Capitulo 1.

Los ojos de la chica abrieron de golpe.

Todo habia sido un sueño, o mas bien el sueño de un recuerdo. Sus manos tallaron sus parpados con pereza, tratando de alejar el sueño de si misma. Un bostezo salio de su boca, miro a un lado al reloj despertador, se habia despertado antes de que la alarma sonara.

"Genial" pensó la joven con sarcasmo.

Se giro sobre si misma con un quejido inaudible, se sentó en el borde de la cama y se quedo inmóvil.

El dolor de su espalda era insoportable ¿como iría asi a la escuela?

La chica se levanto y se dirigió a su espejo de tamaño completo, se volteo de espaldas y levanto su blusa hasta sus omóplatos.

Ahi estaban, un montón de moretones hechos a causa de golpes de cinturón, todas las marcas recientes, otras de hace algunos días, zurcaban de extremo a extremo la espalda delgada de la joven, algunas incluso llegaban hasta sus brazos.

- No debí meterme esta vez - se reprendió a si misma mientras bajaba despacio su blusa.

Esa noche sus papas habían discutido, como siempre, justo cuando ella estaba a la mesa comiendo cualquier cosa por orden de su madre.

Él habia llegado a casa en estado de ebriedad, de nuevo, y comenzó a gritar ordenes que su madre acato temblando como una hoja. Fue hasta que en un temblor de miedo la mujer tiro parte de la bebida que él le pidio al suelo y este comenzó a golpearla en castigo por ello.

La joven no soporto mucho, ya no respetaban ni el hecho de que ella estuviera ahí enfrente, se levanto dispuesta a parar la pelea pero solo consiguió que su padre la atara de manos a la columna principal de las escaleras y descargara su frustración dando de azotes con el cinturón contra su delgada espalda.

- Pero ahí vas a sentirte la heroína, estupida - se regaño aun mas la chica entrando al baño de su habitación - Carlos te lo dijo ¿no? "nunca te metas, nunca la defiendas" pero ahí vas pensando que puedes tu sola - continuo murmurando mientras se desvestia lentamente y con muecas de dolor.

La imagen de su hermano mayor el día que se fue a la Universidad del estado azoto su mente.

La habia abrazado con fuerza mientras le susurraba que desearía poder llevarla con él para poder estar tranquilo, pidiendole que se cuidara y que no hiciese nada imprudente.

- Nunca interfieras, Samantha - le susurro mientras la apretaba aun mas fuerte, su voz sonaba seria, apremiante - jamas te metas a defenderla, créeme, ella no lo agradecerá, terminaras siendo golpeada por él y ella no lo evitará.

- Pero, Carlos...

- Pero nada, Sam - le interrumpió él - entiende, ella no quiere dejarlo y esta dispuesta a soportar todo eso por lo que ella llama "amor" pero tu y yo no entramos en esa ecuación. Entre mas rápido lo entiendas, mejor.

Y era verdad, pensó Samantha mientras permitía que el agua caliente mojara su espalda relajando sus músculos, su madre nunca interfería en las palizas que le daba su padre, prefería ir a la cocina, a su habitación o simplemente salir al jardín que hacer algo mientras él descargaba su ira contra el cuerpo de su única hija. No importaba cuanto gritara ella por piedad y ayuda, su madre siempre hacia la vista a un lado.

La joven se ducho con tranquilidad, sabiendo que tenia tiempo de sobra para llegar a la escuela, salio a su habitación envuelta en una toalla cuando termino y miro con sorpresa el borde de su cama, ahora recién tendida.

En el borde estaban unos jeans de mezclilla, acomodados pulcra mente al lado de una blusa blanca de de algodón y manga corta y una camiseta de manga larga de color azul con cuadros negros. Justo encima del conjunto estaba un frasco con pomada.

Lo habia hecho de nuevo, su madre de nuevo habia entrado en su habitación para prepararle la ropa y dejarle una pomada que aplacara el dolor y la hinchazón de los golpes. Siempre lo hacia. Era una rutina que la mujer seguía despues de que sus hijos eran golpeados, entraba sin tocar a sus habitaciones, les dejaba la pomada y salia sin decir nada para despues hacer como si nunca hubiese pasado cuando los veia cara a cara.

Samantha se confundía cuando esto pasaba, ella siempre creía que a su madre no le importaban en lo absoluto sus hijos, desde que permitía que su padre los maltratara y golpeara frente a ella sin decir nada lo habia confirmado, pero luego iba y les dejaba una pomada para el dolor y les preparaba el desayuno al día siguiente como si fuese una amorosa madre y ellos no podían decirle nada ni reprocharle porque ella comenzaba a llorar y se iba en lagrimas a otro lugar haciendo que sus hijos se sintieran culpables por reclamarle cuando el culpable por golpearlos era el alcohólico de su padre.

Samantha suspiró, mejor dejar de darle vueltas al asunto. Tomo la pomada y comenzó a colocarla con cuidado en las zonas que alcanzaban a tocar sus mano; dejo secar un poco la sustancia en su piel antes de comenzar a vestirse.

Se miro al espejo una vez terminada.

Su cuerpo no era ni muy delgado ni muy robusto, mantenía sus curvas naturales por lo que la ropa le quedaba bien, el pantalón de mezclilla ajustaba sus piernas como todos los demás que tenía en su clóset, la blusa blanca le quedaba pegada al torso y la camiseta azul le quedaba holgada, justo como le gustaba. Su cabello ondulado y castaño claro a la altura de sus hombros, se esponjaba conforme se secaba, se paso el cepillo un poco para peinarlo y acomodarlo. Se miró completa, bien, no habia rastros de golpes a la vista.

Luego subió la vista a su rostro, maldición.

Su tez era blanca comunmente, algunas pecas encima de su nariz le daban ese toque de ternura, como decía su madre cuando Sam era una niña. Sus ojos estaban envueltos por unas profundas ojeras y cubiertos por unos hinchados párpados que no se habían desinflamado durante la noche luego de que ella llorara hasta dormirse a causa del dolor. Lo único bueno es que sus pupilas casi no se veían, las odiaba.

Esa extraña mezcla de color almendrado con lineas verdes cubriendo su retina habían sido herencia de su progenitor. Verlos en un espejo solo hacian que recordara el rencor y odio con los que la miraba a ella y a todos en general, por eso prefería cubrirlos siempre con gafas de sol, aun cuando el clima afuera fuese el inapropiado para estas, ella siempre las cargaba sobre su rostro.

Tomo sus pertenencias de la mesa de noche y salio de la habitación dejando la pomada en el mismo lugar donde la habia encontrado, para cuando volviera a casa, esta habría desaparecido de su habitación, como siempre.

Bajo los escalones con tranquilidad, sabiendo que su padre estaría dormido a esta hora, completamente noqueado por el alcohol y la resaca.

- Buenos días, Sam - la saludo su madre desde la cocina - ven a desayunar.

"Ahí vamos de nuevo" se dijo a si misma la castaña.

Se acerco a la cocina y se sentó a la mesa en el centro de esta donde habia un plato con tostadas, huevo frito, jugo de naranja y un poco de fruta picada. Su madre siempre se lucia en los "desayunos de disculpa" como les habia llamado la chica a aquellos detalles.

- Te levantaste temprano hoy - le dijo su madre sin mirarla, parecía muy ocupada maniobrando con las hoyas vacías de la alacena como para dejar de darle la espalda a su hija.

- Desperté antes de la alarma - respondió la chica comiendo - pesadillas.

- Ya veo - la mujer seguía viendo hacia el otro lado - tal ves deberías colocarte audífonos para que duermas oyendo musica y asi no sueñes feo o tal ves deberías dejar de ver esas películas y videos de terror que te gustan tanto.

- Hmp - "o tal ves deberías dejar al monstruo que tienes por marido que provoca peores pesadillas que los de las películas y videos, madre" se dijo la joven en la mente.

Terminó de desayunar en silencio mientras su madre seguía moviendo trastos vacios en la cocina, Sam se había dado cuenta que no quería voltear a verla a la cara, le estaba dando la espalda a propósito. "Sus razones tendrá" pensó la joven con ironía.

La chica tomaba con tranquilidad el último sorbo de su jugo, eran pocas las veces en las que podía desayunar tan tranquilamente, estaba segura de que hoy no se le revolvería el estomago antes de llegar a la escuela.

Pero no todo lo que deseamos se vuelve realidad.

- ¡LUISA! - el grito de su padre en el piso de arriba pertrifico a ambas mujeres que dejaron sus extremidades congeladas en sus acciones mientras sus ojos se abrían cubiertos de terror y un escalofrío azotaba sus columnas. Su padre había despertado con resaca y muy mal humor - ¡LUISA! ¿DONDE CARAJOS ESTAS?

El sonido de la puerta de la habitación abriéndose de golpe hizo que Samantha se levantará de su asiento rápidamente, era un gesto involuntario, su instinto le rogaba por huir de ahí cuanto antes.

- ¡LUISA! - el grito se escuchaba mas cerca ahora.

- Vete ya, Samantha - le dijo la mujer a su hija mirándola porfin a la cara, Samantha vio como la parte izquierda del rostro de su madre estaba completamente deformado por la hinchazón, la piel inflamada tenia un tono rojo brillante con puntos morados, su padre la habia golpeado la noche anterior al parecer.

- ¡CARAJO, TE ESTOY HABLANDO MUJER!

- Vete, ahora - apremio la mujer mientras salia de la cocina dispuesta a retener al hombre y darle tiempo a su hija de salir de ahí. Sabia que él estaba molesto con su pequeña, si la veia estando en ese estado seguro la golpeaba de nuevo y sin razón.

Samantha no lo pensó dos veces, tomo sus cosas y salio por la puerta de la cocina hacia el patio trasero, dio vuelta a la casa y camino hacia la acera mientras escuchaba los gritos de su padre adentro.

El sonido de un vidrio rompiéndose fue lo último que escucho antes de ponerse sus audífonos en los oídos con la musica a tope.

Camino lentamente por la acera, en dirección a la escuela.

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Comments

Amparo Salinad

Amparo Salinad

que entre todos cojan a ese infeliz y. le den una paliza y lo deje bulto muerda 💩💩💩💩💩💩💩💩💩💩💩

2023-05-30

2

Martha Noyola

Martha Noyola

que triste

2022-05-23

3

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