Soltó un suspiro mientras sentía llegar el alivio.
―Lo hay―aseguró la doncella―. Ya hemos estado hablando de esa
cuestión y creo que la oportunidad ha llegado.
― ¿Cuestión?—la voz le murió.
―El matrimonio, cariño.
Sí, ellas habían estado hablando durante noches sobre la posibilidad de que
se casara al iniciar la temporada. Tacharon como primordial sacar a Lady
Violetta de aquel infierno, y ella, había jurado llevarse a Eva consigo.
Apostaba a que el esposo que tendría no se opondría a ello.
―El barón mencionó que el principal punto en su mira de caza es el Conde
de Montesquieu, y después de lo que me enteré, ya entendí por qué anoche
tenías tanta curiosidad sobre las tierras vecinas.
Violetta comenzó a sentir vergüenza. Los regaños de Eva le dolían más que
los golpes que su padre le proporcionaba. Ella era lo más importante que
tenía.
―Sé que hice mal. No tiene que regañarme por lo que...
―No lo hago―la cortó―. De hecho, creo que ha sido un buen inicio.
Aquello la desconcertó.
―¿Inicio?―preguntó sintiendo como la mujer vendaba su espalda para que
las hierbas no se salieran de su lugar.
―Sí, inicio, porque vamos a lograr que se vuelva loco por ti, y nos saque de
este infierno.
¿Lograr que se case con él? Pero si ni siquiera lo conocía, aunque quizás,
esa fuera la única alternativa para salir de allí. Ya no soportaba más golpes,
ya no podría con más injusticias. Era mejor ponerse en manos de un marido,
que en las de su padre. Además, el barón tenía algo de razón: si milord ya la
había visto desnuda, el proceso para ganárselo sería más fácil.
Tragó grueso cuando el vendaje comenzó a hacer presión en su espalda.―Piénselo, mi niña. El hombre, según lo cuenta mi sobrina, es muy
educado y no hace menos al servicio. Quizás, con el tiempo, pueda llegar a
ganarse su cariño. Es lo mejor que conseguirá.
No necesitó pensar nada.
Tras saborear la idea, se imaginó corriendo fuera de ahí, totalmente segura y
libre. Las esperanzas que yacían en su cuerpo se elevaron como mariposas
en el viento de primavera, y supo que haría cualquier cosa con tal de volver
realidad esa fantasía.
― ¿Y qué haré para que el conde se fije en mí?
Eva sonrió mientras terminaba de hacer el trabajo en su espalda.
―Seducirlo.Después de que la euforia del momento pasó, a Violetta le entró un miedo
agudo que la hacía temblar de solo pensar en el plan que había elaborado
junto a su doncella. Aunque claro, el sentimiento también se debía a las mil
heridas que había en su espalda, esas que la hacían sentir un dolor
descomunal cada que daba un paso.
Desde muy temprano emprendió camino fuera de esa casa, se colocó ella
sola un vestido liviano que no lastimaba su espalda e intentó ponerse el
corsé de forma floja. Salió por su ventana, bajando por una enredadera que
cubría la pared, y anduvo hasta que la vio pequeña en el horizonte.
A lady Violetta siempre le había gustado pasar las vacaciones en la
propiedad que su familia tenía en el campo, la hacía sentir libre, y claro, era
todo un alivio no tener que lucir esos grandes vestidos que le dolían justo en
los lugares donde tenía hematomas.
Caminó hasta que llegó a aquel jardín que había descubierto cuando era una
niña y huía de su padre.
Encontraba revitalizante acostarse en el césped y sentir el olor de las flores
en su nariz. Así quería sentirse toda la vida. Deseaba con todas sus ganas
que un día ya no tuviese la necesidad de esconderse para ser feliz.
Vamos a lograr que se vuelva loco por ti y nos saque de este infierno
Escuchó las palabras de Eva en su cabeza, danzando de forma tentadora,
seduciendo sus ganas de huir.
Quizás no fuera tan mala idea, a fin de cuentas ella planeaba aceptar la
primera propuesta de matrimonio que se le pusiera en puerta, pero sabía que todo iba muy deprisa, que era una decisión apresurada, una de esas que
calan los huesos cada que ronda por la mente de forma tentadora.
Si era sincera consigo misma, ni siquiera había logrado dormir pensando en
la idea de ser una condesa.
El hombre era atractivo. Tenía un cabello cenizo profundo que peinaba a la
perfección, y era poseedor de unos ojos tan verdes, que si los veías con
detenimiento, notabas las chispas que los bañaban. Había admirado con
detenimiento sus hombros anchos, los brazos fuertes y aquellas manos que,
por alguna razón, se le hicieron atractivas.
Milord tenía el tipo de presencia que impone y lleva fuerza. Él era la clase
de hombre al que se le concede todo respeto de solo verle entrar al salón. Y
eso también le gustaba, porque Violetta necesitaba a un marido que pudiera
mantenerla a salvo bajo su ala.
Piénselo, mi niña. El hombre, según lo cuenta mi sobrina, es muy educado
y no hace menos al servicio. Quizás, con el tiempo, pueda llegar a ganarse
su cariño. Es lo mejor que conseguirá
―Todo por salir de ahí―susurró respirando para absorber el olor de las
flores.
Quizá no fuera tan malo.
Quizá, si lograba llegar a él, pudiera hacer algo para llamar su atención y
que la considerara una buena mujer para ser su esposa.
En pocas semanas sería su presentación en sociedad y estaba desesperada
por encontrar marido; desesperada por huir.
A lo lejos, entre la hiedra y sus pensamientos, logró escuchar el sonido que
hacían los caballos al correr. Resonaban en la tierra, como si hicieran eco
dentro de ella.
La joven se levantó rápidamente, temiendo que su padre la hubiera
encontrado en ese lugar perdido.
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