—Cuñada —me dice Damián—, ven, hay que comprar ropa ahí. Quiero un dúo, siempre he querido vestirme igual que alguien.
—¿Y tu novia? —le pregunta mi suegra.
—Bien, gracias —dice él, riéndose.
—Oye, Damián, ya no quiero peleas entre tu hermano y tú —le dice ella.
Entramos a una tienda y él busca dos trajes. Los lleva a la caja para pagarlos. Salimos y—
—¿Quieres comprar algo en especial? —me dice mi suegra.
—No, ya tengo suficiente ropa —le digo, sonriéndole.
—Hay que regresar —nos dice—. Damián, tu padre te quiere en la oficina.
—No puedo, voy a la uni —le dice él.
—Primero vas donde tu padre, y luego haces lo que quieras.
Regresamos al carro y pasamos a la empresa donde está Fabián.
—¿No quieres pasar a ver a mi hijo? —pregunta mi suegra, y niego.
—Estoy cansada, quiero ir a descansar.
El carro arranca y me dejan en el departamento, después de dejar a Damián en la empresa. Mi suegra se va a su casa.
—Señora, sus maletas están en su habitación —me dice una muchacha de limpieza.
—Gracias —le digo.
Subo a la habitación y encuentro mis cosas. Empiezo a sacarlas, acomodando todo. Me meto a bañar, poniéndome unos shorts cortos y una blusa ancha. Me acuesto en la cama viendo el celular. Tengo que hacer un examen en la universidad y recuerdo que Damián comentó algo así... Quizás él pueda ayudarme, pienso. Con esa idea, ni cuenta me doy cuando me quedo dormida… hasta que tocan la puerta.
—Señora —me dicen—, baje a cenar.
—No tengo hambre, gracias —respondo, y vuelvo a cerrar los ojos abrazando el peluche que me regaló Damián… cuando escucho cómo la puerta se abre de golpe.
—Si digo que bajes, ¡bajas! —me grita Fabián. Mira el peluche que tengo entre los brazos.
Camina hacia mí, tomándome del brazo, y me saca de la habitación. Los empleados me ven, y más vergüenza no puedo sentir. Me sienta en el comedor.
—Sirve —le dice a la cocinera.
La cocinera me sirve la comida y él empieza a comer. Me ve cómo estoy vestida y saca de su cartera una tarjeta, dejándola en la mesa.
—Esa tarjeta es tuya, para que compres ropa. Mi esposa no debe andar así, y mucho menos como estabas en la plaza hoy.
—Tengo dinero —le digo sin tomar la tarjeta.
Mira a un hombre que está parado en la puerta y le hace una seña con la cabeza.
—Retírense todos —dice ese hombre.
Los de la limpieza y la cocinera salen, seguido de él, dejándome sola con Fabián.
—Te quiero lejos de mi hermano —dice.
—No puedes decidir con quién hablo y con quién no —le digo.
—Pero con mi hermano no. Y ya lo dije. Lo de la plaza lo dejaré pasar esta vez. Y tienes prohibido aceptar cosas de otros hombres.
Me señala las escaleras.
—Vete a tu habitación —me ordena.
No lo pienso dos veces y subo rápido. Cuando entro, veo mi celular en la cama con un mensaje.
—Hola, cuñada. Conseguí tu número —me dice Damián por mensaje—. ¿Por qué no vienes a cenar?
—Damián, ¿a qué universidad vas? —le pregunto, y él me responde dónde estudia.
—Quiero entrar. ¿Podrías ayudarme?
—Claro. Mañana voy y paso por ti —me dice.
—Sí, me avisas. ¿Me puedes esperar afuera?
—No me digas que mi hermano también te prohibió que hablemos —me dice.
—¿Puedes esperarme afuera? —le escribo, y él responde con un “Ok”.
Me duermo y, a la mañana siguiente, escucho que tocan la puerta.
—Señora, la busca el señor Damián —me dicen. Me levanto rápido. Tengo llamadas perdidas. Debo salir antes de que Fabián se dé cuenta.
—¡Ya bajo! —les digo—. ¡Que me espere afuera, por favor! —grito.
Me meto al baño, me cambio con un pantalón y una blusa de tirantes. Me pongo las botas y bajo con mi mochila.
—Damián, vamos —le digo, cuando noto que está en el comedor.
Salimos juntos. Al llegar a la universidad, él me indica todo. Solo entrego mis papeles y pago con el dinero que tenía ahorrado. Todo queda listo.
—Gracias —le digo, abrazándolo.
—De nada —me dice, sonriéndome.
—Me tengo que ir —dice.
Me muestra la pantalla de su celular: es una llamada de su padre. Nos subimos al carro y, al llegar a la empresa, el chófer se baja para abrir la puerta.
—Los esperan a los dos —me dice. Y veo a Damián que me hace señas de que no sabe qué pasa.
Subimos al elevador y Damián me dice:
—No sé qué está pasando, te lo juro.
Llegamos y sigo a Damián, que ya sabe a dónde ir.
—Los están esperando —nos dice la secretaria.
Nos abren las puertas. Están sentados Fabián y su padre.
—Mi esposa y mi hermano —dice Fabián—. Creí que había dejado claro ayer, pero veo que no entendiste.
Veo que no me habla a mí, sino a Damián.
—¿Qué te puedo decir? Es lo bueno de ser joven y no amargado —le responde Damián—. Debiste buscarte una mujer vieja que te obedeciera, como Susana, tu asistente.
—La diferencia entre tú y yo es que yo gano mi propio dinero y no soy un parásito que necesita del dinero de sus padres. A tu edad, ya tenía una empresa. Y mi vida personal no te incumbe.
—Sí, ya sé. A mi edad ya hasta volabas —le dice Damián, bostezando.
—¡Ya basta, Damián! —le dice su padre—. Respeta a tu hermano y a su esposa.
—Me voy. Ya que siempre estás del lado de Fabián —dice Damián, y se da la vuelta. Yo lo sigo.
—Tú te quedas —dice Fabián.
—Yo me voy —dice su padre, levantándose. Sale de la oficina.
—Veo que te gusta llevarme la contraria, ¿verdad?
Marca en el teléfono y se sienta.
—Pasen las cosas de la señora a mi habitación —dice, colgando.
—¡No! —le digo—. ¿Pero qué haces?
—Tenemos que acostumbrarnos a vivir como una pareja ante la sociedad.
—¡No! Mis padres dijeron que un año, y luego cada quien seguiría con su vida.
—Eso era con tu hermana, pero lo tuyo es diferente. Quiero que vayas al departamento y supervises la comida.
Veo cómo regresa a su escritorio.
—Eres un imbécil —le digo.
Se levanta molesto, llega a donde estoy, me pega a la pared y me aprieta la quijada.
—¿Qué te pasa, malnacido? —le grito.
—Tú te lo buscaste —me dice—. Dame un hijo y eres libre.
—¿Qué? —le digo, sin entender.
—Tu padre no leyó las letras pequeñas. Hasta que me des un hijo, eres libre de irte.
Sonríe, como si lo que está diciendo no fuera cierto. Vuelve a sujetarme de la quijada.
—Malnacido o no, tú sabrás si quieres que sea por nueve meses o para siempre. Ya puedes retirarte.
Salgo azotando la puerta. Me guían afuera y llego directo al departamento. Intento entrar a mi habitación, pero tiene llave.
—Lo siento, señora —me dice la de limpieza—. El señor ordenó mover sus cosas. Usted dormirá en la habitación del señor.
Me abren la puerta. La cama es enorme, como para diez personas. Dejo mi mochila en una mesa que hay en una esquina. Mi ropa ya está colgada en el clóset. Saco un vestido de tirantes y me voy al baño. Al entrar, me sorprendo porque adentro hay un jacuzzi. Me baño rápido, me visto dentro y bajo al comedor.
—Señora, baje a comer. El señor llamó, que no lo espere —me dicen.
—Gracias —respondo.
Termino de comer y subo a la habitación. Saco mi laptop para saber más sobre la universidad. Este tema debo hablarlo con mis padres. Iré a hablar sobre lo que me dijo Fabián. Sé que es mentira. Con esos pensamientos me quedo dormida.
A la mañana siguiente, me levanto al baño. No hay rastro de Fabián. Mejor para mí, pienso.
—¡Dianitaaaa! —escucho que me dicen. Es Damián—. ¿Lista para tu primer día?
—Sí —le digo.
—¿A dónde vas? —escucho que me dicen. Es Fabián, bajando las escaleras—. Y no le digas así —le dice a Damián—, es tu cuñada.
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Updated 112 Episodes
Comments
Angela Pech Valencia
Hermosa novela me gustaria k le pusiera fotos escritora por fabor
2025-02-16
21
Lucila Islas
jajajaja /Curse//Curse//Curse//Curse/hasta que no le de un hijo y Damián cómo hace enojar a Fabián igual me encanta /Grin//Grin//Grin/
2025-06-17
1
Erika Patricia Robles Colpa
no sé que es pero no veo ni chispas entre esos dos me siento confundida cuando van a empezar a sentir algo el uno por el otro
2025-06-20
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