...~ꕥ~...
Edward
Trabajar para los Evans es algo a lo que me acostumbré con rapidez, mi trabajo consiste en estar con Luciana todo el tiempo. Sin embargo, por el estado en el que se encuentra no solía salir mucho, su amiga viene a visitarla casi todos los días.
Yo me limito a verlas desde lejos cuando se sientan a tomar el té en el jardín, aunque si soy sincero solo me centraba en ella.
Es innegable el hecho de que Luciana es demasiado bella, tanto que doy gracias a que verla demasiado tiempo no sea raro porque después de todo es mi trabajo.
No hablamos desde que ella llego del hospital y al no salir no hubo ningún motivo para estar cerca de ella.
Hay momentos en que deseo más que compartir miradas, porque la he pillado viéndome de la misma forma que yo lo hago. Tal vez este cometiendo una falta grave, ya que prácticamente es mi jefa.
Es solo que toda mi vida pase trabajando y estudiando arduamente que nunca me fijé en nadie, el sexo era ocasional y solo por mera costumbre. Ninguna chica había atraído mi atención, hasta ahora y justo es una que se encuentra en otro nivel.
Porque Luciana es eso, otro nivel, no solo me refiero a su posición económica. Sino a todo lo que es ella, su persona. He sido testigo de su bondad y amabilidad, lo raro es que conmigo suele ser distante como aquella primera ocasión.
Justo ahora estoy esperándolas, han venido a la que parece ser su última consulta. La he visto mejor y estoy seguro que pronto mi trabajo cambiará.
Ella sonreía mientras salía del hospital y mi corazón se derritió, cerca de un mes había pasado y aún no me explicaba como hay alguien que quiere dañarla.
—Es bueno saber que estás completamente recuperada —dice su mamá.
—Sí, por fin podré volver a salir. Me gusta estar en casa, pero es horrible no estar por voluntad propia. —Su queja resulta tierna.
Al parecer a la señora Evans le causa el mismo efecto, ya que suelta una risita, aunque discreta porque la señora Evans siempre es así de elegante y no le gusta perder el porte.
Su celular suena y ella se disculpa para apartarse un poco. Luciana y yo nos quedamos compartiendo un silencio incómodo, ella decide ver a su alrededor y se ríe cuando ve a un señor jugando con su pequeño hijo.
Su madre regresa.
—Brandon ha llamado, quiere que vaya a la oficina para decirme cómo fue la pasarela. Dice que no puede decirlo por teléfono.
—Y tienes que dejarme —dice Luciana y la expresión de su mamá parece incomoda—. Tienes que ir, ya has pasado bastante tiempo alejada y sé que adoras lo que haces.
—Cariño, te adoro más a ti.
—Lo sé, pero también tienes una vida. Además Brandon no se detendrá hasta que te vea —se burla y el ambiente vuelve a tomar ese aire relajado de hace un momento.
—Edward puedo confiar en que la llevarás sana y salva a casa —me pide y Luciana pone los ojos en blanco.
No sé si le molesta mi presencia o que yo esté a cargo de su cuidado, he notado que no le gusta mucho que la ayuden.
—Por supuesto señora Evans —respondo.
Ella se despide de su hija y volvemos a quedarnos solos, no entiendo la razón de mis nervios.
Puede ser que es porque por primera vez nos quedamos solo los dos, es absurdo ya que no será la primera. Aún así ahí estan mis nervios a tope.
—¿Nos vamos? —pregunto.
—Sí, claro.
Abro la puerta trasera y me sorprende cuando Luciana abre la del copiloto, mi expresión debe ser clara ya que una diminuta sonrisa se dibuja en su rostro haciendo que luzca más hermosa.
—Es mi auto y estoy harta de que parezca que no, ya que no puedo conducirlo mínimo puedo ir de copiloto ¿no? —Se encoge de hombros y no sé porque sonrió.
Tal vez porque se le nota más tranquila.
—Por supuesto, es solo que creí que querría ir atrás.
—Pues no más, de acuerdo.
—De acuerdo.
Cierro la puerta y subo también, nuevamente el ambiente se torna de un silencio ensordecedor e incómodo.
No soy él único, ella también parece ida. Siempre está hablando y tal vez permanecer tanto tiempo callada le resulta complicado.
—Me alegro que esté recuperada —me atrevo a hablar y aunque mi mirada está fija en el camino siento la suya clavada en mí.
—Yo no lo estaría, quiero decir vamos a pasar más tiempo fuera y eso. —Siento el atisbo de como bromea.
—Bueno es mi trabajo —respondo y la veo de reojo.
Esta seria y resopla.
—Sí, tu trabajo —susurra, noto algo raro en la forma como lo dice—. Apuesto que tú también me ves como una niña a la que cuidar.
Su comentario me confunde, pero su tono mucho más.
—Señorita Luciana, ¿tiene diez años?
Detengo el auto frente a la casa y por fin puedo verla, tiene una expresión de confusión pintada en ese rostro perfecto.
—¿Perdón? —pregunta.
—Quiero decir que si tiene esa edad para considerarse una niña.
—Por supuesto que no, tengo diecinueve —dice ofendida.
Vaya la diferencia de nuestras edades es considerable, sin embargo, verla como una niña está muy alejada de la forma en la que en realidad lo hago.
—Y entonces porque decir algo así.
—Porque todos me tratan así, mis padres, mi hermano y ahora tú.
—Señorita es mi ...
—Sí ya se que es tu trabajo —interrumpe con irritación—. No me llames señorita, ni mucho menos Luciana, solo dime Lucia. Lucia —repite.
Eso es algo que me pidió cuando nos conocimos, pero no pensé que le afectará tanto llamarla así.
—Ese es su nombre —respondo.
—Lo sé, solo que no me gusta. Mi padre me llama Luciana cuando está enojado conmigo y que me digas así me hace sentir eso.
—Lo siento, pero no puedo llamarla solo Lucia. No es correcto hablarle como si fuera mi igual.
—Pues lo somos, supongo que eres mayor y eso que. Tampoco eres un anciano o algo así.
—Yo...
—Seamos amigos si para ti es más sencillo —pide y no puedo creer lo que está sucediendo. Me quedo perplejo ante la escena que ocurre—. Escucha vamos a pasar mucho tiempo juntos y lo que menos quiero es sentir que eres mi protector, yo ni siquiera quería uno.
Respiró con fuerza tratando de entender lo que me pide, una amistad. Eso no estaría rebasando mis propios límites profesionales, si me vuelvo su amigo ¿qué podría ocurrir?
«Nada».
Sí, nada.
—Sabes que es una tontería, no sé porque lo dije. El que pases a mi lado mucho tiempo no significa que tengamos que hablar, lo siento —dice y antes de que pueda explicarme o darle una respuesta baja del auto.
Quiero detenerla y sin embargo, no lo hago. Solo veo como se aleja y tengo preguntas en mi cabeza que comienzan a aparecer.
¿Por qué pedirme aquello? ¿Por qué no le respondí simplemente? ¿Por qué?
...•...
Más tarde entro a la cocina, la señora Alba está ahí junto con las demás empleadas.
—Mi querido Edward, ¿vienes a comer?
Su dulce trato me recuerda al de una abuela, aunque si soy sincero nunca tuve una. Al menos una que sea de sangre, mi padre al parecer no tenía familia y mi madre tampoco por lo que nunca sentí la calidez de una familia en su totalidad.
La calidez de la señora Alba puede ser porque es la nana de Luciana y Jonathan, el que me trate como a ellos me hace sentir bien.
—Sí, por supuesto.
—De acuerdo, solo danos unos minutos y te serviré. Crees que puedas ir por pimienta al armario de ingredientes.
—Claro.
Voy en busca de la pimienta en el armario que se encuentra cerca del cuarto de lavado y entonces escucho el sonido de un piano.
Viene del piso de arriba, es inevitable que no me sienta atraído por el dulce sonido que produce cada tecla y sin pensarlo me encuentro subiendo los escalones para llegar a aquel sonido tan bonito.
No pienso en que no debería pasearme por la casa como si fuera mía, ni tampoco en que podría encontrarla a ella y es tal vez porque es lo que quiero.
Es cuestión de minutos para encontrar la habitación, la puerta está entrecerrada y sin temor me atrevo a abrirla por completo.
Lo que veo me deja sin palabras, es Luciana la que toca. La habitación está completamente vacía, solo está ella y un piano de cola color blanco en medio de la gran habitación.
Los enormes ventanales dejan entrar la luz natural por lo que la luz eléctrica no hace falta, comienzo a caminar y el sonido es aún más bello de cerca.
—Es hermoso —suelto y los dedos de Lucia se detienen.
—¿Qué... qué haces aquí? —titubea y se levanta.
—Lo siento, yo no quería interrumpir. Siempre me ha gustado la música de piano, yo también toco un instrumento.
Ni siquiera sé por qué le estoy contando mis aficiones, son mis nervios los que están hablando.
Su gesto se suaviza y sonríe.
—¿De verdad? —pregunta con ilusión.
—La guitarra.
—Me encanta la música de guitarra, pienso que es un buen complemento para... el piano.
Sonrió, las punzadas que siento en el estómago son bastante fuertes. Lejos de causar un malestar, causan más bien felicidad.
—¿Esto también es parte de tu trabajo? —pregunta con sarcasmo y rio.
—No —digo contundente y su expresión cambia—. Es parte de lo que hace un amigo —agrego con seguridad.
Sé que estoy cruzando la línea, no es correcto fraternizar con la hija de mi jefe. Solo seremos amigos, no hay porque poner un límite.
Ella necesita compañía... como yo.
Estamos rodeados de personas que nos aman, pero a la vez alejados de ellas.
—¿Somos amigos? —cuestiono.
Una sonrisa cálida aparece y siento cómo todo mi ser se tranquiliza.
No es nada malo, estoy seguro.
—Sí —responde finalmente— ¿Quieres quedarte? —pregunta con timidez.
Quiero decir que no, sin embargo, me acomodo en el espacio vacío en el banco, justo a su lado.
Ella retoma la pieza que tocaba y a mí me queda admirarla. Deleitarme en ver cómo toca cada tecla con habilidad y ver su rostro cubierto de pecas que solo se ven cuando estás lo suficientemente cerca.
***¡Descarga NovelToon para disfrutar de una mejor experiencia de lectura!***
Updated 51 Episodes
Comments
Maris Benitez
Amistad 😍
2024-03-09
0
Jess
que lindo
2023-04-28
0
teresa acosta
fisgón
2022-06-19
1