Capitulo 3

Sofia

Conforme avanzábamos, la tensión entre nosotros parecía ir en aumento. Podía sentir su mirada clavada en mí, observando cada uno de mis movimientos con una mezcla de fascinación y delicadeza. Por mi parte, intentaba mantener la compostura, pero era evidente que los nervios me traicionaban.

Finalmente, llegamos a nuestro destino: un pequeño café escondido entre los árboles, con una terraza que ofrecía una vista panorámica del parque. Alejandro me guió con caballerosidad hacia una de las mesas, retirando mi silla para que pudiera sentarme.

Una vez acomodados, un silencio incómodo se apoderó del ambiente. Ambos parecíamos estar buscando las palabras adecuadas para romper el hielo, pero la emoción del momento nos tenía ligeramente desconcertados.

Fue Alejandro quien finalmente se atrevió a hablar.

-Dime, Sofía, ¿vienes a menudo por aquí? -preguntó, con una sonrisa amable.

-La verdad es que no -respondí, sintiéndome más relajada al escuchar su voz-. Suelo pasear por el parque, pero este lugar es nuevo para mí.

-Ya veo -asintió él, mientras sus ojos recorrían mi rostro con deliberada lentitud-. Entonces me alegro de haber podido mostrártelo. Es un sitio realmente encantador, perfecto para disfrutar de un buen café y de una agradable compañía.

Sentí como si mi corazón fuera a salírseme del pecho en cualquier momento. ¿Acaso esa última frase había sido una indirecta? ¿Estaba insinuando que disfrutaba de mi compañía?

Antes de que pudiera responder, un mesero se acercó a tomar nuestra orden. Alejandro pidió un café con leche y yo opté por un té de hierbas, a pesar de que en realidad me moría por un chocolate caliente.

Una vez que el mesero se retiró, volvimos a quedarnos en silencio, mirándonos de reojo y sin saber muy bien qué decir. Finalmente, fue él quien rompió el hielo.

-Dime, Sofía, ¿a qué te dedicas?

-Bueno, yo... soy contadora -respondí, sintiendo un leve rubor en mis mejillas-. Nada demasiado emocionante, pero es un trabajo estable y que me gusta.

-¿Contadora, eh? -repitió él, con una sonrisa-. Eso es impresionante. Siempre me ha parecido un trabajo muy exigente y, a la vez, fascinante.

-¿En serio? -pregunté, sorprendida-. La mayoría de la gente suele pensar que es aburrido.

-Pues yo no lo creo -aseguró Alejandro, con un brillo de sinceridad en sus ojos-. Me parece una profesión que requiere de mucha habilidad y disciplina. Y me imagino que debe ser muy gratificante poder ayudar a las empresas a mantener sus finanzas en orden.

Sus palabras me tomaron por sorpresa. No estaba acostumbrada a que alguien se interesara de esa manera por lo que hacía. Normalmente, la gente solía cambiar rápidamente de tema cuando sacaba a relucir mi profesión.

-Bueno, sí, supongo que tiene sus momentos -admití, sintiéndome cada vez más cómoda en su presencia-. Pero me gusta poder utilizar mis habilidades para ayudar a otros.

-Eso es admirable -asintió él, con una expresión sincera-. Me alegra saber que te apasiona tu trabajo.

En ese momento, el mesero regresó con nuestros pedidos, interrumpiendo momentáneamente nuestra conversación. Aprovechamos para dar un sorbo a nuestras bebidas, disfrutando del aroma y la suavidad de cada trago.

Cuando volví a levantar la mirada, me encontré con los ojos de Alejandro clavados en mí. Había una intensidad en su mirada que me quitaba el aliento, como si quisiera transmitirme un mensaje sin necesidad de palabras.

-Sofía -dijo, en voz baja-. Me alegro mucho de haberte encontrado de nuevo.

Su sinceridad me conmovió profundamente. Sabía que debía mantener la guardia alta, que no podía dejarme llevar por ilusiones que podrían terminar en decepción. Pero algo en la forma en que me miraba y en la calidez de su voz, me hizo creer que tal vez, sólo tal vez, esta vez podría ser diferente.

-Yo también me alegro -respondí, con una sonrisa tímida-. Y espero que... -me detuve, dudando por un momento- que podamos volver a vernos.

La expresión de Alejandro se iluminó como si le hubieran regalado el mejor de los días. Su sonrisa era tan amplia y sincera que me hizo sentir como si, por una vez, alguien en este mundo me viera tal y como soy.

-Me encantaría -aseguró él, con una mirada llena de promesas-. Espero que este sea el comienzo de una maravillosa amistad.

Asentí en silencio, sintiendo como si una mariposa hubiera comenzado a aletear dentro de mi pecho. Tal vez, sólo tal vez, este encuentro inesperado podría transformarse en algo mucho más especial de lo que jamás hubiera imaginado.

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