Habíamos finalmente llegado a San Angelo, ¿o la ciudad parecía más grande o mi mente estaba confusa? Con las sombras de las montañas en el horizonte era fácil detener el coche en pleno centro y quedarse admirando las nubes que pasaban por el cielo. Mamá decidió aparcar justo en frente de la tienda de comestibles, tal vez la única de la ciudad.
– A tu abuela le gusta el chocolate con avellanas, pensé en llevarlo como regalo… – sonreí con su comentario y simplemente esperé en el coche. Estaba claro que mi madre se entretenía para finalmente llegar al lugar donde vivía la familia.
– ¿Tía Mary? ¿Eres tú? – una mujer de cabellos largos y rubios cruzaba la calle, llevaba una camisa blanca y pantalones negros de montar, mi madre se asustó al ser llamada y rápidamente miró a la figura de la chica.
– ¿Cristal? ¿La pequeña Cristal Beauchamp? – mamá respondió mientras la chica sonreía ampliamente afirmando que sí. Aquella era mi prima Cristal, diez años mayor que yo, lo que significaba que ahora debía tener veintiséis años. Desde el coche observé cómo se abrazaban, fue un reencuentro bonito. Cristal se giró hacia atrás llamando a un hombre que estaba encima de una camioneta tirando el heno al suelo. Mirándolo con más atención me di cuenta de que aquel hombre era su hermano gemelo, Luke Beauchamp.
En cierto punto me negaba a salir del coche, podría fingir que no había visto a nadie y mucho menos que mi madre me llamaba con desesperación desde fuera. Eché la cabeza hacia atrás y salí golpeando la puerta enseguida.
– ¡Esta es la pequeña Louise? Vaya, mira cómo ha crecido! – Luke fue quien habló mientras me tiraba de un abrazo apretado al que no pude corresponder. Observándolos más de cerca, noté que ambos llevaban un colgante en el cuello, igual que mi madre, pero con dibujos diferentes.
– Parece que no le has avisado a la abuela que veníamos… Lleva los chocolates y dos frascos de miel. – Cristal susurró a mi madre, lo que nos hizo reír porque aquello no era precisamente un susurro.
– Nos vemos luego, tenemos que terminar de descargar el heno. Volveremos al atardecer, ¿te parece suficiente? – Luke preguntó mirando a mi madre, lo que la hizo sonreír y acariciar su rostro cariñosamente.
– Será suficiente. Gracias, queridos, si ella deja, haré tu tarta favorita de moras. – Mamá respondió, ganándose una pequeña celebración por parte de los gemelos, que volvieron a abrazarse y regresaron a la camioneta. En ese momento, me quedé sin entender y simplemente la miré con cierto asombro. Cuando los dos ya se habían alejado, me atreví a preguntar.
– ¿Qué fue todo eso? ¿Y desde cuándo haces una tarta de moras? – aún estaba en shock, esperando que mi madre pudiera responderme sinceramente.
– Tal vez algún día te cuente la verdad. Por ahora, no hay nada aquí que necesite ser entendido. – respondió mientras volvía al coche, ignorando el motivo principal que la llevó a aquel lugar.
(...)
El Rancho Beauchamp, como era conocido en todo el estado. Mi familia tenía la mayor cantidad de tierras posibles, miles de hectáreas donde se cultivaba maíz, soja, café, además de verduras para el sustento de los negocios locales. Mi abuela lo gestionaba todo con gracia y alegría, mis primos trabajaban con ella, al igual que sus hijos e hijas. En realidad, aún no entendía cómo mi madre abandonó a la familia en el pasado. ¿Será que el duelo causa eso en las personas? La sensación de huir.
Cuando paramos en la entrada del rancho, los empleados sonrieron al ver un coche diferente, y en el centro de todo estaba la casa grande con una mujer mayor de cabellos canosos sosteniendo un sombrero mientras daba órdenes a los chicos delante de ella.
– Señora Agnes, hay visitas. – fue lo que escuché cuando el coche finalmente se detuvo y ella se giró mirando con seriedad al coche, pero esa mirada se convirtió en lágrimas cuando nos vio. Sus ojos brillaron con lágrimas.
- Hola Lorenzo\, no son visitas. ¡Mi hija y nieta! - ella sonrió y corrió hacia mí para abrazarme. No pude entender muy bien lo que estaba pasando\, supongo que un día mi madre me lo explicará. Fui apretada bruscamente en sus brazos hasta casi quedarme sin aire\, pero aún así extrañaba el olor a galletas que desprendía. Cuando llegó el turno de mi madre\, el silencio entre ellas fue algo aterrador. Quien lo rompió fue mi madre\, tartamudeando algunas palabras y luego mi abuela la abrazó tan fuerte como pudo. Despidiendo a los empleados para que retomaran sus tareas\, nos guió hacia la entrada de la casa\, donde una mujer de largos cabellos negros y piel muy clara estaba parada mirando la escena con una sonrisa en los labios.
- Eva\, mira lo que el viento trajo. - sonreí torpemente mientras miraba a la mujer. Esa era mi tía\, Evangeline Beauchamp\, más conocida como Eva por los íntimos y madre de los gemelos Cristal y Luke.
Desbordando elegancia y amabilidad, Eva caminó hacia donde decidí detenerme y me abrazó, como si sintiera un enorme peso salir de sus hombros. Todo estaba tan confuso, pero de reojo pude ver el mismo colgante en su cuello brillando en plata. En ese momento recordé cuando tenía seis años, antes del cambio, y soñaba con el día en que tendría mi propio colgante.
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Comments
Irma Ruelas
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2024-10-01
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