El reloj de su automóvil marcaba las cuatro y cincuenta y cinco. Abrían transcurrido apenas algunos cinco minutos; que a Arquímedes le parecieron cinco horas o tal vez mucho más. Breve tiempo durante el cual se hallaba que estaba tocando firmemente y por segunda vez consecutiva a la puerta con los nudillos de su puño derecho; quizás hasta pensó él, debiera hacerlo con más fuerza. Tal vez no lo han escuchado o se están haciendo madre e hija las que no le oyen o por alguna risible y desconocida razón no alcanzan a escuchar los constantes golpes a la puerta qué, él ha estado haciendo desde hace cinco interminables minutos. Por lo que, entonces Arquímedes haciendo acopio de valor; toma una decisión y tragando grueso, asimismo se acomodá con mucho nerviosismo el nudo de la corbata; gesticula ajustándose mejor su Flux con ambas manos. Y por un momento el se olvida que es un ciudadano con mucha educación de buena familia y actuando como si se tratara de algún sujeto con siniestras y malas, intenciones. Procede acortar aquella distancia que haciendo gala de discreción él mismo se fijó; entre su persona y el umbral de la puerta. Por lo que, inclinando su torso se acerca un poco más a la puerta dispone a girar su cabeza hacia la izquierda; como si fuera un muñeco mecánico, para escuchar con su oído derecho en el intento de que a sus órganos auditivos alcanzarán a escuchar el timbre diáfano de algunas voces humanas, con acento de candor femenino. Qué sea el tono grave de una mujer madura y el timbre de voz, como de un ruiseñor el de la niña de diez años de edad. Pero no, no es lo que, el deseo que con tanta y con tanto vehementemente anhelo anida en su alma. Es lo que, Arquímedes se imaginase y se decepcióna terriblemente; se siente muy frustrado al no escuchar, lo que más que sus oídos; es su alma llena de deseos y ansías la que quiere escuchar. Tristemente para él las ondas de los sonidos que captaban el pabellón de sus orejas y llegaban penetrando hasta sus oídos y el tímpano. No eran ciertamente humanas; le parecieron como cierto parecido al zumbido de abejas. No eran sonidos comunes; era los sonidos exóticos y novedosos de un aparato radio receptor de ondas hertzianas. Para colmo de males la radio trasmitía una voz muy masculina qué daba la hora haciendo sonar un timbre: ding dong "las cinco de la tarde en punto".
Más a todas estas la ansiedad se negaba a abandonar el espíritu de Arquímedes; así qué, ahora con verdadero ímpetu; nuevamente respira hondo y vuelve de manera resuelta y a su vez respetuosa de emprender la ahora repetitiva y mecánica actitud de continuar tocando la puerta con los nudillos de su puño derecho cerrado: "toc toc toc". El conocía el código Morse; pero la señora Rosa no sabía nada más que el rosario; se decía asimismo.
La niña que él venía a comprar tampoco entiende nada del código Morse; si tan solo una de las dos lo supiera; aunque sea el SOS; se los comunicaría por medio de los toques en la puerta. "Auxilió por favor abre mí amor".
Entonces de súbito en Arquímedes cunde la alarma en su espíritu, alma, mente y cuerpo. Haciendo emerger una hipótesis que, sacude estremecedoramente su corazón. Pensando, y si ya vino otro hombre a comprar a la dulce niña María Ascensión González. Quizás algún otro alijuna cómo nos dicen ellos a nosotros en su idioma a los que no somos guajiros. Y sí tal vez entonces sucedió que le ofrecieron una cantidad importante, mucho más copiosa que la mía. Porque y sí además de aparté de alguna cantidad de dinero le ofrecieron a la señora Rosa construirle una casa muchísimo mejor que este rancho de barro, caña y techo de paja; la cual un fuerte viento la derriba.
De manera que, diferentes hipótesis acudían a la mente de Arquímedes; ante la aparente negativa de que no le abrieran la puerta. Pero entonces logró escuchar una voz femenina, de mujer madura, que surgió del interior de aquella humilde vivienda qué le respondía diciéndole: "ya va señor Arquímedes, espere un momento por favor". Esas palabras se lo dijo una voz con acento de guajira
Entonces debido al ansiado y esperado giró que ahora tomaron las cosas; provocó que en Arquímedes sintiera una cálida y magnífica sensación de bienestar la cual recorría todo su alma y cuerpo; experimentando un éxtasis como si fuera la fresca brisa de la mañana.
Desapareciendo de este modo tan agradable y exquisito la zozobra y angustia que hasta ese mismo y preciso instante lo había estado agobiando por causa de este asunto dé la adquisición de esa niña tan tierna de apenas diez años de edad; por la vía extraviada del estupro; a la que él esperaba con ansías hacerla mujer suya en alma y cuerpo. Aunque no anidara en su voluntad y su ánimo, la inevitable cuestión legal como el contraer nupcias con aquella tierna majayura. Para que así en definitiva sería suya en toda la extensión del término.
Entonces todos estos pensamientos tan sórdidos y dispares fueron interrumpidos por el sonido sordo y quejumbroso producido por la puerta al momento de ser abierta.
Él enseguida saludo al ser contemplado por la anfitriona de aquélla humildisima vivienda construida a fuerza de barro, caña, techo de paja, piso de barro y pobreza.
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Updated 60 Episodes
Comments
Luis Andrade
Emocionante este capitulo
2024-09-29
1
DELIA SARMIENTO
excelente toda la novela
2024-08-12
1
Maria Gutiérrez
Es muy amplia nos hace conocedores que solo valía el adinerado
2024-08-11
1