Narra Christian
Por suerte, mi turno terminó bien. El señor Echeverri no preguntó por Jace, y eso me alegró; no me gusta mentir, aunque a veces sea necesario. Pero Jace es un caso... un niño adulto, o algo así, suele decir Caro.
Llegué a casa y me di un refrescante baño. Tiré el celular en la mesita de noche, no sin antes ponerlo en modo avión. Odio cuando intento dormir y las notificaciones o llamadas me interrumpen.
Para mi mala suerte, no fueron las notificaciones las que no me dejaban dormir, sino mis propios pensamientos... o más bien, los recuerdos de ese tipo. Rayos, su cuerpo es una locura, pero era un estúpido.
Me reproché por pensar en eso, así que tomé el celular para distraerme. Puse una caricatura que suele ver Charles, aunque ni siquiera me gusta.
Pero esa era la idea: con esas imágenes era imposible pensar en él. No sé en qué momento me quedé dormido.
Cuando desperté eran las dos. Bruno me había programado para el turno de la noche, así que preparé algo de comer. De hecho, tenía hambre.
Después de comer, me puse a limpiar. Normalmente mi departamento está ordenado y limpio, así que terminé muy rápido. Incluso me dio tiempo de cambiar de lugar la cama y otras cosas de mi habitación.
Ya había terminado cuando llamaron a la puerta. Dos hombres vestidos con trajes elegantes —a quienes jamás había visto— estaban allí. Un tercero se abrió paso entre ellos. Lo reconocí de inmediato.
Hace doce años, ese mismo hombre llegó a mi casa para darme la peor noticia de mi vida. Su nombre es Hernán.
—¿Qué quieren esta vez?
Hernán: Venimos en representación de la señora Stewart. Ella aún guarda un profundo agradecimiento hacia su madre por el acto heroico de hace doce años. Por eso, quiere que usted se case con su nieto mayor, el joven...
—No necesito nada de esa familia, y menos ser parte de ella. Dígale eso a su patrona.
Cerré la puerta en sus narices. Ni siquiera reparé en que había dicho “nieto”, no “nieta”. Tampoco me interesaba oír más.
Hace doce años también vinieron a ofrecerme una compensación. Yo ni siquiera sabía que mi madre había muerto intentando proteger a un niño de esa familia.
Ella era todo lo que tenía. Me sentía muy orgulloso de ella, era la mejor policía del mundo. Estaba de descanso ese día. Salió a comprar algo, debía ser un trayecto corto... pero nunca volvió.
No importaba cuánto dinero me dieran, eso no la traería de vuelta. Lo peor fue que me llevaron a un hogar adoptivo. Mi nueva familia viajaba mucho, y así fue como terminé viviendo aquí.
Con el tiempo, cuando supieron de mi orientación, todo cambió. Me fui de la casa a los dieciséis años por los malos tratos. Desde entonces, me cuido solo.
Supongo que en lugar de pagar la renta, mejor busco otro lugar donde vivir. No quiero volver a ver a esas personas en mi puerta.
Narra Dean:
Tuve una mañana ocupada lidiando con los sujetos que dejaron en ese estado a Roger.
Pero apenas llegué, me encontré en medio de una discusión absurda. Lo de anoche fue una provocación clara, algo que no voy a dejar pasar. Y, sin embargo, a mi padre se le ocurre citarme para decirme que debo casarme.
Qué maldita estupidez. No tengo ningún interés en algo como el matrimonio. Lo que menos esperaba eran sus razones.
Henry: Dean, tu abuela está muy mal. El médico dijo que su corazón no resistirá mucho.
—Si la abuela está mal, hay que llevarla al mejor hospital, o traer a los mejores médicos del mundo. Pero no me digas que me case.
Henry: Es la voluntad de tu abuela. Su único deseo es verte casado y feliz antes de partir. No puedes negarle eso.
—No... no puedo negarme. Está bien, me casaré.
Vi a mi padre sonreír con aprobación.
Henry: Gracias, hijo. Ve a ver a tu abuela cuando termines tus pendientes.
—De acuerdo.
Mi padre se fue. Ahora tengo que pensar en casarme. Eso significa buscar una novia. Con lo estricta que es mi abuela, el problema será encontrar una que le agrade.
Ya tengo suficientes problemas con nuestros negocios ilegales como para pensar en matrimonio.
Al parecer, esta vez no es como otras, cuando la abuela enfermaba por unos días y luego se recuperaba. Ya lleva más de un mes en cama.
No ganaba nada quedándome allí, así que fui a verla. Samuel, su mano derecha, me recibió. Ha trabajado para la familia por años.
Me dijo que la salud de la abuela empeora cada día. Confesó con tristeza que quizás no pueda celebrar su aniversario. Aunque el abuelo murió hace más de ocho años, la abuela sigue celebrando su aniversario de bodas cada año. Eso sería dentro de seis meses... ¿tan mal estaba?
Entré a su habitación y me senté a su lado. Pensé que dormía, pero no.
Antonia: Por fin has venido a verme.
—He estado algo ocupado. ¿Cómo te sientes?
Sonrió. Me alegré cuando dijo que no pensaba morir aún, pero remató con: “No hasta que estés felizmente casado”. Le dije que cumpliría ese capricho... siempre y cuando no nos dejara tan pronto.
Soltó la misma sonrisa cómplice de siempre, esa que muestra cuando se sale con la suya. Lo siguiente que me dijo me dejó en shock.
Antonia: Entonces te alegrará saber que ya he elegido a tu pareja.
No estaba sorprendido. Estaba en shock. ¿Ya había elegido a mi prometida? ¿Tan grave estaba realmente? Bueno, se veía débil... pero ella nunca deja de darme sorpresas. Quise saber quién sería.
Samuel entró, anunciando que Hernán estaba allí. Según entendí, él traería la respuesta de mi futura esposa. Pero Hernán dijo: “El joven Castañeda se ha negado al compromiso”.
¿Había oído mal? ¿Dijo joven? ¿Y de dónde era ese apellido? Ninguna de las familias con las que tenemos tratos lo tiene. Quise saber qué estaba pasando.
Samuel me entregó unos documentos: la investigación de un tal Christian Castañeda. Un chico. El hijo de la mujer que me salvó hace años.
Mi abuela quiere que ese chico sea mi esposo. ¡Una locura! ¿Yo, con esposo?
Tragué el disgusto que sentía. ¿Y él había rechazado el compromiso? ¿Quién se cree?
Antonia: Dean, debes ir a verlo. Convéncelo de que se case contigo.
Por supuesto que no iba a hacerlo... pero no podía darle esa respuesta a mi abuela. Está demasiado delicada. Y al parecer no solo quiere verme casado, sino también pagar su deuda con ese chico. Por cierto, su cara me sonaba de algún lado... pero supongo que tiene una cara común.
Aunque no quería, le dije a la abuela que iría a convencerlo. Rayos.
Salí de su casa molesto conmigo mismo. Resulta que tengo dos semanas hasta el día de la boda. Lo peor es que este martes hay una cena con toda la familia... y mi prometido debe estar presente.
Ahora voy rumbo a la dirección que figura en los documentos. ¿Qué voy a decirle? No lo sé. Pero por las buenas o por las malas, ese chico será mi esposo.
Ya me divorciaré una vez que la abuela se haya ido. Recibirá una buena compensación económica. Eso es lo que debió hacerse desde el principio. No orquestar un absurdo como este.
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Comments
Elizabeth Moreno
no creo que sea tan facil divirciarte la abuela es muy lista y pondra clausulas que no podrás disolver
2024-03-24
4
nanay
si bb, no es tan fácil como todos (espero)
2024-01-18
3
nanay
no entiendo quien essssss aiudaaaa
2024-01-18
1