un callejón sin salida.

Luego, suspirando hondo, llamó a Pascual, su fiel colaborador.

Jimena, ¿qué pasa?, acabo de llegar a mi casa. ¿Estás llorando? Tranquilízate, en este momento salgo para allá.

Y como alma que lleva el diablo salió de su casa.

Al poco rato llegó.

Entró a la tienda, Jimena estaba en la bodega, lloraba a mares.

En cuanto lo vio, corrió a abrazarlo.

Cálmate, ¿qué te sucede?

Antes de que Jimena contestara, Pascual vio por encima del hombro de ella.

La quitó suavemente. ¡¿Qué es esto?! ¿Quién lo hizo?

No lo sé, pero creo que fue Linda, ella hace todo lo posible por sabotearme cada cosa que yo hago.

Deja de llorar, nada de esto importa.

Pascual, esta mercancía se tenía que entregar mañana, ¿con qué le voy a salir ahora a los clientes? Eran modelos exclusivos.

Tú relájate, no te preocupes, mañana veremos qué hacemos.

Pero...

Ándale, te llevo a tu casa, por ahora olvídate de este incidente, mañana vemos, ¿ok?, ya, tranquila.

Ya en su casa, Jimena estaba como agua para chocolate.

Nada la podía calmar.

"Esta vez se pasó de la raya, pero dejo de llamarme Jimena Rocha si no pongo a esa mujer en su lugar", "ya verá la sorpresa que le voy a dar", maldita estúpida.

¡Jimena, ya está la cena!, gritó Carolina desde el comedor.

Ella contestó a su vez, no tengo hambre, mamá.

Órale, esto sí que es raro, ¿mi hermana no tiene hambre?, dijo Joseph en son de burla.

Cállate, no te metas con tu hermana, dijo la abuela.

Es broma, abu.

Joseph tiene razón, es raro que Jimena no tenga hambre.

Iré a hablar con ella, dijo Carolina, si quieren empiecen a comer, enseguida vuelvo.

Carolina tocó a la puerta del cuarto de Jimena. Hija, ¿puedo entrar?

Pasa, mamá.

¿Qué te pasa, hija?, ¿por qué no quieres cenar?

No me siento bien.

Las penas con pan son menos, ¿por qué no cenas y luego vemos en qué te puedo ayudar?

Está bien, mamá, enseguida bajo, me voy a lavar la cara.

Rato después, todos comían animadamente. Por un momento, Jimena se olvidó de su problema.

Cuando terminaron de comer, Carolina les sirvió el postre, pastel de chocolate y café.

A Jimena le gustaba mucho ese pastel, era su favorito. Así que comió con avidez.

Ya en su cuarto, su mente volvió al problema que tenía encima.

Dios mío, no sé que voy a hacer, estoy muy preocupada.

El sueño vino en su ayuda.

Después de todo, si ya no había remedio, ¿pues qué podía hacer?

La noche estaba muy oscura, no había luna, solo las estrellas brillaban en lo alto.

Al parecer, el sueño era reparador porque Jimena dormía plácidamente.

Pronto, se apagaron las luces de esa casa.

.

.

Al dia siguiente, muy temprano, más de lo normal, Jimena ya estaba ahí.

Mandó a limpiar la bodega. Tenía que llamar a los clientes y explicarles la situación.

Respiró hondo y tomó el teléfono de la empresa, y justo cuando iba a hacer la llamada, Pascual llegó con su habitual jovialidad y alegría.

Hola, Jimena, ¿qué haces?

Voy a llamar a los clientes.

Espera, afuera está la policía.

Que entren, por favor.

Rato después, cuando llegó Linda.

Ella es la responsable de todo, llévensela.

¿Por qué, de qué se me acusa?

No lo niegues, tú destruiste todos los vestidos exclusivos, que estaban por entregar. Eres una enferma. Y, sin poderlo evitar, le dio una cachetada.

Pascual la detuvo antes de que le diera otra.

La policía se la llevó.

Ahora, tengo que llamar a los clientes, ni me queda de otra. Una lágrima brotó.

Jimena, te tengo una buena noticia. Cuelga el teléfono.

¿De qué hablas?, no estoy para noticias, buenas o malas.

Pascual la tomó de la mano y la llevó a la otra salita de la bodega.

Luego, abrió la puerta de par en par.

Jimena abrió los ojos como la puerta, el asombro fue espontáneo... Una mezcla de alegría y serenidad la invadió.

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Comments

Elizabeth Yepez

Elizabeth Yepez

pero no sé vale yo también quiero saber que hay

2025-04-21

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