...Movimiento...
Varias sirenas se encontraron encendidas, las radios prendidas y los autos iban a gran velocidad. La alerta les había llegado hace unos segundos, haciendo que seis unidades de policías se movieran con prisa para llegar a la tienda de joyas.
“¡Ayudarnos, por favor! ¡Un grupo de maleantes se han metido a nuestro local exigiendo dinero! ¡Tienen varias armas de fuego y máscaras!”
—Oye, oye ve un poco más lento que no llegarás a hacer la curva —en la primera unidad se encontraban dos hombres, y el que se había quejado había sido el acompañante.
El conductor bajó un poco la velocidad, dejando de tensar sus hombros sobre el volante.
—No se irán a ninguna parte, además no hemos tardado nada en recoger los chalecos y venir volando hacia aquí —resopló su compañero, acomodándose en su lugar y dejando caer su mano, la cual había estado agarrando con fuerza el asiento.
—Wilson, si no quieres negociar, al menos házmelo saber sin tirar indirectas —giró en su lugar mientras miraba los espejos retrovisores dando marcha tras a su coche.
Se miraron por unos segundos, mientras que el conductor posicionado su coche al otro lado de la calle, teniendo de frente al local que estaba siendo saqueado.
—Vale, sí, tienes razón, Monte, no quiero negociar —refunfuñó, acomodando su pistola y saliendo ambos al mismo tiempo.
Se volvieron a mirar y luego esperaron unos segundos, para escuchar de lejos a sus compañeros.
—Lo haré, negociaré porque tú no tienes las agallas —se limpió sus manos con su uniforme y tocó con su mano izquierda su pistola.
Minutos antes de que les llegara la alerta, el día se mostraba agradable para la mayoría de turistas que disfrutaban de estar de vacaciones en Los Ángeles.
—Dejad el coche aquí, no es nuestro, así que, que lo mueva alguien con trabajo —una voz femenina demandó por una radio, saliendo del vehículo y caminó sin miedo por la calle.
No quedó mucha distancia de aquel vehículo con la tienda, por lo que salió con una máscara rosa y su arma de fuego colgada en su espalda. Ante la presencia de muchas miradas, disfrutó ser el centro de atención por unos minutos, hasta abrir bruscamente las puertas de la tienda.
—Oh, sí, como a mí me gusta —analizó el lugar y era tal cual los planos que tenían—, estoy totalmente agradecida que haya clientela, me estáis ahorrando tener que traer a más personas aquí. ¡Alcen sus jodidas manos, mis amores! Hoy, gracias a Dios, les ha tocado a vosotros. ¡Ya sabéis cómo va la bola, arrodillaos!
Amenazó con las manos en su arma y una sonrisa sobre su rostro, mientras que veía como sus compañeros se movían tal cual había sido el plan.
—Mira, manda a los oficiales una alerta tal que diga así "¡Oh, por dios, venid por favor, nos están saqueando la tienda de nuestras preciadas joyas! No traigan más que sus sucios traseros aquí y nada de pistolas, parece ser que traen armas de juguetes" —actuó apuntando a la mujer del mostrador mientras hacía expresiones tanto con su rostro como sus manos, actuando.
Soltó unas carcajadas golpeando con fuerza la vidriera que estaba delante de ella, de la cual se encargaba un señor.
—Oh, no te preocupes, lo haré yo, sé cómo va esto ¿Sabes? Pero me estarían faltando unos guantes —sarcásticamente, colocó su arma en su espalda y metió su mano para agarrar con fuerza las cajas con anillos—, no importa, de igual manera se venden mejor en la calle que esta maldita tienda.
A su lado cayó un bolso completamente lleno, quedando a su costado un muchacho con máscara completamente negra.
—¿Les faltará mucho a los oficiales? Las chicas ya han colocado el coche en la entrada y la llave la han tirado aquí dentro —informó dejando ver su mano con dicho objeto.
—No lo sé, pero la alerta ya ha sonado, tendrían que haber llegado hace-
—Aquí el Sargento de la policía, Monte Walker, con el número de placa 7192 —escucharon las personas dentro del local—, soy quien va a negociar con vosotros.
Provocó una sonrisa en el rostro de aquella mujer que manejaba el robo, caminando lentamente hacia la entrada.
—Buenas tardes, Sargento —saludó la joven, abriendo la puerta del local, pegando un pequeño golpe en el vidrio con su arma—, oh, disculpe, no me gusta llevarla en la espalda, pero como es un arma grande también pesa bastante.
—¿Cuántos sois vosotros? —siendo lo único que preguntó serio, no le miró más que la máscara rosa y ver dentro del local lo sucio que se encontraba el suelo.
—A ver, deja que cuente —giró en su lugar, dejándole ver qué grande era el arma para volver a girarse y sonreír—, un total de cinco.
—Vale, ¿Hay rehenes? —colocó sus manos sobre su cadera, haciendo que la muchacha bajara la mirada.
—Por el momento están los de la tienda, y unos turistas —informó mirándose las uñas.
—Número.
—Que serio —murmuró, volviendo a darse la vuelta y contar con su mano—, son cinco también.
—No podrás negociar con los del local, es por normativa —negó aquel con su cabeza mientras acomodaba su posición, volviendo a tocar su pistola.
—O'kurwa, vale, vale, serán tres, entonces —bufó, dejando caer sus manos sobre el marco de las puertas.
—Negociaremos primero por-
—Hej, Hej, aquí la que decide las negociaciones soy yo, Sargento —le interrumpió sonriendo mientras abrió la otra puerta, dejando ver el interior.
Monte contó y la joven no había mentido, el lugar se encontraba destrozado, sin ninguna gota de sangre.
—Bien, ¿Qué quieres por el primero? —resopló mirando como la ambulancia se estacionaba y le comunicaban su llegada por radio.
—Una salida completamente limpia, sin pinchos, sin-
—Sé lo que es, déjalo salir.
Esta lo miró de arriba hacia abajo, un Sargento moreno, de cuerpo poco ancho y con una altura que no pasaría del 1,85 m. Chasqueó sus dedos, provocando que se acercara un joven de máscara naranja junto con una fuerza bruta, trayendo con él a una mujer.
—Para ti, una turista, no habla por lo que se ve —dijo la joven de máscara rosa con ironía, empujándola para que saliera.
La mujer murmuraba palabras en otro idioma, poniendo en alerta a Monte.
—Señora, vaya con mi compañero que la protegerá y los médicos se harán cargo de usted —le comunicó a la rehén, dejando que su compañero se la llevara—, ¿El siguiente?
—No me tocáis el coche, cuando salgamos, nada de querer chocar ni hacernos dar vueltas, Oh, ni siquiera volcar —expresó con sus manos negación, imaginando las veces que le habían volcado su coche en diferentes persecuciones.
—Pero no te daré segundos de salida, ni distancia segura —advirtió con su dedo índice, mirándola desde abajo.
—¡Joder, sí que eres duro, eh! —gritó con sarcasmo, dando una vuelta en sí y mirando el interior del lugar—, si no me dais la distancia segura-
—Nada, dadme al rehén —demandó seriamente sin moverse de su lugar.
La muchacha se giró y miró al resto de oficiales, los cuales se encontraban en posición de defensa. Todos con sus armas en las manos.
—Maldito —susurró, volviendo a chasquear los dedos, trayendo al quién sería el esposo de la señora.
—Bien, queda uno.
Dejó de lado al hombre, quien se encontraba enfadado.
—Tak, Tak, es una niña —sonrió, agachándose para decirle a la pequeña niña que se acercara—, hemos tenido una charla agradable mientras que vosotros tardabais años en llegar, ¿O no, cariño?
La sentó en su pierna mientras le acariciaba su corto cabello negro con sus guantes de cuero negro, dejando a la vista una piel con pequeñas cicatrices.
La pequeña asistió con su cabeza mientras jugaba con una pulsera plateada.
El Sargento Monte se había colocado nervioso y la delincuente lo había notado.
—¿Qué... qué quieres por ella? —como había podido, carraspeó pronunciando aquellas palabras con un ligero dolor.
—Veo que esto no te gusta —aquella sonrisa traviesa no se quitaba de su rostro—, sin helicópteros, Sargento, y no quiera llevarme la contraria, ¿O eso pensaba hacer?
Amenazó mientras que con la mano que acariciaba a la pequeña sostenía una navaja, que había dejado a la vista ante los ojos furiosos de Monte.
—Dejadla ir —aceptó sin mover su cuerpo, el cual quería excesivamente empujar aquella chica del pequeño cuerpo de la niña, con temor de ver algo muy horrible.
—Eso será para después, debemos de salir con alguien, ¿Quieres vernos subir al coche, Mía? —con bastante confianza, la muchacha alzó en sus brazos a la pequeña.
Le guiñó el ojo al Sargento mientras que sacaba una pistola, rompiendo las puertas principales de vidrio.
Provocando que todos los oficiales se pusieran en alerta, mirando con mucha seriedad a la cínica sonrisa que llevaba aquella chica de máscara rosa.
—¡Venga, que ya hemos finalizado! —gritó, sintiendo que los brazos de la niña se enrollaban con miedo en el cuerpo de ella, ante lo provocado.
—Cuando la patrulla del Mustang suene la sirena, podéis salir, ¿Entendido? —dando un paso al frente, subiendo el primer escalón, los cuatro chicos enmascarados le apuntaron sin miedo, mientras que la chica dejaba a la niña en el suelo.
—Afirmativo, mi Sargento.
Monte caminó hacia atrás sin darse por completo la vuelta, dejándole una mirada de advertencia a la muchacha, y mirando por último a la niña.
—Aquí el Sargento Walker, las negociaciones terminaron, todas las unidades a sus patrullas y cuando haga sonar las sirenas irán por delante la unidad Z, luego la unidad G y el resto irá haciendo código 100 —comunicó por radio una vez que giró para cruzar la calle—, que la ambulancia se quede hasta que tengan a la niña.
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