Capituló 3

...~ꕥ~...

Lucia

Aún no llegamos a casa y yo no puedo dejar de mirar de vez en cuando a Edward a través del retrovisor.

Todavía me preguntaba que había sucedido cuando lo vi, no lo entiendo y eso provoca que me ponga de mal humor. Eso sin agregar que es la persona que estará a mi lado más que mis propios padres.

Es absurdamente guapo, no lo voy a negar. Es demasiado hermoso en todos los sentidos más de lo que puedo aceptar, Dios es que tengo que ser ciega o tonta para no verlo.

Sin embargo, eso no cambia que lo deteste porque gracias a él mi independencia se verá estancada y eso hace que lo deteste.

Hay muchas razones por las que puedo odiarlo sin que nadie me cuestione y de las que puedo hacer una lista.

No solo irrumpe en mi vida para hacerme ver cómo una princesa en apuros, sino que también entra en mí cabeza con ese rostro lleno de facciones perfectas y cuerpo deslumbrante.

Ah, me odio por pensar así de él. Vamos es tonto, ni siquiera lo conozco y estoy segura que debe tener una novia, es mayor que yo.

Apuesto que también me va a tratar como a una niña, justo como lo hacen todos a mi alrededor.

—¿Lucia? —La voz de mi hermano me hace reaccionar.

—¿Eh? —pregunto confundida y noto que el auto se ha detenido y estamos frente a mi casa, el único lugar donde deseo estar desde hace semanas.

Jonathan ríe y niega con la cabeza.

—Sí que estás perdida, hemos llegado.

—Y apuesto que te sientes desgraciado con ello —me burlo y él ríe conmigo.

—No puedo decir que te equivocas —dice y la puerta se abre, por un segundo mi atención se desvía de él para ver a Edward.

Nuestras miradas se cruzan por un milisegundo y la punzada que siento en el estómago por esa pequeña acción me hace sentir como una idiota por esa emoción tan infantil, soy patética.

Jonathan baja y ambos me ayudan a mi, aunque no es necesario.

—No hace falta que me ayudes, ya es suficiente con el hecho que me pisaras los talones hasta que a mí padre se le pase la paranoia —suelto hacia Edward, sé que el tono de mi voz no ha sido el mejor. Pero todo esto me pone de nervios.

—Es mi trabajo señorita —responde sin un apice de expresión en su voz.

—Vamos, no seas mala. Él no tiene la culpa, si hay con quién debas enojarte en todo caso es mi padre —defiende Jonathan con aire divertido.

Cómo siempre él trata de relajar los asuntos con ese sentido de humor que a mí siempre me hace reír.

Nos dirigimos a casa mientras me sostengo del brazo de mi hermano, Edward vuelve al auto probablemente a estacionarlo.

—¿Él no vendrá? —pregunto y mi hermano me ve con recelo.

Ahora me doy cuenta que ha sido una tontería preguntar.

—Acaso te gusta —bromea y le doy un golpe en el pecho—. ¿Oye, de dónde ha salido tanta fuerza?

—Solo fue una pregunta.

—Lo sé, solo quería hacerte reír —Finge inocencia aunque está claro que no—. Respondiendo a tu pregunta, por supuesto que no hermana. No necesitas seguridad dentro de casa.

Claro, ahora que lo menciona es verdad. ¿Cómo pude pensar siquiera en ello?

—Me alegra tenerte en casa —admite.

—A mi también me alegra estar aquí y contigo —coincido y dejamos de lado a Edward.

Mi hermano y yo siempre hemos sido unidos, aunque el que sea un poquito mayor que yo hace que él también esté ensimismado en su propio mundo. Por lo que he pasado bastante tiempo sola, que mis mejores amigos hayan iniciado una relación solo provocó que pasará más tiempo sola.

Por supuesto no iba a reprocharle a Sarah y Lucas que pasaban mucho tiempo ellos dos, después de todo ahora son una pareja, por otro lado, Jonathan tienen una vida y tampoco puedo exigir que comparta más tiempo del debido con su pequeña hermana.

Yo no salgo mucho y tampoco hay alguien lo suficientemente bueno como para que yo tenga citas, quiero decir que la soledad que constantemente me acompaña me gusta.

Al entrar a casa todos gritan «Bienvenida».

Mis padres, Lucas y Sarah junto con nuestros empleados, sonrió al ver qué las personas que más aprecio están aquí. Recibiendome después de una tragedia.

—Te extrañé horrores —Sarah es la primera en hablar y me abraza.

—No creas que no fuimos a visitarte, solo que por seguridad solo podían pasar tus padres —explica Lucas quien también me abraza.

Lo tomo de los hombros y finjo analizarlo.

—¿De verdad eres tú? —Mi pregunta lo hace fruncir el ceño—. Él Lucas que yo conozco me reprocharía por ser torpe.

Él sonríe y niega.

—Ya lo haré después, ahora tienes que probar lo que Alba ha hecho para ti.

Alba mi nana se acerca y me estruja con delicadeza.

—Mi niña, la alegría ha vuelto en esta casa.

Pasamos a la sala de estar y pasamos un rato agradable, no mencionamos lo que sucedió y pienso que es mejor. Solo quiero centrarme en disfrutar a mis familia y amigos, no quiero pensar en que ahora alguien tremendamente atractivo cuidara los pasos que dé y mucho menos que me persigue un posible acosador.

No quiero vivir con miedo y limitarme a estar encerrada o creer que necesito a Edward por completo para sentirme protegida.

Después de un largo rato comienzo a sentirme cansada y el dolor aunque leve hace de las suyas.

—Les agradezco a todos por estar aquí, es solo que comienzo a cansarme.

—No te preocupes, cariño. ¿Te ayudo a subir?

—Yo voy —se ofrece Sarah y mi mamá acepta.

Ambas subimos y no es hasta que llego a mi habitación y me recuesto que noto como su habitual sonrisa no está.

—¿Qué pasa? —pregunto.

—Lo siento.

—Sarah, no lo hagas por favor. Solo fue un accidente.

—Que se pudo haber evitado —La mueca que hace me muestra el arrepentimiento, pero no la entiendo.

Hay cosas que no pueden evitarse, si es que hay un acosador que me persigue estoy segura que tarde o temprano habría venido por mí.

Pero no le diré a mi amiga eso, ya está lo suficientemente abrumada.

—Mejor hablemos de otra cosa —sugiero y su rostro se ilumina.

—Como de tu nuevo y super atractivo guardaespaldas —enfatiza en el «super» y no puedo evitar reírme.

—Hay temas más importantes.

—No me digas que no lo es, no puedo creer tu suerte al pasar tiempo con él —dice y su tono de picardía me hace poner los ojos en blanco.

—Yo lo detesto —confieso aunque esa vocecita interna habla «¿de verdad?», sí por supuesto que sí—. Es horrible tener que depender de él para que yo pueda salir.

—No lo veas así, yo sé que puedes cuidarte sola. Basta con ver cómo te defendiste de... —Sus siguentes palabras se quedan en el aire y sé la razón, sin embargo, no quiero verme afectada—. Cómo sea, solo es seguridad extra.

—Ya, no me trates como una niña.

—No lo hago solo te ofrezco una visión diferente —dice y no aguanta más las ganas de reírse, me uno con ella.

Solo unos minutos más y no soporto más el cansancio, Sarah se da cuenta y se despide dejándome caer en un profundo sueño.

...•...

«Toc, toc».

El sonido de la puerta me despierta.

—Adelante —balbuceo mientras me recupero de la siesta.

Papá aparece y mi sorpresa es algo que no puedo ocultar, pensé que había regresado a Nueva York.

—Pensé que te habías ido de regreso a tus negocios —suelto.

Él frunce el ceño y se sienta en el borde de mi cama.

—Y dejar a mi pequeña niña en peligro, eso jamás. No hay ningún negocio más importante que mis hijos.

Su comentario me hace sonreír, la atención que me están dando es algo que me hace sentir apreciada. Odie que me sucediera esto, pero que gracias a ello mi familia vuelva a esta unidad es una recompensa por lo malo.

Ahora entiendo que si bien las tragedias puede ser malas nadie puede negar que muchas veces suelen traer algo bueno.

Muy bueno en esta ocasión.

—Papá, no soy una niñita en apuros.

—Lo eres para mí —dice ofendido—. ¿Qué te parece Edward?

—Hum, no lo sé. Parece agradable —respondo sin darle tanta importancia.

—Sí, es un inexperto. Pero decidí darle una oportunidad cuando vi el compromiso que me prometió. Ha estado entrenando en el tiempo que estuviste en el hospital y mejoro muchísimo.

—De verdad crees que es necesario todo esto —cuestiono y aunque quiero evitar una pelea necesito saber si hay una posibilidad de recuperar mi libertad antes de darme por vencida.

—Sí —La indiferencia con la que responde me lleva a comprender que no será de esa forma—. Haré lo que haga falta para que ese maldito no se atreva a tocarte, planeo contratar un equipo de seguridad y que Edward sea el principal.

Discutir sobre que eso me parece una locura es en vano, por otro lado, me niego a perder por completo mis libertades.

—¿Al menos puedo conservar mi empleo?

—Lucia, no lo entiendo. No lo necesitas.

—Papá, tampoco necesito un equipo de seguridad y lo estoy aceptando, puedes aceptar que yo trabaje —pido y hago mis mejores caras para convencerlo.

El suspiro muestra que ha caído.

—Supongo que puedo, pero al primer ataque...

—Sí, eso no pasará. Te ves muy confiado en Edward así que dudo que pueda suceder algo.

—Bien, tengo que volver a la oficina.

—De acuerdo, con cuidado.

Me despido y besa mi frente para irse unos segundos después, al menos me siento menos cargada.

Pudimos negociar, ahora solo es cuestión de que pueda lidiar con mi guardaespaldas.

Me asomo por la ventana y ahí está, con ese traje que esculpe mil por mil su figura.

Alba le ofrece un pedazo de tarta y él sonríe en agradecimiento, me siento celosa. Es absurdo porque a la mujer que le sonríe es mi nana y una mujer anciana, pero a mí nunca me sonrió.

¿Por qué me importa tanto?

«Y luego dices que no quieres que te traten como a una niña».

Ahora me comportó como una, de repente en un nanosegundo su mirada se posa en mí.

Me siento descubierta y el rubor en mis mejillas se expande, mi corazón agitado parece que ha corrido un maratón. Con todo eso no aparto la mirada y él tampoco, me ve tan intensamente que sensaciones raras aparecen.

Yo soy la que rompe ese extraño momento y regreso a mi cama con miles de emociones invadiéndome.

«Es mi trabajo, señorita»

Sus palabras se repiten tanto hasta que todo pasa y me obligo a recordar que es mi guardaespaldas y yo a la niña que tiene que cuidar.

Niña...

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