Episodio 5

—No te preocupes, fui yo quien chocó contigo. ¿Segura que estás bien?

—Descuida, estoy bien.

—Qué bueno. No nos hemos presentado aún. Hola, soy Aarón Walter. Mucho gusto.

—Yo soy Sofía Cooper. Un gusto, y gracias por ayudarme a recoger mis libros.

—No hay de qué. ¿A dónde te dirigías antes de que te chocara?

—A clase de Geometría, y ya estoy retrasada. Tengo que irme.

—Ven, vamos. Te acompaño. Yo también tengo esa clase.

Estábamos por llegar al salón cuando escuchamos:

—¡Mía, suéltala, malnacido!

Vino directo hacia nosotros… mejor dicho, hacia Aarón.

Apenas desperté y vi al psicópata peleando con Aarón. Dios, ¿qué le pasa? ¡Está loco! Intentaba separarlos, pero eran muy fuertes. Pedí ayuda hasta que apareció Derek. Lo reconocí. Le dijo algo a Sebastián y se lo llevó. Aarón estaba muy herido, así que fui con él a la enfermería.

Nos tardamos una hora allí hasta que la enfermera salió con los resultados.

—¿Qué tiene?

—Tienes que guardar reposo por unas semanas —dijo la enfermera.

—¿Por qué tanto tiempo? ¡Estoy bien!

—¿Bien? Tienes una costilla rota. A eso llamas estar bien... Sabrá Dios en qué líos te metes. Ve a la dirección para que te firmen la salida y venga alguien a buscarte.

Estaba muy adolorido, casi no podía caminar.

—Yo voy, no te preocupes —le dije—. Tú espera aquí.

Fui a la dirección y le expliqué todo al director sin muchos detalles. Me dio el certificado sellado y volví a la enfermería.

—Lo siento por haberte hecho perder la clase.

—No te preocupes. Ya hablé con el profesor mientras tú estabas en dirección.

Lo acompañé hasta la entrada.

Luego, en la cafetería, estaba hablando con Sabrina sobre la llamada que me hizo anoche, cuando recordé que Lucas me había llamado y no le respondí. Me quedé dormida. Debo llamarlo para disculparme.

—Hola, cielo. Lo siento, anoche estaba muy cansada y me quedé dormida sin darme cuenta...

Qué raro que no me conteste. Siempre tiene el celular en la mano. Quizá está entrenando.

Sebastián

Qué impotencia siento de no estar cerca de ella.

Hoy Bastian se apoderó de mí cuando la vi junto a Aarón Walter. Solo quería matarlo de mil formas. No quiero que nadie se le acerque. Iba a matarlo de no ser por su mirada llena de miedo… y porque Derek me habló por conexión y me sacó de allí.

—Hermano, tienes que controlarte —me dijo Derek—. ¿Viste su mirada? Está asustada. Ella no sabe nada sobre nuestra naturaleza.

Odio cuando Derek tiene razón. Tengo que controlar a mi lobo. No quiero que mi luna sienta miedo de mí. Ya he esperado demasiado.

Sofía

Ya era la hora de la salida. El día había sido largo. Me fui al campo en mi última hora libre para tomar aire fresco. Estaba por irme cuando vi que se acercaba el maniático.

—Sofía, espera.

Apenas escuchó mi nombre, me distraje y tropecé con una piedra. Me golpeé la cabeza y quedé inconsciente.

Abrí los ojos poco a poco. Al despertar, estaba en una habitación enorme.

—¿Dónde estoy?

Me destapé para levantarme. Esa no era mi ropa. Vi a un hombre entrar. No lo distinguía bien por la oscuridad. Se acercó y encendió la luz. No… ¡era él!

Intenté levantarme de la cama, pero estaba mareada y me caí. Me dolía la cabeza. Él me ayudó. Me resistí, pero luego acepté. Sus ojos mostraban preocupación.

—¿Dónde estoy? —grité—. ¿Dónde estoy?

—Te lo explicaré, pero tranquilízate primero.

Tuve que calmarme un poco para escuchar.

—Estás en mi casa.

—¿¡Qué hago aquí!? ¿Por qué me trajiste?

—Te golpeaste la cabeza y quedaste inconsciente. No sabía dónde vivías, y la enfermería ya estaba cerrada.

—¿Cuánto tiempo estuve inconsciente?

—Nueve horas.

—¿¡Nueve horas!? —me alarmé aún más. Luego noté mi ropa.

—¿Dónde está mi ropa? ¿Por qué estoy usando otra?

—Tu ropa estaba llena de lodo —me respondió.

—¿¡Y quién me la quitó!? ¡Maldito! ¿¡Fuiste tú!?

Estaba furiosa. Pensé que me había desvestido. Pero él solo reía.

—Tranquila. No fui yo. Fue una de las empleadas. Aunque no voy a negar que me hubiera encantado… pero ese no era ni el momento ni la forma. Ella estaba inconsciente —cerró su conexión con Bastian.

—Ven, te ayudaré a levantarte.

No me resistí. Me ayudó y me sentó en la cama. Entonces se sentó a mi lado.

—Quiero disculparme por la forma tan horrible en la que nos conocimos. Nunca fue mi intención lastimarte. No quise asustarte.

Lo miré a los ojos. Su mirada era sincera. Sus palabras también.

—Te perdono… pero no vuelvas a comportarte así. ¿Por qué actuaste de esa manera?

—Nunca pensé que me perdonarías. Eso me demuestra el gran corazón que tienes. Me haces amarte más...

—Gracias de verdad. ¿Qué te parece si empezamos de cero? Aún no estás lista para saber todo. Ten paciencia.

—Me parece bien. Aunque no entiendo eso de tener paciencia… pero ok.

—Hola, soy Sebastián Anderson.

—Hola, soy Sofía Cooper.

No se pudo contener más. Me abrazó y me besó. Yo correspondí. Fue mágico. Sentí chispas en todo mi cuerpo. Nos detuvimos solo por falta de aire.

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