Capítulo 2. Un hogar a medias

El sonido del timbre me sacó de mis pensamientos como una alarma inoportuna. Me puse una sudadera sobre la ropa cómoda que uso para estar en casa, pero no por cortesía, sino por reflejo. Como si el simple hecho de cubrirme fuera una forma de protegerme de lo que estaba por entrar por esa puerta.

Mi madre, en cambio, corrió hacia la sala como si fuera una adolescente recibiendo a su primer amor.

—¡Debe ser él! —exclamó. La emoción en su voz me revolvió el estómago.

No le dije nada. Ya no vale la pena discutir con alguien que elige ignorar la realidad.

Me asomé al pasillo desde la escalera y ahí estaba él. Joey.

Con ese traje barato de vendedor exitoso y la misma sonrisa de siempre: una que decía “no te fíes, pero haz como que sí”. Tenía esa presencia imponente, no porque fuera grande, sino porque sabía exactamente cómo llenar un espacio sin que nadie se lo pidiera.

—Hola, chicas —saludó, como si no hubiera abandonado esta casa sin mirar atrás hace años.

—Hola, Joey —dijo mamá, bajando la voz como si fuera algo delicado. Como si él pudiera quebrarse con una palabra mal dicha. O peor aún, que la pudiera quebrar a ella.

Yo no dije nada.

Joey me echó una mirada rápida, la misma condescendiente de siempre. Esa que usaba cuando no sabía si pegar o disculparse.

—Anne. Qué grande estás. Casi ni te reconozco.

—Me pasa seguido. No soy muy memorable —respondí, apoyada en el marco de la puerta.

No le gustó. Lo vi en sus ojos. Pero se contuvo.

—¿Nos sentamos? —preguntó él, como si esto fuera una visita casual y no un campo minado emocional.

Mamá lo invitó a pasar. Sirvió café. Se sentaron en la sala como si fueran una pareja que aún compartía algo más que un apellido en unos papeles de divorcio olvidados.

Yo me quedé de pie.

—Entonces… ¿qué te trae por aquí? —pregunté, cruzando los brazos.

Joey suspiró como si el aire le costara dinero.

—Solo quería hablar. Arreglar las cosas. Quizá empezar de nuevo.

Mamá lo miró como si le acabaran de prometer el cielo.

Yo solo pensé en todo lo que nunca había arreglado. En las veces que la dejó llorando, vacía, con el rostro hinchado y los brazos temblorosos. En las veces que yo misma me escondí con el corazón latiendo como si fuera a explotar.

—¿Arreglar qué exactamente? —pregunté con frialdad—. ¿El abandono? ¿Las llamadas que nunca hiciste? ¿Las facturas que no pagaste? ¿O solo vienes porque te aburriste de tu nueva vida?

Él me miró. Esa mirada. Esa que tenía justo antes de gritar. Antes de golpear algo. A veces una pared. A veces algo más blando.

—No me hables así, mocosa. Sigues siendo una niña.

—Y tú sigues siendo un cobarde —disparé sin pensarlo.

El silencio fue brutal.

Mamá se tensó. Puso la mano sobre el brazo de Joey. Mal movimiento.

Él se levantó de golpe, como si mis palabras hubieran activado un resorte. Su voz subió de volumen, pero no gritó. Aún no.

—¡Estoy tratando de hacer las cosas bien! ¡Y tú vienes con esa actitud de mierda!

Dio un paso hacia mí. Instintivamente retrocedí. No porque creyera que me iba a pegar, no como antes… sino porque sé reconocer una amenaza cuando la tengo enfrente.

—Joey —dijo mamá, apenas un susurro—. Por favor, no aquí.

—¡No me mires así! ¡No me pongas como el malo!

—Tú te pusiste solo —dije. Lo tenía enfrente. Más alto. Más fuerte. Pero yo ya no tenía doce años. Ya no me iba a quedar callada.

Joey me miró como si quisiera decir algo más. Algo que doliera. Pero no lo hizo. Su mirada pasó de furia a frustración, y luego a algo que nunca le había visto: vergüenza.

—Esto fue un error —dijo, dirigiéndose a la puerta—. No tenía que venir.

—En eso estamos de acuerdo —murmuré.

Cerró la puerta de un portazo.

Silencio.

Mamá no lloró. Solo se dejó caer en el sillón y se quedó ahí, con la mirada perdida. No dije nada. Me acerqué, me senté junto a ella, y le tomé la mano.

—Lo siento —susurré.

—No fue tu culpa —dijo, pero su voz sonaba hueca. Como si estuviera en otra parte.

—No puedes seguir esperándolo, mamá. No va a cambiar. Nunca lo ha hecho.

Ella no respondió.

Esa noche, no cenamos. No hablamos. No hubo música ni películas. Solo la casa entera en pausa. Y yo, con la misma pregunta resonando en mi cabeza:

¿Cuántas veces más tenemos que rompernos para darnos cuenta de que no se puede reparar lo que nunca estuvo completo?

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Comments

silvia

silvia

De todo podría pasar si estas con el siempre 😋

2023-10-04

0

GiovannaXchelMayaCejudo

GiovannaXchelMayaCejudo

maldito hijo de perra ese supuesto Padre que tiene!!!

2022-06-07

0

Olga Sanchez Guerrero

Olga Sanchez Guerrero

🥰

2022-06-02

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