Capítulo 2

Me giré lentamente para encontrarme con la chica a la que más odio en esta miserable vida. Magdalena Horse, la chica que me traicionó cuando yo pensé que podría confiar en ella. Destruyó hasta la última gota de confianza que había puesto en nuestra amistad.

— Mag. —murmuré apretando la mandíbula

— ¿Cómo estas querida Sarah? — preguntó con una sonrisa hipócrita.

— Mejor que antes, gracias. —contesté.

— Veo que ya conoces a mi novio. — se acercó a Ethan y lo abrazó por la cintura él le respondió el abrazo dudando.

— Si, ya nos conocemos. — contesté. — Fue un gusto conocerte Ethan. — miré a Mag. — No me dio ni el más mínimo gusto verte, no te voy a mentir.

— Yo tampoco lo negaré, a mí tampoco me dio gusto. — nos sonreímos falsamente y yo continué mi camino.

La sonrisa fingida, se convirtió en una mueca, que desagradable momento. Para colmo el chico agradable que acabo de conocer es novio de él ser más despreciable que he conocido en mi vida. Entré al salón de Literatura y me senté en uno de los asientos vacíos. Eran en pareja, típico de esta escuela, en casi todas las aulas los asientos eran en pareja, excepto en el salón de música.

Alguien se sienta junto a mí, miró por el rabillo de mi ojo, el chico de los lentes de hace rato estaba sentado junto a mí, no sé porque, pero por una extraña razón ese chico me puso nerviosa. El giró un poco la cabeza, nuestras miradas conectaron. Él me sonríe abiertamente.

— Hola. — agitó la mano en forma de saludo.

Desvié la mirada queriendo sonreír como tonta. Giró la cabeza nuevamente, el continúa escaneándome con la mirada. Le doy una sonrisa sincera.

— Hola.

— ¿Eres nueva? — preguntó.

— Ah, no tanto. — contesté.

— ¿Tienes nombre? — sus mejillas se sonrojaron al darse cuenta de la pregunta estúpida que había hecho. — Oh, que idiota ¿Cuál es tu nombre?

Solté una risita.

— Mi nombre es Sarah, mucho gusto.

— El mío es Thomas, todos me dicen Nerdi. — contestó.

— ¿Nerdi?

— Es algo difícil de explicar. — contestó.

La maestra entró al aula anunciando su entrada, por lo que nosotros solo guardamos silencio y no continuamos hablando durante toda la clase.

(....)

El día de clases terminó, esta era mi parte favorita del día, pues tenía la costumbre de ir a McDonald a tomar chocolate mientras escribía una que otra historia. Al salir de la clase, como a unos metros de mi vi a Thomas caminando junto a la chica con la que conversaba en la mañana.

Ese chico me daba tanta curiosidad, no sé por qué ¿No les pasa que sienten una curiosidad por alguien y quisieran saber más sobre esa persona? Ustedes dirán ¿En serio? ¿El nerd?

Pues hay cosas que sencillamente no tienen explicación.

Comencé a caminar al mismo ritmo que ellos, pero a una distancia prudente. Salimos de la escuela y comenzamos a caminar no se adónde.

— ¿Y vamos a la librería? — preguntó Thomas.

— Claro que sí, pasamos por el libro que me recomendaste y luego entramos al McDonald que está en frente.

«Ósea que no tengo que seguirlos. Bien por mí.»

Comencé a caminar más rápido pasándoles por el lado a la chica que estaba a la derecha de Thomas. Saqué mis audífonos de la mochila lo antes posible para hacer como que no escuché, los conecté a mi móvil y comencé a escuchar Thumbs de Sabrina Carpenter. Amo a esa chica. Continué caminando disimuladamente con dirección a McDonald, pero recordé que mi amiga Chantal del Internado me recomendó una muy conocida escritora llamada Agatha Christie. Agsh, odiaba leer, pero si son cosas sádicas estoy en primera fila.

Además, una idea macabra se cruzó por mi mente, miré por mi hombro por que sentí que alguien me observaba y era Thomas, pero continuaba conversando con su amiga la Nerd, aunque su mirada estaba perdida en mí.

La biblioteca más reconocida y completa del pueblo no quedaba muy lejos de la escuela, solo a cinco minutos, además había un Mc Donald en frente. La ciudad de Shelton era una ciudad muy fría, aunque no siempre llovía mayormente estaba nublado. Subí los escalones y tiré de la puerta de la biblioteca hacia adentro para entrar. Me quité los audífonos. Me encaminé a la barra donde estaba la bibliotecaria Conocía a la mujer, era mi tía Ros.

— Hola tía. — saludé cálida. Ella puso su dedo sobre sus labios índice indicándome que bajara la voz, yo solo susurré. — Perdón, vine por un libro que me recomendó una amiga.

— ¿Del que me hablaste por teléfono ayer en la noche? — Asentí. — Yo creo que...

— Tía tengo 17 dentro de poco 18, creo que puedo leer cosas como esas, además no son nada, no leeré por eso, es por el suspenso. — contesté.

Ella achicó los ojos.

— Está en la sección de novelas policiacas y suspenso, supongo que sabes leer. — la miré mal por lo que soltó una risita.

Mi tía era dueña de la biblioteca por lo que no era tan pública. Pero tenía el mismo sistema que las bibliotecas públicas. Al girarme para ir a buscar mi libro, veo a Thomas y a la castaña de lentes caminar hacia esa dirección. Actué natural, como si nada mientras buscaba mi libro en la estantería, ellos estaban a unos metros de mí.

Tomé La Casa Torcida entre mis manos y comencé a ojearla disimuladamente.

— Alfred. — murmuró la chica.

— Hum.

— ¿Puedo hacerte una pregunta?

— ¿Sí?

— ¿Quién te gusta? —preguntó ella.

El soltó un suspiro

— Nadie. — se encogió de hombros. — ¿Y a ti?

— Se llama Marco Warsberg. — contestó.

Abrí los ojos como platos, Marco Warsberg era sobrino de mi Madre, efectivamente éramos primos. Waw.

Pero que mal educada y chismosa eres Sarah

Rodeé los ojos ante el reproche de mi conciencia, me concentré en leer el prólogo de la novela, era super interesante. Me dirigí a la barra donde estaba mi tía.

— Me llevaré esté. — dije.

— Fecha de entrega. — tomó un bolígrafo y se posiciono para escribir.

— Dentro de dos semanas. — contesté.

Ella escribió una fecha específica, me dio una tarjeta.

— Chaosito, tía. — le lancé un beso, ella rodo los ojos.

Comencé a caminar a la salida, pero antes de cruzar la puerta un cosquilleo se sintió debajo de mi nariz por lo que me salió un estornudo. Todos me miraron y yo solo salí de allí sonriendo. Bajé los escalones y crucé la calle hacia McDonald. Luego de hacer mi pedido (café y papas fritas), me senté en una mesa apartada junto a los ventanales del local. Conecté mis audífonos mientras escuchaba Las Vegas de Aitana.

Comencé a leer mientras comía de mis papas fritas. Levanté la mirada para ver a Thomas y a su amiga entrando al local, ella se sentó mientras el hacia el pedido. Continue con mi lectura disimulada. Me sentía como una espía, porque cada cinco minutos subía la mirada para observar al chico.

Luego de un buen rato, la chica se puso de pie y se fue despidiéndose de él, pero yo continuaba leyendo hasta que el decidiera irse.

Me quité los audífonos para sentirme más cómoda. Diez minutos después cuando él se puso de pie yo también me paré dejando una propina sobre la mesa y tomando mis cosas. Crucé la puerta y comencé a seguirlo a una distancia prudente para que no se diera cuenta.

El no daba la impresión de que era un chico de muchos amigos, más bien parecía de poco ambiente y pocos amigos, pero agradable, sin embargo, se veía muy tímido. Aunque cuando nos presentamos no me pareció verlo así. Pero según mis estadísticas mentales la mayoría de los nerds son tímidos, por lo que me parece sorprendente. De pronto comenzamos a caminar por una calle solitaria lo cual me pareció extraño.

De pronto todas mis alarmas mentales se activaron.

¿Será que él supo desde un principio que yo lo seguía y quería llevarme a un lugar solitario para abusar de mí, porque es un nerd pervertido?

Eres tú la que lo está acosando.

Mi consciencia me dio una cachetada mental. De pronto de un callejón salieron unos chicos, parecían una banda callejera. Unos tenían cigarrillos y otros tatuajes.

— Mira que tenemos aquí. — dijo uno de ellos.

Ahora si estaba asustada, no era a mí a quien acorralaban, era al nerd. Yo estaba lejos.

Thomas continuó caminando como si nada, eso me hizo sonreír, era como si quisiera impresionar a alguien de lo "valiente" que era. Pero uno de ellos tiró de su sudadera haciéndolo retroceder metiéndolo al callejón.

Eso si me dio miedo, em acerqué un poco más.

— ¿Crees que estoy jugando? Dame todo lo que tienes. — dijo uno de ellos. — Todo.

— No, déjenme ir. — suplicó el pobre nerd.

— No, es más, ya que no quieres colaborar, nos divertiremos un rato contigo, preciosa. — dijo otro de ellos.

Yo estaba detrás de la pared escuchando todo. Una serie de imagines crueles cruzaron por mi cabeza y me asusté tanto que se me retorció el estómago del asco.

Ay no, van a abusar de él.

Salté inmediatamente empujando al chico de algunos 19 que lo tenía atrincherado contra la pared.

— ¡Déjenlo en paz! — espeté apretando la mandíbula.

Lo que sentía en ese momento nunca lo sentí antes. Era la necesidad de protegerlo.

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