Capitulo 2: La vida es un trueque

Carraspeó el abuelo, haciendo un esfuerzo por no levantar la voz. Gritar no era lo más apropiado, y además… le aterraba la idea de que su esposa se enterara. Enfadarse no era su fuerte, pero provocar la ira de la mujer que dormía a su lado era jugar con fuego. Así era mi abuelo: un ser temido por reyes y bestias, que sin embargo palidecía ante su esposa.

—¿No creéis que sería más sensato llevar esta encantadora sinfonía de gritos innecesarios a un lugar más apartado? Lejos de los oídos chismosos de los sirvientes —dijo con un tono irónico, mientras su rostro se tornaba severo, lanzando una mirada que helaba la sangre a los criados curiosos.

Los sirvientes huyeron como sombras al viento, sabiendo que habían cruzado un límite invisible. Entonces, el abuelo se acercó lentamente a los dos que discutían. Ellos callaron al instante al reconocer su presencia. Con respeto casi reverencial, hicieron una profunda reverencia. No era para menos: estaban ante Ezarel Von Hon, el antiguo Rey de los Demonios, conocido como el Demonio Supremo.

A pesar de su edad, su apariencia era la misma que siglos atrás. Ni una arruga. Su longevidad y juventud eterna eran parte de su naturaleza única. Ezarel no era como nosotros; él no era un zorro, ni siquiera un demonio ordinario. Era un dragón. El último de su especie. Su sola presencia imponía respeto. Vestía siempre de negro, con detalles dorados que acentuaban su autoridad. Sus dedos, adornados por anillos antiguos, hablaban de conquistas y pactos olvidados. Su cabello era oscuro como una noche sin luna, y sus ojos, rojos como rubíes recién tallados. Recuerdo haber dicho algo parecido sobre alguien más… pero nadie iguala a Ezarel.

A lo lejos, dos figuras femeninas se acercaban rápidamente: Roxana y su abuela. A medida que avanzaban, sus rostros iban cambiando al comprender la tensión en el aire. Entonces, el primer príncipe heredero abrazó con fuerza a Roxana, dejando ver su preocupación. Ella, aún petrificada, esbozó una leve sonrisa. Una risa suave la acompañó, como queriendo tranquilizarlo: estaba bien.

Un rato más tarde, vi a mi padre llevarse a su esposa a una habitación apartada. No pasó mucho hasta que los gritos de la mujer comenzaron a escucharse. Roxana entendía su furia. Su madre le había arrebatado el corazón de Allendis, y de esa traición había nacido una hija. El corazón de Roxana se encogía, y una ola de tristeza parecía cubrir su cuerpo y alma como un velo gris.

El resto del día transcurrió entre tazas de té, juegos y charlas en compañía de mis abuelos, mi hermano, Taisho e Izayoe. Solo faltaba alguien… su padre. La persona que más amaba, su ejemplo a seguir.

Un sirviente entró e informó que la cena estaba lista. Todos nos dirigimos al gran salón, donde una mesa larguísima, adornada con candelabros y exquisitos platos, nos esperaba. Cada asiento estaba perfectamente asignado.

Los hijos se sentaban por orden de edad. El mayor a la derecha del padre, seguido por los demás. En la izquierda, la primera hija cerca del padre, y luego Roxana, la menor. Frente a ellos, se sentaban el general Taisho, su esposa y sus dos hijos. Al otro lado, el médico Keig y su hijo, futuro médico del castillo. Y presidiendo la mesa: mis abuelos.

Nunca entendí por qué los demonios organizaban las comidas como si fueran ceremonias diplomáticas. ¿No sería mejor sentarse junto a quienes realmente quieres, compartir, reír? El ambiente era denso, silencioso… casi lúgubre.

La cena transcurrió en absoluto silencio. Solo el suave tintinear de los cubiertos rompía la quietud. Ya en el postre, frutas exóticas que ayudaban a la digestión, el silencio se hizo añicos.

—¿Se puede saber qué hace esta aquí? ¡Has perdido el derecho a cenar con nosotros, mestiza pulgosa! —gritó Valkyro, mi tercer hermano, con rabia mientras clavaba el tenedor en la mesa con furia.

Así era Valkyro —o "Valky", como algunos lo llamaban—. El típico musculoso arrogante que cree que todo se resuelve entrenando o ligando con cuanta mujer le cruce. Pelo negro, ojos oscuros, siempre buscando un blanco débil a quien molestar.

—¿Debía pedir permiso para cenar? ¡Muchas gracias, hermanito! Lo tendré en cuenta para la próxima —respondió Roxana con fingida inocencia, juntando las manos como si agradeciera de corazón.

Valky se levantó de golpe y golpeó la mesa con fuerza. El sonido retumbó. Mi padre soltó un leve chirrido, su rostro desencajado. Un silencio tenso lo envolvió todo.

—¿Quién te crees que eres para golpear la mesa así? —dijo mi padre, con voz amenazante y mirada afilada. Era una advertencia. Habría consecuencias.

Valky salió entre gruñidos, cerrando la puerta con un portazo apenas contenido. No quería provocar más la ira de su padre. Roxana, en lugar de sentirse afectada, continuó comiendo su postre, tranquila. Sus hermanos la miraban, incrédulos.

—¿Tengo algo en la cara? —preguntó con timidez, soltando una risa nerviosa. La pregunta fue interrumpida por el segundo hijo del general Taisho.

—¿Cuánto apostáis a que ni se enteró de lo que pasó y respondió por instinto? —comentó, divertido, mientras acababa su postre.

Roxana dejó el tenedor y lo miró inocente.

—Escuché algo de fondo… y que mi hermano quería coger el tenedor. ¿Quería mi parte del postre? —dijo con duda, como si realmente creyera eso.

Tai, su mejor amigo, se llevó una mano a la cabeza.

—¡Ay, niña, quita!, ¡No me toques ahí!, ¡Idiota! —gritaba medio en broma mientras intentaba zafarse. Roxana, como siempre, había empezado a acariciarle las orejas.

Así es Tai: mitad perro, más animal que humano a veces. Tiene orejas suaves, adorables, que me encantan. Aunque él lo odie, no puedo evitar tocarlas. Su cabello plateado cae como seda, sus ojos amarillos brillan como el sol, y aunque su cuerpo es fuerte, no llega a ser musculoso.

Roxana soltó una carcajada y dejó de acariciarlo. Luego formó un corazón con los dedos, se acercó a su padre y lo abrazó con fuerza.

—Papi, no seas tan duro con mi hermano. Es normal que esté enfadado. Tu hija es muy fuerte. Yo me voy a dormir, el sueño me está matando —dijo entre bostezos.

Se despidió con la mano. No le gustaban las reverencias. "Son muy formales para los amigos", decía. Justo al salir, notó a una sirvienta hermosa entrando a la habitación de Valky. Una sonrisa pícara cruzó su rostro.

Los días pasaron sin sobresaltos, hasta que, en una noche lluviosa, los gritos desgarradores rompieron la calma. Provenían de la habitación del tercer hermano.

La escena era aterradora. Sangre por doquier. Una mujer semidesnuda, cubierta de rojo, sostenía una daga en una mano… y los testículos de Valkyro en la otra.

—Ahora sí, seré la única. Para siempre —dijo con una sonrisa perturbadora, arrojando los testículos a la cara de Valkyro.

—¡¿Qué mierda dices, maldita perra?! —gritó él, retorciéndose de dolor.

—Vas a casarte conmigo. Y por si tus pocas neuronas no lo entienden: estoy embarazada. De dos meses, tonto —dijo mientras se vestía, sin inmutarse.

Un día antes, esa misma doncella había estado frente a una figura desconocida. Nerviosa, temblando, confesó:

—Estoy embarazada del tercer hijo de mi señor. Si mis padres lo descubren… no tengo a dónde ir.

La figura misteriosa le entregó una nota y una daga:

“Antes de que el sol amanezca, deberás cortar sus testículos. Así tu hijo será el único heredero de su línea.”

La joven no dudó más.

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Comments

Antonio Salmeron Fernandez

Antonio Salmeron Fernandez

cada vez más interesante y con más acción

2024-07-23

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