Cap 5

Soltó un suspiro mientras sentía llegar el alivio.

―Lo hay―aseguró la doncella―. Ya hemos estado hablando de esa

cuestión y creo que la oportunidad ha llegado.

― ¿Cuestión?—la voz le murió.

―El matrimonio, cariño. 

Sí, ellas habían estado hablando durante noches sobre la posibilidad de que

se casara al iniciar la temporada. Tacharon como primordial sacar a Lady

Violetta de aquel infierno, y ella, había jurado llevarse a Eva consigo.

Apostaba a que el esposo que tendría no se opondría a ello.

―El barón mencionó que el principal punto en su mira de caza es el Conde

de Montesquieu, y después de lo que me enteré, ya entendí por qué anoche

tenías tanta curiosidad sobre las tierras vecinas.

Violetta comenzó a sentir vergüenza. Los regaños de Eva le dolían más que

los golpes que su padre le proporcionaba. Ella era lo más importante que

tenía.

―Sé que hice mal. No tiene que regañarme por lo que...

―No lo hago―la cortó―. De hecho, creo que ha sido un buen inicio.

Aquello la desconcertó.

―¿Inicio?―preguntó sintiendo como la mujer vendaba su espalda para que

las hierbas no se salieran de su lugar.

―Sí, inicio, porque vamos a lograr que se vuelva loco por ti, y nos saque de

este infierno.

¿Lograr que se case con él? Pero si ni siquiera lo conocía, aunque quizás,

esa fuera la única alternativa para salir de allí. Ya no soportaba más golpes,

ya no podría con más injusticias. Era mejor ponerse en manos de un marido,

que en las de su padre. Además, el barón tenía algo de razón: si milord ya la

había visto desnuda, el proceso para ganárselo sería más fácil.

Tragó grueso cuando el vendaje comenzó a hacer presión en su espalda.―Piénselo, mi niña. El hombre, según lo cuenta mi sobrina, es muy

educado y no hace menos al servicio. Quizás, con el tiempo, pueda llegar a

ganarse su cariño. Es lo mejor que conseguirá.

No necesitó pensar nada.

Tras saborear la idea, se imaginó corriendo fuera de ahí, totalmente segura y

libre. Las esperanzas que yacían en su cuerpo se elevaron como mariposas

en el viento de primavera, y supo que haría cualquier cosa con tal de volver

realidad esa fantasía.

― ¿Y qué haré para que el conde se fije en mí?

Eva sonrió mientras terminaba de hacer el trabajo en su espalda.

―Seducirlo.Después de que la euforia del momento pasó, a Violetta le entró un miedo

agudo que la hacía temblar de solo pensar en el plan que había elaborado

junto a su doncella. Aunque claro, el sentimiento también se debía a las mil

heridas que había en su espalda, esas que la   hacían sentir un dolor

descomunal cada que daba un paso.

Desde muy temprano emprendió camino fuera de esa casa, se colocó ella

sola un vestido liviano que no lastimaba su espalda e intentó ponerse el

corsé de forma floja. Salió por su ventana, bajando por una enredadera que

cubría la pared, y anduvo hasta que la vio pequeña en el horizonte.

A lady Violetta siempre le había gustado pasar las vacaciones en la

propiedad que su familia tenía en el campo, la hacía sentir libre, y claro, era

todo un alivio no tener que lucir esos grandes vestidos que le dolían justo en

los lugares donde tenía hematomas.

Caminó hasta que llegó a aquel jardín que había descubierto cuando era una

niña y huía de su padre.

Encontraba revitalizante acostarse en el césped y sentir el olor de las flores

en su nariz. Así quería sentirse toda la vida. Deseaba con todas sus ganas

que un día ya no tuviese la necesidad de esconderse para ser feliz.

Vamos a lograr que se vuelva loco por ti y nos saque de este infierno

Escuchó las palabras de Eva en su cabeza, danzando de forma tentadora,

seduciendo sus ganas de huir.

Quizás no fuera tan mala idea, a fin de cuentas ella planeaba aceptar la

primera propuesta de matrimonio que se le pusiera en puerta, pero sabía que todo iba muy deprisa, que era una decisión apresurada, una de esas que

calan los huesos cada que ronda por la mente de forma tentadora.

Si era sincera consigo misma, ni siquiera había logrado dormir pensando en

la idea de ser una condesa.

El hombre era atractivo. Tenía un cabello cenizo profundo que peinaba a la

perfección, y era poseedor de unos ojos tan verdes, que si los veías con

detenimiento, notabas las chispas que los bañaban. Había admirado con

detenimiento sus hombros anchos, los brazos fuertes y aquellas manos que,

por alguna razón, se le hicieron atractivas.

Milord tenía el tipo de presencia que impone y lleva fuerza. Él era la clase

de hombre al que se le concede todo respeto de solo verle entrar al salón. Y

eso también le gustaba, porque Violetta necesitaba a un marido que pudiera

mantenerla a salvo bajo su ala.  

Piénselo, mi niña. El hombre, según lo cuenta mi sobrina, es muy educado

y no hace menos al servicio. Quizás, con el tiempo, pueda llegar a ganarse

su cariño. Es lo mejor que conseguirá

―Todo por salir de ahí―susurró respirando para absorber el olor de las

flores.

Quizá no fuera tan malo.

Quizá, si lograba llegar a él, pudiera hacer algo para llamar su atención y

que la considerara una buena mujer para ser su esposa. 

En pocas semanas sería su presentación en sociedad y estaba desesperada

por encontrar marido; desesperada por huir.

A lo lejos, entre la hiedra y sus pensamientos, logró escuchar el sonido que

hacían los caballos al correr. Resonaban en la tierra, como si hicieran eco

dentro de ella.

La joven se levantó rápidamente, temiendo que su padre la hubiera

encontrado en ese lugar perdido.

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