—Es suficiente, me quiero ir —le dijo Yan a la masajista que la estaba atendiendo.
—Señora yo-
—Estoy cansada de lo mismo —dijo suspirando—. ¿Cuántas horas piensa retenerme?
—El señor Huang canceló… para varios días —respondió apenada la mujer—. El pago ya fue efectuado, ¿aun así desea retirarse?
—Porque no me sorprende. Son las 17:00, llevo dos horas atrapada aquí. —agregó levantándose. Pensó en algo y lo dijo—. Hagamos algo, para que no se desperdicie el dinero que mi querido esposo utilizó. Puede decirle a los huéspedes qué hay masajes gratis o algo así, se lo encargo. Muchas gracias por su trabajo.
Yan se retiró. La masajista se quedó sorprendida, era la primera vez que alguien no quería relajarse por horas o días, desperdiciar el tiempo en el Spa sin hacer absolutamente nada.
—¿Sucede algo?
—La señora Huang le cedió su masaje a los otros huéspedes.
—Entiendo, yo me encargo.
Yan estaba molesta, se maldijo a sí misma y a la pareja que tenía, era cansado tener que soportar las cosas que la otra persona quería o más bien exigía.
Se fue a cambiar y salió del hotel. Caminó durante un buen rato pensando en lo que haría. Después de unos minutos tomó una decisión, cogió su teléfono y llamó a su esposo, quería llegar a un acuerdo con él. Xin le dijo la dirección de donde se encontraba sin protestar, al parecer estaba ebrio.
Tomó un taxi y en poco tiempo llegó, no estaba tan lejos. Suspiró pesadamente, estaba cansada de la vida que llevaba, estar unida con Xin era como estar en el infierno, no podía hacer lo que ella quería, le habían prohibido muchas cosas.
Con cada paso que daba, a su mente venían recuerdos de como había llegado hasta allí. Su sueño acabó cuando su padre la abandonó y su pesadilla comenzó cuando conoció a Huang Xin, pero ella no lo sabía en aquel entonces.
En un principio todo era lleno de colores, pero cuando se casó se dio cuenta de que todo era una fachada, la actitud que había tomado le causaba miedo. Ella con el tiempo había perdido el brillo de sus ojos.
Descubrió que la madre de Xin solo quería a una mujer decente, bonita, de buena familia y sobre todo ingenua, para su hijo. Lamentablemente Yan se dio cuenta de que ella poseía todas las características, pero para la mala suerte de la familia Huang, ella había aprendido mucho de ellos.
—¿¡Estás ebrio!?
—Si… no. Quizás un poco —dijo burlándose—. Ven, siéntate a mi lado un rato —respondió mientras ponía su saco sobre la arena.
—Supongo que tienes algo en mente, no me hubieras dicho la dirección si no fuera así, ¿o me estoy equivocando?
—No, no te equivocas. ¿Aún recuerdas nuestro acuerdo? —preguntó sacando un cigarrillo de su camisa.
Yan suspiró pesadamente, como podía olvidarlo si ello la liberaría de él.
—Mmm… Si tengo una prueba de que me eres infiel, yo podré divorciarme de ti. Después de eso, ni tú, ni tu familia podrán hacerme algo y mucho menos retenerme en contra de mi voluntad.
—Ten, hay está. Tu boleto a la libertad.
Ella revisó el celular y se sorprendió del contenido que había.
—¿Por qu-?
—Es lo que querías —dijo interrumpiéndola—. No lo pienses mucho, solo presenta una demanda y divórciate. Se libre.
—Madre enfurecerá si se entera.
—Yo hablaré con ella. Ahora vete o te arrebataré lo que te acabo de dar.
Yan no dijo nada, se levantó y caminó sacudiendo la arena que había quedado en su ropa. Estaba feliz, en sus manos tenía la prueba que necesitaba para poder hacer lo que ella quería.
Yan recordó el día de su boda, el día en que su mundo se derrumbó. Vio a su esposo tener relaciones con otra persona en la sala de su “casa”. Y así como aquella historia, había muchas más que la hacían odiar y desearle la muerte a Xin.
—Al fin —susurró.
Se dirigió al hotel, fue al restaurante y ordenó la mejor comida del lugar, estaba tan emocionada que no paraba de sonreír. No quería darle tantas vueltas al asunto, volvió a ver el teléfono que le había entregado su futuro exesposo, eran auténticas las fotos. Aún parecia un sueño, pero no, todo era real. Se aseguró de que las fotos no se perdieran e hizo una copia, también las envió a su teléfono, sabía que debía ser más lista que las personas que la rodeaban.
Por otro lado, Xin contemplaba el paisaje, el alcohol ya había dejado su sistema. Recordó todo lo que había hecho y no se arrepentía de dejar a Yan, quería que ella fuera feliz y volviera a sonreír como antes. La amaba con todo su corazón, pero sabía muy bien que no la merecía, el comportamiento que había adquirido después de haberse casado era imperdonable.
Por su mente se le pasó todos los malos momentos que le hizo vivir a su pareja, comparado con los buenos momentos, eran muy pocos y lo que resaltaba era que él no hablaba, ni hacía nada; solo escuchaba todo lo que tenía que decir Yan, le gustaba cuando ella le conversaba de cosas triviales.
—Soy un idiota, ¿¡en qué momento me convertí en esto!?
De pronto recordó que había optado los malos hábitos de su padre: ser infiel, hacer infelices a los demás y ser el mayor cobarde de todos, pegándole a una mujer que no tenía la culpa de los delirios de su esposo. Pero en el fondo él no quería echarle la culpa a nadie, puesto que al final uno escoge en lo que quiere convertirse.
Cerró sus ojos, deseaba poder retroceder en el tiempo y corregir todo el mal que había hecho. Sus pensamientos fueron interrumpidos por el sonido que producía su teléfono, era una llamada de la persona con quien menos quería conversar, su madre. Dejó que la mandara al buzón, quería hacerle creer que estaba en una reunión, puesto que su viaje fue por ello.
Había terminado antes y eso le dio tiempo a que reflexionara. Estaba cansado de jugar con otros, quería volver a enamorarse y hacer las cosas bien desde el principio, pero muy en el fondo sabía que eso le costaría más. Él no estaba dispuesto a salir herido y mucho menos perder a la otra persona, con tal de él ser feliz.
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JJ
Dudó que Xin cambié, apuesto todo lo que tengo...
2021-08-30
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