Nada

Detengo a Miguel a la mitad del pasillo, con valentía lo tomo del brazo y lo giro hacia mí, él caminaba con tanta seguridad en su interior, que por un momento de verdad pensé que esto terminaría mal.

– ¿A dónde vas? – pregunto asustado.

– ¿Cómo que a donde voy Derek? el te a golpeado el rostro, tu hermano te ha roto el labio con solo un golpe.

– Lo sé – respondo acelerado – Pero ese problema supongo que lo arreglaré después, si haces algo me meterás en problemas.

– ¿De verdad no quieres que haga algo? – Pregunta confundido y sorprendido – ¿Ni siquiera un golpe en el estómago? ¡Al menos uno solo!

– No – respondo con un susurro – Por favor – Miguel se me queda viendo, luego rodea la mirada y asiente de forma pensativa.

– De acuerdo, yo no haré nada.

– Bien – respondo más tranquilo.

– Derek te veo después en el trabajo, ahora tengo cosas que hacer.

– Nos vemos – digo. Miguel se gira y comienza a caminar pero esta vez más lento y sereno que hace un rato.

Yo vuelvo a la biblioteca y tomo mi mochila, paso al baño por un momento para humedecerme las manos y el rostro, levanto la mirada cuando escucho sonar el timbre que nos indica que ha llegado la hora de salida. Me tardo más de lo que pensaba en salir ya que el baño que usé estaba casi al final del Colegio, no encuentro a Lidya en la salida, decido caminar solo y finalmente me la encuentro ya en el restaurant, ella me sonríe para saludarme y yo le regreso la sonrisa.

Bruno, el jefe del restaurant, me pide a mí que vaya hasta la bodega y que haga un inventario de todo lo que hay, tomo una libreta y paso un rato escribiendo cosas, aquello hace que mi turno se sienta menos largo, ya que no me doy ni cuenta del momento en el que comienzo a caminar de regreso a mi casa.

Pienso en que Miguel me ha llevado todos los días, pero esta vez ha salido un poco antes y supongo que eso me indica que caminaré, o al menos eso es lo que pensaba, ya que comienzo a sentir un ruido de motocicleta a un lado de la carretera, ruego que sea Miguel y no alguno de los leones que nos siguieron hace unos días. Cuando veo que es alguien a solas, identifico la motocicleta de Miguel.

– ¿Te llevo? – pregunta.

– Pensé que te habías ido antes – agrego confundido.

– Si es cierto, había olvidado esto – Miguel me entrega un casco de seguridad, pero este no es el de él, sino uno distinto, no es para nada nuevo, pero aun así es curioso que Miguel lleve otro casco con él.

– ¿De dónde salió? – pregunto mientras lo tomo, es de color negro y tiene unas finas líneas color rojo.

– Oh solo es mi casco viejo, ya que se te hizo costumbre subirte a mi motocicleta, no quiero arriesgar mi cráneo si es que tenemos un accidente camino a tu casa – agrega él con despreocupación mientras yo me siento atrás – Sostente fuerte mono araña.

– Listo – respondo nervioso, cada vez que debo abrazarlo para no caerme de la motocicleta, siento una electricidad que recorre mi cuerpo.

Esta vez el viaje es más tranquilo, nadie nos sigue y llego a casa justo a tiempo, me bajo y le regreso el casco de seguridad a Miguel, pero él no me lo recibe.

– Quédatelo – dice – Llévalo al Colegio cada lunes, miércoles y viernes, o si quieres lo llevas todos los días, tú decides.

– ¿No crees que es un abuso no pagarte cada vez que me traes a casa?

– ¿Y quién dijo que era gratis? – Agrega Miguel con una sonrisa algo malvada – Aún me debes mi dibujo, no lo he olvidado.

– De acuerdo, lo comenzaré mañana, lo juro – termino resignado, me despido de Miguel y comienzo a subir los cortos escalones para entrar a casa, pero me detengo cuando escucho gritar a Ian mi nombre.

– ¡Hey Derek! – Me volteo para saber qué es lo que quiere – No te enfades.

– ¿Y por qué me iba a enfadar? – pregunto confundido en lo que busco las llaves de la casa en mis bolsillos de mi chaqueta.

– Solo... no te enfades – Miguel hace sonar el motor de su motocicleta y desaparece por la carretera, aquello solo me ha dejado bastante confundido.

Cuando entro a casa, lo primero que veo es a Peter sentado en el viejo sofá del comedor, levanta el rostro y lo veo algo golpeado.

– ¿Qué te pasó? – pregunto preocupado cuando me acerco a él, dejo caer con sutileza el casco al suelo para poder ver a mi hermano.

– Nada – responde de forma pesada.

– ¿Cómo nada? Tienes golpes en el rostro.

– ¡Me asaltaron! ¿De acuerdo? Salí del Colegio, venía para la casa y unos tipos aparecieron y me asaltaron.

– Oh dios, ¿Y se llevaron tus cosas?

– ¡Claro que sí, imbécil! ¿Apoco crees que solo me iban a saludar? – Peter se pone de pie y camina para ir hasta su cuarto, pero al ver el casco de seguridad que he dejado en el suelo, se extraña y lo toma para examinarlo – ¿Qué mierda es esto? – Tomo valor y se lo arrebato de las manos pero no de una forma brusca.

– Es un casco – respondo con una sonrisa tonta.

– Ya sé que es un casco, idiota. ¿Por qué lo tienes?

– Es de un amigo que...

– ¿Un amigo? – Pregunta Peter con una voz irónica – Pero si tú nunca has tenido amigos Derek.

– Mejor me voy a mi cuarto – Tomo mi mochila y comienzo a caminar hasta mi habitación, Franco se queda en silencio, me lanzo a la cama después de cerrar la puerta con seguro.

Por un momento relaciono a Miguel y el robo que ha sufrido Peter, pero ¿Qué posibilidades hay de que todo eso haya ocurrido? O tal vez no estoy tan loco, todo indica que mi idea loca no es tan descabellada como parece, y todo se me confirma de forma inmediata cuando llega la hora de estudio en el Colegio y Miguel pone sobre la mesa el teléfono de Peter.

– Sabía que habías sido tú – agrego al ver el móvil de Peter, – ¿Por qué lo has hecho? – pregunto, mientras un dolor de cabeza algo ligero comienza a aparecer en mí.

– En primer lugar, no he sido yo quien se lo ha robado – dice fingiendo sentirse ofendido – Pero si le dije a alguno de mis amigos que tu hermano se merecía pasar un mal rato.

– ¿Y ahora? – Pregunto – ¿Debo regresarle el teléfono? Se está volviendo loco sin este tonto aparato.

– Tú decídelo, ¿Crees que se merece que le regresen el móvil?

– No – respondo de inmediato – No se lo merece – Miguel asiente y toma el teléfono nuevamente.

– Pues entonces... – Él aprovecha el vaso medio lleno de agua que tengo en la mesa, sin pensarlo dos veces lo deja caer allí y lentamente veo como el teléfono de Peter apaga su pantalla y se despide de mí – Provecho – dice Miguel mordiéndose un labio y soltando una sonrisa, me quedo viéndolo pero de inmediato reacciono y aparto mi mirada de su rostro.

– Deberíamos dejarlo en la basura, no quiero tenerlo y que luego Peter lo encuentre en mis cosas.

– Si, no te preocupes, yo me encargo de ello – Responde Miguel cuando toma el teléfono, lo sacude para quitarle el agua que ha quedado y luego lo guarda en su mochila – Tengo que irme, nos vemos luego Derek.

– Nos vemos – digo, cuando Miguel se va, el dolor de cabeza que tenía hace unos instantes se vuelve un poco más fuerte y me quita las ganas de hacer cosas. Me pongo de pie para ir a enfermería y allí tal vez encontrar a alguien que pueda darme una pastilla.

Por suerte encuentro a la enfermera, le explico a la señora que solo tengo un dolor de cabeza algo extraño, ella asiente y me dice que me recueste un poco, pero yo no obedezco, solo le digo que por favor me entregue alguna pastilla o medicina y estaré bien, ella rodea los ojos pero me entrega lo que necesito.

Un par de aspirinas y algo de agua me hacen sentir un poquito mejor, pero de todos modos la enfermera me da un pase para irme a casa, le recibo el papel, agradezco su ayuda y comienzo a caminar hasta mi casillero para ir por mis cosas.

Camino de forma lenta y pasiva, entrecierro la mirada por cansancio, y la voz de Lidya suena muy fuerte cuando ella llega a mi lado.

– ¿Te parece? – pregunta ella, pero no sé de qué está hablando.

– ¿Disculpa? No te he escuchado, lo siento – respondo, al hablar el dolor de cabeza se intensifica y comienzo a creer que las pastillas que me han dado en enfermería no me han servido de la forma que esperaba, creo que debí aceptar la propuesta de descansar un poco.

– Derek, te dije que si querías salir conmigo y Jackson este fin de... semana... ¿Derek te sientes bien?

– No – confieso – Me duele la cabeza.

– Déjame llevarte a enfermería – dice Lidya, ella cierra la puerta de mi casillero e intenta tomar mi mochila.

– Ya fui a enfermería – agrego cerrando los ojos – Pero... pero... – Por alguna razón no puedo hablar más, mis pensamientos se esfuman y pierdo el oído, veo como Lidya habla y se comienza a desesperar, pero no puedo decir nada, lo único que puedo hacer ahora es dejar caer mi cuerpo al suelo, cuando caigo mi vista se torna blanca, es un brillo tan luminoso que me deja ciego, luego todo es negro, y después... nada.

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