Capítulo 5. La verdad puede ser aún más amarga que una inocente mentira.
Las puertas de ambos autos se abrieron, parecían estar tan bien coordinados, pero no era momento para prestar atención a esas pequeñeces. Estaba en lo cierto, al menos en una parte, mi abuelo bajó del primer auto acompañado de George, su chofer y de dos tipos con expresión fría e intimidante. Lo que realmente llamó mi atención, es ver a la persona que bajó del segundo auto; era increíble, mentalmente me preguntaba qué acto divino pudo haber ablandado el duro corazón de Carlo Rossi como para que dejara todos sus importantes negocios en Turin y viniera hasta Nueva York a buscar a su escurridiza hija.
Parecían haberse puesto de acuerdo, probablemente habían practicado qué expresión debían mostrar cuando estuvieran frente a mí y escogieron perfectamente a los tipos que los acompañaban, pues todos lucían muy similares.
- ¡Hola abuelo! – Saludé manteniendo mi expresión impávida e ignorando intencionalmente a Carlo Rossi.
No quería demostrarles que estaba hecho un manojo de nervios, intentaba controlar mis emociones, tomando el valor que me hacía sentir Alan al mantenerse a mi lado, sujetando con fuerza mi mano.
- Supongo que te has divertido lo suficiente Alessandra\, ahora sube al auto conmigo. – Ordenó mi abuelo.
- No lo haré abuelo\, no estoy haciendo nada malo y como puedes darte cuenta\, estoy bien. Así es que\, será mejor que subas a ese auto\, con todos esos gorilas que traes contigo y regreses a Londres. – Respondí obstinadamente.
- ¡Basta! No le respondas a tu abuelo\, haz lo que te está pidiendo y deja de comportarte como una niña obstinada y egoísta. – Habló fríamente mi padre.
- Mi labio se curvó en una sonrisa burlona\, levanté la barbilla desafiante mientras mi mirada lucía furiosa frente al hombre que pretendía actuar como padre. – Tú no tienes nada qué exigirme\, si hay alguien aquí a quien debo escuchar\, ese es únicamente a mi abuelo\, pero\, como he dicho antes\, no pienso volver a Londres hasta dentro de dos días. Vine con mi amigos y es con ellos con quienes voy a regresar.
- Cariño\, no le hables de esa forma a tu padre. Por favor\, sé una buena chica y sube al auto conmigo. – El tono de voz de mi abuelo era inquietante\, me resultaba extraño su comportamiento\, mi mente se concentró en una sola cosa\, ambos parecían estar ocultando algo.
- Lo siento abuelo\, pero no lo haré. No hasta que me digan qué están ocultando. Tu comportamiento me resulta de lo más extraño y si sumas a eso que el gran Carlo Rossi se hizo un tiempo en su tan apretada agenda para venir hasta aquí. Así es que\, ¿me dirás qué está pasando o regresas solo a Londres? – Mi abuelo comenzó a mostrarse exasperado\, su rostro se oscureció y su mirada lucía tan oscura y severa.
Antes de que mi abuelo pudiera responder, dos autos más se estacionaron cerca de donde estábamos, el bullicio que hicieron llamó la atención de algunos curiosos que estaban a nuestro alrededor. Sentí que Alan presionó con más fuerza mi mano, me estaba lastimando y parecía algo nervioso, apreté su mano para que reaccionara y resultó.
- ¡Lo siento Ale! – Murmuró.
Pero sus palabras no se sintieron como si estuviera disculpándose por haber presionado demasiado mi mano, había algo más en él y presentía que su comportamiento estaba relacionado con los dos autos que acababan de estacionarse, era posible que esa fuera la causa por la que mi padre y abuelo vinieron hasta Nueva York a buscarme.
- Alan\, ¿qué está pasando? ¿por qué estás tan nervioso? – Pregunté pero él solo intentaba eludir mi mirada. – Abuelo\, ¿quiénes son esas personas? – Mi abuelo extendió sus brazos ansioso\, su mirada sombría se había disipado\, ahora sólo había una genuina preocupación en ella y eso me inquietó demasiado.
- Sr. Alonzo\, perdón\, sé que solo intentaba protegerla\, pero… ella tiene derecho a saber la verdad. – Dijo Alan repentinamente\, yo aún sostenía su mano\, pero sus palabras me tomaron por sorpresa\, me invadió el miedo\, era como si la persona que estaba a mi lado\, fuera un completo extraño.
Solté su mano bruscamente y corrí hacia donde mi abuelo me esperaba, tan pronto me acerqué el me abrazó con desesperación y los hombres que estaban a su espalda inmediatamente nos rodearon. Estábamos dando un buen espectáculo al público, pero ni siquiera presté atención a ello, no era momento de sentirme avergonzada por estar ante tantas personas curiosas, lo único que tenía toda mi atención, eran esos dos autos de lujo que se estacionaron y Alan, no entendía por qué estaba actuando de forma tan extraña, necesitaba una explicación y pronto la tendría.
De los autos bajaron varios hombres con traje, parecían estar uniformados y probablemente tenían el mismo trabajo que los tipos que acompañaban a mi abuelo y a mi padre. Dos de ellos, abrieron las puertas traseras de ambos autos, un par de hermosas zapatillas altas en color negro fue lo primero que vi, del primer auto bajó una mujer, aunque lucía mayor, vestía elegantemente y se veía hermosa. Junto a ella había un chico, probablemente pasaba los veinte años, y un hombre de cabello negro con algunas canas a la vista, rodeó su cintura con un brazo.
- Tiempo sin vernos Sr. Rossi. – Dijo el hombre\, aunque no sabía exactamente a quién se estaba refiriendo.
- ¿Qué intentas hacer Lorenzo? – Respondió mi padre con una pregunta y entendí que era a él a quién le estaba hablando.
- Creo que se entiende perfectamente lo que intentamos hacer Carlo\, ha pasado demasiado tiempo\, no solo ella tiene derecho a saber la verdad\, Mariella también desea tener la oportunidad de acercarse a su hija.
No entendía de qué rayos estaban hablando esas personas, levanté mi mirada hacia mi abuelo, él simplemente acarició mi rostro con ternura, mientras sus cansados ojos se llenaban de lágrimas.
- Abuelo\, ¿qué está pasando? ¿de qué están hablando esas personas? – Pregunté ansiosa al verlo en ese estado.
- Mi niña\, mi pequeña Alessandra\, supongo que esto tenía que pasar tarde o temprano. Era esto lo que quería evitar cariño\, pero… es demasiado tarde. – Ninguna de las palabras que mi abuelo había pronunciado tenían coherencia para mí. Vi a mi abuelo a mi padre intercambiar mirada\, ambos lucían impotentes.
- No es el momento\, ni el lugar. Solo vas a confundirla aún más y créeme\, estarás muy alejada de la imagen que ella tiene de ti. – Dijo mi padre fríamente.
- No me importa. – Gritó la mujer hecha un mar de lágrimas. – No me importa que ella sepa la verdad\, haré hasta lo imposible por ganarme su perdón\, pero no pueden seguir aplazando este encuentro\, ya no soporto más\, ella debe saber.
Mi abuelo notó mi desesperación, las manos me temblaban descontroladamente y no podía evitar que el torrente de lágrimas en mis ojos, siguieran su curso. Alan probablemente también se dio cuenta de mi estado, intentó acercarse a dónde yo estaba, pero los hombres frente a nosotros se lo impidieron. Tenía una mirada suplicante, mientras que los chicos tras él, no tenían idea de qué carajos estaba pasando, lucían igual de perdidos que yo.
- Mi abuelo cerró los ojos con resignación\, puso una mano sobre mi hombro y sujetó mi barbilla. - ¡Lo siento cariño! Ya no podemos seguir ocultando las cosas\, todo lo que vas a escuchar\, te ocasionará un gran dolor mi niña\, pero ya eres una mujer\, tienes derecho a saber la verdad y a decidir lo que harás. – No estaba segura de querer escuchar\, me sentía desesperada\, solo quería alejarme de ese lugar.
- Alessandra\, hija\, yo… - Escuché a la mujer hablarme\, sentía que mi corazón palpitaba más rápido de lo normal y un frío recorrer mi columna vertebral. Busqué desesperadamente la mirada de mi abuelo\, él solo asintió con la cabeza y entonces me di cuenta\, que realmente no quería escuchar nada\, al menos no de esa mujer que era una completa desconocida para mí.
Todos comenzaron a alterarse, mi padre gritaba furioso una letanía de palabras soeces pronunciadas en italiano que probablemente no entendieron muchos de los curiosos que estaban alrededor, pero yo sí. No entendía su reacción y por qué se negaba a que esa mujer frente a nosotros, continuara hablando. Fue entonces cuando la curiosidad me invadió, si mi padre estaba tan empecinado a que esa mujer se callara, era porque, tenía algo importante qué decir, algo que yo debía saber. Y estaba dispuesta a saber la verdad, pero solo la escucharía de la única persona en la que confiaba, nadie más podía intervenir en mi decisión.
- ¡Basta! – Grité entre lágrimas. – No sé quién sea usted ni el por qué está aquí\, pero entiendo que intenta decirme algo\, algo que puede cambiar mi vida\, todo lo que he creído hasta hoy. Pero… solo deseo escuchar esa verdad de la que tanto hablan\, de mi abuelo\, es la única persona en la que confío\, en nadie más. – Dije mirando fijamente a Alan.
Alan bajó la cabeza con pesar, parecía avergonzado; aún no sabía qué tenía que ver Alan Montero en todo este espectáculo, pero su comportamiento y las palabras que le dijo a mi abuelo, me daban a entender de qué lado estaba realmente. Las lágrimas continuaban resbalando sin cesar por mis enrojecidas mejillas, tenía miedo de saber la verdad, porque algo dentro de mí me decía, que perdería a esa persona tan especial para mí, a ese guapo chico que se adueñó de mi corazón con cada detalle hacia mí, con su forma de tratarme y de cuidarme. En sus ojos también pude ver lágrimas, quizás, él también era consciente de que esta noche, ambos nos perderíamos.
Mis amigos se vieron obligados a dar un paseo por los alrededores, mientras todos los involucrados subían al departamento. Mi padre se quedó cerca de la puerta, tratando de mantenerse lo más alejado posible del resto de las personas que ahora invadían la sala. Yo llevé a mi abuelo a la habitación que había estado ocupando con Keyra y Sherlyn. Mi abuelo se sentó en la orilla de la cama y yo permanecía de pie, dando vueltas de un lado a otro, carcomiéndome las uñas a causa de la ansiedad que toda esta situación me había provocado.
- Cariño\, toma asiento. – Dijo mi abuelo palmeando con su mano la cama. – Me estás poniendo aún más nervioso de lo que ya estoy.
- Yo… abuelo\, ¿qué es todo esto? ¿quiénes son esas personas? ¿por qué… por qué esa mujer…? - mi abuelo tomó mis manos entre las suyas y sonrió ligeramente con los labios apretados para intentar calmarme.
- Lo que voy a decirte cariño\, no es algo fácil\, es probable que entiendas muchas cosas y también existe una mayor posibilidad de que termines odiándonos a todos. Lo que sea que decidas\, debes saber que siempre podrás contar conmigo Alessandra. – Mi abuelo acarició mi mejilla y despejó de mi rostro algunos mechones de cabello
**** Flashback (24 años atrás - 1996) ****
Era el evento benéfico a favor de las personas afectadas a causa del huracán Dorian que un mes atrás, devastó los hogares de los suburbios en Turin, Italia. La mayoría de las familias de clase alta, se encontraban reunidas para ayudar a los más necesitados.
Los Bianchi, una familia de Nápoles que se mudó a Turin diez años atrás, se estaban haciendo de un buen nombre y reputación gracias a sus inversiones en la industria automotriz, como toda familia de clase alta, acostumbraban a asistir a diferentes eventos, algunos con fines benéficos, como éste y otros más relacionados con el ego de las familias por mostrar a sus amigos los buenos anfitriones que podían llegar a ser. Fue así como Carlo Rossi y Mariella se conocieron.
Mariella Bianchi una joven de veintitrés años con hermosos ojos castaño claro, llamó la atención del único hijo y heredero de los Rossi, los dueños de la más importante compañía ferroviaria en Italia, Torino Ferroviaria.
Carlo Rossi, no solo era conocido por ser el orgullo de su padre, el Sr. Alonzo Rossi, también por sus agudas habilidades en los negocios, lo que lo llevó a convertirse en un exitoso empresario a la edad de veinticinco años, poniendo en alto la compañía de su familia cuando tomó las riendas como Director General de Torino Ferroviaria. A pesar de ser un tipo reservado obsesionado con el trabajo, que lograba sobresalir del resto de las personas por su porte y personalidad intimidante, Mariella Bianchi logró ganarse su corazón.
Fue así como la pareja comenzó su romance, se convirtieron en el centro de atención de todo Turin. Cualquiera que los observara, podía decir que hacían una gran pareja, ambos compartían los mismos pasatiempos; además de su buen gusto por los autos, Mariella y Carlo disfrutaban de pasar el rato en el club campestre de Turin, practicando diferentes deportes pero sobre todo, equitación, donde la bella chica destacaba. Fue en el club donde Carlo presentó a Mariella a su mejor amigo, Lorenzo Palmieri.
Debido a los negocios y a las largas jornadas laborales que se imponía el ambicioso chico, pasaba cada vez menos tiempo con su novia. Cuando Carlo no podía acompañarla al club campestre, era Lorenzo Palmieri quien intentaba animar a Mariella.
Ocho meses después de que se conocieran, Carlo decidió dar el gran paso y proponerle matrimonio a Mariella. Ambas familias estaban felices, pero algo había cambiado en ella, a pesar de saber que sus sentimientos por Carlo no eran los mismos, continuó con su compromiso. Carlo representaba todo lo que cualquier mujer pudiese buscar en un hombre, pero, lo único que ella quería, Carlo no podía dárselo. A pesar de haberse crecido en un ambiente familiar con riquezas, Mariella solo quería que le dedicaran tiempo, hacer las cosas más simples que cualquier pareja hacía, desde ir al cine o caminar por el parque tomados de la mano. Carlo no era precisamente el tipo romántico y detallista que ella había deseado, al menos lo fue por un tiempo, pero su amor por la buena vida y los aspectos más insignificantes y superficiales, fueron opacando el cariño que la chica llegó a sentir por él.
Era la fiesta de celebración de compromiso en la hacienda Los Claros, propiedad de la familia Rossi. Lo anfitriones del evento, Alonzo Rossi y Marissa Ebirini, saludaban con una agradable sonrisa en sus rostros a sus invitados, mientras los novios, Carlo Rossi y Mariella Bianchi disfrutaban del hermoso paisaje desde el balcón. Ninguno de los dos era consciente de que alguien les estaba prestando demasiada atención.
Lorenzo Palmieri interrumpió a la cariñosa pareja para proponer un brindis por la felicidad de los futuros esposos. Mientras Mariella intentaba ocultar su nerviosismo, Carlo no tenía idea de lo que realmente estaba pasando entre su amigo y su futura esposa. Él levantó su copa en agradecimiento a su amigo por sus buenos deseos.
Una semana después, se estaba celebrando una ceremonia íntima en la hacienda de la familia Rossi, solo los familiares y amigos más cercanos de la pareja, los estaban acompañando en su gran día. Mariella y Carlo, se convirtieron en la primera pareja en pasar su noche de bodas en una clínica.
La pareja esperaba los resultados de los análisis que le habían practicado a la chica, mientras estaba en el baño, preparándose para su noche de bodas, perdió el conocimiento, haciendo que Carlo la llevara de urgencia al hospital. La pareja recibió la noticia de que serían padres. Era la primera vez que Mariella veía a su esposo tan ilusionado. Su viaje de bodas se vio aplazado, Carlo se convirtió en un tipo protector con su esposa, el doctor les había dicho que los primeros tres meses eran de vital importancia durante el embarazo, por lo que no permitía que ella realizara ni el más mínimo esfuerzo, siguió al pie de la letra todas las recomendaciones del doctor.
Durante los cuatro primeros meses, todo parecía marchar bien en su matrimonio y en el embarazo de Mariella. Pero la revisión prenatal del quinto mes, reveló un dato curioso, Mariella había nacido con dos úteros y ambos parecían estar ocupados en el momento de la revisión, para Carlo Rossi la noticia le resultó increíble, pero todo cambió cuando los exámenes indicaron que los bebés tenían un tamaño considerablemente diferente y eso se debía a que nacerían en diferentes fechas.
Los exámenes no solo revelaron el sexo de los bebés, también se podía precisar el tiempo de gestación de cada uno. La niña, resultaba ser la mayor por cuatro semanas de diferencia a su hermano. Lo que significaba que había sido concebida cuatro semanas antes que su hermano.
Mariella miró fijamente a su esposo, su respiración se volvió agitada y las manos comenzaron a sudarle; Carlo permaneció en silencio, no dijo ni una sola lo que duró la consulta con el doctor y tampoco durante el camino de regreso a su casa.
Mientras Mariella se encerró en su habitación, Carlo pasó la noche en su despacho, aun no decidía si le contaría a sus padres y tampoco sabía qué haría respecto a su matrimonio.
Tuvo que esperar hasta la quinta revisión prenatal para darse cuenta de que su esposa le había sido infiel cuando aún era su novia, pues durante ese tiempo de diferencia, él se mantuvo ocupado en el trabajo y viajes de negocios. Un hombre metódico como Carlo Rossi, no sería engañado por las fechas. Pero lo que rondaba por su mente al grado de quitarle el sueño, era ¿quién?, ¿quién era el padre del segundo bebé?
Esa noche, con la ayuda de un par de tragos de su copa de vino, subió a su habitación para enfrentarse a la verdad, a pesar de su personalidad dominante, Carlo Rossi no era un hombre agresivo, no dejaba de ser consciente de que la mujer que estaba sentada sobre la cama, estaba embarazada. Su aparente tranquilidad le dio el valor a Mariella para decirle la verdad, entre lágrimas y la voz entrecortada, la mujer fue capaz de confesarle el desliz que tuvo con Lorenzo Palmieri, el mejor amigo de su ahora esposo.
Carlo sabía que él tenía gran parte de la culpa, pero nunca lo admitiría frente a ella, como el exitoso hombre de negocios que era, Carlo no descansó hasta llevar casi a la ruina a la familia Palmieri y a los Bianchi, obligándolos a salir de Italia. Mientras que obligó a Mariella a permanecer encerrada lo que restaba para que su hija naciera. Los planes del empresario no solo eran divorciarse de su esposa, sino quedarse con su hija y obligar a Mariella a abandonar el país si quería ayudar a su familia a no perder todo por lo que habían trabajado en su vida.
Mariella entró en trabajo de parto dos semanas antes de la fecha de parto programada, la niña nacería prematuramente y le realizarían una cesárea de emergencia para detener el parto del niño, quien aún no debía nacer. Carlo pensó y planeó cada detalle, dirían que Mariella había fallecido durante el parto de su hija, mientras se encargaban de sacarla de la ciudad y enviarla a cualquier lugar lejos de la familia Rossi.
Cuando los padres de Carlo se enteraron de la verdad, Alessandra tenía dos días en una incubadora, fueron los señores Rossi quienes lo ayudaron a cuidar a la pequeña hasta que cumplió tres años. El Sr. Alonzo y su esposa se mudaron a Londres por cuestiones de salud, dejando que Dominic y su esposa, ayudaran a su hijo a cuidar de la niña.
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Updated 63 Episodes
Comments
Maria Gonzalez Gonzalez
pero y el otro bebé, que paso con él??
2024-07-27
0
Calo
Interesante, me encanta el rumbo que lleva
2023-10-05
1
𝓐𝓷𝓰𝓲𝓮 𝓭𝓮 𝓢𝓾𝓪𝔃𝓪 🦋
En unas partes dice que tiene 22 años y en otras dice que tiene 24.
2023-06-10
2