LAS MUJERES NO ME IMPORTAN

—Ya dinos cómo te fue en la luna de miel. Morimos de ganas por saber —insistió Anna, una de las amigas de Alexa.

—Debo admitir que siento envidia, Edward es un hombre muy atractivo —comentó Regina, otra de sus amigas.

—No parece que tenga treinta y seis años, se ve muy joven. Además, no hay que dejar atrás el hecho de que está muy bueno —añadió Kelly.

—No me pregunten nada al respecto, no les voy a contar nada —respondió Alexa con un gesto de fastidio.

—No seas aguafiestas, Alex, parece que sigues siendo una virgen amargada.

—No soy una virgen amargada, Anna.

—Ahí viene Eidan, ¿qué le piensas decir al respecto? —preguntó Kelly, curiosa.

—Eidan no sabe nada, no le vayan a decir, por favor —suplicó Alexa.

Eidan había sido el mejor amigo de Alexa desde el preescolar. Compartían casi todo: gustos, ideas, metas, y hasta tenían una personalidad similar. Sin embargo, Alexa decidió ocultarle lo de su matrimonio debido a que estaba al tanto de los sentimientos de Eidan. Él la amaba en secreto desde la secundaria. Lo escuchó de su propia boca por accidente la tarde que habían quedado de verse en casa de Fran para hacer un proyecto de biología. Lo quería mucho y no quería hacerle daño.

—¿Por qué tanto silencio? Parece que fueran a reprobar todas sus materias —bromeó Eidan.

—No pasa nada, Eid. ¿Por qué has salido tan tarde?

—Nosotras nos vamos, se nos hace tarde para la cita —aseguró Kelly, mirando la hora en su teléfono celular.

—Bye, bye, Eid —se despidió Anna.

Las amigas de Alexa habían quedado para ir al salón de belleza saliendo de la universidad. Ni siquiera intentaron convencer a Alexa para que fuera con ellas, ya sabían que a ella no le llamaban la atención ese tipo de cosas tan superficiales. Además, cuando Eidan estaba con ella, no le importaba nada más.

—¿Qué crees que conseguí? —Eidan sacudió una bolsa de papel que traía en su mano izquierda.

—No lo sé, ¿qué conseguiste?

—¡Ta-da! —sacó un estuche de plástico de la bolsa —. Es la película que querías ver la semana pasada. Ayer compré palomitas y helado para que veamos la película en mi casa.

—Lo siento, Eid, no puedo.

—¿Por qué, tienes planes?

—Tengo mucha tarea.

Sabía que no podía ocultarle ese gran cambio en su vida por mucho tiempo. Sobre todo porque su rutina había cambiado. Ya no habrían salidas ni reuniones ni nada. Ahora era una mujer casada y no podía andar por ahí paseando con un chico que estaba enamorado de ella.

—¿Conoces al tipo del Mercedes?

Alexa volteó aterrada hacía atrás, imaginando que el tipo del Mercedes era Edward, quien tal vez había decidido ir por ella a la universidad después de todo.

Suspiró aliviada al ver que no era Edward, sino Mike, el chófer de Edward.

—Ah, sí. Sí lo conozco.

—¿De dónde?

—Es el nuevo chófer de la familia, ha venido por mí. Me tengo que ir porque quedé con mi madre que iba a ir con ella a comprar unas cosas. Te veo mañana, cuídate —se despidió de él sin el típico beso tronado que siempre le daba en la mejilla.

Eidan arqueó una ceja, el comportamiento de Alexa era bastante sospechoso. No sabía con exactitud lo qué estaba ocurriendo y su instinto protector se encendió. Decidió seguir al Mercedes para asegurarse de que Alexa no estaba en peligro.

El auto se detuvo en el estacionamiento de un restaurante lujoso. Eidan le seguía el paso. Estacionó su motocicleta un par de carros después del Mercedes.

Tal como lo sospechaba, algo andaba mal. Un hombre maduro aguardaba por ella en una mesa. Buscó una mesa que no quedara tan cerca, pero tampoco tan lejos de la de ellos.

A simple vista parecía un encuentro casual entre un posible familiar, quizás un tío con su sobrina.

Alexa no se esperaba esa sorpresa, su recién esposo la había invitado a lo que podría ser su primera cita como pareja.

—¿Qué ocurre, no te agrada el lugar?

—Este restaurante le gusta mucho a mi padre, es solo que no me esperaba este lindo detalle. Creí que te vería hasta la noche.

—No soy tan frío como tú crees, quiero que nos llevemos bien. Es lo menos que podemos hacer, ya que vamos a compartir juntos el resto de nuestras vidas.

—Exacto, vamos a compartir el resto de nuestras vidas juntos. Ni siquiera me has dado un beso —dijo con desilusión.

—Sabes lo que opino al respecto.

—¿No quieres tener hijos?

—Yo... No había pensado en eso. No lo sé, no estoy seguro. Mi vida entera es mi trabajo, no quiero tener hijos a lo tonto. No quiero ser como mi padre, él no formó parte de mi niñez. Siempre estaba ocupado con la empresa.

—Pues yo sí quiero, deseo tener por lo menos tres hijos.

Una mujer de falda, saco y tacones altos se acercó a la mesa del importante empresario con la finalidad de agendar una entrevista. La mujer había solicitado una reunión con Edward desde hacía ya varios meses sin obtener una respuesta. Su revista independiente iba a la quiebra por falta de ventas e inversionistas. Sabía que publicar una entrevista con el gran Edward Edevane ayudaría a rescatar sus sueños. Estaba casi segura de que Edward no le negaría su petición después de verla. Era una mujer muy atractiva, su tinte color rojo cereza realzaba bastante su piel blanca y sus ojos color verde esmeralda. Además de que lo conoció en la universidad, hace años solía ser parte del grupito hippie de su ex, Rebecca.

—Buenas tardes, Edward. Mi nombre es Mirella Gillies, soy reportera de la revista "Universe". No sé si me recuerdas —dijo entusiasmada.

—Es un gusto, aunque no te recuerdo bien. Lo siento, ¿de dónde nos conocemos? —inquirió mirando a la mujer de arriba hacia abajo.

—Íbamos juntos en la misma universidad.

Edward se quedó pensante, tratando de recordar a la mujer. Se había esmerado tanto en olvidar aquella época tan triste, que no recordaba los rostros ni de la cuarta parte de sus compañeros de clase.

—Veo que de verdad no me recuerdas, yo era amiga de Becca.

Edward se puso de nervios, escuchar ese maldito nombre era igual que sentir una cubetada de agua helada encima.

—Ah, creo que sí te recuerdo. Solo que en la universidad no tenías teñido el cabello ni tampoco estabas tan... ¿alta?

Mirella no solía ser tan atractiva en la universidad, su cuerpo era igual de plano que una tabla y sus dientes estaban amarillentos y algo chuecos.

—¿Me puedo sentar?

—Estoy en medio de algo. Por cierto, ella es Alexa. Es mi...

—¿Amigo? —dijo Alexa en voz alta tras notar la presencia de Eidan.

—¿Amigo? —preguntó Mirella, confundida.

—Amiga, ella es mi amiga —aseguró Edward, también confundido por la inesperada respuesta de Alexa.

Eidan aprovechó la llegada de Mirella para acercarse con más confianza.

—Buenas tardes —saludó él, tan educado como siempre.

—¿Qué haces aquí, Eidan?

—Había quedado con mi madre que comeríamos aquí, pero jamás apareció. Pensé que ibas a salir con tu madre —miró al galán mayor con desconfianza.

—Lo que pasa es que...

—Es que Taylor todavía no llega. Mi nombre es Edward Edevane, y soy tío de Alexa.

—Pensé que eran amigos —murmuró Mirella mientras se sentaba a la mesa sin ser invitada.

La situación se volvió bochornosa para la pareja, todavía no habían acordado un discurso de presentación frente a las personas que ignoraban lo de su matrimonio.

—¿Taylor? Taylor era la novia de tu inseparable amigo Richard, ¿no es así?

Al parecer Mirella recordaba con exactitud cada detalle de su pasado.

—Es correcto, ella es hija de Richard y Taylor.

—¡Vaya, qué sorpresa! Siguen siendo amigos después de tanto tiempo. ¿Dónde está Becca? No he sabido nada de ella desde que le dijo al grupo que se iría a un largo viaje espiritual.

Edward tosió con nervios. Temió que Mirella revelara su triste y doloroso pasado frente a Alexa.

—Fue un gusto saludarte, Mirella —sacó su teléfono para fingir un mensaje inesperado que lo sacara de inmediato de un posible problema—. Ya es tarde, Taylor dice que nos ve en casa. Vámonos, Alexa —se levantó, tomó el bolso de Alexa y la mano de Alexa para salir lo antes posible.

—Espera, ¿me podrías dar tu teléfono? Quisiera saber si me puedes dar una entrevista para la revista.

—Claro, sin problemas. Acude mañana a las oficinas de la empresa y solicita una fecha y un horario. Yo le aviso a mi secretaria.

Alexa salió casi arrastras del restaurante. Se fue sin despedirse de Eidan, quien la miró alejarse con un gesto de vergüenza.

—¿Tu sobrina? —preguntó Alexa una vez que el Mercedes se había puesto en marcha.

—¿Mi amigo? Eso respondiste tú, no supe qué hacer. Además, ¿quién es ese que me miraba de manera fulminante?

—Su nombre es Eidan, es mi amigo y compañero de la universidad. ¿Por qué te enojas? ¿Estás celoso?

—No soy de ese tipo, los celos son destructivos —fijó su mirada en la ventanilla del auto, intentando esconder sus sentimientos revueltos.

—¿Piensas darle una entrevista a esa mujer?

—Así es mi vida, una entrevista tras otra. Soy una figura pública.

—¿Universe? Nunca había oído hablar de esa revista. ¿Por qué pierdes tu tiempo con eso? ¿Tiene que ver el pronunciado escote que traía? Esa mujer no tiene ni pudor ni vergüenza.

—¿Tú estás celosa? —volteó a verla con una sonrisa burlona.

—¡Por supuesto! Eres mi esposo, o eso dicen las actas que firmamos. Porque pareces más mi tío que mi pareja, y ella parece la sirenita versión prostituta.

Edward tomó la mano de Alexa y la besó con ternura.

—No tienes motivos para sentir celos, ningún escote pronunciado ni tampoco una falda corta llaman mi atención y, aunque no llevemos un matrimonio normal, no seré infiel. Las mujeres no me importan.

Alexa se sonrojó, la inesperada actitud dulce de Edward logró confundirla. Imaginó que quizás no estaba tan lejos el momento de poder vivir un matrimonio normal.

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Comments

Melisuga

Melisuga

Muy graciosa la comparación de Alexa... 😅😅😅

2023-10-24

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