Capitulo 3

Ariadna:

—Sea mi prometida, González.

¡¿Qué?! ¡¿Acaso había escuchado mal?! No creo, antes de venir a trabajar me había lavado los oídos con agua y jabón. ¿Acaso estaba loco?

—¿Disculpe? —pregunté, atónita. Esto tenía que ser una broma, no podía estar hablando en serio.

—Como escucho. Sea mi prometida, González —volvió a repetir, le había escuchado bien, pero quería que me aclarara eso de ser su prometida.

—¡¿Ser su prometida?! —Él de seguro tenía que estar de broma.— ¿Pero por qué? —Necesitaba saber de donde había salido tal propuesta para poder entender.

—Sí. Vera, mi madre ha pedido, quizá ordenado sea la palabra correcta, que pase este mes en Gabbana House. —Era obvio que se estaba refiriendo a su casa o mejor dicho, casa de sus padres—. MI madre está obsesionada con que debo casarme y tener hijos, porque según ella ya estoy en edad y sospecho que pretende presentarme a una de sus candidatas durante mi estancia allí. —Se giro hacía mí y me miró con tanta tranquilidad, mientras que yo seguía atónita.

—¿Y yo qué tengo que ver ahí? —pregunté aún más confundida sin entender ni un carajo.

—Le he dicho que iría con mi prometida, pero... —me miró.

—¿Pero? —pregunté para que prosiguiera y no se detuviera.

—Pero ahí está el problema —hizo una pausa—. Que mi prometida no existe porque me la he inventado. —Aunque todo lo decía con tranquilidad pude ver en su mirada preocupación.

—Es una situación complicada, pero... sigo sin entender porqué me necesita. —No sabía porqué me necesitaba y mucho menos el por qué me pedía eso.

Sacó las manos de los bolsillos.

—Porque serás mi prometida. Vivirás conmigo un mes mientras estoy en Gabbana House. Mi madre te conocerá, nos verá juntos y luego yo podré regresar a mi vida y hacer que me deje en paz por un tiempo.

La forma tan tranquila en la que decía todo eso me pareció tan disparatada, como podía decirlo con un tono de voz así.

—¡No puedo ser su prometida! ¡No pienso serlo! —contesté decidida. Era cierto que me había ayudado y se lo agradecía, pero esto era algo muy disparatado y mentir era algo que no me gustaba.

—Gónzales, ¿qué opción te resulta más atractiva? —volvió a meter las manos en los bolsillos y se empezó a acercar a mí con un paso lento.— Saldar la deuda que tienes conmigo colaborandome para poder despistar a mi familia o... —vi que se acercaba cada vez más—, pagarla en cuatro días.

—¿Cuatro días? —No habíamos acordado eso—. Nosotros no acordamos eso. Yo le dije que le devolvería todo el dinero cuando lo tuviera todo.

—Umhm... —parecía que lo pensaba—. Pero, como quien prestó el dinero fui yo, yo decido cuándo y cómo me lo devuelven, y le estoy dando dos opciones.

Al verlo tan cerca de mí me recosté contra la puerta, pero él seguía acercándose, hasta que estuvo demasiado cerca, tan cerca que pude olerlo. Tenía un olor muy varonil y muy atrayente.

—Es su decisión, González —me susurró casi cerca al oído, haciendo que mi piel se erizara.

No, no, no, cuatro días era muy poco para pagarle. ¿Qué debía hacer? No debía rendirme, pero al ver las pocas opciones que tenía, la única era aceptar.

—Uff... —suspiré resignada—. Hombre, si lo pone así... —dije tratando de tranquilizarme. Al escucharme decir eso, él se apartó de mi rápidamente y se empezó a dirigir hacia su escritorio.

—Me alegra que este de a cuerdo conmigo —dijo mientras se sentaba en su escritorio—. De lo demás no se preocupe, mañana podemos dialogarlo con más calma. Puede ir a descansar.

—Con su permiso —dije con un tono de seriedad, me retractaba de lo que había dicho, mi jefe era el peor de los jefes.

—Ah, y González —su voz me detuvo en seco—, duerma bien, no es bueno que tenga ojeras.

Asentí y sin querer seguir prestándole atención me dispuse a salir de aquella oficina.

Harry:

En sus ojos pude ver la ira consumiendola. Si sus ojos tirarán balas, de seguro yo ya hubiese muerto. Sin pensar tanto en lo que había acabo de suceder decidí salir de mi oficina e irme para mi departamento, necesitaba descansar y pensar un poco.

Luego de salir de mi oficina me dirigí hasta el parqueadero donde estaba mi auto, un Lexus LFA negro, desde las llantas hasta sus ventanas. Empezé a manejar en dirección a mi departamento con los pensamientos al mil.

Cuando llegué a mi departamento me quité la chaqueta y la tire al sofá. Me solté un poco la corbata y me senté en el sofá.

Mi celular sonó.

—Hey, Harry —escuché la voz de mi amigo a través del celular—. ¿Cómo estás?

—Leo, estoy bien. ¿Qué quieres? —pregunté cortante.

—Amigo, pero ¿qué tienes?

—Nada. ¿Qué querías? —volví a preguntar mientras pasaba una mano por mi espeso cabello.

—Umhm, ya —su voz sonó dudosa, no me creía—. ¿Hoy vendrás a jugar basquetbol?

Tal vez estar entretenido en algo me ayudaría a olvidar lo sucedido con Ariadna.

—En media hora nos vemos.

—Bueno.

Colgué. Me levanté del sofá y me dirigí a mi habitación para cambiarme. Me puse una camiseta negra suelta de manga larga, una playera amarilla, unas pantalonetas amarillas y unos tenis negros.

Ariadna:

Los pensamientos y dudas no dejaban de llegar a mi mente, no sabía qué pensar, mi mente parecía una encrucijada con todos aquellos pensamientos que venían y no podía aclarar. Pero, sobre todo, estaba enojada, le había pedido un favor y él se había aprovechado de eso. Ufff.

Al llegar al hospital decidí dejar a un lado todo y saludar a Doña Anita. Entré a la habitación y vi a Doña Anita hablando felizmente con Caro. Al verla sonreí y me acerqué a ellas.

—¿Cómo están, damas? —les pregunté con una cálida sonrisa.

—Señorita —me dijo Doña Anita con una gran sonrisa de oreja a oreja—. Estoy muy bien ahora que la veo.

—Me alegro, Doña Anita. —Doña Anita extendió sus brazos para darme un abrazo, al cual accedí plácidamente.

—Doña Anita ya quería verte —agregó Caro.

—Gracias por todo, señorita —me susurró al oído.

—No fue nada, en serio.

El rato que nos permitieron ver a Doña Anita lo pasamos hablando y riendo a lo grande. Doña Anita hablaba y reí tan tranquila, que eso me hizo feliz. Jamás me arrepentiría de haber ayudado a Doña Anita.

Caro y yo salimos de la habitación y nos dirigimos a la cafetería del hospital.

—Bueno, Ariadna, dime qué tienes, ¿qué te pasa? —me preguntó Caro mientras me observaba.

—¿A mí? —Ella asintió con la cabeza.— Oh, nada, nada —me apresuré a responder—. ¿Por qué?

—Te vi un poco rara cuando estábamos con Doña Anita. Sé que te pasa algo, dímelo, sabes que puedes confiar en mí. Sabes, que seas valiente no significa que no puedas expresar lo que te afecta, es más, aquello te hace aún más valiente, porque no cualquiera tiene el valor de hacerlo. Si tienes un problema entre ambas buscaremos una solución —me dijo con un tono dulce y tranquilo.

Sí, sí me pasaba algo y ella tenía toda la razón, a veces no es bueno guardarse las cosas que nos afectan.

—Pero prométeme que no contarás nada, es un secreto y no lo puede saber Doña Anita. —La señalé con mi dedo índice, ella asintió con la cabeza—. Mi jefe me propuso ser su prometida.

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Comments

Momys.rub

Momys.rub

Ay Ary!!
Solo recuerda q es un Negocio ehhhh?!!!
Osea trankis, No te Enamires de ese Rufián, guapote y bien hecho!!!
Es más ponle una máscara de Shrek y así es más fácil!!!

2025-05-14

0

Anerci Meneses

Anerci Meneses

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2022-10-02

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Elismery Herrera

Elismery Herrera

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2022-09-19

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