CAPÍTULO 2.

Hace diecisiete años.

Azahara D'Angelo.

—¿Azahara?—la voz ronca de mi padre me hace voltear, dejando mi pintura de lado.

No contestó, dejo que pase y tome asiento frente a mi. Mi padre, el hombre reservado, divertido y peligroso que todo el mundo conoce, está sentado frente a mi, posando como modelo. Suelto una carcajada, de la cual me arrepiento después. Recupero mi semblante serio antes de preguntar

—¿Quieres que te dibuje?—sigue con la misma pose—¿O quieres hablar?

—Si no es mucha molestia quiero me dibujes.

Niego, claro que no lo es. Empiezo con un carboncillo, dibujando mirándolo a él y luego al lienzo a cada minuto cambia de pose. Pero eso no es lo más importante ahora, solo haré el retrato y ya tengo la pose inicial. Deja la sonrisa de lado para empezar a interrogarme como siempre.

—¿Solo aprendes a dibunar? ¿Que hay de disparar?—suelto el carboncillo para concentrarme en él—Tienes que entrenar más, recuerda que solo eres buena con las armas, no sabes defenderte sin ellas.

—Tengo diez años, Daphne a mi edad lo único que hacia es bailar.

—Si pero ella no es como tú.

—No entiendo lo que quieres decir con eso, padre.

Sigo dibujando, las preguntas de siempre me agotan. No tengo tiempo para seguir respondiendo a esas absurdas y estúpidas preguntas, lo único que quiero es estar sola en mi alcoba, dibujando, bailando.

Niccolo sigue hablando de cosas que no entiendo mientras yo sigo dibujando y respondiendo de vez en cuando con un simple: Uhm. La verdad, es que me aburre que siempre éste hablando de lo bueno que es y de todo lo que logra, sus planes. Nunca habla de como asesinó o cosas así, no habla de eso por más que le pregunte.

Las horas pasan, y ya tengo la seguridad de que este retrato le va a gustar. La mayoría de veces hago cosas sin sentido. Pero está vez es diferente, he cautivado toda su perfección y mi cariño hacia el en un solo lienzo.

—Terminé—digo al fin con un suspiro.

Se levanta y camina hacia mi, una sonrisa decir a su joven rostro al ver mi obra de arte. Toma en sus manos su retrato y se lo lleva, trato de negarme, pero el sale casi corriendo de mi alcoba conmigo gritando para que se detenga. Sé lo que va hacer, llegamos a la sala de estar donde ordena que pongan el cuadro en la pared. Mira el cuadro en la pared, limpio mis manos en mi mandil blanco.

—Eres todo lo que esperaba Azahara, siempre dándome una razón más para estar orgulloso de ti.—sus palabras hacen que mi corazón se acelere.

—Gracias padre.—es lo único que digo antes de marcharme.

Los empleados suelen bajar la mirada cada que me ven, eso está bien, supongo.

—Ven—dice tomandome del brazo y llevándome a mi alcoba—Estas castigada, no puedes ir a jugar con nadie y menos con los mellizos ¿entendido?

Me deja en mi alcoba para luego cerrar la única puerta con llave,otra vez, encerrada en mi habitación pero es mejor que el calabozo, y agradezco que mi padre este aquí para impedir eso. Me dejo caer al suelo mirando a mi alrededor, hay muchas pinturas en la pared.

Mi cama está de atendida y mis cortinas están abiertas por lo que la luz de la luna entra iluminando el suelo. Abrazo mis piernas para luego cerrar los ojos.

Mi madre estaba loca, siempre con cambios de humor, y cuando esos eran muy fuertes se desquitaba conmigo como si fuera un saco de boxeo, mientras que a mi me enseñaba su peor versión a ellos les entregaba todo su amor que yo no tenía. Las veces que quise defenderme no podía, ya que ella tenía más fuerza que yo, dejé que me humillara, golpear y no decir nada. Con dolor en mi cuerpo por estar en una misma posición durante tantos minutos, camino hasta llegar a mi ventana. Admiro la Luna llena.

Quiera brillar en la oscuridad como ella.

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