Rozdział drugi

—¡Nos veremos luego! —gritó la joven de la máscara rosada mientras subía al coche.

El ruido de los vehículos encendidos y rugiendo, era lo que a Monte más lo concentraba, dando la señal de las sirenas para que los delincuentes pudieran salir y comenzar la persecución.

Conduciendo aquel coche el otro muchacho que restaba, el de la máscara amarilla.

—Aquí, Unidad Z, les iré narrando por las calles en las que se dirigen los delincuentes —comunicó una voz femenina, recibiendo por respuestas varias afirmaciones.

Monte se mantuvo tranquilo, aunque muy confiado no se encontraba en el caso de atraparlos. Lo que lo había mantenido ocupado en su cabeza, era el interrogante de saber si la niña se encontraba en perfecto estado.

—¿Qué dices, irán por los túneles o serán más de pasillos? —preguntó Wilson, agarrándose con fuerza ante la velocidad en la que iban.

—Su coche es ancho y pesado, es un modelo que a gran velocidad se adapta para... volar —tardó en contestar al ver como el automóvil rompió los carteles de advertencia y saltaba por el barranco para caer sobre una especie de chatarrería.

—Vale, es imposible saltar aquello, eh, ¿En qué piensas? —alarmado, su compañero abrió con fuerza sus ojos al verlo.

—Iremos detrás —informó dando marcha y tomando distancia para poder hacer lo mismo que los delincuentes.

—¿¡Pero!? ¿¡Estás loco!? Oye, podemos ir por debajo, es posible que vayan por el canal grande y... ¡¡JODER, MONTE, ERES UN MALDITO*****!

El grito de su acompañante le había motivado mucho más a seguir buscando a los delincuentes, aunque para todos sus compañeros era obvio que a Monte le sucedía algo, no por nada saltaría desde la autopista, destrozando gran parte de su vehículo.

—En definitiva, los hemos perdido, joder, ni siquiera han pasado diez minutos —dijo una vez que revisaron todo el canal.

Buscando por las diferentes entradas que tenía el gran canal, mientras que el nivel del agua se mantenía bajo.

—Hoy te has levantado bastante jodido, Monte, me duele el cuello, ah.

Wilson se tocó la parte adolorida, mientras seguía buscando con su mirada algún escondite donde podrían haberse escapado o estacionado.

Sin decir nada, volvieron a la comisaría sin expresar sus pequeños suspiros que ambos daban, dejando despejada la radio táctica.

—¿La criatura se encontrará bien? —consultó, bajando del coche y activando el seguro.

—Joder, ¿Tu debilidad son los niños? Claro que está bien, estaba con sus padres y la ambulancia.

Lo que provocó calma al escuchar las palabras de su compañero, subiendo las escaleras de la entrada de la comisaría.

—¿Sargento Walker? El jefe de División mayor criminal te busca —llamó su compañera desde la recepción en el momento que los vio entrar a ambos.

—Gracias, Pérez.

Se despidió de sus compañeros para encaminarse con tranquilidad hacia la oficina, la cual tuvo que golpear y luego abrir la puerta.

—¿Me necesita, señor Fleming? —colocó su porte serio, mostrando respeto a su mayor.

—Así es, Walker, cierra bien la puerta que debemos de hablar de algo confidencial —dio a conocer, haciendo una señal con la mano.

Su Sargento hizo lo que le ordenó, volviendo a colocarse de frente una vez hecho. Volvió a señalarle que se sentase, y cuando lo hizo le colocó frente a sus ojos unos archivos que se encontraban dentro de un sobre blanco.

—Han sucedido ciertas... situaciones que los agentes de esta división no las han podido llevar como es debido —comenzó a hablar, dejó su bolígrafo en su mesa y se paró en su lugar con total calma.

—¿De qué trata, señor? —arqueó su ceja mientras que dudaba en agarrar el sobre.

—Es complicado, pero el deber que tenemos es proteger a nuestros ciudadanos, y lo que menos hemos hecho es mantenerlos seguros —le da un sorbo a su vaso con agua y sigue hablando mientras se apoya en su escritorio—, la mafia británica y casi Polaca, se ha subdividido en un pequeño grupo de siete personas.

—¿Siete? ¿Cuántas personas hay en la mafia?

—Bastantes americanos, a decir verdad, personas que no están registrados como británicos ni nada, y que muestran ser de este país —suspiró, dejando caer su mano—, así que... como hoy has pasado por una situación desafortunada, tengo estos archivos para ti.

Lo incitó a abrir el sobre, sacando de él hojas abrochadas y algunas escritas a mano. Leyó diferentes nombres, pero de algo estaba confundido era que no había encontrado ninguna foto, ni mucho menos más información de cuyos nombres.

—¿Es solo esto? —incrédulo lo miró, esperando más.

—Hoy has conocido a cinco de ellos, mayormente cuando hacen atracos, se rotan y no siempre están los mismos, al igual que lo que hacen dentro de la mafia-

—Luther, ¿no? Se llama así la mafia inglesa y ¿polaca? —desvió su vista para comenzar a leer las hojas.

—Así es, desde ahora te encargarás de cada atraco que haga esta subunidad —ordenó, golpeó dos veces el escritorio y finalmente se volvió a sentar en su silla.

—Jo... der, un poco difícil.

Luego de leer las pocas páginas que lograba entender, suspiró al notar que era muy poca información.

—¿Por qué lo dices? Confío en ti, debes tomarlo, no puedes contarle al resto de esto y tampoco es información que debas de andar murmurando entre colegas.

—Y no lo haré, señor, ¿Pero por qué-?

—Porque lastimosamente los de nuestra división no han podido lograrlo y hemos perdido tanto a los que hemos infiltrado en aquella mafia, como a los chivatos que nos pasaban la información.

En silencio, Monte se quedó callado luego de las palabras de su superior.

—Ha sucedido una muerte bastante fuerte dentro de la mafia, la cual es una muy personal y que ha provocado que se subdivida, ahí está escrito quién, cuándo, dónde y por qué ha sucedido. Pero como no tenemos evidencias que sean efectivas y físicas, y que la justicia acepte, no podemos ir a colocarle las esposas a cada integrante de la mafia Luther.

—¿De quién se trata específicamente?

—Del jefe, del puesto que se encuentra muy arriba y que muy poco se deja ver, es un jodido maldito.

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