Cap 2

En esos momentos pensó que se había librado de aquel hombre, pero la

pequeña dama, no sabía que la seducción del conde apenas había

 comenzado.―Te noto distraído, Matthew.

El conde alzó la vista de los papeles que tenía frente a él. Llevaba media

hora viéndolos, y si le preguntaban lo que contenían, probablemente ni

siquiera supiera de dónde los había sacado.

―Perdón, ¿decías algo?―le cuestionó a su amigo mientras se llevaba, con

frustración, la mano al puente de la nariz.

―En realidad, lo decía todo.

Bass Jenner, marqués de Bristol, lo veía con el ceño fruncido del otro lado

del escritorio. Su amistad con el conde había comenzado tan solo unos

cuantos meses atrás, cuando lograron hacerse socios en la industria textil. Y

lo cierto es que el conde y el marqués embonaron a la perfección: Ambos

eran buenos en las finanzas y veneraban el silencio como una virtud, pero

aquella tarde soleada, hablar se les había vuelto una necesidad, porque no

había otra cosa que les urgiese más que aliviar los negocios que se les iban a

pique.

―No sé en dónde traigo la cabeza.

Negó Benjamín mientras se levantaba del asiento y andaba hacía el lugar

donde guardaba el licor.

―¿Qué sucede?―preguntó su amigo, intentando ayudar al conde para

volver a aquel asunto que los estaba comiendo vivos.

Matthew se sirvió lentamente el whisky y después se lo bebió de un solo

trago saboreando el ardor que el alcohol le dejó en la garganta. Le palpitaba

La cabeza, le pesaban las piernas, y podía jurar que había pasado toda la noche mirando el techo después de volver a su habitación la madrugada

anterior.

―Sigo preocupado por las cuentas. Los números no dan y al paso que

vamos me temo que podríamos...

―Tener un ladrón en el negocio―terminó el marqués soltando un respiro

mientras se acomodaba en la silla.

―Exacto―corroboró.

―Yo también creo eso, pero, ¿qué haremos?―preguntó, encogiéndose de

hombros―. No podemos despedirlos a todos.

Benjamín lo miró mientras se volvía a servir más whisky.

―Claro que podemos, Bass.

―Dejaríamos a cientos de personas sin trabajo.

―Se lo merecen por morderles la mano a los que siempre les hemos dado

para comprar el pan.

El conde era despiadado. Su alma estaba congelada, y en lo único que

pensaba era en su propio bienestar.

La empresa textil se les estaba escurriendo de las manos por el dinero que

desaparecía inexplicablemente, y si tenía que dejar sin comer a todos para

volver a tomar las riendas, entonces que se murieran de hambre.

―Es una decisión muy apresurada.

El marqués, como todo el tiempo, defendiendo a los demás.

―Es la única solución.

Decretó Benjamín bebiéndose el segundo vaso de Whisky.

―Debe haber algo que no perjudique a tanta gente y nos deje los mismos

resultados que...

El marqués se vio interrumpido por unos golpes suaves del otro lado de la

puerta. Benjamín lo miró mientras negaba con la cabeza y respondía con

ese gesto al comentario que no había terminado de salirle por la boca.―Adelante.

El mayordomo abrió la puerta del despacho e hizo una reverencia ante los

dos nobles.

―Milord, el barón Belmont desea verlo.

Aquellas palabras llamaron inmediatamente la atención del conde.

De pronto, le llegaron de golpe todos los recuerdos de la noche anterior: la

piel brillante de la dama, la cabellera oscura pegándosele a los hombros

desnudos que fácilmente podría morder, y aquella forma grosera de

insultarlo...

«Violetta Whitman». Saboreó su nombre.

Definitivamente la joven necesitaba a alguien que le diera una lección para

tragarse sus comentarios groseros.

«Te duelen las verdades», le dijo una voz juguetona en su cabeza.

―Que pase al despacho―le ordenó al mayordomo.

―En seguida, milord.

El hombre se marchó y, a los segundos, el barón entró a la habitación con

una elegancia que no tenía comparación. Claramente, Benjamín era

muchísimo más alto que él, y mucho más atractivo también. Las facciones

regordetas de lord Belmont no le daban gracia, pero nadie podía negar que

era una persona de buena cuna y modales.

―Buenos día, señores.

―Buenos días, milord―Matthew respondió al saludo inclinando un poco la

cabeza―. Doy por hecho que ya conoce al marqués de Bristol.

El Barón asintió.

―En efecto. Buenos días, marqués.

Bass solo asintió mientras se llevaba la copa de vino a los labios. Era un

hombre de pocas palabras, y es que aun cuando su alma era caritativa, tenía

Escondido― ¿Y a qué se debe su visita?―preguntó Benjamín para disimular la

grosería de su amigo.

Lord Belmont volteó hacia él y se arregló el corbatín antes de hablar. El

conde no pudo evitar notar que tenía los mismos ojos que lady Violett.

―Verá, pronto mi esposa y yo volveremos a Londres para la presentación

de nuestra hija y creemos conveniente invitarlo a cenar después de nuestra

larga estadía como vecinos. Además, tengo un par de negocios que podrían

convencerle.

¿Cenar en su casa?

Las tierras de los dos hombres eran cercanas y tal situación los había

llevado a cerrar algunos tratos juntos, inclusive habían cenado un par de

veces en la propiedad del conde, pero esta vez, por Dios que la propuesta

del barón hizo que le temblaran las piernas a Matthew. Un nudo se instaló

en su estómago al pensar que, si tenía suerte, iba a poder volver a ver a la

joven dama, y es que en medio de sus preocupaciones financieras, no podía

sacar de su cabeza la forma que tuvo de ponerlo en su lugar:

«Es usted un cabrón».

Tenía garras. ¿Cómo se sentirían arañando la espalda?

―Con gusto aceptaré su invitación.

Y aquello complació de grata forma al Barón, quién tenía algunos planes

ocultos entre los bolsillos de la chaqueta. un carácter al que nadie tenía el antojo de admirar.

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Comments

Mara Gamez

Mara Gamez

cuantos años tienen los protagonistas

2024-06-08

0

Ana Yebra

Ana Yebra

ya lo veo ofreciendo a su hija, para poder tapar su ineptitud en los negocios

2024-03-29

0

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