La Realidad

La velocidad de la motocicleta de Miguel aumenta cada vez más y más, por un momento temo que nos pueda pasar algo malo, pero la presencia de Miguel me entrega confianza, y eso es algo nuevo en mí, así que solo confío en que nada malo nos va a pasar y espero a que todo esto termine.

Las otras personas que nos siguen en motocicleta no se han percatado de nuestra presencia aún, pero Miguel solo acelera por alguna razón que no conozco, de pronto durante el camino aparece un gran charco de agua, el cual no le da tiempo a Miguel para frenar, así que él solo pasa y terminamos empapados.

– ¡Lo siento! – grita.

– No hay problema – respondo sin pensar, luego de un rato de huir, Miguel detiene su motocicleta en la nada, todo lo que nos rodea son árboles desconocidos, no tengo idea de donde estoy.

– Sígueme rápido – yo obedezco y me escondo entre medio de unos arbustos, Miguel deja su motocicleta detrás de otro arbusto y luego se agacha a mí lado.

– No quiero parecer preocupado pero, ¿De qué o quienes estamos huyendo?

– Solo guarda silencio y a lo que regresemos a tú casa te lo diré, ahora solo no hables – Miguel suelta un humo cálido al hablar y al soltar respiraciones, yo me lo quedo viendo hasta que noto que es algo raro que no pueda dejar de verlo. De pronto toda la situación se vuelve extraña, los hombres que venían en motocicletas pasan por la carretera a toda velocidad, Miguel se tensa pero luego cuando los ve alejarse se tranquiliza, esperamos que el ruido de sus motocicletas se alejen un poco para volver a ponernos de pie – Ya... ya podemos regresar, todo está bien.

– ¿De verdad? Por qué me siento como si estuviera al medio del final de una mala película, y ni siquiera sé si soy de los buenos o los malos personajes.

– Bueno, eso depende de que pienses de mí, ¿Soy bueno o malo? – Podrían ser ambas.

– Bueno... creo – respondo nervioso mientras Miguel solo asiente y vuelve a levantar su motocicleta, mientras volvemos a la carretera, yo recuerdo que cuando comenzó toda esta carrera, Miguel dijo algo de los leones, pero aún no tengo claro a qué se refería – Miguel, ¿Quiénes son los leones?

– Es una metáfora – dice cuando vuelve a subirse a su motocicleta, indicándome con la mirada que debo hacer lo mismo.

– ¿Cómo la de ponerse el cigarrillo en la boca pero no encenderlo? – pregunto con una risa tonta, pero creo que Miguel no entiende a que me refiero, así que prefiero finalizar mi broma allí.

– Bueno, se dice que los leones no saben detenerse en el momento que están comiendo, ellos no saben cuándo están satisfechos y comen hasta enfermarse.

– ¿Y eso que tiene que ver con esos hombres en motocicletas? – pregunto algo confundido.

– Bueno, ellos son un grupo de ladrones, distintos a los míos... la diferencia, es que ellos pueden tener los bolsillos llenos de dinero, pero no se detienen nunca, siempre están robando, sin límites.

– Como los leones – respondo con un susurro – Ellos no saben detenerse al momento de comer, y estos tipos no saben decir basta al momento de robar, ¿Es eso?

– Si, lo entendiste bien – dice Miguel, soltando una risa algo nerviosa y orgullosa, entonces nuevamente me aferro a su cuerpo y él enciende su motocicleta, en un par de minutos estoy de regreso en mi casa.

– Supongo que nos vemos luego – respondo con una sonrisa, la cual me hace sentir incómodo y la borro de inmediato de mi rostro.

– No te olvides que me debes mi dibujo para este miércoles.

– Oh cierto, claro lo tendré listo.

– Bien, nos vemos – Miguel se pone su casco de seguridad, el mismo que estaba usando yo hace un momento y luego desaparece para irse a su casa.

Yo entro completamente agotado a la mía, tengo frío ya que la ropa me ha quedado algo húmeda por culpa del charco de agua que Miguel no pudo esquivar, decido darme una ducha con agua caliente y luego me lanzo a la cama para poder dormirme.

Casi todo el día martes estuve ansioso por comenzar el dibujo de Miguel, principalmente porque esa sería una excusa boba para poder ver su foto sin sentirme culpable después, no sé qué es, pero algo me hace sentir al ver esa foto, es un sentimiento parecido a la empatía, pero no creo que sea eso, es algo más.

Martes por la noche, tengo el dibujo de Miguel casi completo, lo llevo guardado en mi mochila, ese es un lugar seguro, o eso pensaba yo, ya que cuando entro a mi cuarto en la noche, encuentro a Peter revisando mis cosas.

– ¿Qué estás haciendo? – le pregunto – ¿Por qué revisas mis cosas?

– Ya cállate, necesito cinco dólares, ¿Tienes que me puedas prestar? – Claro, acabo de descubrirlo robando de mis cosas y aun así tiene la confianza para pedirme prestado.

– No, no tengo – confieso – Y ya deja mis cosas.

– Sabes que no me gusta que me hables así, soy tu hermano mayor después de todo, ¿Recuerdas? – Peter se acerca a mí y me mira enfadado, y no he hecho nada de nada para ponerlo furioso, no entiendo que le sucede.

– Tú lo dijiste – agrego – Eres mi hermano, ¿Por qué me tratas tan mal?

– ¿Yo te trato mal? – Peter ríe, aquello me asusta, él junta fuerza en su puño de una forma bastante veloz, lo cual no me da el tiempo suficiente para apartarme. Peter me da con su puño en el rostro, no es primera vez que lo hace, pero aun así me duele como si lo fuera – Repite de nuevo que te trato mal, y recibirás de nuevo uno de esos todos los días – Peter abandona mi cuarto y yo de inmediato camino hasta la puerta para cerrar con seguro, me quedo sentando en el suelo mientras espero a que el dolor sentimental y físico desaparezcan de una vez por todas.

Siento salir un hilo de sangre por mi labio, pero lo ignoro, tengo que terminar el dibujo de Miguel y esta tontería no me va a quitar las ganas. O al menos eso era lo que yo pensaba, pues Peter rompió todas las cosas que tenía en mi mochila, entre esas cosas estaba mi último cuaderno de dibujos.

Dejo todas mis cosas en un rincón de mi cuarto, me lanzo a la cama, agotado me quedo dormido de forma inesperada. Los sueños me calman un poco.

Miércoles por la tarde cuando llega la hora de estudio, solo dejo que el tiempo pase mientras finjo que leo un libro que saqué sin mirarle el título o la portada. Miguel, quien es ahora mi compañero de estudios de forma no oficial, llega a mi lado y con una sonrisa en su rostro me pregunta por su dibujo.

– ¿Lo tienes?

– No – confieso – tenía un par de cosas que hacer así que no pude terminarlo, lo siento.

– Eres un mentiroso, dijiste que lo tendrías.

– Lo siento – levanto mi rostro, entonces Miguel cambia su expresión de confusión a uno curioso.

– ¿Qué te ocurrió en el rostro? – Miguel pasa su pulgar por mi labio inferior por un leve instante – No tienes que responderme porque conozco bien que es, la cuestión aquí ahora es, ¿Quién fue?

– No tiene importancia.

– ¿Cómo no? Ya dime que ocurrió, ¿Tuviste algún problema con alguien en el Colegio?

– No, no es eso.

– ¿Entonces? – susurra. Yo entrecierro la mirada ya que no suelo nunca hablar sobre mis problemas con nadie, normalmente todo se queda en mi cuarto, encerrado entre esas cuatro paredes que me aíslan del mundo exterior. Decido sincerarme por primera vez en mi vida, saco lo que queda de mi cuaderno de dibujos y le entrego a Miguel lo que le había prometido, obviamente no de la forma en la que él lo esperaba – ¿Ese... ese es mi dibujo? Me dijiste que no lo tenías, ¿Qué rayos sucede aquí Derek? ¿Por qué el dibujo está todo roto?

– Tuve un problema – le confieso a Miguel todo lo que ocurrió con mi hermano, él solo asiente y finalmente solo fulmina con la mirada su dibujo roto.

– Supongo que tendremos que darle una lección a tu hermano – dice Miguel, poniéndose de pie y caminando hasta la salida de la biblioteca.

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