No soy un títere..

Desde que Enrique empezó a andar con Belén, no había tenido paz. Ella se la pasaba acosándolo y lo buscaba a todas horas. Enrique primero trataba de pasarle ciertas cosas, pero había llegado a un punto en que ya no la soportaba. Él trataba de llevar la fiesta en paz, pero Belén hacía que perdiera los estribos.

"Por favor, Belén, ¿por qué no tratas de entenderme? Yo no ando con nadie. Si acepté que saliéramos es porque tú insististe mucho, pero si sigues así, mejor terminamos", dijo Enrique.

"No, mi amor, perdóname. ¿Qué quieres que haga?", respondió Belén.

"Deja de seguirme, por favor", pidió Enrique.

"Está bien, pero no me dejes", suplicó Belén.

"Mira, Belén, no es que no te quiera, pero no quiero que estés atrás de mí todo el tiempo. Date y dame mi espacio. Quiero que la llevemos bien. ¿Qué dices?", propuso Enrique.

"Sí, tienes razón. Yo te amo", respondió Belén antes de darse un beso muy apasionado.

La relación iba bien, pero cuando ya llevaban un mes de relación, ella empezó a cambiar. Se hacía la difícil, hacía esperar mucho a Enrique y, cuando estaban en el trabajo, se hacía como que no lo veía y se iba sola. Ella quería que él le rogara, pero Enrique no era de ese tipo. Él solo la veía y no decía nada, pero esta situación ya le estaba cansando.

Varios días después, Belén invitó a Enrique a comer a su casa. "Ok, al rato nos vamos", dijo Enrique. Pero a Belén le gustaba jugar con Enrique, y en lugar de esperarlo a la salida, se fue con sus amigos sin importarle que Enrique estuviera esperándola afuera. Él la vio irse, pero no dijo nada. Ya estaba acostumbrado a esos desplantes por parte de su novia.

"Qué bárbara, amiga. Enrique te estaba esperando", comentó una amiga de Belén.

"No le va a pasar nada. Mañana voy a su casa", respondió Belén.

"Ay, amiga, primero andas detrás de él y luego lo tratas mal", dijo la amiga.

"No lo trato mal, pero él debe entender que no siempre voy a estar a su lado. Necesito mi espacio", justificó Belén.

Enrique no iba a caer en su juego. Dos días después, la buscó en su cubículo y le dijo: "Necesitamos hablar".

Por qué, ¿qué pasa? Belén se hizo la desentendida. Ven, vamos afuera. Enrique se la llevó de la mano hasta un cubículo vacío. No es mucho lo que te quiero decir. Belén, intuyendo lo que su novio le iba a decir, hábilmente le cambió el tema. Mi amor, ya viste que me compré zapatos nuevos. Te pido perdón por haberte dejado ayer, pero necesitaba ir por los zapatos, porque ya casi no habían. Y diciendo esto, se le colgó a su cuello y lo agarró a besos. Enrique la alejó muy suavemente. No importa lo que hagas, tú y yo terminamos. Belén se quedó asombrada, aunque intuía que algo así le diría, era más duro ver la realidad. Pero por qué, ¿no puedes dejarme? Yo te amo. Sí, tanto me amas que no te importa dejarme plantado para irte con tus amigos, sin importar lo que yo piense o sienta. Cuando quieres me ignoras, y me quieres manejar como si fuera un títere, pero conmigo no van esos juegos tan infantiles, así que no vuelvas a buscarme, lo nuestro terminó. Enrique salió de allí sintiendo que le habían quitado un peso de encima.

Moi volvió a ver a Oriana un mes después de la última vez que la vio. Estaba más guapa. Él le habló claro. ¿Quieres ser mi novia? La chica no esperaba esta petición. Ya estaba acostumbrada a que los hombres la usaran, porque para ellos solo era una prostituta, una mujer sin derecho a nada, vacía de sentimientos. No supo qué decir. Después de varios segundos de vacilación, ella le contestó. ¿Quieres que sea tu novia a pesar de ser lo que soy? Mírame, por mí han pasado muchísimos hombres. ¿No tienes miedo de que alguna vez estando juntos alguien pudiera reconocerme? No me importa, yo te amo de verdad y quiero formar una familia contigo. Moi, no sabes qué felicidad siento. Sí, quiero ser tu novia. Moi y Oriana iniciaron una relación. Al paso de los días, ella se enamoraba más de él, al grado de dejar de trabajar en ese lugar. Se dedicaba en cuerpo y alma a su amor.

Moi era encantador y tenía un carácter muy agradable. "Amor, quiero que vayamos al rancho para presentarte a la señora que me cuidó desde bebé", dijo Moi. "¿Me vas a presentar a tu mamá?", preguntó Oriana. "No, ella no es mi mamá, es la señora que me crió. Desde bebé me abandonaron en su casa y nunca supe quién era mi verdadera madre", explicó Moi. "¿Es posible eso? De todos modos, si ella te crió, ella es tu madre, adoptiva o no, pero tu madre al fin", dijo Oriana. "Bueno, ¿entonces vamos al rancho?", preguntó Moi. "Sí, yo quiero conocer a tu madre", respondió Oriana.

Dos días después, Moi y Oriana viajaban al puerto de Veracruz, donde se encontraba la madre de Moi. Iban felices y abrazados en el avión, que iba en marcha con mucha tranquilidad. El cielo estaba libre y tranquilo, y ambos iban felices porque les esperaba un futuro prometedor. Varias horas después, ya estaban con la madre de Moi. Él ya le había avisado que llegaría con su novia. La madre ya los estaba esperando con una especie de cena de bienvenida. "Hola, Moi me ha hablado mucho de ti. Eres muy hermosa. ¿Trabajas o estudias?", preguntó la madre. Oriana tragó saliva, no sabía qué contestar. Moi respondió: "Por el momento no trabaja ni estudia, ella solo se dedica a mí". "Hoy en día las mujeres trabajan también y no le dejan todo el paquete a los hombres. No veo por qué tú no puedas trabajar", dijo la madre. "Mamá, esto no es un interrogatorio. Solo la traje para que la conocieras, no para que la investigaras ni la acosaras a preguntas", dijo Moi. "Perdón, hijo, pero pasen a la mesa. Ya está listo todo", dijo la madre.

Poco después, todos comían. Oriana sentía un ambiente tenso, como que algo no marchaba bien. La señora no le quitaba la vista de encima. "Era muy hermosa para que no hiciera nada", pensó Oriana. Moi trató de salvar la situación. Después de comer, le mostró su habitación a Oriana. "Mira, ésta será tu habitación. Mañana te mostraré el rancho", dijo Moi. "Amor, en cuanto tu madre se entere de mi profesión, me echará de su casa y yo sentiré mucha vergüenza", dijo Oriana. "No te preocupes, amor. Eso ya es pasado. Yo te amo y nada ni nadie logrará que yo deje de amarte", dijo Moi.

La mamá de Moi escuchó todo lo que hablaron, porque estaba escondida detrás de la puerta, y entró como si nada. "Hijo, tu padrastro quiere verte, está muy emocionado porque viniste a vernos", dijo. "Al rato regreso amor", dijo Moi mientras se fue y la dejó ahí con su madre. "Te la encargo Flor", agregó. "No te preocupes hijo", dijo la madre de Moi.

En cuanto Moi se fue, la madre de Moi preguntó: "¿Cuál es ese pasado que no quieres que sepa? ¿A qué te dedicabas antes de conocer a mi hijo?".

"Señora yo...", comenzó Oriana.

"Vamos habla, ¿por qué no quieres que me entere de tu 'profesión'?", interrumpió la madre de Moi.

Oriana se quedó callada, pero como luego dicen que el que calla otorga...

"No me digas nada, tu silencio lo dice todo. Si te queda algo de decencia y dignidad, aléjate de mi hijo. Él es todo un técnico y aspira a más, pero contigo a su lado, ¿a qué puede aspirar? Mi hijo es muy bueno y no se vale que lo quieras embaucar con tu presencia, aunque él te ame...", dijo la madre de Moi.

"Señora, yo lo amo...", respondió Oriana.

"Pues si en verdad lo amas, déjalo libre. Él te lo agradecerá. No lo condenes a una vida miserable llena de zozobra sin saber qué le depara el futuro. ¿Imagínate que se encuentren con alguien que te conozca bien? Piénsalo, ¿crees que vale la pena?", dijo la madre de Moi.

Flor la dejó sola, en su cara se dibujaba una sonrisa de satisfacción... "Mi hijo no se casará con una put****".

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