...Desde luego que no...
El lugar se encontraba con una entrada privada, un señor de seguridad y una muchacha con una lista en sus manos.
—Si sucede algo, saben qué hacer y a dónde ir —les informó Orphie, avanzando con su vehículo a donde la muchacha, y bajó su ventanilla.
No faltaron palabras para que solamente abrieran las rejas y los dejaran pasar junto con el auto de atrás, donde iba el resto.
—Bien, coloquen sus auriculares y enciendan la radio cuando lo vean necesario, iré con mi padre —hizo una señal con su mano izquierda de forma vertical sobre su hombro derecho, dando a entender que le avisarán si sucede algo.
Sus piernas temblaban al no poder caminar bien con sus zapatos altos en el camino de piedras, siendo ayudada por un muchacho.
—Ah, joder, eres tú.
Sorprendida, sintió una mano sobre su cintura, elevando su peso para no pisar con fuerza aquellas piedras.
Viendo el rostro de aquel joven, su piel lucía suave y pálida, ojos rasgados y una altura que pasaba a la de Orphie. Luciendo un esmoquin negro, sin corbata y un collar dorado, con su cabello negro peinado hacia atrás.
—Así es, desde luego que así vestida no te reconocería —su voz ronca había sido un simple susurro que había chocado con el rostro de la joven.
—Pero sí desnuda —bufó esta, dejándose ayudar con aquel, hasta llegar al camino de piedras más firmes.
—A los amigos de tu padre les gustaría saber eso —sonrió de costado, todavía agarrando la cintura de ella.
—Cassian, deja ese maldito morbo de lado, estamos en una reunión importante —queriendo quitar sus manos con disimulo, miró su alrededor, notando que pocos les miraban.
Así que usó su fuerza bruta, pellizcando las manos de este para que la dejara.
—Argh, me dejaras rojo —quitó rápidamente sus manos, notando cómo estás se volvían rojas—, está bien, lo haría con más gusto si me dieses lo que estoy buscando.
Ambos se quedaron mirando, Orphie acercó su rostro hacia el de él, sosteniéndolo de la nuca. Pasando su mano primero por la mandíbula y rozando sus uñas sobre la oreja y cabello de este, estremeciendo al joven. Con fuerza lo acercó hasta sus labios, sintiendo su respiración caliente y viendo cómo el chico cerró sus ojos esperando aquel momento.
—Lo haré si me prometes hablar con la abuela Rocha —susurró mirándole aquellos ojos cerrados.
—Mm, sí —asistió, al mismo tiempo que Orphie cortaba la distancia con un suave beso, sintiendo nuevamente aquellas manos en su cintura y espalda baja.
—Así me gusta —sonrió, alejándolo un poco, palmó sus manos sobre el pecho de este—, no me sigas.
Mientras que aquel había quedado embobado, se limpió sus labios con lentitud y caminó detrás de la chica, viendo el trasero de esta.
Las personas de sus alrededores no les habían prestado atención alguna, solo unos pocos, sus amigos y algunos oficiales, quienes ya estaban acostumbrados.
—¿No era que habían terminado? —consultó Effie, sosteniendo en su mano una copa, siguiendo con su mirada a la pareja.
—Para el resto, no, y en teoría para nosotros, sí —le contestó Elysian, quien se había metido a su boca un cuadrado de queso.
Luego de caminar hasta donde se encontraba su padre, el cual estaba bastante lejos, su mente le había jugado una mala pasada, teniendo que hablar por su auricular antes de posicionarse al lado de su progenitor.
—¿Acaso lo que estoy viendo es el sargento de hoy? —susurró mirando hacia otro lado, encontrándose a las chicas.
—Parece ser que si, ¿Quieres hacer algo? —consultó Dhaena, sonriendo con un vaso negro de vidrio en sus manos.
—Luego, mientras Luther no nos mande a hacer algo, podremos intentar —dejó de tocar su oído para terminar de acortar la distancia y saludar con una falsa sonrisa a su padre y aquellos viejos—, Muy buenas noches, padre, señores.
—Vaya que has crecido, eso de alejarte de tu padre, ha funcionado de algo —soltaron todos unas carcajadas, volviendo su atención hacia la muchacha.
—Mi hija se ha vuelto bastante buena en su trabajo —comenzó a decir su padre—, todo hijo algún día tiene que irse de casa, gracias a dios Venus lo ha hecho tempranamente.
—Y te has llevado la mejor parte —sonrió esta, mientras tomaba una copa de champán de un mozo—, gracias.
—¿Te está yendo bastante bien? Por lo dicho de tu padre, creces con mucha... estrategia —un viejo de traje blanco se dirigió hacia ella, dejando un hueco entre su compañero.
Teniendo a la vista, el cuerpo completo de aquel Sargento.
—Bueno, de algo sirve tener un buen equipo y contactos, ¿O no, padre? —sin mirarlos, notó que había otro conocido en aquella fiesta.
—¡Patrick! ¡Qué bueno volver a verte! Ella es mi hija Venus y unos viejos amigos —Luther estiró su brazo para incluir en el círculo al hombre trajeado de azul.
—Vaya, es un gusto volver a verte, y también conocerles —sonrió Patrick, un señor bastante alto con su cabello canoso y peinado hacia atrás, lució elegante para ese entonces.
Orphie dejó de mirar al señor para seguir con su vista hacia el sargento, aquel que lucía unos ojos miel, su cabello despeinado y de color castaño, en su rostro se lograba notar una cicatriz en la ceja derecha y unos labios que, lucían en él perfectos. Sus facciones se miraban talladas y su mirada seria provocaba que sus ojos se volvieran un tanto finos.
Dejando verse como una persona engreída y poco agradable para la charla.
—¿No lo crees, Venus? —le preguntó su padre, volviendo su atención a ellos.
—Sería un verdadero gusto saber que podemos lograr algún contacto fijo —sonrió, sabiendo a lo que su padre había hablado antes.
—Es bastante segura la zona por la que os movéis, me agradaría hacerlo —le contestó Patrick, volviendo a dirigir su mirada hacia los hombres.
—¡Me da gusto saber eso! ¡Venga, brindemos por esta noche y por lo que se vendrá! —eufórico su padre, alzaron todos sus copas y volvieron a charlar entre sí.
A lo que Orphie se sintió fuera de lugar, y la mirada de su padre le había dado a entender que podía moverse con libertad hasta nuevo aviso.
—Cassian —susurró al sentir de nuevo a alguien detrás de ella.
—Será mejor que no vayas a hablarle, está también Raymond.
—Y también estás tú, pero no me interesa —sonrió, dejándole su copa y devolviéndole un beso en su mejilla—, haz lo que te mandé y no me vuelvas a dirigir la palabra.
Y con bastante decisión, ambos se separaron, a lo que la joven se encaminó hacia su objetivo.
—Luego de que hable con él, os diré qué podríamos hacerle —informó, dejando de tocar aquel auricular para llegar al lado de este.
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