...Styx...
Pasando a través de las puertas del recinto, estaba en plena ebullición. Varias putas del club estaban dispersas afuera de mi camino.
Atravesando la puerta de mi oficina, me detuve en la pared más cercana, mis manos golpeando contra el cemento. Cerré los ojos y respiré lentamente, con cuidado pensando en mis palabras. No podía perderme frente a los hermanos.
Mi VP3 y mejor amigo, Ky, cerró la puerta detrás de mí, con sus pesadas botas en el piso de madera dura.
Volviéndome para mirarlo, él asintió para indicar que estábamos solos. Expulsé un largo suspiro frustrado.
—¡P… putos Di... di... diablos ess… escoria! —me las arreglo para dejar salir con mi maldita boca defectuosa.
Ky me miró fijamente, sin expresión de sus ojos. Seacercó al bar y me sirvió un bourbon, ya conocía la rutina. Sosteniendo un vaso lleno con el líquido, Ky me da mi más o menos medicina. Bebí el licor en una acción práctica... luego otro... y otro aún. Por fin, sentí que se aflojaban las siempre presentes cuerdas asfixiantes hasta la mierda en mi garganta.
—¿Más? —Ky se levantó al bar, con la botella de Jim Beam en la mano.
Aclarando mi garganta, probé diciendo.
—Yo... yo... yo... yo…
¡Mierda! Agitando la mano, suspiré para mi VP por otro trago... y otro... Y uno más para estar seguro.
Sus cejas rubias se elevaron, en silencio preguntando si necesitaba más.
—Es... es... estoy mejor —le dije, expulsando un suspiro de alivio. La habitación estaba dando vueltas un poco, pero al menos el puto pitón envuelto alrededor de mis cuerdas vocales había decidido irse de cuarentena.
—K… Ky será mejor que llegues a la p… parte inferior de esta... mi... mi...mierda o habrá guerra... ¿me oyes? ¡He te… terminado con todos... todos... con todos ellos!
La expresión de Ky cambió. Se puso tan blanco como un maldito fantasma y levantó las manos para dar énfasis.
—Styx, hombre. Te juro que lo teníamos todo planeado. Algún cabrón cortó el trato a nuestras espaldas. —Esta jodida carrera había sido su trato y estaba claro que no tenía idea de lo que había salido mal.
Frotando una mano en mi frente, señalé con la otra a la iglesia. Ky asintió, captando mi instrucción. Alcanzando la media botella de Jim, bebí directamente de ella,
sintiendo la quemadura del líquido de fuego en mi garganta. Ky se fue para reunirse con los hermanos, y me dio tiempo para recuperarme. Mientras iba a un lado de mi oficina, sabía que Ky estaba diciendo la verdad. Los malditos Diablos.
¡Tenían que ser los Diablos! ¿Cómo podía un acuerdo hecho con los Rusos después de meses de hablar apenas dar la vuelta como la mierda en pocos días? Alguien nos había vendido; esa era la única explicación.
¡Y un imbécil! Moriría por ello!
Salí de mi oficina y entré en la iglesia, todavía con el licor marrón duro por mi garganta. Ayudaba a que las palabras fluyeran con mayor facilidad.
Esas malditas palabras justo fuera del alcance que se pegaban en mi garganta, sin querer jugar a la pelota.
Los hermanos rápidamente llenaron la sala, la tensión se escapaba de sus poros mientras me miraban, con miedo. Deberían tenerlo. Estaba listo para arrancar el trasero de alguien de nuevo. Olía una rata. Una rata en mi propia maldita hermandad.
Mi viejo estaría revolviéndose en su tumba-de- piedra-fría. Nadie pondría un saco sobre mi hermano. Bueno, nadie que quisiera vivir una vida larga y libre de dolor.
Sonreí para mis adentros mientras los hermanos casi se enojaban solos mirándome. Lo único que impedía que las personas te rasgaran por ser un marica silencioso era ser un asesino a sangre fría con puños de hierro.
Es Curioso cómo nadie dice abiertamente absolutamente nada cuando te atragantas con tu vocabulario y cuando uno golpea en la boca puede paralizarte desde el cuello hacia abajo.
Ky cerró la puerta, señalando que todos los Verdugos estaban presentes. Tomé otro trago de bourbon y me senté en el asiento superior, martillo en mano. Mi VP estaba a mi derecha, con los ojos apretados mientras estudiaba mi cara rígida, esperando a que empezara.
Saqué mi cuchillo favorito KM2000 alemán Bundeswehr de mi bota y lo clavé en la madera de la mesa delante de mí, la cuchilla cortó a través del grueso encino como a la carne.
Los ojos se abrieron alrededor de mí. Un punto se hizo notar. Me senté de nuevo y le hice señas a Ky para comenzar la traducción.
—Si alguien sabe qué carajos pasó esta noche, será mejor que empiece a hablar... Ahora.
Sin hablar y sin ver los ojos de nadie. Sentí una molestia en la mandíbula.
Con los codos sobre la mesa, señalé furiosamente.
—Eso había estado sobre la mesa durante cuatro meses. Dejándolo, transportándolo, las malditas nueve yardas. Cada detalle fue planeado a la perfección. Entonces llegamos al lugar, transportamos los cargamentos de
engranaje, solo me dijeron que habíamos sido delatados por algún otro proveedor, alguien que cotizaba en nuestro territorio.
¡Malditos bastardos!
La pregunta es... —Ky se reclinó en su asiento, mirando mis manos moverse con furia entre más enojado me ponía—. ¿Quién está robando nuestro negocio? Más importante, ¿cómo diablos saben acerca del problema? Esa información ha sido bloqueada duramente.
Aprovechando la pausa de Ky en aliento, tomé mi cuchillo, apuntando a lo largo de todos los hermanos en la mesa, encontrándolos cara a cara, antes de colocar la cuchilla entre mis dientes, haciendo señas.
—Cincuenta cajas de AK-47, diez cajas de rifles de francotirador M82A1, y diez cajas de semiautomáticas, todos de primera calidad ahora sin comprador. Los Colombianos no tomarán esa mierda de nuevo. Así que
esto es lo que va a pasar —dijo Ky con el aumento de su ira, esperando a que yo terminara.
Lamiendo a lo largo de la punta de mi hoja, olí el hedor enfermo de la traición en la habitación. La intimidación siempre era purgada de la ata. Era un maldito experto en la intimidación, mi viejo me enseñó bien. No tengo un cobertizo insonorizado atrás para carpintería, eso es jodidamente seguro.
Poco a poco deslicé la hoja afilada de nuevo a la mesa delante de mí, y luego hice señas.
—Encontraremos un nuevo comprador tan pronto como... para que nuestros amigos de la ATF no vengan a “tocar la puerta”. Luego nos enteraremos de quién se atrevió a joder con este club. Mis sospechas y las
de Styx están firmemente con los Diablos, pero en este momento cualquier persona es una maldita posibilidad.
Malditamente, sé que nuestra lista de enemigos es tan larga como la puta Pennsylvania Avenue.
Ky se aclaró la garganta.
—¿Está bien si lo digo libremente, Prez? Un guiño afilado le dio permiso. —Sé que tienes carne con los Diablos, hermano. Infiernos, yo los quiero fuera del Hades tanto como tú, pero están en la nieve. Nunca hemos sabido que comercien con armas. Solo eso digo. Mi opinión es que no huele como a Mexicano para mí.
Él tenía sentido. Los Mexicanos rondando por esta parte de Texas hubiera sido puesto por los carteles, narcos hasta la médula. Operados fácilmente para cruzar la frontera.
Tronando mis nudillos mientras le daba un pensamiento, el cuero de mi corte crujió con el movimiento. De repente, lancé la KM2000 a través de la habitación. Vi cómo se deslizaba como mantequilla en la pared del fondo, a la derecha del centro de la parte del club.
Sacudiendo mi barbilla hacia Ky, lo observé suspirando y tradujo.
—¿Quién más podría ser una posibilidad? ¿Estamos bien con la pandilla de Austin?
El Secretario, Vikingo, treinta y tantos años, cabello rojo, piel pálida, larga barba roja, un maldito gigante, asintió.
—Estamos bien. Pagamos con buena moneda para atravesar su territorio. No fuimos carne para ellos.
—¿Los Irlandeses? —preguntó Ky.
—Andando bajo después de la redada de drogas. Tommy O'Keefe fue enviado de nuevo a la Isla Esmeralda. Seis hermanos están allí —arrastró las palabras Tank, el tesorero, ex potencia blanca, construido, treinta y uno, con tatuajes por todo el infierno. Pasó la mano a lo largo de la extensa cicatriz que consiguió en prisión cerca de la cabeza rapada.
Solté una respiración larga, interminable, tomando un buen trago de mi licor, y suspiré:
—¿Alguna idea de quién querrá las armas? —Ky compartió mi pregunta.
AK, Sargento-en-Armas, una alta torre, cabello castaño y largo, barba de chivo, en los finales de sus veinte, podría golpear cualquier marca perfecta, ex-marine francotirador, levantó la barbilla.
—Tengo un contacto dentro de los Chechenos. Podrían estar interesados. Están en guerra con los Rojos. Podría ser la venganza perfecta. Nosotros les decimos lo que los Rusos están empacando. Ellos querrán igualarlos. Se los suministramos, enviándoles un mensaje a los hijos de puta Rojos de nunca delatarnos de nuevo.
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