Miradas casuales

...Mariana...

Estoy dando vueltas en mi habitación. Desde hoy tomaré las clases con el profesor Rafael. Desde que estuve en cama, no lo he visto. La fiebre me mantenía delirando y soñando cosas.

Me da vergüenza que haya expresado en voz alta lo que vivía en mis sueños.

Nani ha ayudado a arreglarme para el día. De ahora en adelante, mi rutina será:

6:00 am: levantarme.

En esa hora, me daré un baño. Nani me ayudará a colocarme el vestido y peinarme.

7:00 am: desayunaré con el profesor, que será el encargado de mostrarme modales en la mesa.

8:00 am: empezaré a tomar clases de lectura y escritura hasta las 11:00 am.

Descansaré media hora hasta el almuerzo.

De la 1:00 pm hasta las 3:00 pm, tomaré clases de baile.

De ahí hasta las 5:00 pm, clases de bordado con Nani.

Pasaré casi todo el día con Rafael. La cena es el único momento donde veré a mis padres.

Rafael vivirá en una pequeña cabaña de servicio que queda al frente, a unos 100 metros de mi habitación. Gracias al cielo, no lo dejan hospedar en mi casa. Me moriría de la vergüenza si tuviera que escuchar todas las noches los alaridos de placer que dan mis padres.

...Rafael...

Hoy hemos empezado las clases con el horario que me ha proporcionado el padre de Mariana. Es una dulce muchacha, muy tímida, amable, inteligente y aprende muy rápido. Se sonroja al mirarme. Empezamos a darnos miradas casuales. Tenemos que pasar casi todo el día juntos. La única que está siempre a su lado es su nana Rosalina, una mujer de piel canela, muy amable y discreta.

Así pasa un mes completo. Mariana ha aprendido mucho. No solo ya sabe leer y escribir, también me ha pedido que le enseñe matemáticas, pero no debo decirle a sus padres. Le he conseguido libros para que practique su lectura. Los hemos metido de contrabando en un pequeño sótano. Allí, Mariana se escapa por las noches a leer. Todas las mañanas, me cuenta todo lo que ha leído.

Me he enamorado de Mariana, pero temo confesarle mi amor. Soy un hombre de 24 años y ella apenas tiene 15. En esta época, no se ve mal que hombres mayores se casen con niñas, incluso menores que Mariana, pero yo tengo mis principios. En este tiempo lo único que importa es la posición social y el dinero que un hombre tenga. Esa es la única valía de una persona.

Los Cortés hemos sido personas de clase trabajadora. Gracias a mi padrino, el Dr. López, pude estudiar y tener una profesión. Todo el dinero que gane lo ahorraré para que en un futuro pueda ser alguien.

Hoy, Mariana se ha sentido indispuesta. La niñera me ha informado que ha vuelto a tener fiebre por las noches. Sus padres han salido de viaje y no volverán en una semana. Ayer, Mariana estuvo por los campos corriendo, tomó un baño en el río y seguramente se resfrió. Le damos un té de hierbas y la dejamos descansar todo el día. Me he pasado la tarde cuidándola. Le tocó la frente y nuevamente está entrando en calentura. Me toma de la mano y no me suelta.

-¡No te vayas, por favor! -¡Te necesito! -Mariana en un segundo está encima de mí. Es tan hermosa. Su cuerpo delgado y perfecto está contoneándose sobre mí. -¡¡Te amo!! -Me dice con lágrimas en sus ojos. -Quiero ser mujer, no me rechaces. -Su voz es baja y suplicante.

-Mariana, yo también te amo, pero eres una chiquilla.

Mariana se levanta enfadada. Se quita el camisón que tiene puesto, quedando totalmente desnuda.

-¡Mírame! No soy una chiquilla. En menos de un año me casarán, me entregarán a un hombre que aborrezco y me da asco. -¡Nunca podría ser su mujer!

Su cuerpo es perfecto. Su piel de porcelana se mira deliciosamente tentadora a la luz de las velas. Mis principios se han ido, mi raciocinio no funciona. Esta mujer es el infierno y me voy a quemar en él.

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