Ariadna:
—¡¿Qué?! —me preguntó Caro casi escupiendo el sorbo de café que había bebido—. ¿Pero está loco o qué?
—Shhh... baja la voz —le pedí—. Lo mismo pensé yo, y parece que sí.
—Pero, ¿por qué te pidió tal cosa?
Decidí contarle todo desde el principio, desde cuándo le pedí el préstamo, hasta cuándo me hizo aquella propuesta. A medida que le iba contando —aunque no era mucho— la expresión de Caro cambiaba radicalmente, había empezado con una expresión de sorpresa y había terminado con una de ira.
—Osea que decidió cobrar favor por favor, —Asentí con la cabeza—. Ariadna, no habrás aceptado... o ¿sí? —Giré mi mirada hacia una mesa vacía y asentí desconcertada.
—Fue la única opción que tuve en el momento. No podría pagarle el préstamo que me hizo en cuatro días, era muy poco. Además, todo lo hice por Doña Anita.
—Pero, ¿estás segura de la opción que tomaste? —me preguntó mientras bajaba su taza de café.
—No. Pero ya he aceptado, y no puedo retroceder. Podré tomar no muy buenas decisiones, pero cuando las tomó no doy vuelta atrás. —Mis padres me habían enseñado que cuando se tomaba una decisión, fuera buena o mala, no se debía dar marcha atrás, porque debía ser de palabra—. Aunque no sepa a dónde me llevará todo esto, ya lo hecho, hecho esta.
—Solo recuerda que si me necesitas, voy a estar ahí para ti —me dijo con un tono tan cariñoso. Ella era la mejor.
—Gracias. —Le di un fuerte abrazo.
Estuvimos otro rato más en la cafetería. Quería quedarme con Doña Anita, pero Caro no me lo permitió, porque según ella debía descansar porque me esperaba un largo y ajetreado día. Me despedí de Doña Anita y de Caro, y me dispuse a irme para mí apartamento.
Al llegar a mi apartamento, me dirigí a la cocina y preparé un té. Luego de que el té estuviera me senté en el sofá de la sala y mientras tomaba mi té, los pensamientos me invadían, lo que pudiera pasar con aquella mentira me abrumaba. ¿Y qué tal si se daban cuenta? ¿Cómo reaccionaría su familia al saber que yo era su supuesta prometida? ¿Less caería bien? ¿Habría dificultades?
De tantas preguntas que a mi mente llegaban, la cabeza empezó a dolerme y poco a poco mis ojos empezaron a cerrarse... hasta quedar dormida.
Harry:
Acababa de llegar al departamento luego de haber jugado un buen rato basquetbol con mi amigo Leo. Estaba demasiado cansado, así que decidí ducharme. Me desvestí y me dirigí a la ducha.
Al tener contacto con el agua mis músculos se relajaron y sentí gran satisfacción, pero los pensamientos no me dejaban en paz. ¿Por qué carajos me preocupaba tanto? Ella ya había aceptado. Ya tenía una prometida que presentar ante mi familia para que así me dejaran en paz. ¿Entonces por qué me preocupaba?
Luego de ducharme, me vestí y me acosté para poder descansar. En el primer intento de dormirme al cerrar mis ojos mi mente proyecto la figura de Ariadna, tan casual, tan sexy, tan atractiva, tan interesante, tan...
—¡Ahhhhh! —mascullé entre dientes, enojado conmigo mismo.
Volví a cerrar mis ojos, pero esta vez mi mente proyecto el momento en el que me acerque a Ariadna, estuve demasiado cerca de ella, tan cerca que logré oler su colonia, un olor sexy y provocativo, delicado y... ¿Pero qué me pasaba?
—Maldita sea, Ariadna —me senté en la cama y pase una mano por mi mojado y alborotado cabello.
Ariadna:
Eran las 8:05 a.m y yo ya estaba cumpliendo con mi labor de trabajo. Minutos después vi llegar al señor Gabbana, que raro, él nunca llegaba tarde, es más, era siempre él el primero en llegar a la oficina y siempre reprendía al que llegaba tarde.
Paso por mi lado sin decir un buenos días, ni se limitó en mirarme, decidí no darle mucha importancia. Pero note que tenía un aspecto un poco desarreglado, su negro cabello estaba un poco alborotado, su traje estaba un poco desaliñado y sus rasgados ojos negros estaban inyectados en sangre y con ojeras. ¿Habrá estado con una mujer? Aquella pregunta me invadió, de tan solo pensar que hubiera estado con una mujer hizo que un sentimiento desconocido recorriera mi cuerpo.
«Da igual. No somos nada. No debería importarme lo que haga con su vida.» Dije para mí misma en mi mente.
—Gonzáles, la necesito en mi oficina, por favor —escuché la voz del señor Gabbana. De seguro quería hablar sobre la propuesta y ya que yo había aceptado debíamos aclarar un par de cosas.
Sin perder el tiempo me dirigí hasta su oficina, toque dos veces.
"Toc Toc"
—Siga, González. —Entré con firmeza y valentía. No pensaba dejar que hiciera lo que se le viniera en gana conmigo.
—¿Me necesitaba?
—Sí. —Hizo una pequeña pausa—. Creo que deberíamos hablar sobre nuestro trato. Debe saber cosas y tal vez usted tenga dudas. Por favor, tome asiento —señaló la silla que había frente a su escritorio.
Acaté y me senté.
El señor Gabbana me empezó a contar lo que debía saber para que nuestro trato no se fuera al trasto. En mi mente empezaron a surgir preguntas que necesitaba preguntarle, pero que no sabía cómo.
—¿Alguna pregunta, González?
Era ahora o nunca, qué más daba.
—Hay una cosa de la que... ¿Tendré que demostrar que somos pareja... besándolo?
Harry:
Su pregunta hizo que me sobresaltara. Ese era un dato que se me había olvidado por completo. Aunque la idea de tener que besarla no me sonaba tan mal...
«Harry, concentrate» me regañe.
—Bueno... —traté de sonar lo más normal posible—. Puede que tengamos que hacerlo. Una o dos veces... solo para aparentar —me apresuré a responder.
—¡Oh! Ya- ya veo... —tartamudeó.
—Lo evitaremos siempre que podamos. Pero, por favor, no me mal intérprete —la miré a los ojos serio, tratando de aparentar que no me apetecía besarla, cuando eso era algo que me apetecía y no sabía el por qué—. No soy ningún pervertido que intenta retenerla. Necesito su ayuda, pero no pienso aprovecharme de usted. —Ella se encogió de hombros—. Jamás le pediré nada más que nos cojamos de la mano y nos demos algún que otro beso en público.
—Me tranquiliza saberlo.
Ariadna:
Aquello me tranquilizaba.
—No dormiremos en la misma habitación, ¿verdad? —pregunté como si apenas se me hubiera ocurrido esa pregunta.
—Por supuesto que no —se apresuró a contestar—. Mi madre está chapada a la antigua. La trataré de manera educadamente cariñosa, no se preocupe. — Me tranquilizaba que el señor Gabbana no fuera ese tipo de hombre pervertido, era algo bueno—. ¿Alguna otra duda?
—No. —Negué con la cabeza.
—Ya puede retirarse.
Rápidamente salí de su oficina y me dirigí hasta mi escritorio. Solo faltaban tres días para el día en el que sería presentada como su prometida.
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Comments
Momys.rub
Ahhhhh, pillinnnn!!!
No te hagas wey, te gusta te encanta te fascina, q No lo quieras aceptar mmm eso ya esotro cantar!!!
Mana ve con pies de plomo heemosa, q nonte traicionen sus bellos ojos y ese cuerpo musculoso!!!!
2025-05-14
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Violette Hernandez
me preguntó porque la amiga en lugar de criticar y enojarse por lo que le propuso su jefe,no le ayuda a pagar la deuda
2024-12-18
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Julieth Salgado
Me gusta la novela esta ves se invierten los roles, jjajjajajaja jjajjajajaja
2024-05-24
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