Dos semanas pasaron que nuestros amigos llegaron a la posada paraíso. Y a pesar de todo, más o menos se estaban acostumbrando. Esa mañana, en la habitación de las chicas, Roci estaba molesta con Emily porque no quería salir del baño, ella tenía muchas ganas de ir.
— ¡Emilia, dale! —Rocío dando saltos alrededor de la puerta—
— ¿Qué pasa? —Yukii.
— No puedo creer que tarde tanto en el baño. —Rocío
— ¡Emilia, rápido o echaremos abajo la puerta! —Yukii.
— ¡si, a propósito, yo estaba antes! —Rocío.
— Lo sé, lo sé. Cascadas... piscinas... grandes olas oceánicas... grifos llenando una bañera. —Yukii.
— Yukii, ya basta. —Rocío.
— Sabes, ¿dejar de pensar en eso? —Yukii.
— ¿Cómo? —Rocío.
—Bailando. —Busca música en su teléfono celular— Vamos inténtalo. —Yukii.
— No es cierto. —Rocío.
— claro que sí. —Puso la música y comenzaron a bailar— ¿Mejor? —Yukii
— un poco —Rocío.
Mientras en el cuarto de los chicos. Estos estaban hablando, mientras Jo elegía que se ponía.
— a dos semanas que estamos aquí y todavía no nos han pagado. —Stefan.
— Lo sé, Harold nos ha hecho trabajar día y noche haciendo tareas que no nos corresponden. —Gerardo.
—Eso ya es ilegal para comenzar. —Nilo.
— ¿Qué tal? —Jordán mostrándola, la remera que tenía puesta—
—es un insulto. —Gerardo.
— Contra la defensa general. —Nilo.
—apesta. —Stefan.
— Entonces... me pongo la roja. —Jordán mostrándola, la otra remera—
— ¿Ahhhhhh? —Nilo, Stefan y Gerardo.
Mientras tanto Roci y Yukii seguían bailando esperando que Emily salga del baño para entrar ellas.
— funciona. —Rocío.
— viste. —Yukii. En eso Emily deja libre el baño.
—listo. —Emilia.
— ¡eso! —Yukii.
— Espera, Yukii, voy a matarte. —Rocío.
— ¡sigue bailando! —Yukii.
— ¿hay alguien? —Sofía.
—Sofí, ni siquiera lo intentes. estaba antes. —Roció.
Más tarde mientras desayunaban en el patio.
— ¿puedo? —Jordán intentando sacarle el tocino a Emilia—
—No. —Emilia.
— ¡oh, vamos! —Jordán.
— No. —Emilia.
—Es malo para ti. —Jordán.
— Si es tan malo, ¿Por qué lo quieres? —Emilia.
—Para mí está bien, pero para ti no, tendrás granitos. —Jordán.
— ¿Qué? —Emilia.
—Note que cada vez que comes un trocito de tocino te sale un granito justo aquí. —Jordán en señalándola la mejilla de Emilia—
— no es cierto. —Yukii.
—si lo es. —Rocío.
—Sabes qué, probemos algo. No comas este tocino hoy y apuesto que no te saldrá un granito. —Jordán.
—bien. —Emilia.
—mitad. —Rocío a Jordán.
— ¿alguien más se vuelve loco por estar aquí? —Yukii.
—sí. —Todos.
—necesitamos escaparnos un día. —Gerardo.
—no caminare. Necesitamos un auto. —Emilia.
—primero necesitamos dinero. —Sofía.
—tenemos que pedirle a Harold nuestro sueldo. —Stefan.
—si deberíamos ir en manifiesto hasta su casa a decirle que si no nos paga... —Sofía.
— ¡le cortaremos las piernas! —Nilo.
—no a ese extremo, Nilo. —Stefan.
— ¿las orejas? como en "Perros de la calle" —Nilo.
—Nilo, no le cortaremos nada a nadie. —Yukii.
—Perforemos-le así estará de moda. —Emilia.
—Emilia, es tan los ochenta. —Yukii.
—iremos a su casa y le diremos que queremos esto, esto y esto. —Gerardo.
—sí. —Todos.
Entonces se fueron a la casa a Harold, pero cuando llegaron se encontraron con un letrero en el portón que decía \, lo cual asusto muchísimo a Gere y a Emily.
— ¿aquí dice lo que creo? —Gerardo
—no tiene caso. —Sofía.
— ¿no tiene caso? De qué sirve que lo pongan, si no tiene caso —Gerardo.
—cierto. —Roció.
—no, no, no es todo. Bueno, por lo menos lo intentamos. —Gerardo.
—espera, espera. ¿A qué le temes? —Stefan.
— Bueno, no lo sé tal vez algunas de estas palabras, como \ o \ —Gerardo.
—solo es un caimán, caimán. —Nilo.
—Solo. como decir que alguien es solo un asesino. —Gerardo.
—soy muy perceptiva con los animales, pero creo que este tuvo una niñez difícil. Está furioso. —Roció.
—vamos, debe ser un ejemplar pequeño. —Yukii.
— Yukii ¿Qué haces? —Emilia.
—entren no está. —Yukii.
—vamos, Roci vas. —Stefan.
—no puedo. —Rocío.
— sí. Si puedes. —Stefan.
—no, no puedo. —Rocío.
—oh, cierra la boca. —Stefan alzándole en su hombro y entrando con ella—
— ¡Stu! ¡Bájame, bájame! —Rocío.
— ven Caimancito, ven amigo. —Jordán.
— ¡Jordán, deja eso! —Emilia.
— tiene que saber que somos amigos. —Jordán.
— no soy su amigo. Odio los caimanes. —Gerardo.
— ¡lo hiciste enfadar! —Jordán.
— ¡vengan, ya! —Nilo.
—vas primero. —Emilia.
—no, no, no ve. —Gerardo.
—no quiero mirar. —Emilia entro tapándose los ojos se tropezó con un arbusto y los chicos se rieron—
— ¡dale! —Yukii.
— vamos Gere, no te va a morder. —Sofía.
— ¿Qué hará, abrazarme hasta que muera? —Gerardo.
— será como un gran gato. —Stefan.
—no digas eso, querrá acariciarlo. —Roció.
Cuando por fin, Gere se animó a entrar mientras lo hacía con cautela.
—¡estas detras de ti!—Sofí,
Gere corrió hasta donde estaban ellos a acurrucarse entre sus amigos. Y en eso se encontraron con algo peor... con Harold.
— ¿Qué demonios hacen? —Harold aparece detrás y todos lo miraron, luego mientras Harold descansaba en su reposera— Entonces, ¿que necesitaban? —Silencio— ¿Cuál es el problema? ¿El gato les comió la lengua?
— no, pero su caimán casi sí. —Jordán
— ¿Qué iban a decirme? —Harold.
— nada, estoy bien. Gracias por preguntar. —Emilia.
— en realidad, tenemos algunas quejas. —Sofía.
—oh, nada contagioso, espero. —Harold.
— tenemos varias quejas muy graves. —Rocío.
¿Cómo que varias? —Harold.
—una o dos ¿una? —Rocío.
—mira, tenemos algunos problemas y queremos solucionarlos. —Yukii.
— ¿escuchaste, eso Devon? —Harold.
— los escuche, Harold. —Devon.
— esta banda, este... grupo de chicos. Los saco de la oscuridad, los traigo a aquí a Iguazú, a este paraíso. Los alimento, los abrigo, los hago subir al escenario, y comienzan a quejarse. ¿Qué más puedo hacer? —Harold.
— ni idea, Harold. —Devon.
— ¿Y si pagas? —Sofía.
— ¿Cómo dices? —Harold.
— Según las reglas laborales del país, es un delito no pagar a tiempo a los empleados. —Stefan
— ¿escuchaste eso, Devon? —Harold.
— es cierto, Harold. —Devon.
— cierra la boca. —Harold
— lo siento. —Devon
—en resumen queremos un pago justo y lo queremos ya. —Stefan
— o de lo contrario nos iremos, ¿verdad chicos? —Sofía.
—cierto. —todos.
— bien. Les diré lo que voy a hacer para demostrarles que soy un hombre justo, voy a pagarles en efectivo 1000 pesos a cada uno. Para que nunca digan que Harold Duncan no es un hombre justo. Mi padre ya era un hombre justo antes de que naciera, y su padre lo fue antes de él. —Harold.
—por otra parte a mí me dijeron que tu bisabuelo era algo extraño. —Devon.
— ¿Qué? —Harold.
—sí. —Devon.
— disculpe, pero aquí hay solo 800. —Jordán.
— explícale, Devon. —Harold.
—Oh, porque... no estoy muy seguro de porque Harold. —Devon.
— descuento. —Harold
—sí, eso es descuento. —Devon.
— 1000 pesos menos: alojamiento, comida, electricidad, lavandería, impuesto, comisión y gastos. Suman exactamente: 800 pesos. —Harold.
— eso no es justo. —Stefan
— entonces, lo siento, no tengo tiempo. Devon les dará otra cita, ahora salgan, salgan, fuera de aquí adiós, adiós, gracias. Adiós, adiós, gracias, chausito. — Harold.
—ochocientos míseros pesos por dos semanas de trabajo. —Rocío.
—no alcanzan ni para mi pedicura. —Emilia.
— está realmente desquiciado. —Sofía.
— no había salida ¿que podíamos hacer? —Yukii.
— nada. —Nilo.
— pudimos haberle dado una paliza. —Sofía.
— ¿Con que? —Stefan.
— Rocío. —Jordán, todos ríen.
— ey, chicos miren pasaron sin fijarse en el caimán. —Stefan.
— apuesto que no hay tal caimán. —Gerardo.
Más tarde mientras estaban en la habitación de las chicas.
— 350... 60... 75... 6,400 pesos con 60 centavos. —Gerardo.
— no podemos comprar un auto. —Yukii.
— ¿Cuánto falta? —Sofía.
— unos 200... mil... —Stefan.
— ¿no? —Emilia.
—podríamos, pero de juguete. —Jordán.
— Esperen, un minuto encontré 10 centavos. —Rocío.
— Rocío, ¿Qué cambia con 10 centavos? —Gerardo.
— no sé, poner un poco de aire a los neumáticos. —Rocío.
— aquí estamos en el bello Iguazú, ciudad turística. El Roadside 8 se divierte. —Nilo con la cámara.
— eso no es cierto, Nilo. —Sofía.
— de acuerdo, no es cierto no tenemos auto. No podemos ir a ninguna parte, en resumen. Estamos atrapados. Iguazú es muy hermosa, quizás, no lo sé no lo sabemos. —Nilo.
Mientras Devon estaba hablando con Harold mientras pescaban, trataba de convencerlo de que ayude a los chicos.
— ¿Qué es lo que quieres decir, Devon? ya les pagué. —Harold.
— ya sé eso, Harold. —Devon.
— ¿qué más quieres que haga? —Harold.
— Bueno, ellos quieren un auto, los jóvenes necesitan pasear por ahí. —Devon.
— ¿Por qué? ¡Son argentinos! ¡Aquí estamos en Iguazú! Brasil está a la vuelta de la esquina, eso ya es un paraíso para ellos. Sabias, que en Formosa hay veces que no ven personas hablando en otro idioma. Pasan tantos tiempos aislados del resto... —Harold.
— ya sé eso Harold. —Devon.
—no hay turistas en Formosa, tanto que cuando escuchan a extranjeros hablar se quedan embobados... Ellos creen que son extraterrestres del espacio... —Harold.
Después necesitan un psiquiatra para recuperarse del shock.
— Hmm, Harold... solo digo que tal vez tu podrías ayudarlos a comprar un auto... ellos estarían felices y mientras más felices estén, mejores serán sus presentaciones. —Devon.
— no voy a comprarles nada... No sé qué es lo que creen que soy... ellos pueden... Oh... espera un momento. ¡Sí! —Harold y se fue corriendo dejando la caña de pescar y a Devon ahí—
Luego en la tarde, Harold los fue a buscar y los llevo a su casa para enseñarles una sorpresa. Era el primer buen gesto que tenía hacia ellos y que no escondía nada detrás.
— este si es un auto, no se dejen llevar por las apariencias. Es un gran auto. —Harold.
Cuando los chicos vieron un auto Chevrolet de 1959 de color azul, se pusieron muy contentos y corrieron a él.
— no, no, no, no es ese. Ese no. En el Garaje, Devon. —Harold.
Con el primer auto que se toparon era el de Harold, cuando vieron el que estaba en el Garaje, que estaba todo sucio, viejo y descuidado. Parecía una chatarra vieja.
— ¿lo ven? He tenido Chevrolet toda mi vida, no necesite nada más. —Harold.
— sí, esto es súper cutre. —Jordán.
— cutre. ¿Oíste eso Devon? Les agrada. —Harold.
— ¿Sabes lo que es? es un verdadero fiasco. —Yukii.
— ¿un fiasco? Eso es bueno ¿de qué hablan Devon? —Harold.
— no estoy seguro, Harold. —Devon.
—es un asco. —Sofía.
— es todo un desecho. —Stefan.
— es basura. —Gerardo
— ¿basura? —Harold.
— tiene un lindo color. —Emilia.
— es un buen auto, lo use durante años. Nunca me ha causado problemas. Puedo dejárselo a 1,000 pesos. —Harold, los chicos se ríen— si no tienen el dinero lo descontare de su salario.
— ni hablar. —Gerardo.
— de acuerdo le demostrare lo generoso que soy, ¿cuán generoso soy Devon? —Harold.
— muy generoso, Harold. —Devon.
— 500 pesos ni un centavo menos. —Harold.
— le propongo una cosa, le haremos un favor, nos lo llevaremos gratis. —Jordán.
— ¡¡ ¿te has vuelto loco?!! —Harold.
— mira, vamos a discutirlo. —Stefan.
En eso los chicos se fueron a discutirlo en ronda, mientras Devon y Harold los miraban de un costado, según su imaginación ellos eran unos salvajes, les tenían miedo. Luego Yukii y Roci se acercan para cerrar el trato.
— de acuerdo, ya lo discutimos. Y le ofrecemos 381 pesos con 60 centavos. —Yukii.
— esperen un minuto, 70 centavos. —Rocío.
—...de acuerdo, trato hecho. —Harold mira a Devon que lo empuja a aceptar—
Al otro día, todos los chicos se pusieron a limpiar el auto, hasta dejarlo de rojo brillante como era. Aunque Jo hallo la manera de esconderse en el baúl a dormir un poco. Después salieron a dar una vuelta.
CANCIÓN 5 El club R
Coro: # ¿Dónde vas?#
Roci: # ¿cuándo tu vida es un lío?#
Coro: # ¿Cuál es tu lugar?#
Roci: # ¿Cuando estás a mil?#
Coro: #Sé que puedes hacer#
Roci: #puedes impresionar#
Coro: #Bajo, el club ¡R!#
Roci: #Roadside, ¡sí!#
Coro: #Toma tu boleto#
Stu: #y vuela lejos de casa#
Coro: #aprovecha tu oportunidad#
Stu: #No estará solo#
Coro: # lo que puedes hacer#
Stu #Porque puedes impresionar#
Coro: #Bajo, el club ¡R!#
Coro: #R-o-a-d-s-i-d-e, donde quieres estar(x 3) #
Coro: #Dónde quieres estar#
Stu: # ¿Dónde quieres estar#
Coro: #si te sientes una estrella#
Roci: #Iremos hasta el final, no importa que tan lejos#
Coro: #Es una locura, nunca menos#
Roci: #nunca menos, Bajo, el club ¡R! #
Coro: #Dónde quieres estar#
Jo: #Donde expresarte libremente#
Coro: #Todo el mundo sabe#
Gere: #que la vida puede deprimir#
Coro: #Sé lo que puedes hacer#
Nil: #donde puedes impresionar#
Coro: #Bajo, el club ¡R! ¡Sí! #
Coro: #R-o-a-d-s-i-d-e, donde quieres estar(x 4) #
De le la, la, la de dum (x 8)
R-o-a-d-s-i-d-e, donde quieres estar(x 4)
# Cuando estás solo#
...
Guarda lo mejor para el Roadside
El primero y único, maravilloso Roadside!
# ¡Club de R! Para el ¡R! (X 2) #
Cuando estaban por volver a la posada.
— genial tener auto. Les diré que en otra vida, me gustaría ser auto. —Nilo.
— ¿Por qué? —Sofía.
—así no tendría que esperar el bondi. —Nilo
El auto en medio de la nada se escuchó unos ruidos, se paró y no quiso arrancar más.
— ¡Nos disparan! ¡Al suelo! —Emilia.
— ¿Qué? —Todos sorprendidos miran hacia todos lados.
— ¿Dónde? —Yukii.
— no, no, no. Es el auto. —Stefan
— oh, fantástico. —Sofía
— el final de un hermoso día. —Rocío.
— está bien, Emily. Ya puedes levantarte del suelo. —Gerardo.
— Voy a buscar ayuda. No se muevan. —Jordán.
— ¿A dónde iríamos, eh? —Yukii.
Mientras esperaban que Jo regrese con ayuda, Sofí se puso a mirar que podía ser.
— está totalmente muerto. —Sofía.
— ¿Qué le pasa? —Rocío.
— es un... —Gerardo.
— el motor se atascó. —Sofía.
— sí, si el motor se atascó. —Gerardo.
— y necesita otro cilindro. —Sofía.
— Sí, y necesita otro cilindro... y necesita una... —Gerardo.
— junta. —Sofía.
— sí, una junta. —Gerardo.
— ¿qué quiere decir? —Stefan.
— sí, bien una junta es... no tengo idea. —Gerardo.
— en resumen, nos vendieron una gran chatarra. —Sofía.
— sabia, que habíamos pagado demasiado. —Yukii.
— ¿Cuánto se debe pagar por una basura? —Rocío.
— bien, ¿ya arranco? —Emilia.
— ¿Dónde estabas, Em? —Nilo.
— Llame por teléfono a ver si podían remolcar-nos. —Emilia.
— ¿y qué te dijeron? —Yukii.
—Que estarían aquí en una semana, aproximadamente —Emilia.
— ¡¿una semana?! —todos.
— ¿a quién llamaste? —Stefan.
— A SOS —Emilia llamo a una empresa de ayuda de la ciudad del que eran los chicos— Todos hicieron tonos de obvio con la voz—
—Estamos en Iguazú, tonta —Yukii
— bueno, valía la pena intentarlo. —Emilia.
— ¿y Jordán? —Gerardo.
En eso Jo llegaba con el sujeto de la grúa.
— ¡¡no se preocupen!! ¡Ya llego la caballería! —Jordán.
Cuando paro la grúa, Jo quiso bajar de ella con estilo y termino de cara al piso.
— ¡Desmonten! —Jordán abrió la puerta y salió y cayó—
Todos se rieron de él, fueron a recibirlo. Luego remolcaron el auto hasta la posada, en el camino a Emily le toco sentarse a lado del sujeto que manejaba la grúa, el cual era un punk con atuendo raro, delgado, flaco y de peinado muy extraño.
—también estuve en una banda. —chico de la grúa.
— ¿de veras? —Emilia.
— sí, una banda de heavy metal. ¿Te agrada? —Chico de la grúa.
— no realmente. —Emilia.
— El grupo se llamaba \—Chico de la grúa
— lindo. —Emilia.
— rompíamos todos nuestros instrumentos después de cantar. ¡Cielo, que buenos tiempos! —Chico de la grúa.
— ¿y qué paso? ¿Se pelearon entre ustedes como otras bandas? —Emilia.
— no, todo iba bien. Pero nos quedamos sin instrumentos. —chico de la grúa.
Cuando por fin llegaron, les dejo el auto, se quedó hablando con ellos.
— muchas gracias. —Gerardo.
— Gracias. —Todos.
— de nada, chicos espero puedan arreglar su auto. Tal vez pueda pasar a verlos cantar un día. —Chico de la grúa.
— estamos aquí todas las noches. —Nilo.
— esta es mi tarjeta, si necesitas algo solo llámame. —Chico de la grúa.
— claro. —Stefan.
— no es para ti, es para ella. —Chico de la grúa le pasa su tarjeta a Emilia.
— gracias. —Emilia, y se fue, los chicos fueron entrando.
— otro muchacho que pierde la cabeza por ti, Em. —Yukii.
— sí, pero estoy comprometida. —Emilia.
— ya ves, porque va recogiendo cosas. —Yukii
— recoge cualquier cosa. Es broma. —Stefan.
— no entiendo porque no quiso cobrar. —Gerardo.
— si lo hizo. —Jordán
— ¿Cuánto le diste, Jo? —Sofía.
— nada. Solo quería sentarse junto a Emilia. —Jordán.
— ¡Jordán, es terrible! —Emilia.
— ¿Qué tiene de malo? Nos ahorramos 50 pesos. —Jordán.
— no soy un objeto sexual. —Emilia.
— no para mí. Pero algunos tienen mal gusto. —Jordán.
Entonces, Emily comenzó a perseguir a Jordán para pegarle mientras todos los demás la alentaban.
...
Coro: #Dónde quieres estar#
Jo: #Donde expresarte libremente#
Coro: #Todo el mundo sabe#
Gere: #que la vida puede deprimir#
Coro: #Sé lo que puedes hacer#
Nil: #donde puedes impresionar#
Coro: #Bajo, el club ¡R! ¡Sí! #
...
— ¿Qué haces, Devon? —Harold.
— ¿Qué? —Devon.
— ¿Por qué te estás moviendo de esa forma? —Harold.
— no sé. Creo que estoy bailando. —Devon.
— no bailes. —Harold.
— Pero son buenos. —Devon.
— escucha, si ellos piensan que nosotros pensamos que son buenos, querrán más dinero. ¿Quieres que acabe en bancarrota? —Harold.
— lo siento. No pienso de esa manera. —Devon.
— pues ya es momento de que comiences a pensar así. O por lo menos que pienses. —Harold.
—sabes que el auto se les averió. —Devon.
— no es mi problema. —Harold.
—Pero ellos quieren hablarte de eso. —Devon.
— bien, no hay nada de qué hablar. Es su auto, a ellos se les averió, es su problema. —Harold
...
Coro: #R-o-a-d-s-i-d-e, donde quieres estar(x 4)
De le la, la, la de dum (x 8)
R-o-a-d-s-i-d-e, donde quieres estar(x 4)
# Cuando estás solo#
...
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El primero y único, maravilloso Roadside!
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— ¡Gracias a todos! somos Roadside 8, regresaremos mañana. —Rocío.
— voy al baño. —Harold.
— ¿y Harold? —Jordán.
— esta... en el...—Devon.
—inodoro. —Sofía.
—no, en el baño. —Devon.
—le dijiste lo del auto. —Rocío.
—lo hice. —Devon.
—y que queremos que nos devuelva el dinero. —Yukii.
—bien. —Devon.
—no lo hiciste. —Nilo.
— no. —Devon.
— no está. —Gerardo.
—dile a Harold que no se saldrá con la suya. —Yukii.
—correcto. —Devon.
—lo llevaremos a juicio. —Emilia.
— ¡tiene graves problemas! —Stefan.
—de acuerdo. Yo... —Devon.
—díselo. —Emilia
— se lo diré. A propósito, creo que estuvieron muy bien esta noche. —Devon.
— gracias. —todos.
— pero seguimos enojados. —Gerardo.
—está bien. —Devon.
En la mañana del día siguiente, Sofí se levantó antes que todos los demás, sin despertar a los otros fue a buscar a Nilo, fueron a tomar prestadas algunas piezas del auto de Harold para intercambiarlas por la de ellos.
—ven. —Sofía.
— ¿Qué pasa? —Nilo.
—Shhh... Ven... —Sofía cuando iban entrando a la casa de Harold— Shhh, vamos.
— ¿y el cocodrilo? —Nilo.
—esta... dormido en su caseta. —Sofía.
— ¿tienen casetas? —Nilo.
—por supuesto que sí. —Sofía lo mira— Ahora escucha, quédate vigilando. Mientras trabajo en el auto de Harold.
— ¿por qué en el auto de Harold? El nuestro se rompió. —Nilo.
—solo tomare algunas cosas prestadas. —Sofía.
—sí, ¿Cómo qué? —Nilo.
—un motor de arranque y un cilindro. —Sofía.
Después de un rato.
—Nilo, ya terminé con... —Sofía se agacha a despertar a Nilo y en eso se acercaba el caimán a ellos—... ¡Nilo!
—me asustaste. —Nilo.
—asustarte más. —Sofía.
— ¿Qué dices? —Nilo.
—levántate despacio y no mires. —Sofía.
— ¿que no mire qué? —Nilo.
—al caimán. Cuenta hasta tres y sales corriendo. —Sofía.
— ¿Cómo que tres? —Nilo.
— bien, uno. —Sofía.
— ¡uno! —Nilo y salieron corriendo.
Más tarde cuando todos se levantaron Sofí y Nil los convencieron para salir a pasear en el auto. De que si confiaban que iba a arrancar, el auto iba a arrancar.
— ¿para qué esto? —Stefan.
—pensemos en positivo y lograremos arrancar el auto. —Sofía.
—sabes que no resultará. —Yukii.
—y, ¿en qué pensamos? —Rocío.
—un motor acelerado. —Nilo y Gerardo iba a girar la llave—
—no, aun no. Todos piensen. —Sofía.
—sí. —Todos.
— ¡qué gran pérdida de tiempo! —Emilia.
—Hagámoslo. —Jordán.
— ¡oh, vamos! ¡Piensen, piensen! ¡Piensen! ¡Más alto, más alto! ¡Vamos con fuerza! ¡Está bien ahora! —Sofía mientras los chicos hacían ruidos de motor con las bocas—
— ¡vieron eso, arranco! —Nilo.
—fantástico. —Rocío.
—ya ven, se lo dijimos. Mente domina a la materia. —Sofía.
Mientras tanto Harold y Devon estaban varados en medio del centro con el auto que no arrancaba.
— ¿Qué pasa con esta cosa, Devon? —Harold.
— no arranca. —Devon.
—ya sé que no arranca. Por eso se detuvo, grandísimo idiota. —Harold.
— ¿idiota? me canse arreglarlo tú. —Devon.
—que humillante. Espero que ningún conocido nos vea. —Harold
—tenemos algunos víveres, media lata de Coca-Cola light, caramelos, un bronceador nº15 y pen drive con música de Roadside 8. —Devon.
En eso los chicos pasan junto a ellos, los ven les tocan la bocina pero no se detienen a ayudarlos. Piensan que tal vez sería bueno detenerse a ayudar.
— ¿deberíamos ayudarlos? —Stefan.
—luego. —Gerardo.
—luego ya no estarán más. —Rocío.
—No, se preocupen, ahí estarán. —Sofía.
— ¿Podrías ir más despacio? El viento me abre los poros. —Emilia.
Devon saluda a los chicos entusiasta, mientras Harold intenta que no lo reconozcan.
—¡¡odio a los Chevrolet!! —Harold patea la yanta del auto— ¡Que dolor! ¡Como duele!
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