Con todo lo que sabía que tenía encima, porque al pasar del tiempo me daba cuenta de lo mal que había permitido, que sabía que no me llevaría lejos, así supe que debía dejarme llevar por mi, la carrera universitaria era una decisión de suma importancia, marcaría mi nuevo rumbo y era algo que derivaría opiniones en contra.
Mis padres me había sugerido una que quedaba prácticamente a la vuelta de la esquina, unas amigas me comentaron lo mismo, ellas estudiarían ahí de igual manera, y en último lugar mi novio Santiago (un chico atractivo, Atlético, de aproximadamente 1.87 de altura, piel moreno claro, ojos medianos de un color café oscuro), mi relación con Santiago era muy influyente en mis decisiones, empecé andar con él a mitad del primer año de preparatoria, ya llevábamos casi dos años y medio, nunca me queje con nadie ni lo hablé, pero estar con él no era siempre sentirse bien, existían momentos en los cuales me sentía no tan querida, ni importante, le di un lugar y el la mayoría de las veces no me lo daba, pero no terminaba con el, porque por alguna extraña razón, era motivo para tener a mis padres contentos, nunca pude decirle a mi madre que no me sentía del todo agusto estando junto a él, y estoy segura que ni le hubiera dado importancia.
Así que, Santiago influía en decir que fuera con el a estudiar a una universidad no muy lejana, lo pensé mucho, pero no estaba la carrera que yo quería.
Empecé a decidir por mi, y elegí la opción de literatura en una universidad que la verdad, se encontraba algo lejana a mi hogar, el pleito que se armó con Santiago y mis padres, decidí por terminar mi relación, no era lo que esperaba, ni quería, ni ya soportaría, fue doloroso porque me destrozó con palabras nunca antes dichas, en su momento me las creí y me bajaron el ánimo, pero no fue motivo tan grande para dejar el sueño y la decisión que ya había tomado así con mis padres... Yo empezaba a surgir.
Empecé a trabajar, ahorrar lo que pudiera, una tía me ayudó y así conseguir mudarme a un pequeño departamento que me quedaba más cerca a la universidad, ese día salí con una sonrisa en el rostro mis padres decepcionados solo dijeron:
Mamá: Solo ten cuidado, aquí estamos, espero no te arrepientas de lo que has decidido.
Padre: No vuelvas si al final no resulta lo que esperabas. Y de una vez te digo, no pidas que te apoyemos, ya eres suficientemente adulta para decidir, hazte cargo, olvídate de nuestro dinero.
Sólo respondí: Adiós, cuídense, nos mantenemos en contacto, si así gustan, y relajado papá, que no pienso pedirte nada, así que anda ve y duerme tranquilo, besos.
En la puerta se encontraba Santiago:
Santiago con un tono desesperado me dijo: Entonces, si te vas, no me amas, ¿No te quedarás? Qué poco te duro lo que decías sentir por mi, qué poca, no sé vale Lía, sabes que teníamos nuestros planes, los arruinarse por un berrinche de que según ahora eres distinta, que nunca has sido realmente tú, no te lo creo.
Respondí sutilmente (aunque el coraje estaba a todo lo que da, porqué me trataba así):
-Mi respuesta te la di hace ya unas semanas, no sé qué haces aquí, acabo lo que teníamos, no detendré lo que quiero por ti, ve y sigue tu camino, sé feliz. No me conoces en lo mínimo, allá tú si crees lo que te digo, me da igual, sólo yo sé lo que pasa, y qué poco hombre eres tú, eran tus planes, nunca pediste mi opinión, no sé cómo es que tarde tanto para darme cuenta que no eras lo que necesitaba, y admítelo, tampoco me has amado...
Sólo veía rabia en su mirar, no dijo nada. Las despedidas ese día, dolieron, pero no me harían cambiar de parecer, la decisión estaba ya tomada, no había vuelta atrás, tome mis maletas y seguí con mi camino, valiente continúe.
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