En la memoria del otro...

Luego de que cada uno tomó su camino, Marco iba conduciendo su coche por las calles, con la mirada perdida y una sonrisa tonta en el rostro. Había conocido a Samanta en la heladería y, aunque solo habían intercambiado unas pocas palabras, ella había dejado una huella imborrable en su mente. El encuentro había sido breve, pero suficiente para hacerle olvidar por un momento sus responsabilidades como periodista en el centro de noticias de su padre.

Al entrar a la oficina, su mejor amigo, Damián, lo recibió con una mirada curiosa. Notó la expresión distraída de Marco y no pudo evitar preguntarle qué le sucedía.

-¿Qué te pasa, Marco? Te veo raro- preguntó Damián, arqueando una ceja.

-Nada- respondió con seguridad Marco- ¿por qué?

-¡Ay! A mi no me engañas, amigo mio- dijo con un suspiro de cansancio Damián- Nos conocemos, ¿hace cuánto?

¿Diez años?

-Doce- respondió Marco, negando con su cabeza, pues era cierto lo que su amigo decía, por alguna extraña razón él nunca había podido ocultarle nada o engañarlo- Es una chica... Conocí a una chica en la heladería y no puedo dejar de pensar en ella.

Damián se sorprendió ante la confesión de su amigo. A lo largo de los años, Marco nunca mostró un interés exagerado ni visible en las chicas, por lo que su repentino accionar lo dejó incrédulo.

-No puedo creer lo que estoy escuchando- dijo Damián, sacudiendo la cabeza. -¿Desde cuándo te interesas tanto por las chicas, Marco? Nunca lo habías demostrado de manera tan evidente.

Marco suspiró, sintiéndose un poco incómodo.

-Tienes razón, Damián. Nunca me había pasado algo así, pero hay algo en esa muchacha de ojos claros, que me atrapó. Su sonrisa, su forma de hablar... simplemente me encantó.

Damián cruzó los brazos sobre el pecho, observando a su amigo con escepticismo.

-Pero, Marco, estás a punto de comprometerte con Rocio ¿Qué pasará con eso?.

Marco bajó la mirada, sintiendo el peso de las circunstancias sobre sus hombros.

-Lo sé, amigo. Es un lío complicado. Pero no es que me haya enamorado de Sam- respondió él refiriéndose a la muchacha con mucha familiaridad, cosa que a su amigo no le pasó desapercibida.

-Ok, ok. Puede ser que no estés enamorado...no aún- replicó Damián con diversión- pero si la frecuentas puede pasar.

-¿¡Ves, por qué te digo que nada va a pasar!?- replicó Marco- Ni siquiera sé si vuelva a verla alguna vez.

-A ver, cuéntame- le pidió Damián, tomando asiento en una de las tantas sillas de la sala de juntas.

-Bueno, su nombre es Samanta, o Sam, es- Marco suspiró, Damián hizo una mueca de descontento- había ido a la heladería, cuando entré la ví y me acerqué, ella estaba intentando elegir un sabor para su helado- continuó relatando, mientras su amigo asentía con la cabeza- le sugerí...

-Cookies and cream- dijo Damián interrumpiendolo y Marco sonrió.

- Ella lo pidió y luego se sentó en una mesa alejada. Yo hice mi pedido y busqué lugar donde pudiera observarla.

-¿La estuviste acosando?- indagó sorprendido el muchacho.

-¡Nooo! ¿Cómo se te ocurre que haría algo así?- indicó ofendido el morocho- yo solamente admiraba su belleza.

-La estuviste acosando- afirmó Damián, negando con su cabeza.

-¡Qué no!- espetó Marco- es solo que ella es muy bella- agregó, como si eso fuera una excusa.

-¿A ver cuéntame que tan bonita es?- dijo Damián.

-Samanta es.... Tiene ojos claros, aunque no estuve tan cerca de ella como para distinguir exactamente su color, cabello castaño, curvas... muchas curvas.- dijo y luego hizo silencio.

-¡Cuidado, amigo!- le gritó Damián sobresaltándolo- te puedes estrellar- bromeó- Cómo sea, a mi parecer esa muchacha te pegó duro...

-Imposible...Además no creo que vuelva a cruzarme con ella nuevamente- medio se lamentó Marco.

- No lo sé- replicó su amigo con condescendencia- Solo recuerda que las decisiones que tomes afectarán a muchas personas. No es algo que debas tomar a la ligera.

Marco asintió, agradecido por la comprensión de su amigo.

Los dos amigos se dirigieron hacia sus escritorios, listos para enfrentar una jornada laboral llena de incertidumbre. Mientras tanto, en lo más profundo del corazón de Marco, había un torbellino de emociones y pensamientos, mientras luchaba por encontrar el equilibrio entre todas esas emociones y sensaciones que aquella muchacha había despertado en él.

El día pasó lento pero ajetreado, cuando ya era hora de regresar a sus casas, Marco sintió deseo de tomar el camino hacia la heladería, para tratar de verla nuevamente. Pero desistió de su tonta idea, por qué ¿no era posible que la volviera a encontrar...?Además Damián iba con el en su coche y no quería tener que escucharlo decir que él tenía razón cuando le dijo que aquella muchacha le había golpeado duro.

Durante el camino, los jóvenes se distrajeron charlando del trabajo y de sus planes para el fin de semana, poniéndose de acuerdo en que el sábado irían a bailar y beber unos tragos.

Cuando descendió del coche, Damián le dio una palmada en el hombro, a su amigo brindándole su apoyo.

- Estoy aquí para lo que necesites, amigo. Si necesitas hablar o simplemente distraerte un rato, cuenta conmigo.

Marco esbozó una sonrisa agradecida. -Gracias, Damián. Significa mucho para mí saber que puedo contar contigo en momentos como estos.

Luego se metió en su departamento y Marco condujo hasta la casa donde vivía.

Luego del helado, Samanta se dirigió al bar, y comenzó a realizar sus tareas de la noche, se encontraba detrás de la barra, sirviendo bebidas y atendiendo a los clientes del bar de su hermano. Pero aunque intentaba concentrarse en su trabajo, no podía evitar sentirse distraída por los recuerdos del chico de ojos oscuros que había conocido en la heladería.

Una de sus compañeras de trabajo, Laura, se acercó a ella y notó su aire pensativo.

-Hey, Sam, ¿qué te ocurre? Pareces alejada hoy- le preguntó con curiosidad.

Samanta suspiró y decidió que podría desahogarse con su amiga.

-Bueno, conocí a un chico en la heladería y no puedo dejar de pensar en él. Tiene unos ojos oscuros que me hipnotizaron- respondió con una sonrisa tímida.

Laura solto una risa pícara.

-Ah, así que te ha echado el ojo un chico guapo, ¿eh? No puedo decir que me sorprenda. Tienes un encanto innegable, Sam. ¿Y qué hay de atracción mutua?

Samanta negó con la cabeza, un poco avergonzada.

-No. Solo nos hemos visto una vez. Además, luego de Darío, he decidido no volver a confiarme.

Los demás compañeros de trabajo se acercaron y se unieron a la conversación.

-Oh, venga Sam, no puedes rendirte tan fácilmente...- intervino Franco, uno de los barman, haciendo alusión a lo que acababa de escuchar- No cierres las puertas por completo, siempre hay una esperanza.

Justo en ese momento, Jonás, el hermano de Samanta y dueño del bar, se acercó a ellos con una sonrisa juguetona en su rostro.

-¿Qué están tramando ustedes aquí en lugar de trabajar?-, preguntó en tono divertido.

Todos rieron y se dispersaron para volver a sus tareas. Jonás notó que su hermana estaba actuando de manera extraña, pero decidió no preguntarle hasta encontrar el momento adecuado.

Samanta siguió trabajando, pero su mente no podía evitar divagar hacia Marco, el chico de la heladería.

Aquella noche, mientras cerraban el bar, sus compañeros de trabajo propusieron salir todos juntos durante el fin de semana a una exclusiva disco de la ciudad.

-¡Será una noche inolvidable!- exclamó Linda emocionada.

-Y quién sabe, quizás encuentres a tu príncipe azul en medio de la pista de baile- agregó Moira con una sonrisa.

Samanta rió y aceptó la propuesta. Aunque seguía con ciertos miedos amorosos, sabía que no podía dejar pasar la oportunidad de pasar un buen momento junto a sus amigos. Además, una noche de distracciones podría ser justo lo que necesitaba para despejar su mente y dejar de pensar tanto en aquel chico especial.

Con ilusión y entusiasmo, Samanta se despidió de sus compañeros de trabajo y tras esperar a su hermano, juntos se dispusieron a ir a casa. Aunque la incertidumbre del futuro amoroso seguía presente, sabía que vivir el presente era lo más importante en ese momento.

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